- Fecha de publicación: 29/12/2015.
Visto 428 veces.
- Palabras clave:
Imported.
Hoy es fácil conocer la ubicación geográfica con
pocos metros de error. Un celular inteligente,
con Sistema de Posicionamiento Global (GPS)
entrega la ubicación en el mapa o carta náutica,
junto con el dato de velocidad y dirección si se
está en movimiento. Para qué decir de los sistemas
que usan los buques y aeronaves, militares y
civiles, que complementan a otros sensores para
entregar imágenes muy cercanas a la realidad.
Actualmente, se tiene una cobertura casi total
de cartografía, referencias comunes, exactitudes y
mediciones impensadas hace sólo unas décadas.
Pero no siempre fue así y el hombre tuvo que
desarrollar todo su ingenio para conocer su
ubicación, primero en un entorno cercano y luego
para aventurarse a tierras y mares desconocidos.
En tierra la ubicación
se facilita al observar
puntos notables,
m o n t a ñ a s , r í o s ,
rocas, bosques, etc.
Sin embargo, en las
planicies y desiertos
se tenía que recurrir
a la observación de
los cielos, para contar
con referencias útiles.
Obviamente que en el
mar, apenas la costa
dejaba de ser visible, se
recurría a la observación
de fenómenos naturales
como olas, vientos,
corrientes, etc., y también a los cambios en los astros
del cielo. El estudio de éstos permitía mantener la
dirección a avanzar, como también ubicar las naves
de manera más precisa que la mera casualidad.
El descubrimiento de la brújula y el desarrollo de
instrumentos como el sextante, facilitaron la tarea.
En el hemisferio norte, se goza de la presencia de
la Estrella Polar, que señala el norte geográfico
con bastante exactitud, mientras que en el sur,
a falta de ésta, se requerían observaciones más
complejas e imaginativas de las constelaciones
celestes. Pese a ello, osados marinos se aventuraron
más allá del mundo conocido y alcanzaron
lejanas tierras, para ocuparlas, conquistarlas o
establecer relaciones comerciales y sociales.
* Contraalmirante. Oficial de Estado Mayor.
John Harrison tuvo que enfrentar una lucha contra las estructuras sociales y científicas de su
época para imponer la mejor solución al problema de la longitud, reflejando de esta forma
que la tenacidad, voluntad, conocimiento y capacidad profesional; finalmente permiten
alcanzar el éxito y resultan aleccionadoras para sobreponerse a las adversidades.
Monografías y Ensayos
REVISMAR 5 /2015 53
Con el tiempo, se desarrollaron nuevas naves,
mejores instrumentos y se logró una mayor
comprensión de las ciencias, enriqueciendo así
el arte de navegar.
En la era de los descubrimientos, en el siglo XV y
hasta bastante entrado el siglo XVIII, los navegantes
podían conocer con relativa facilidad la latitud en
la cual se encontraba la nave. La observación de
los astros, en especial del sol al mediodía, junto
a complejos cálculos, les permitía determinar
la diferencia que tenían respecto a la línea del
Ecuador. Lo anterior se podía complementar
con derroteros de rutas navegadas, los cuales se
mantenían en secreto, aunque podían obtenerse
a través del hurto o compra ilegal. Así y todo,
hacerse a la mar era una aventura arriesgada, con
mucho de desconocido por la proa.
El problema difícil era determinar la longitud del
momento. Durante siglos esta incógnita no pudo
ser resuelta y se tendía a navegar controlando la
latitud y luego de alcanzar la altura deseada, se
gobernaba hacia el este o el oeste hasta avistar la
costa. Cuando se buscaban continentes, el problema
era relativamente simple, pero cuando eran islas y
las referencias tenían mucho más de imaginación
que de realidad, la situación era muy difícil.
La importancia de la hora
La determinación de la longitud se hace en
base al tiempo. Conociendo simultáneamente
la hora local y la de un lugar de referencia, es
posible convertir esta diferencia de horas en una
separación geográfica. Como la Tierra demora
24 horas en completar una evolución de 360°,
una hora equivale a un giro de 1/24, o de 15°. Es
decir, una hora de diferencia entre un punto y
otro equivale a una diferencia de 15° de longitud
al este o al oeste.
