- Fecha de publicación: 29/08/2016.
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El marino es un ser humano especial, proveniente
de diferentes estratos de nuestra sociedad y
oriundo de los más diversos lugares de nuestro
territorio. Quien optó por esta carrera también optó
por un estilo de vida que siempre lo diferenciará
del resto. Pero ello no es fácil ni algo que todos
serán capaces de lograr. Para convertirse en
marino es necesario que el individuo adquiera
conocimientos y desarrolle habilidades en una
amplitud de campos que no solo tienen que ver
con la navegación, la guerra o con el permanente
perfeccionamiento profesional, sino que tienen
que ver con el fortalecimiento de los valores
personales, con sobreponerse a las circunstancias
adversas con optimismo y entusiasmo, con ser
flexibles (tener la capacidad de reaccionar con
* Sargento 1° IM (Ms.). (juannavarrocastillo@gmail.com).
Género musical con más de un siglo de vida, que fue catalogado – en sus inicios – como
música marginal, que llegó a las salas de concierto y actualmente es considerado música
culta.
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creatividad y tomar decisiones responsablemente
ante los cambios imprevistos). El marino debe
ser una persona honesta, con un profundo amor
por Dios, la Patria, su familia y la carrera que ha
elegido, él privilegia el bien común por sobre
sus intereses personales, rige su vida y conducta
personal en congruencia con los principios y
valores cristianos, también cultiva y practica
las virtudes cardinales, la lealtad, el respeto, el
espíritu de cuerpo y la camaradería.
En los eventos sociales, él es un caballero y
ella una dama, cuya preparación profesional y
bagaje cultural obtenido a través de la lectura y
principalmente por medio del contacto personal
con diversos lugares, personas y culturas en sus
innumerables travesías alrededor del mundo, le
distinguen del resto y le permiten opinar acerca
de cualquier tema. Es en este punto, motivado
por la experiencia que vivió un marino de nuestra
Institución, cuya identidad no revelaré -puesto
que ello no es lo relevante- y la afición que me
une al Jazz, es que me he inspirado y decidido a
escribir este artículo, que pretende -de alguna
manera- entregarles nociones y herramientas
básicas para conocer, apreciar y comprender
cómo y por qué este género musical (con más
de un siglo de vida), que fue catalogado -en
sus inicios- como música marginal, llegó a las
salas de concierto y actualmente es considerado
música culta.
De esta manera, cuando usted estimado lector,
asista a un concierto o cuando participe en un
evento social y se hable acerca de este tema,
podrá opinar con propiedad.
Para comenzar a tratar sobre el Jazz resulta
indispensable convenir por lo menos en dos
puntos: esta música se conoce mediante la
audición atenta de todas sus manifestaciones
antes que leyendo una montaña de libros y,
en segundo lugar, el Jazz es indefinible y, sin
embargo, no es muy difícil identificarlo, aun
cuando el recién iniciado en el conocimiento de
esta música pueda confundirse debido a que su
nombre se ha utilizado y aplicado con excesiva
ligereza. Justamente ese uso indiscriminado ha
promovido mi interés por difundirlo.
Si nos ubicamos ante las evidencias, sin recurrir
a los orígenes ni buscar la explicación de los
hechos, parece razonable señalar que el Jazz,
en su multifacético panorama, presenta ciertas
características generales cuyo enunciado puede
servir de punto de partida a todo interesado
en aprender el lenguaje y disfrutarlo más
ampliamente.
Características del Jazz
La música Jazz se caracteriza -en general- por
eludir la ejecución de las interpretaciones a partir
de la lectura fiel de una partitura, naturalmente,
evolucionando hasta crear su propio lenguaje.
¿Cómo es ese lenguaje? Uso de la síncopa,
insistencia rítmica, timbres instrumentales
insólitos -difíciles de encontrar en otro tipo de
música- improvisación y, en cuanto a las voces,
desgarro de las mismas. Todo ello impregnado
de una palabra mágica: swing, el alma del Jazz.
