Después de la batalla de Chacabuco, el general Bernardo O´Higgins afirmaba que la independencia de Chile se fundaba y dependería de la capacidad de sus fuerzas navales, materializada en esa época por la escuadra nacional. Una de las grandes dificultades que el gobierno debió enfrentar, era contar con personal preparado para los buques, lo que obligó a contratar a oficiales extranjeros en todos los grados, situación que se mantendría durante la guerra de independencia y en la campaña por la independencia del Perú. El Director Supremo, convencido de la necesidad de contar con oficiales chilenos calificados en las técnicas de la navegación, maniobras y empleo de la artillería para tripular los buques, dispuso mediante decreto del 4 de agosto de 1818, la creación de la Academia de Jóvenes Guardias Marinas.
Durante décadas el plantel tuvo distintas denominaciones: De la Academia de Jóvenes Guardias Marinas, se pasó a la Escuela de Náutica, Escuela Naval del Estado y Escuela de Aplicaciones, funcionando tanto en tierra como a bordo.
Sin duda que el establecimiento que marcó la diferencia fue el edificio construido especialmente como Escuela Naval en el cerro Artillería (Blanca Casona), el que en 1945 recibe el nombre de Escuela Naval Arturo Prat. Posteriormente, con el fin de contar con la infraestructura más apropiada para la enseñanza naval, en 1967 la Escuela Naval se traslada a Punta Ángeles. Contabilizando en total desde su creación 13 sedes que la han albergado.
La Escuela Naval en sus 200 años de existencia ha formado a más de 13.500 cadetes o aspirantes a oficiales. Muchos de los cuales no sólo han contribuido al servicio de nuestra Marina, sino que han destacado en campos como la industria, la religión, la política, la educación, la ciencia o el deporte.
La breve síntesis histórica anterior, obviamente que no permite conceptualizar la idea del desafío que constituye este proceso educativo y como ha ido variando en el tiempo, conforme a los cambios sociales y a las exigencias tecnológicas del país y del mundo.
De una época en la cual se instruía a niños de 12 ó 13 años, quienes debían completar su educación escolar ya la vez formarlos en la profesión naval, llegamos al actual instituto de educación superior, donde el desafío consiste en preparar y formar integralmente a jóvenes mayores de edad, hombres y mujeres, que habiendo completado su educación secundaria, se integran al servicio como oficiales de la Armada de Chile.
Este proceso bicentenario no ha estado exento de dificultades, sin embargo, han sido sorteadas con éxito y el país cuenta con un plantel educativo naval de alto nivel y de reconocido prestigio en el ámbito nacional e internacional.
El presente artículo intentará ilustrar brevemente al lector sobre los desafíos, presentes y futuros en un mundo muy cambiante, que enfrenta la Escuela Naval en el proceso de formación de los oficiales que con el correr del tiempo serán los líderes y comandantes de la Armada de Chile.
Es común y lógico pensar que en este establecimiento sólo se educan cadetes navales, sin embargo, pese a ser la razón principal del quehacer de la escuela y constituir la mayoría de su alumnado, por ser la Escuela Naval el único plantel formador de oficiales de marina, también se realizan cursos periódicos para aspirantes a oficiales de mar, oficiales de los servicios, de los escalafones de Sanidad y Justicia, como también para oficiales de reserva naval en sus diferentes modalidades. Con ello se logra que todo aquel que vista el uniforme de oficial de marina obtenga el sello característico y estilo naval que otorga su paso por esta alma mater.
La Escuela Naval entiende que la formación de un oficial de marina no debe circunscribirse sólo a estudios académicos o al desarrollo físico del cadete o aspirante, sino que es una actividad mucho más compleja que debe permitir alcanzar las competencias que exige la profesión naval. Lo anterior se logra siguiendo un patrón curricular que contempla seis modelos de formación (Académico, militar-naval, valórico, cultural, físico- deportivo y profesional), los que contribuyen a la formación integral del marino. Dichos modelos se pueden resumir de la siguiente manera:
Estos modelos son revisados, confrontados y actualizados periódicamente, no sólo de manera interna, sino en base a los resultados e informes que emiten los mandos en los que sirven los oficiales una vez egresados, como también las directivas de la Dirección de Educación de la Armada en su calidad de responsable de la educación completa e integral de los oficiales durante toda su carrera.
Pudiera pensarse que esto no difiere con lo que se ha hecho con anterioridad y en parte se tendría razón. Los procesos actuales son producto de años de experiencia acumulada, que han ido readecuándose y modificándose para enfrentar con éxito los cambios tanto de la sociedad, como de las tecnologías futuras.