Todo lo anterior, que parece tan sencillo,
no lo es si no se cuenta con cronómetros que
mantengan la hora del punto de referencia.
Los relojes de sol o arena no tenían la precisión
necesaria y cuando aparecieron los relojes
mecánicos, en especial los de péndulo, tampoco
eran confiables. Los movimientos de los buques,
los cambios de temperatura, la contracción
o extensión de las partes, como también los
cambios barométricos o de la gravedad de la
Tierra entre un lugar y otro, producían adelantos
o atrasos inaceptables e incluso llevaban al reloj
a su total detención.
Era una época difícil y muchos de los grandes
navegantes como Colón, Vasco da Gama, Núñez
de Balboa, Magallanes o Drake, consiguieron
llegar donde iban, más por su tenacidad, buena
suerte o por la gracia de Dios, que por el apoyo
tecnológico para llevar su navegación.
El 1612, Galileo propuso utilizar la posición
de las lunas de Júpiter como un reloj universal,
haciendo posible determinar la longitud. El
método requería observar las lunas desde la
cubierta de una nave en movimiento y pese al
empeño e ingenio colocado, no tuvo éxito y sólo
sirvió para usos terrestres.
Las grandes potencias marítimas, como España,
los Países Bajos, y algunas ciudades-estados de
Italia, periódicamente ofrecían premios para
quien elaborara un método efectivo. Sin embargo,
fue Gran Bretaña la que dio finalmente el paso
decisivo en esta materia.
El desastre de las islas de Sorlingas (Scilly)
y el Decreto de Longitud
Como ocurre en muchas ocasiones, grandes
iniciativas reciben su impulso por desastres,
que obligan a tomar medidas para evitar su
repetición. Así fue como en 1707, durante la
Guerra de Sucesión Española, Gran Bretaña
había enviado una flota a Toulon, al mando de
Sir Cloudesley Shovell.1
La operación no fue
exitosa y los británicos se vieron obligados a
volver a Portsmouth vía Gibraltar. La escuadra
consistía en 21 buques, de los cuales 15 eran
de línea.
La navegación, marcada por malos tiempos,
se hizo peor al ingresar al Golfo de Viscaya
y se desviaron de la ruta. El 22 de octubre,
el escuadrón ingresó al canal de La Mancha,
creyendo que navegaban seguros al oeste de
la isla de Ushant, sin embargo, la mala estima
y la incapacidad de calcular la longitud, había
llevado a los buques cerca de las islas Sorlingas
(Scilly) y antes que enmendaran el error, cuatro
naves se destrozaron contra las rocas y cerca de
2.000 marinos perdieron la vida.
MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS: La hora y la longitud, una historia de perseverancia
1. Captain Peter Hore, The Habit of Victory, pág 41. National Maritime Museum and Peter Hore, 2005.
54
Debido al desastre, el Parlamento Británico
publicó el Decreto de Longitud de 1714,2
y nominó
a 22 comisionados al Consejo de Longitud, entre
parlamentarios, administradores, académicos
y oficiales de marina, quienes debían evaluar y
financiar las proposiciones para desarrollar un
método factible y útil para determinar la longitud
en la mar. Los premios ofrecidos, en moneda de
la época, eran:
➣ £10.000 para exactitudes dentro de 60
millas náuticas.
➣ £15.000 para cálculos dentro de 40 millas
náuticas, y
➣ £20.000 por determinar la longitud dentro
de 30 millas náuticas.3
La lucha por la fama y el premio
n Método de las Distancias Lunares
Tobías Mayer, astrónomo alemán, había
elaborado el método de Distancias Lunares para
determinar la hora de un lugar de referencia, sin
contar con relojes o cronómetros. Mayer produjo
tablas de predicción de la posición de la Luna
y las envió al Consejo de Longitud, donde se
avaló que las predicciones eran exactas hasta
medio grado, aunque los cálculos eran difíciles
y demandaban mucho tiempo.