El Jazz es música y, por lo tanto, presenta
algunos elementos básicos: melodía, armonía,
ritmo, timbre y forma, los cuales han sido
tratados, desarrollados y consolidados conforme a
particulares concepciones de algunos prominentes
cultores y otros artistas, quienes en conjunto han
afianzado y decantado el lenguaje, estableciendo
una inagotable cadena de aportes cuyo desenlace
no está precisado.
n Melodía
Una melodía podría definirse como una
sucesión de notas organizadas horizontalmente
en frases. Así como en una obra literaria tenemos
sentencias, frases intercaladas, puntuaciones
diferentes y cierta consonancia en las palabras,
la melodía presenta un cuadro similar en su
tipo, y, así como al leer vamos relacionando las
palabras para captar el contenido de lo escrito,
al escuchar relacionamos las diferentes notas
y frases musicales para captar el total. Un oído
atento hace al entendido en Jazz. Mediante
el entrenamiento del oído puede aprenderse,
empíricamente, la belleza melódica del Jazz.
En líneas generales, la melodía jazzística presenta
una construcción plena de contrastes, fraseo
sorpresivo, cierta tendencia a insistir, singularidad en
cada uno de los grandes creadores y una particular
sintaxis. Algunas personas no iniciadas tienen la
dificultad de memorizar y/o canturrear de inmediato
las melodías jazzísticas, contrariamente a lo que
les sucede con cierta música de entretenimiento
MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS: Para entender el Jazz
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-mal llamada música popular-, muchas de cuyas
interpretaciones ofrecen la discutible cualidad
de ser pegajosas. Obviamente, los valores de una
melodía no están determinados por la mayor o
menor dificultad que se tenga para memorizarla
inmediatamente, pero en el caso que nos preocupa,
se requiere de un trabajo o, si se prefiere, de una
concentrada atención, además de ponerse de
acuerdo en los términos.
Cada creador jazzístico tiene su propia lógica
melódica y en la producción de todos ellos -hasta
ahora- se produce lo que Joachim Berendt llamó
“arcos de tensión” (momentos de interés), cada
uno de los cuales tiene un valor propio y aislado
que se va sumando a los anteriores y los por venir.
Estos momentos de interés, incluso los calificados
como largos, presentan una brevedad abismante,
pues a veces una sola nota, con una entonación
adecuada, constituye todo un discurso musical.
n Armonía
La palabra armonía forja la imagen de lo
armonioso como sinónimo de agradable al
oído. La misma disciplina aplicada para captar
la belleza melódica se puede adecuar para
la apreciación de la armonía, entendiéndose
por tal una secuencia de acordes (a lo menos
tres notas tocadas simultáneamente), que se
mueven siguiendo un plan preestablecido y que
sirve de base de sustentación de la melodía. La
armonía podría definirse, entonces, como una
sucesión de notas organizadas verticalmente.
Estos acordes agrupados conforman lo que se
llama armonía base de un tema, la cual puede
servir para desarrollar varias melodías distintas,
sucesivas o simultáneas. Los jazzistas improvisan
siguiendo la estructura armónica de una melodía,
que permanece invariable en lo fundamental,
tantas veces como se acuerde previamente; cada
una de estas exposiciones de la estructura recibe
el nombre de chorus (coro).
En la vida del Jazz, muchos músicos se han
tomado libertades llegando al politonalismo
(simultaneidad de dos o más tonalidades
diferentes). Con tal superposición se aspira a
destacar sus planos sonoros. Es un movimiento
de principios del siglo XX, aunque tenga sus
raíces en el pasado, en el Jazz han reemplazado la
armonía base por escalas o modos (interpretación
modal), evidenciando que estamos frente a una
música viva y siempre atenta. El asunto de la
armonía es bastante más complejo que toda
esta explicación, pero señalemos - eso sí - que el
Jazz se ha nutrido de las concepciones armónicas
de la música europea, aunque la ha trabajado
imprimiéndole un movimiento diferente.
n Timbre
En este terreno, el Jazz es atrevidamente singular,
visto como un conjunto o apreciado a través de
cada uno de sus creadores más prominentes;
en este terreno el Jazz es apasionadamente
peculiar, presentando una riqueza infinita y
un carácter francamente antiacadémico o, a lo
menos, no-académico, si es enemigo de forzar
las definiciones.
El mundo de los sonidos en el Jazz es de
una riqueza tal que no es atrevido señalar que
su singularidad es uno de sus aportes más
significativos a la cultura musical contemporánea.
El expresivo sonido de esta música, con su cualidad
vocal (timbre significativo), es la resultante de la
aplicación de una técnica instrumental propia de
cada intérprete; una técnica natural, creada sobre
la base de una técnica académica actualmente
indispensable, que convierte al instrumento en
una verdadera prolongación del individuo.
