Por SERÓN MARTÍNEZ, CRISTIAN .
En las últimas décadas, la República Popular China ha ido alcanzando sus objetivos en los campos diplomático, económico, tecnológico y militar, siendo el principal, el convertirse en una potencia mundial. El desarrollo de su poder marítimo es esencial para consolidar estos objetivos, sin embargo, su visión terrestre ha influenciado considerablemente a su estrategia marítima. A pesar de sus múltiples alianzas comerciales, en aspectos de seguridad y defensa, China no ha logrado convocar los aliados necesarios para garantizar el balance de poder en la región, siendo esta su mayor debilidad para consolidarse como una superpotencia.
In recent decades, the People’s Republic of China has been achieving its diplomatic, economic, technological, and military objectives, being the main one, to become a world power. To consolidate these objectives, the expansion of its maritime power is essential, however, its land-based vision has significantly influenced its maritime strategy. Despite its numerous trade alliances, in areas of defense and security, China has not been able to convene the necessary allies to guarantee the balance of power in the region, being this issue its greatest weakness to consolidate itself as a superpower.
La amenaza de una disputa hegemónica entre los Estados Unidos (EE.UU.) y la República Popular China (RPC) se ha acrecentado a medida que este último actor ha ido alcanzando sus objetivos propuestos en los campos diplomático, económico, tecnológico y militar, cosechando los frutos de su estrategia de rejuvenecimiento nacional que tiene como principal objetivo retomar el derecho de China de convertirse en una potencia mundial. En este sentido, el desarrollo de su poder marítimo es esencial para consolidar su visión; sin embargo, la RPC no llegará a convertirse en una superpotencia marítima “con la capacidad y voluntad de ejercer una hegemonía, absoluta en el marco de una sociedad mundial mediante la disponibilidad de un poderío militar de naturaleza nuclear” (Calduch, 1991), debido, principalmente, a factores internos como población, geografía, influencia continental y la intervención de terceros actores, adoptando una estrategia de protección de sus áreas de interés y de sus líneas de comunicaciones.
China se define a sí mismo como Zhong Guo, que significa “imperio del centro”. Las bases de su estrategia nacional se sustentan en tres elementos fundamentales:
La forma en que la RPC centra su nivel de influencia se materializa a través de cuatro anillos concéntricos llamados “de inseguridad” (Scobell, 2020). El primer anillo, el interno, está centrado en su población, el segundo se relaciona con la periferia, incluyendo su mar cercano* en donde reclama derechos históricos absolutos. El tercer anillo corresponde a la región Asia-Pacífico, en donde es vista como una esfera de influencia en la que Beijing se arroga el derecho de restringir o de negar el acceso de poderes externos, mientras que el cuarto anillo señala al resto del mundo. Son los dos primeros anillos los que realmente preocupan al Gobierno chino y en donde han centrado sus esfuerzos para protegerlo y garantizar su soberanía y el desarrollo de sus intereses.
El primer argumento se centra en los factores de población, carácter nacional y geográfico que, de acuerdo a Mahan, son fundamentales para el desarrollo de una potencia marítima. A pesar de que la capacidad demográfica de la RPC maximiza su utilidad para el desarrollo del poder marítimo, la sensibilidad de la población china está centrada en la tierra y no en el mar, en donde prácticamente el 40% de su fuerza laboral se dedica a la agricultura.* A lo anterior se debe agregar, además, que su desarrollo basado en una economía planificada, que tiene como propósito sostener su régimen interno, manteniendo el control de prácticamente todas sus empresas, atrofia el concepto de carácter nacional y el interés comercial o de emprendimiento de su población.
Con una estructura cerrada al mundo exterior, sumado a un excesivo control estatal y un porcentaje de inmigración casi nulo, su sociedad no genera las condiciones para una verdadera consciencia de potencia marítima. De acuerdo al académico Andrew Lambert (2018), las sociedades marítimas son abiertas al mundo, con un carácter liberal y receptivas a ideas progresistas. El ejemplo más característico corresponde a los conceptos de democracia y el capitalismo, los que fueron llevados por mar a través de la historia. El Partido Comunista Chino (PCC), consciente de esto, ha fijado su centro de gravedad en la población, de tal forma de preservar su sistema político y la seguridad interior (Scobell, 2020). Sin embargo, el rápido crecimiento experimentado en los últimos 20 años, que ha aumentado su nivel de vida y de educación, trae consigo el riesgo de que a un mayor desarrollo de su poder marítimo, su sociedad se vea más expuesta a la influencia externa. En este caso, el mar “como medio de información y difusión de ideas” (Till, 2007) presenta una amenaza para su gobierno.