Una década después, el Astrónomo Real,
reverendo Nevil Maskelyne y miembro del Consejo
de Latitud, armado con estas tablas y luego de
haber experimentado a bordo el método de las
Distancias Lunares, propuso la publicación de las
predicciones de estas distancias en un almanaque
náutico, para determinar la longitud en la mar.
El método considera que la Luna demora 27,3
días en moverse 360°, por lo tanto, en una hora,
se desplaza ½°, aproximadamente su propio
diámetro. El ángulo formado por la Luna y otro
cuerpo celeste, en un instante dado, es igual en
cualquier parte del globo. Si se comparaba una
medición de a bordo con las tablas que mostraban
la hora en que dicho valor se daba en Greenwich,
se podía conocer la diferencia de tiempo entre
ellas y así determinar la longitud del momento.
Este método que parece tan simple, en realidad
era muy complejo y requería varias correcciones.
Como el Almanaque4
predecía las distancias
lunares entre los centros de los cuerpos celestes
y se empleaban los bordes para la medición,
había una primera corrección. Luego otra para
compensar las diferencias en el tamaño aparente
de la Luna, que cambia de acuerdo a su distancia
de la Tierra, y otra más para los cambios diarios
del semidiámetro de la luna y el sol. También
debían corregirse los efectos de paralaje y
refracción atmosférica, para finalmente obtener
el dato de la hora de Greenwich en las tablas.
Éstas eran complejas para la época, pues
predecir la posición de la Luna, con meses de
anticipación, requería resolver el problema de
tres cuerpos en movimiento (Tierra, Luna y Sol).
Para ello se empleó el método de Euler,5
quien
también recibió un beneficio por parte del
Consejo de Latitud por sus cálculos.
n El Reloj de Sully
Otra solución era usar un reloj mecánico que
mantuviera la hora del lugar de referencia. Los
intentos realizados, con relojes de péndulo,
tuvieron cierto éxito, sin embargo hubo escépticos,
entre ellos Isaac Newton, que existiera un reloj
con la precisión requerida. Si bien ya existían
máquinas exactas, con los movimientos de los
buques fallaban o mostraban oscilaciones que
las volvían inútiles.
En 1720, Henry Sully inventó un reloj Marino
que contaba con una gran rueda balanceadora,
Horizon
Altitude of Regulus
Altitude of the Moon
Lunar distance
Measured
Angle
2. http://cudl.lib.cam.ac.uk/collections/rgo14
3. Valores en moneda actual, serían de 2, 3 y 4 millones de US$ aproximadamente.
4. El Almanaque se publicaría de 1767 a 1906, en Gran Bretaña.
5. Leonhard Euler (1707 – 1783), matemático y físico suizo.
n Método de Distancias Lunares, de Tobías Mayer.
REVISMAR 5 /2015 55
rodamientos y pesos de control. El sistema, que
evitaba errores por la expansión termal, sólo era
efectivo en mar calma y probó ser inútil. Pese a
todo, fue el primer intento serio para determinar
la Longitud, empleando relojes.
n El cronómetro marino y la propuesta de
Harrison
John Harrison,6
era un relojero inglés que
incorporaba adelantos tecnológicos para fabricar
máquinas exactas y confiables. Sus creaciones
más relevantes fueron los Péndulos de Parrilla
y el Escape Saltamontes. El primero consistía
en que el bastidor del péndulo lo componían
varias barras paralelas de diferentes metales
que compensaban los cambios de temperatura,
mientras el segundo permitía controlar paso a
paso la cuerda o resorte del reloj, con un sistema
que casi no requería lubricación. Harrison y su
hermano cotejaron la exactitud de sus relojes
observando los astros, logrando errores menores
a un segundo, mientras que los de bolsillo de
la época se retrasaban docenas de minutos al
día. En 1730 Harrison diseñó un reloj marino y
buscó financiamiento del Consejo de Latitud,
el cual lo derivó a George Grahan, el relojero
más famoso del reino, quien impresionado, le
prestó dinero para construir su “Reloj de Mar”.