Hoy se deben formar como oficiales a 356 cadetes hombres y 69 cadetes mujeres, que buscan un desarrollo profesional y personal, con su educación secundaria finalizada, incluso algunos con estudios universitarios parciales o completos. Por lo que la visión y el esfuerzo que requieren estos 425 jóvenes es diferente al que debía hacerse cuando esta formación todavía contemplaba el término de la etapa escolar – aunque no por ello se podría decir que esto era más fácil o sencillo, sino sólo distinto.
Para poder cumplir con la tarea, donde el esfuerzo principal se orienta hacia el cadete naval y cuando corresponde al aspirante, la escuela cuenta con profesores civiles y militares, muchos de larga data y con una media mayor a los 12 años de permanencia, todos ellos muy comprometidos con sus alumnos y la institución. Pero nada podría ejecutarse si no se contara con una dotación de personal de oficiales y gente de mar tanto del área de educación como de la planta, empleados civiles, personal de los servicios, trabajadores a trato y tantos otros que de manera anónima permiten que el establecimiento funcione.
Nuestro actual desafío es continuar mejorando el proceso formativo que, sin dejar de lado el tradicional estilo naval, se basa en la excelencia académica. La muestra palpable de ello ha sido la acreditación institucional desde el 2009. La Comisión Nacional de Acreditación certifica entre otras cosas, el cumplimiento del proyecto educativo y plan estratégico de la Escuela Naval y contribuye a asegurar la calidad en diversas áreas como infraestructura, apoyo docente y formación del cadete. Lo anterior, permite cumplir exitosamente con la tarea principal de nuestra escuela, la cual es formar integralmente oficiales navales en lo moral, militar, intelectual, físico y cultural.
En la actualidad se está cumpliendo con el tercer proceso de acreditación, en su condición de instituto profesional, el cual finalizará en diciembre de este año. El nuevo desafío consiste en acreditarse en la vinculación con el medio, siendo la primera vez que una escuela matriz lo realiza, y que mediante una mayor difusión y contacto con la sociedad civil, contribuirá a que la ciudadanía valore, conozca más y de mejor manera a nuestra escuela.
Por otro lado y de manera inédita, la Escuela Naval fue distinguida por la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático en consideración al cumplimiento de las metas y acciones tendientes a lograr un campus sustentable, siendo la única repartición militar del país que alcanza esa distinción. La certificación tiene validez entre el 2017 y el 2020, cuando debiera repetirse el proceso.
Como parte de la formación integral del cadete, ha sido tradicional que la escuela participe en competencias deportivas alcanzando algunas marcas a nivel nacional. El esfuerzo en tiempos actuales se concentra en la máxima participación en los campeonatos inter-escuelas matrices de oficiales, en la que se obtuvo el 2017 el primer lugar en hombres y segundo en mujeres en la copa CODEFEN, demostrando con ello un gran trabajo de equipo. Asimismo, se participa en la Confederación Deportiva de la Defensa, las competencias locales con universidades de la zona, algunas competencias internacionales de disciplinas muy concretas y obviamente las competencias de deportes náuticos. Entre ellas destacó el año 2017 la obtención del primer lugar en clase J105 con el yate Fogonazo en el campeonato nacional de vela y en el presente año obteniendo el primer lugar en la clase IRC e IRC Chile con el yate Caleuche en el mismo campeonato. Todo lo anterior contribuye a reforzar los valores y compromiso del cadete con su escuela.
Los cambios producidos en la edad y nivel de colegiatura exigido para postular a la escuela (4° año de enseñanza media) y luego con la incorporación de la mujer a la Armada, hicieron variar el universo de personas que deseaban seguir la carrera naval. Lo anterior, llevó a una actualización de los requisitos de ingreso y a una reorientación de los esfuerzos de difusión. Los resultados a la fecha se estiman muy positivos en términos de selección, como lo demuestran las cifras de la tabla siguiente, haciendo notar que no más de 10% de los postulantes finalmente es aceptado como cadete.
El proceso de postulación, selección e ingreso es auditado por la Contraloría de la Armada y cumple con las normativas legales de no discriminación y otras disposiciones para la administración del Estado.
Es un concurso abierto en el cual los postulantes se inscriben y completan algunos antecedentes personales, definiendo el lugar donde rendirán sus exámenes. Posteriormente participan en una primera etapa de selección donde junto con los exámenes académicos y psicológicos, se presentan a entrevistas personales ante una comisión de oficiales y profesores de la escuela, debidamente calificados para ese efecto. A la segunda etapa, sólo acceden aquellos que pasan con buenos resultados la etapa anterior, y corresponde a exámenes físicos, médicos, de inglés y un segundo examen psicológico. Luego el postulante es ordenado por mérito y se selecciona la cantidad de personas que se integrarán al cuerpo de cadetes al año siguiente.