El factor geográfico de carácter continental, también dificulta su ascenso y mantención como una potencia marítima, condicionando además su estrategia. De acuerdo a Alfred T. Mahan, “el factor geográfico de una nación que no se ve obligada a defenderse por tierra, lleva una ventaja positiva con respecto a otros pueblos que puedan tener alguna frontera continental” (Mahan, 2000). El caso chino, ciertamente, presenta una desventaja considerable al encontrarse en un entorno geopolítico complejo. Con la frontera terrestre más larga del mundo (22.700 km), limita con 14 países con un amplio espectro cultural e ideológico, en donde cuatro de estos corresponden a potencias nucleares, mientras que otros se caracterizan por su inestabilidad política, manteniendo constantes tensiones diplomáticas y militares, como por ejemplo la triple disputa por la región de Cachemira con la India y Pakistán y el conflicto sostenido con Turquestán Oriental por la provincia de Sinkiang.
Una frontera de este tipo, ha requerido históricamente de un robusto ejército, el que se ha transformado en el más numeroso del mundo (seguido por la India). Esta condición esencial de bloque continental, es similar a países que alguna vez ostentaron el estatus de potencia marítima como Francia, Holanda y Alemania, y que finalmente fueron consumidos por guerras terrestres de defensa de su territorio. La RPC está consciente de esta debilidad y ha tratado de generar alianzas con sus vecinos empleando para ello su poder blando, siendo la creación de su iniciativa One Belt One Road (OBOR), que une a más de 65 países de Europa y Asia, junto a proyectos de infraestructura y apoyo financiero una forma de amortiguar las tensiones y generar alianzas. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, su condición continental será siempre un problema constante y una debilidad a ser explotada.
Cabe mencionar, además, que un proyecto ferroviario como OBOR, de las dimensiones que considera, solo hace confirmar su visión continental, “como una carretera, un ferrocarril compite en vano con un río, la mayor velocidad no puede compensar el carro más pequeño” (Mahan, 2000)
Su visión terrestre ha influenciado notablemente a su estrategia marítima. La RPC percibe al mar como una segunda muralla china, “una barrera protectora y no como una vía para su expansión hacia el exterior” (Xiaoqin, 2011), en donde la máxima expresión de este pensamiento se ha materializado en la construcción de islas artificiales en el mar del Sur de China, que forman parte de su sistema terrestre de negación del área geográfica (A2/D2),*una protección física de su mar cercano, usando y quizás abusando del concepto de defensa de Corbett de “tomar por tierra o por mar una posición defensiva tan buena que no pueda ser evitada por rodeo y que deba ser destruida por el enemigo antes de que pueda alcanzar su objetivo” (Corbett, 1988). Esta forma de pensamiento es inusual para una potencia marítima (Japón lo intentó en la Segunda Guerra Mundial de manera infructuosa, y también muy influenciado por su ejército), más aún si se considera la reclamación de soberanía por una zona económica exclusiva y territorial inexistentes, tergiversando el derecho internacional y restringiendo la libre navegación y el sobrevuelo.
El segundo argumento corresponde a la falta de aliados de características similares que apoyen su estrategia marítima. Sir Julian Corbett sostenía que el éxito del Reino Unido como potencia marítima se debió a la combinación de una estrategia marítima limitada que enfatizara la protección del comercio, combinado con el despliegue de un pequeño ejército que era apoyado por sus aliados (Lambert, 2018). El caso de China es distinto por tratarse de una potencia continental poseedora de un numeroso ejército, sin embargo, este hecho no aminora la necesidad de contar con alianzas militares que apalanquen su estrategia y logren un balance externo. Esta es quizás la mayor debilidad de la RPC para consolidarse como una superpotencia. Históricamente, las naciones marítimas han sido capaces de generar coaliciones militares, que les permitieron combatir en tierra y asegurar el comercio y las comunicaciones marítimas.
La RPC no lo puede hacer sola, a pesar de sus múltiples alianzas comerciales, en aspectos de seguridad no ha logrado congregar los aliados necesarios para garantizar el balance de poder en la región asiática, pero no solamente en cantidad de hombres y recursos, sino también en el apoyo de bases que sean empleadas como una posición estratégica para aumentar su alcance operacional. Esto lo ha entendido EE.UU. al desplazar su área de interés al Indo-Pacífico, reforzando sus alianzas con la India, Japón y Australia, como una medida para contener a la RPC.
El tercer argumento se basa en la respuesta de EE.UU. La estrategia de contención norteamericana, combinada con el resto de sus instrumentos del poder nacional, dificultan la expansión de la influencia china en el Indo-Pacífico (o que también podría interpretarse como una motivación por parte de éste), disminuyendo su probabilidad de generar alianzas, yendo en desmedro de su poder marítimo. Al incluir a la India como un potencial aliado, EE.UU. asegura la cooperación de un vecino directo de la RPC, con el que comparten más de 3.500 km de frontera y compiten estrechamente en materias comerciales, además es el único país de la región con el peso específico para contrarrestarla. La guerra de aranceles iniciada por el presidente Donald Trump, en el año 2018, además del llamado por parte del secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, a formar una nueva coalición de naciones democráticas que “fuerce al PCC a cambiar de dirección o enfrentar el aislamiento,”*son otras formas de intentar doblegar las aspiraciones del gigante asiático. Los pasos tomados por EE.UU., sin duda tendrán efectos en la actitud china, sin embargo, se corre el grave riesgo de aumentar las tensiones y dar paso a una carrera armamentista.
