Los conceptos contemporáneos de la guerra contemplan nuevos modos y enfoques, superando la concepción clásica de esta. El autor introduce tres nuevas conceptualizaciones: el enfoque adaptativo o doctrina Gerasimov (Rusia); la guerra híbrida (EE.UU.); y, finalmente, la guerra irrestricta (China).
Se destaca la consideración de aspectos que superan el ámbito estrictamente militar, abarcando otros de las sociedades complejas, lo que necesariamente requiere de una gran estrategia articuladora de fines, modos y medios del poder nacional.
Current concepts of war consider new methods and approaches, going beyond its classic definition. The author presents three new conceptualizations; the adaptive approach or Gerasimov doctrine (Russia); the hybrid warfare (USA); and lastly, the unrestricted warfare (China). This article emphasizes aspects that go beyond the strictly military scope, embracing other aspects of complex societies, which necessarily demands a grand strategy that can articulate the aims, methods, and resources of national power.
Estas tienen como factor común: la multidimensionalidad de las amenazas, el difuso límite entre lo no militar y militar, la necesidad de emplear una gran estrategia nacional o internacional y las diferencias en la gradualidad del empleo de la fuerza (alta o baja intensidad). Los aspectos sociales constituyen factores críticos del éxito, lo que no necesariamente se encuentra supeditado a lo militar.
Se proponen las siguientes conceptua-lizaciones, para introducir sobre la guerra contemporánea:
Enfoque adaptativo o doctrina Gerasimov
Esta doctrina fue expuesta el 2013 por el Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) de la Federación Rusa, general Valery Gerasimov, bajo el denominado “enfoque adaptativo” para las operaciones militares, “con ello, quiere decir que medios no militares (identificados como Revoluciones de Colores) se ven reforzados por el uso encubierto de fuerzas y de interferencia militar abierta (después de encontrar un pretexto) contra un Estado opositor” (Korybko, 2019, p.32). El patrón de las guerras cambió en el siglo XXI, ya que “no son declaradas y la diferencia entre el estado de guerra y paz queda desdibu-jado” (Campos, 2018). Además, “contempla la participación de grupos y medios no militares realizan-do acciones, incluso antes de la aparición clara del conflicto, que buscaría conseguir efectos sociales, económicos, humanitarios y políticos dirigidos a crear en un área determinada condiciones favorables” (Campos, 2018, p.14). Desde otra pers-pectiva, puede aseverarse que considera aspectos del poder nacional que escapan de lo exclusivamente militar, para afectar áreas ajenas, pudiendo, en consecuencia, alcanzarse los objetivos de forma inmediata a gradual, incluso a largo plazo.
Las áreas que están disponibles en la concepción rusa incluyen aspectos políticos, diplomáticos, económicos (sanciones y bloqueos), información, ciberespacio, inteligencia, despliegue de fuerzas militares regulares y fuerzas especiales e, incluso, aspectos no tradicionales. De estos últimos, figuran el uso de paramilitares, atentados terroristas, subversión y exaltación de problemas internos del área objetivo para la desestabilización política, social y económica. “Cada situación tiene su lógica propia” indica el creador de esta doctrina, el general Gerasimov, en un contexto donde “el valor de los medios no militares para lograr los fines políticos y estratégicos no solo se ha incrementado, sino que en algunos casos excede a efectividad de las armas” (Colom, 2018).
En complemento, esta doctrina posee una hipótesis central sobre la que se sustenta, indicando que mientras más acciones indirectas realice un Estado sobre sus objetivos, menos probabilidades existen de la necesidad de realizar acciones directas (similar a la aproximación de Liddell Hart). Esto toma una especial importancia en una geopolítica basada en un centro – periferia, ya que se podría desenfocar el centro por medio de acciones e inducción sobre la periferia (zonas adyacentes, áreas de interés o buffer zone/spaces).