Desde sus primeros balbuceos, el Jazz abrió
las puertas al sonido y sigue ensanchando
y profundizando el cauce hasta llegar al
predicamento de los músicos de vanguardia,
muchos de los cuales -más que buscar formas
y notas musicales de acuerdo a la tradición
europea- buscan y encuentran texturas sonoras,
en una nueva dimensión de la música, donde
el concepto tradicional de afinación cede ante
el logro de un clima o ambiente de expresión
quizás más elocuente que lo logrado por el más
calificado virtuoso instrumental convencional.
En el Jazz se advierte toda una gama de
sonoridades impactantes cuyos adjetivos deben
tener un significado muy diferente al impuesto por
el uso y la costumbre. La entonación (expresión que
se da a una o más notas) y las dinámicas (intensidad
y matices de los sonidos) son tan variadas en el Jazz
y tan singulares en cada intérprete, que resulta
preferible referirse a cada caso en particular, ya
sean grupos o individuos, pues hay tantos sonidos
diferentes como artistas de categoría ha producido
esta música. Aquello de las armonías extrañas o
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disonantes del Jazz corresponde justamente al
campo sonoro más que a la organización de las
notas; corresponde al enfoque sonoro de grupos o
individuos que han logrado una fisonomía tímbrica
claramente identificable.
n Ritmo
“Si usted pregunta qué es el ritmo, no lo sabrá
jamás”, respondió una vez el pianista Fats Waller
y con tal sentencia se podría cerrar este párrafo;
pero antes conviene detenerse a examinar
algunos aspectos. El tempo (velocidad) de las
interpretaciones jazzísticas es habitualmente
estable, aunque en este terreno algunos músicos
han variado para matizar sus interpretaciones
destruyendo así el mito de “la imperiosa necesidad
de no acelerar ni desacelerar”. En lo referente a
los acentos rítmicos se advierte una tendencia
que destaca los tiempos débiles del compás con
enfoques cambiantes con el correr de los años: de
la casi insistente marcación de dos tiempos por
compás, a la acentuación de los cuatro tiempos
mediante el trabajo en bloque de la sección
rítmica, para llegar a la liberación gradual de
los distintos instrumentos que la componen,
hasta desembocar en interpretaciones que no
marcan el tempo sino el pulso, siguiendo una
fundamental rítmica implícita, alrededor de
la cual los músicos elaboran sus variaciones
creando una nueva sensación de flotar sobre
el ritmo.
En todo caso, el valor rítmico de una interpretación
no está determinado exclusivamente por la
calidad de uno o todos los integrantes de la
sección rítmica, sino por las cualidades de todos
los participantes del conjunto, ninguno de los
cuales traspasa responsabilidades; el solista
melódico de primera posee un sentido del ritmo
tan bueno como el mejor de los percusionistas y
se integra al equilibrio flexible y balanceado con
sus acentuaciones desplazadas, yuxtaponiéndolas
a las de los otros (polirritmia), anticipándose,
produciendo quiebres, silencios y apoyos.
Para la afirmación “el Jazz es puro ritmo y
debe ser interpretado en un compás de 4/4”, la
respuesta es que el Jazz es música y presenta,
por tanto, varios elementos, existiendo además
innumerables interpretaciones jazzísticas válidas
vertidas en compases de 3/4; 5/4; 6/8; etc.
n Formas (interpretación)
Unánimemente se ha acordado que solo la
interpretación es válida para la calificación de
las obras, no importando el material elegido, por
cuanto el Jazz no tiene temas propios, siendo
decisivo el cómo se hace. Se llega incluso a la
MONOGRAFÍAS Y ENSAYOS: Para entender el Jazz
n Festival internacional de Jazz de Valparaíso, julio 2015.
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descalificación de un conjunto de virtuosos
que pretenden hacer Jazz ejecutando -al pie
de la letra- una obra escrita por un jazzista y se
califica bien al grupo de jazzistas que interpreta
una pieza escrita por el menos integrado de
los autores. La más insignificante composición
adquiere validez si la vierte un buen músico de
Jazz, y la ejecución más perfecta de virtuosos
desconocedores del lenguaje parece música de
robot, con los atributos de la vida, pero carente
de la vida misma.