Le tomó cinco años fabricar su primer reloj,
conocido como H1, haciendo demostraciones a la
Real Sociedad, quienes lo recomendaron al Consejo
de Latitud. Fue la primera vez que se consideró una
proposición como digna de ser probada en la mar.
En 1736 se cumplió la prueba en una navegación
a Lisboa, y si bien falló a la ida, en el viaje de
regreso, a bordo del HMS “Oxford”, se comportó
tan bien, que tanto el comandante como el
navegante del buque alabaron su diseño y
destacaron que mientras sus cálculos mostraron
60 millas de error, el H1 predijo correctamente
la posición de la nave. Lamentablemente éste
no era el viaje transatlántico que demandaba el
Consejo de Latitud, aunque igual le asignaron
una recompensa de £ 500 para continuar su
desarrollo.
En 1741, Harrison fabricó el H2, una versión
mejorada y más compacta del H1, pero debido
a la guerra entre Gran Bretaña y España; y por
errores de diseño detectados por el mismo autor,
el proyecto fue abandonado. Pese a todo, el
Consejo asignó otras £ 500 y mientras finalizaba
la guerra Harrison se dedicó a diseñar un tercer
Reloj de Mar, donde adoptó balancines circulares
para absorber los movimientos de los buques. El
desarrollo, fabricación y pruebas tomaron 17 años
y para colmo de males, no se comportó como
n Escape saltamontes.
n Reloj H17
6. DavaSovel, Longitud. Compactos anagrama, www.librosmaravillosos.com
7. http://www.rmg.co.uk/explore/astronomy-and-time/time-facts/harrison
MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS: La hora y la longitud, una historia de perseverancia
56
8. Dava Sovel, Longitud. Compactos anagrama, www.librosmaravillosos.com
esperaba. El problema era el desconocimiento de
la física de los resortes que controlan el balance
de los engranajes, al margen de las variaciones
en las condiciones exteriores.
Alrededor de 1750, Harrison se dio cuenta que
la idea del Reloj de Mar no era buena y que un
reloj más pequeño, tipo de bolsillo, podría ser más
efectivo pues sus balancines, oscilarían a mayor
velocidad. Esto además lo haría más práctico,
factor exigido por el Consejo de Latitud.
En 1758, casi 30 años después de su primer
intento, Harrison descubrió que Thomas Mudge
había construido relojes de bolsillo tan precisos
como sus grandes aparatos. Además conoció
los trabajos de John Jefferys, que compensaba,
en relojes de poco tamaño, los cambios de
temperatura y se mantenían funcionando mientras
se les daba cuerda.
Ello lo llevó a fabricar una nueva versión
del llamado H4 o N1, algo mayor en tamaño
a un reloj de bolsillo (13 cm de diámetro), que
resultaría ser una obra de arte y el primer reloj
marítimo exitoso.
El H4 fue probado en tierra y luego a bordo del
HMS “Deptford“ en un viaje a Jamaica. Al término
de 81 días y 5 horas de travesía, el reloj mostró
un atraso de 5 segundos, correspondiendo a un
error de 1,25° de longitud equivalente a una milla
náutica en la longitud de Kingston. A la vuelta
del viaje, Harrison esperó recibir su premio, sin
embargo el Consejo estimó que había sido sólo
una casualidad y debía hacerse otra prueba.
Para entonces era obvia la rivalidad existente
entre el gran abogado del método de Distancias
Lunares, el Astrónomo Real, Nevil Maskelyne,8
y John
Harrison, cuyos contactos en el ámbito científico
eran muy pocos. El Consejo lo obligó a efectuar
una nueva prueba entre Bridgetown y Barbados.
Durante ésta, el reverendo Maskelyne (el mayor
enemigo del proyecto) también se embarcó
en el HMS “Tartar” para efectuar mediciones
paralelas con el sistema de Distancias Lunares.