Cabe destacar que la aplicación de esta doctrina quedó evidenciada el 2014 en las acciones de Rusia sobre Ucrania, combinando una serie de acciones no militares, de información y movimientos de fuerzas regulares en su conjunto, permitiendo que los rusos ocuparan y anexaran la península de Crimea, ante una OTAN y Occidente pasivos, ya que se encontraban enfocados en Medio Oriente. “(…) los rusos parecen valorar el desarrollo de marcos teóricos más amplios que parecerían tener una tendencia hacia una mentalidad más estratégica, unificando acciones en un amplio espectro” (Peña, 2020, p.129), razón por la que su visión se enfoca en una filosofía de la guerra, más que en procedimientos operacionales y tácticos propios de las fuerzas regulares, aunque también con cabida en agrupaciones distintas, como una guerrilla.
El coronel del Ejército argentino Marcelo Javier Calderón, quien durante el año 2020 se desempeñó como Agregado de Defensa y Militar de la República Argentina en la Federación Rusa, indicó que:
Gerasimov considera que los conflictos armados ya no son ni pueden ser solo afrontados por actores militares exclusivamente. En la actualidad el campo de batalla es multidimensional, si bien la conducción de la guerra siempre ha sido político-militar, la ejecución de las acciones también ha trascendido lo estrictamente operacional” (Calderón, 2020, p.64).
Por esta razón, explicita algunas acciones que pueden encasillarse como parte de la doctrina sobre el modo ruso de realizar la guerra contemporánea, de acuerdo a lo siguiente:
En lo estratégico: El empleo de métodos no militares para alcanzar los objetivos políticos y estratégicos; utilización de medidas políticas, económicas, informativas, humanitarias, el malestar social y medidas encubiertas, entre otras.
En lo operacional: Capacidades integradas de mando, control y apoyo; operaciones dinámicas; pausas tácticas y operacionales para invisibilizar al enemigo; empleo masivo de tecnologías de información; desempleo masivo de fuerzas; operaciones sin contacto (remotas); conducción que diluye los niveles de conducción en las acciones ofensivas y defensivas; empleo de armas de precisión; operaciones asimétricas (Fuerzas especiales, subversión y guerra de información).
Guerra híbrida
Este concepto nació el año 2002 y fue acuñado por William J. Nemeth (en su tesis de magíster en la Escuela Naval de Posgrado de Estados Unidos), siendo rescatada y complementada por el general James Mattis y el teniente coronel Frank Hoffman durante la guerra contra el terrorismo, motivada por los ataques a las Torres Gemelas en septiembre de 2001.
Constituye, en la práctica, una fusión de la guerra regular e irregular en los niveles de conducción: estratégico, operacional y táctico, destacando la incorporación de aspectos convencionales y no convencionales en los dos últimos niveles, los que, tradicionalmente, están estructurados -normados y con restricciones- en la visión occidental. “Estados Unidos, en particular, tiene una perspectiva intensamente práctica que busca ideas y conceptos tangibles y ejecutables. Esto conlleva una tendencia a concentrarse en los niveles tácticos y operativos” (Peña, 2020, p.129), mientras que el nivel estratégico, necesariamente, posee aspectos abstractos y filosóficos, los que no están explicitados en su concepción híbrida (siendo el principal foco de los rusos).
Con la actual fuerza de combate (tradicional) de las potencias, si no se contara con restricciones legales y morales, los enfrentamientos clásicos cobrarían millones de vidas. En ese escenario, se buscan otras opciones para alcanzar los objetivos, pese a la asimetría de fuerzas y de poder. Esto queda de manifiesto con que “la primera barrera que ha tendido a desdibujarse ha sido aquella que separa a actores estatales de no estatales o, si se quiere, a fuerzas rregulares e irregulares” (Ortiz, 2015, p.138), dejando espacios y promoviendo, a la vez, la aparición de actores privados o milicias que actuarían de manera subsidiaria a los fines de Estados Unidos, “(…) la autonomía de las milicias resulta ser una de sus ventajas políticas y estratégicas para los gobiernos que la promueven. En realidad, esto les convierte en grupos armados cuyas acciones pueden ser negadas de forma plausible por las autoridades oficiales. De este modo se convierten en instrumentos predilectos para la ejecución de operaciones clandestinas o, directamente, ilegales que vulneran el derecho internacional e involucran violaciones masivas de derechos humanos” (Ortiz, 2015, p.140). Estos grupos pueden ser desde movimientos radicalizados locales afines, hasta bandas criminales que pueden ser manipuladas para que actúen de manera subsidiaria, degradando al adversario.