Ahora bien, la interpretación se realiza siguiendo
el expediente de la improvisación (colectiva o
individual) o la simple lectura de un arreglo; el mito
de la improvisación indispensable no es otra cosa
que el producto de una difusión mal enfocada,
ya que no se pueden desconocer la legitimidad
y calidad de muchas obras íntegramente escritas
o memorizadas (lo que viene a ser lo mismo),
sean estas de Jelly-Roll Morton o el gran colorista
canadiense Gil Evans, ambos creadores de piezas
consideradas obra total. El excesivo énfasis
en la improvisación, es la resultante de una
desinformación producida cuando se comenzó
a difundir esta música con más entusiasmo que
preparación. Evidentemente, todos los grandes
creadores han sido improvisadores muy fértiles;
pero su valor e importancia en el desarrollo en
el Jazz no radica exclusivamente en eso.
Así como la improvisación no es indispensable,
tampoco la buena interpretación es aquella que
desfigura el tema haciéndolo irreconocible.
El trompetista Donald Byrd señaló: “Después
de todos estos años dedicados a tocar música, he
llegado a la conclusión de que una de las mayores
dificultades para el músico es tocar una melodía
tal como es originalmente, y tocarla bien, con
buen sonido y buen sentido musical.” En la década
de 1920, el trompetista Louis Armstrong lo hizo,
seguramente, sin haberlo analizado primero.
Durante mucho tiempo, la interpretación
jazzística ha seguido la forma tema con variaciones:
se expone un tema (una balada, una canción
popular o un blues) y, después de uno o más
chorus de la exposición, se hacen variaciones
sucesivas o simultáneas, improvisadas o escritas.
Puesto que hay acuerdo previo en la cantidad
de chorus, no es ningún misterio el hecho que
los músicos sepan durante una improvisación
cuándo deben terminar sus actuaciones. Desde
luego hay otras formas, entre ellas las libres.
El formato de los temas jazzísticos es, en la
mayoría de las interpretaciones, el del blues y el
de la canción popular. La organización armónica
tonal emplea frecuentemente la escala del blues
con fines melódicos. Son habituales recursos
como las blue notes, las síncopas, los ritmos
múltiples, los vibratos, los glissando.
La base de la interpretación jazzística es la
improvisación. Consecuentemente, es una
música que se centra en el intérprete antes
que en el compositor. Excepto en algunos
casos de free jazz o de jam session, donde sí
puede darse el caso de que no se trabaje sobre
ningún tema ya conocido. Improvisar significa
que el intérprete recrea libremente el tema en
cada ejecución del mismo, ya sea en directo
o en un estudio de grabación: la melodía es
solo un pretexto para desarrollar una posible
interpretación de la misma. Este factor esencial
que es la improvisación diferencia de forma
primordial al Jazz de otros estilos musicales, como
la música clásica y el pop, y tiene importantes
repercusiones respecto a cuál es su posición
en el ámbito comercial: la subordinación de la
melodía, el factor más valorado, por ejemplo, en
la música pop, a la libertad creativa del artista, ha
alejado históricamente al Jazz de una presencia
comercial masiva. La libertad interpretativa, que
es definitoria del Jazz, ha llevado al uso de un
término histórico, swing, como sinónimo de una
determinada calidad rítmica que es percibida de
una forma completamente subjetiva en algunas
interpretaciones, de las que se puede decir
que tienen swing como un elogio. El jazzista,
además, ha debido desarrollar cualidades que
son determinantes para un intérprete a la hora de
improvisar: la intuición (originalidad), la emoción
(el carácter), el intelecto (nivel técnico y forma
melódica), sentido de las alturas (transforma
alturas imaginadas en notas) y el hábito de
ejecución (rapidez de respuesta).
Reflexión final
Estimados lectores, espero que este artículo,
contribuya a que conozcan un poco más del
Jazz y a su vez que el mismo les motive para
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comenzar el descubrimiento de este fantástico
género musical, sus estilos y sus exponentes
más destacados. Los invito a escuchar y disfrutar
la música culta, música que ha sido creada por
mentes brillantes, bajo una concepción artística
y no comercial. Espero que, a partir de ahora,
quienes no lo han hecho, puedan acercarse con
menos timidez a los diferentes conciertos que
constantemente se ofrecen y, en este ámbito,
ustedes también puedan hacer un valioso e
interesante aporte a una conversación, tal como
lo hacen en muchas otras materias.
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