En resumen, el proceso de selección es mucho más selectivo que cualquier otro de la educación superior, porque el postulante no sólo debe cumplir con las exigencias académicas, sino que su ingreso también depende de los rendimientos físicos, médicos, psicológicos y de sus aptitudes de liderazgo.
Todo el proceso cumple con las exigencias legales de transparencia y el postulante puede solicitar el detalle de las razones por las que no fue seleccionado para ingresar, tanto de manera directa como a través de las oficinas de reclamo del Estado.
Formar oficiales de marina es de por sí un desafío apasionante y complejo, ya que debe haber un justo equilibrio entre los desarrollos tecnológicos presentes y futuros, los cambios de la sociedad de la cual provienen los postulantes y la mantención de los valores y tradiciones de la carrera naval.
Durante 200 años la Escuela Naval ha cumplido con éxito este desafío y con mayor razón en esta época en la que la velocidad de los cambios a veces la percibimos como muy grande. La aparente contradicción de la tradición y la modernidad no es un problema, sino un incentivo para enfrentar el futuro desde el presente, con una sólida base en el pasado.
El virtuoso equilibrio entre lo actual y nuestro pasado se refleja en signos claramente distinguibles en nuestro establecimiento. Junto a modernos simuladores de ayuda a la instrucción y a las altas exigencias académicas, iluminan el quehacer del cadete las reliquias de nuestra historia, como la espada de Arturo Prat, la campana, el cañón y las tapas del cabrestante de la gloriosa corbeta Esmeralda y el muro de los caídos en cumplimiento del deber, entre muchos otros elementos que muestran el ejemplar camino recorrido de quienes nos antecedieron.
Una muestra de lo señalado en el párrafo anterior, lo constituye el monumento a nuestro máximo héroe naval, capitán de fragata don Arturo Prat.
Cuando en 1957 se efectuó la ceremonia de colocación de la primera piedra de la actual Escuela Naval, el presidente de la república don Carlos Ibáñez del Campo firmó un decreto que dispuso levantar un monumento a Arturo Prat, para recordar a las futuras generaciones de marinos el ejemplo de vida y heroísmo de nuestro héroe naval. Por razones muy variadas esa disposición no se había cumplido, pese a que las instalaciones actuales se ocupan desde 1967.
Con motivo del bicentenario de la escuela surge la iniciativa de rescatar dicho mandato y mediante la erogación voluntaria de quienes pasaron por estas aulas – cadetes y aspirantes
– se financió el monumento que hoy se puede admirar en el portalón de la Escuela Naval y que finalmente fuera inaugurado, 60 años más tarde, el pasado 4 de agosto.
Todos los oficiales de marina, con justa razón, nos sentimos orgullosos de nuestra alma mater, la cual, en su bicentenario, realiza sus mejores esfuerzos por cumplir con su tarea primordial: Formar integralmente a oficiales de marina capaces de asumir con entusiasmo y responsabilidad sus obligaciones, con la convicción y preparación necesaria para rendir la vida, si Chile se lo exigiera.
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La misión de la Escuela Naval tiene como propósito brindar a la Marina hombres y mujeres líderes de excelencia, por lo que el proceso de enseñanza/aprendizaje del mando con liderazgo en este plantel, es la tarea principal que ilumina todas las actividades diarias del cadete. Es por esto que la estrategia que se desarrolla en este sentido es un modelo integral, tanto del ser, saber y saber hacer, que busca como principio rector entregar a la Armada de Chile oficiales con valores, carácter, identidad y conocimientos.
La acreditación es un proceso voluntario al que se someten las instituciones de educación superior autónomas, asi como las carreras de pregrado, programas de posgrado y especialidades del área de la salud que ellas imparten; para contar con una certificación de calidad de sus procesos internos y resultados. El año 2007 la Escuela Naval comenzó su proceso de acreditación institucional, considerando que para estos efectos, la Escuela Naval sigue las pautas de un Instituto Profesional. Para enfrentar este proceso se creó la Oficina de Acreditación. En mayo del presente año se presentaron los antecedentes para una nueva acreditación para el período 2019 - 2023, teniendo como novedad el haberse presentado para lograr la acreditación en el área optativa de Vinculación con el Medio.
En los últimos años se ha desarrollado un concepto de establecimientos educacionales denominado Comunidades de Aprendizaje Profesional, en inglés Professional Learning Communities (PLC). Estas organizaciones se caracterizan porque sus procesos educacionales no incluyen sólo a los alumnos sino a todos los miembros del plantel. El presente ensayo resume un trabajo que describe las PLC de acuerdo con la literatura existente, relacionando sus características con la Escuela Naval para determinar si esta podría ser considerada como tal.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1001
Julio - Agosto 2024
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