La principal ventaja de estos actores, es que terminan convertidos en stakeholders de tipo no convencionales, que obedecen a estímulos insertados en el panorama (por ende, tributarios a los objetivos) y restan responsabilidad a los Estados (no pueden ser acusados por actos que no cometieron), constituyendo una forma de condicionar, en beneficio propio, el entorno. Es necesario destacar la multiplicidad de actores presentes en ese entorno, generando la percepción de pérdida de su valor individual, pero que, en su conjunto, pueden alterar el statu quo dependiendo de los estímulos. En ese sentido, la relación se torna compleja (pese a la simplificación en segmentos más o menos representativos); sin embargo, todos los actores son útiles para la estrategia a implementar.
Para el enfoque operacional y táctico de Estados Unidos, es posible deducir dos fases de este modo de guerra:
Primera fase, revolución de colores: “El núcleo de las revoluciones de colores se sintetiza en la dominación social. (…) intentan ganar control sobre aspectos intangibles, tales como sociedad, ideológica, psicología e información” (Korybko, 2019, p.59), desprendiéndose la importancia de la necesidad de ejecutar operaciones de influencia, por medio de acciones encubiertas y clandestinas (conocidas como black ops). Acá toman especial relevancia los stakeholders no convencionales, quienes, a través de estímulos por medio de acciones indirectas y operaciones de inteligencia, actuarán para modificar el statu quo en beneficio propio.
Se desprende la necesidad de realizar operaciones psicológicas que influyan y condicionen a la población objetivo, de manera de capitalizar la voluntad popular y descomponer las acciones e institucionalidad del país sobre el que se actúa, donde “el advenimiento de las redes sociales ofrece una oportunidad excepcional para penetrar en las mentes de muchos futuros practicantes desatentos” (Korybko, 2019, p.64). Por todo el esfuerzo y la cantidad de acciones que deben ejecutarse de manera coordinada por parte del Estado agresor, “las revoluciones de colores, tal como las campañas de publicidad o relaciones públicas, no son espontáneas sino fabricadas mucho antes de su implementación” (Korybko, 2019, p.66).
Se deduce que la tarea principal es lograr conquistar las mentes y corazones del público objetivo, por medio de la internalización de las ideas a las que son expuestos, siendo fundamental que parezca que ellos mismos llegaron a esos razonamientos y conclusiones, sin evidenciar la inducción exógena de ellas. En esta línea, la utilización y exaltación de catalizadores de fuerza y descontento sería el modo común de canalizar estos sentimientos, moldear voluntades y condicionar el comportamiento de masas o grupos con la visibilidad suficiente. Parafraseando a Napoleón Bonaparte, “¿qué es el gobierno? Nada, a menos que sea respaldado por la opinión” -en referencia a la opinión pública, la voluntad popular, la ciudadanía-.
Según el autor del libro Guerra Híbrida, Andrew Korybko, esta fase contempla: propaganda e ingeniería del consentimiento; guerra neocortical reversa (moldea comportamiento sin destruir); guerra social en red; enjambres y mentes de colmena (actuación de masas, saturando al gobierno).
La lucha no violenta es un medio mucho más complejo y variado que la violencia. En vez de eso, la lucha es librada por armas psicológicas, sociales, económicas y políticas aplicadas por la población y las instituciones de la sociedad (…). La cooperación y la rebelión de masas pueden cambiar situaciones sociales y políticas, especialmente las relaciones de poder (Korybko, 2019, p.84).
Razón por la que se destaca la necesidad de contar con una gran estrategia que permita articular la aproximación indirecta que permita cumplir dichos cometidos.
Segunda fase, guerra no convencional: Consiste en:
conquistar el máximo dominio físico posible (…), sin lanzar intervención directa por parte de un Estado externo o de la transformación en una guerra convencional. Siendo así, la Guerra No Convencional aspira a la dominación sobre aspectos tangibles del campo de batalla, pero no de la misma manera que la guerra convencional (Korybko, 2019, p.60).