Nuevamente, el H4 demostró su gran exactitud,
con errores menores de 39 segundos y menos de
10 millas náuticas en la longitud de Bridgetown.
Por su parte, las mediciones del reverendo
fueron buenas, pero con diferencias de 30 millas
náuticas y requiriendo de gran trabajo y cálculos
muy complejos.
Lamentablemente, de nuevo el Consejo
atribuyó el éxito del H4 a la suerte, aunque el
Parlamento enmendó, en parte, la situación,
disponiendo un avance de £10.000 para Harrison
y una cantidad similar a otros relojeros, para
fabricar copias del H4. La máquina original
n John Harrison.
n Reloj de Harrison, H4.
REVISMAR 5 /2015 57
se envió al Astrónomo Real para pruebas de
largo aliento.
Desgraciadamente, como era de esperarse, el
reverendo Maskelyne emitió informes negativos del
H4 y pese al éxito en las pruebas en la mar, señaló
que no cumplía con los requerimientos exigidos.
Harrison no se amilanó y mientras el Consejo
retenía su reloj, comenzó la fabricación de uno
nuevo, el Cronómetro H5. Pasaron tres años y
sintiéndose maltratado por quienes había esperado
mejor respuesta, solicitó apoyo al Rey Jorge III. El
soberano, probó personalmente el cronómetro y
molesto con el Consejo, gestionó con el parlamento
un reconocimiento para Harrison, el cual fue
concedido en 1773 cuando tenía 80 años.
Un simple relojero había alcanzado el éxito
superando a los sabios astrónomos de la época.10
Sin embargo, pese a los años transcurridos, el
premio del Consejo de Latitud jamás fue otorgado
a ninguna persona.
Con el tiempo el uso de cronómetros marinos
se hizo común y por ejemplo el Capitán James
Cook,11 que en su primera expedición empleó el
método de Distancias Lunares, en su segundo
y tercer viaje usó el Reloj K1, derivado de los de
Harrison, para calcular la longitud.
El principal problema era el costo, inicialmente
podía representar hasta el 30% del valor del buque.
Sin embargo, la enorme expansión del comercio
mundial y de la marina mercante, generó
la demanda y rápidamente aparecieron
cronómetros a precios razonables los
que se incorporaron al equipamiento
de los buques.
Si en el siglo XVII el método para
determinar la longitud era el de las
Distancias Lunares, en el siglo XIX el
cronómetro terminó dominando los
cálculos de navegación. Pese a todo, Gran
Bretaña siguió publicando las tablas de
Distancias Lunares hasta 1906.
A fines del siglo XIX las naciones
acordaron un referente común para
medir la longitud y pese a las objeciones iniciales
de Francia, que proponía a París, o España, que
favorecía a Cádiz, se impuso Greenwich, que se
emplea hasta nuestros días.12
La aparición de la radio y la telegrafía inalámbrica,
a comienzos del siglo XX, permitió controlar
de mejor forma la hora y con ello sepultar
definitivamente el método de Distancias Lunares.
El presente y una lección
Es obvio que los desafíos de la navegación en la
actualidad son diferentes. La ciencia y la tecnología
no sólo nos sitúan con gran exactitud y a bajo costo,
sino también nos permiten agregar imágenes del
entorno, en tiempo real. Su única debilidad es la
dependencia del poder eléctrico, aunque en la
mayoría de los casos cuentan con potentes baterías
de respaldo, pero éstas también se agotan. Puede
ser esa la razón por la que hasta ahora se continúe
enseñando y practicando la navegación de altura
tradicional y manteniendo tablas, sextantes y
cronómetros a bordo de los buques.
Por otro lado, la lucha contra la adversidad y
las estructuras sociales y científicas, que enfrentó
John Harrison para imponer la mejor solución al
problema de la longitud, es una demostración
que la tenacidad, voluntad, conocimientos y
capacidad profesional finalmente permiten
alcanzar el éxito y resultan aleccionadoras para
sobreponerse a la adversidad.
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-