Entendiendo, en consecuencia, que la influencia a gran escala es realizada por las FF.AA. del Estado agresor, utilizando métodos distintos a los tradicionales para influir, destacando la guerrilla, la insurgencia urbana y el sabotaje, apoyando incluso a los grupos locales para que ellos ejecuten las acciones.
Este tipo de guerra:
es la continuación de un conflicto ya existente en la sociedad, y la fundación de la Guerra No Convencional es ayudar a un movimiento que dentro de ese conflicto actúa contra el gobierno a derribar a las autoridades. La Guerra Híbrida plantea la hipótesis de que el conflicto preexistente en cuestión es una Revolución de Color fabricada externamente y que la Guerra No Convencional puede iniciarse de forma secreta casi inmediatamente después del inicio de la Revolución de Color para actuar como un multiplicador de fuerzas” (Korybko, 2019, p.94).
Por lo que destaca que la primera fase afecta aspectos intangibles, mientras que la segunda, aspectos tangibles y concretos, generando un caos organizado. La primera, genera las condiciones; la segunda, acciones que permiten una conquista sin un despliegue a gran escala sobre el territorio adversario. Para cumplir dicho cometido, “EE.UU. está dejando gradualmente su dependencia de fuerzas convencionales corpulentas y están pasando a adoptar Fuerzas Armadas más delgadas y móviles con fuerte énfasis en las fuerzas especiales” (Korybko, 2019, p.98).
Lo anterior no quiere decir que se cambie completamente la estructura de defensa norteamericana. Incluso, en el plano tradicional, han reactivado unidades como la Segunda Flota (2018), con área de responsabilidad en el Atlántico, por lo que se infiere que desarrollan capacidades especiales que pueden ser empleadas conjuntamente con las tradicionales, todo articulado en una gran estrategia.
Es posible aseverar que esta fase, al contemplar un reforzamiento de la revolución de colores con medios no convencionales, podría tratarse de una guerra de posiciones gramsciana, pero de tipo total, es decir, construyendo una hegemonía en todos los frentes en combinación, incluso, con la que él denominó “guerra de movimientos.” Esto es, acciones violentas apuntando a una insurrección, abriendo, por lo tanto, todos los frentes tangibles e intangibles, sobrepasando, en consecuencia, al adversario e imponiendo la voluntad del Estado agresor, prevaleciendo y forzando un cambio de régimen a favor de los intereses, modificando la superestructura si fuese necesario.
Para finalizar, este tipo de guerra apunta a que:
el Estado objetivo es fragmentado y neutralizado, con tácticas físicas y sociales de ‘tierra arrasada’ empleadas para mantenerlo en estado de colapso o semicolapso por mucho tiempo después de la campaña de desestabilización. El resultado es un Agujero Negro geopolítico, cuya intención es que el campo de atracción gravitacional regido por el caos engulle a los Estados vecinos (Korybko, 2019, p.116).
Siendo sus componentes “la Revolución de Color, el golpe suave y la Guerra No Convencional, el golpe duro” (Korybko, 2019, p.118). Es aquí donde la construcción de una hegemonía que incomode a las autoridades que se buscan desestabilizar, a través de una campaña de información, es requisito fundamental para alcanzar los objetivos de la guerra híbrida, entendida como un modo.
Guerra irrestricta
Esta concepción fue desarrollada y publicada el año 1999 por los coroneles del Ejército Popular de Liberación Chino, Qiao Liang y Wang Xiangsui, quienes plantean:
usando todos los métodos, incluyendo fuerzas armadas o fuerzas no armadas, militares y no militares, letales y no letales, para imponer al enemigo aceptar nuestros propios intereses se amplía el concepto de guerra a partir de las nuevas posibilidades de ejercer la violencia, las que no se limitan sólo a las operaciones militares (De Pablo, 2015),
Destacando, por lo tanto, que “es posible combinar las operaciones militares tradicionales con otros métodos concebidos como operaciones bélicas no militares”. Dentro de esta categoría se incluirían formas de confrontación como la guerra comercial, la guerra financiera, la guerra ecológica, etc. (Ortiz, 2015, p.135).
Su concepción estratégica establece que en la guerra no existen restricciones que la estructuren, razón por lo que puede contemplarse cualquier medio disponible para el Estado en la consecución de sus fines y objetivos, ejerciendo la violencia, entendida en un sentido más amplio que en el tradicional plano físico, mezclando aspectos tanto militares como no militares, de manera simultánea, de ser necesario.
Traspasa el dominio de lo militar para combinar de manera irrestricta elementos de los distintos alcances de la seguridad, sobrepasando sus fronteras, por medio de combinaciones en lo supranacional, supradominio, supramedios y supraniveles, con la finalidad de controlar al adversario (De Pablo, 2015).
En esta conceptualización oriental sobre la guerra, la seguridad nacional no estaría comprometida exclusivamente por una amenaza militar, sino más bien por cualquier acción que se oponga a la consecución de los objetivos nacionales y comprometan el interés nacional del gigante asiático, tanto por parte de otros actores estatales, como también paraestatales.
Para que una guerra sea considerada irrestricta debe regirse por el concepto operaciones de guerra no-militares, lo que, en definitiva, se ejerce por medio de la desinformación y el control de ciertas áreas sensibles para un país y la sociedad, aumentando el ejercicio de otros tipos de violencia política, económica, tecnológica y sobre el suministro de recursos estratégicos (De Pablo, 2015).
Finalmente, considerando el uso ilimitado de los medios disponibles con sus respectivas características, sin un empleo restringido en la consecución de los fines establecidos, se requiere también de una gran estrategia que permita articular y sincronizar las acciones en su conjunto, con una visión de largo plazo, para explotar las vulnerabilidades de un rival superior y aprovechar los aspectos disponibles en la zona gris. Como es conocido, EE.UU. es aún más fuerte que China, razón por lo que continuar potenciando la aproximación indirecta por medio de un smart power se vuelve mandatorio para disputar la hegemonía a escala global y largo plazo.
Toma relevancia la gran estrategia que guía las acciones emprendidas por el Estado que ejerce la iniciativa, ya que la maniobra de estos modos de hacer la guerra contemporánea emplea aspectos que superan lo militar y requiere, de manera imperiosa, la capacidad de sincronizar variadas acciones multidimensionales, tornándose compleja por variables tangibles como abstractas e incluso metafísicas.
Es fundamental que exista la voluntad política de emplear los medios disponibles (militares y no militares), siendo clave y un requisito indispensable, que las medidas adoptadas por esta voluntad cuenten con la aprobación popular, de lo contrario no es practicable, especialmente a largo plazo, pudiendo incluso abrir un frente interno para el Estado que busca alcanzar sus objetivos, generando una desestabilización propia y no sobre el adversario.
Adquiere especial relevancia el aspecto de seguridad y formas de ejecutar las operaciones, de manera tal de no generar un escándalo propio y restar efectividad en las acciones sobre el blanco seleccionado.
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Existe un dicho popular muy verosímil que indica que un animal si parece gato, camina como gato, come como gato y hace r...
El concepto de guerra híbrida ha sido descrito como una nueva forma en que actores estatales y no estatales emplean la violencia, combinando medios y métodos tradicionales con otros irregulares que se potencian para alcanzar efectos considerables. En el artículo se describe el concepto y se infiere la forma que podría tomar en el mar, destacando que sería principalmente en ambientes litorales y congestionados, con participación de diversos actores y amplio empleo de la información. De lo anterior se desprenden las capacidades que requerirá una marina de una potencia mediana para hacer frente a estos adversarios, destacando particularmente la necesidad de inteligencia operacional, una fuerza balanceada y la revisión del liderazgo, doctrinas y modos de entrenamiento.
Múltiples análisis y proyecciones han sido publicados en las últimas semanas sobre la situación mundial a raíz de la pro...
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1001
Julio - Agosto 2024
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