El cuarto argumento corresponde a su capacidad nuclear, el cual es ostensiblemente menor que el norteamericano: 200 a 300 ojivas versus 7.000 norteamericanas,*al cual además se debe considerar la capacidad antimisil nuclear, aumentando aún más la brecha a favor de EE.UU. A pesar de que con la cantidad señalada se cumpliría con el concepto de “destrucción mutua asegurable,” su capacidad nuclear no es comparable a la potencia occidental.
Habiendo analizado los factores que le impedirían a la RPC consolidarse como una superpotencia, es necesario analizar el comportamiento chino y los motivos que sostendría para adoptar una actitud defensiva y no disputar la hegemonía de EE.UU. por medio de un conflicto armado.
El primer argumento corresponde a su relación con EE.UU. China, los últimos 20 años, se ha desarrollado dentro del escenario y las reglas del sistema internacional impuestas por el Gobierno norteamericano, quien, además, es su principal socio comercial, lo que se traduce en ingresos superiores a los US$300MM. Asimismo, es esta potencia occidental quien ha garantizado la seguridad de sus comunicaciones marítimas. En base a estos antecedentes, resulta poco probable que la RPC intente enfrentar directamente la hegemonía norteamericana.
China se siente acorralada y aislada por EE.UU. y por otras naciones occidentales y orientales en sus tres primeros círculos de inseguridad. Por este motivo, ha definido en su estrategia nacional como su gran amenaza externa a EE.UU., el único país con la capacidad de influir en las áreas antes descritas. Ante esta situación, decidió crear su propio espacio de influencia por medio de su proyecto geopolítico denominado como “la nueva ruta de la seda” el cual lo conecta por medio de una serie de puertos con Europa, creando alianzas y bases militares que permitan defender sus intereses. En este sentido, este proyecto no tiene un carácter ofensivo, primero por la estatura de los países que integran este collar de perlas (Pakistán, Yibuti, Myanmar, Tailandia, entre otros), y segundo por tratarse de una práctica común de cualquier potencia marítima que requiere proteger sus extensas líneas de comunicaciones.
El segundo argumento tiene relación al diseño de su estrategia militar. Esta prioriza que el Ejército de Liberación Popular debe estar preparado para enfrentar una “guerra defensiva a gran escala y de alta intensidad contra un país hegemónico que intente frenar o terminar con el ascenso de China” (Scobell, 2020). Define, por lo tanto, a una fuerza enemiga con intenciones de reclamar territorio, siendo la Republica China (Taiwán) el más probable a disputar. Fue esta estrategia la que dio el sentido a su sistema A2/D2, con el propósito de mantener a las fuerzas invasoras en su periferia. Lo acontecido en el mar del Sur de China, tuvo como propósito lograr un equilibrio estratégico con respecto a la influencia norteamericana y de sus aliados en el Asia Pacífico, reflejando además su manera continental de proteger esta área vital para su subsistencia alimentaria y territorial, creando límites en el mar, tratando de achicarlo; en palabras de Lambert, una “continentalización” (Lambert, 2018).
A pesar de los reparos que pueda tener su estrategia, esta es su forma natural de proteger sus intereses (muralla china) y todo parece señalar que no está dispuesto a cambiarlo. Sin embargo, la historia le da la razón a China, si se consideran las desastrosas consecuencias del Reino Unido en la Primera Guerra Mundial, en donde abandonó su exitosa estrategia marítima por una continental, causando pérdidas humanas y económicas de las cuales nunca se pudo recuperar, marcando el inicio del fin del imperio y la economía más exitosa hasta esa fecha. Esta lección genera entonces la duda acerca de cómo enfrentaría la RPC un posible conflicto fuera de su mar cercano (tercer anillo) y sin una coalición que la respalde.
El tercer argumento corresponde a su historia. Con una elite gobernante culta, que se caracterizó por fomentar el desarrollo de las ciencias, infraestructura y el mejoramiento de su agricultura. El comportamiento histórico de la RPC estaba lejos de tener una actitud expansionista, siendo más proclive a recibir todo tipo de invasores. El hecho que más ha marcado a las nuevas generaciones tiene relación con el llamado “100 años de humillación,” el cual se refiere al período de intervención imperialista de las potencias coloniales. Es por este motivo que ideas como colonialismo e imperialismo provocan rechazo. Por este motivo, se estima que hay un antecedente histórico que permite asegurar la actitud defensiva de la RPC.
A pesar de lo anteriormente expuesto, existen fundamentos para determinar que la RPC intentará alcanzar el estatus de superpotencia marítima y desafiar de manera directa la hegemonía norteamericana. Estos se basan en el incremento anual de su gasto en defensa que le ha permitido aumentar ostensiblemente su poder naval en los últimos años, su excesiva influencia en África, además, de su cada vez más activa presencia en la Antártica.
Con respecto a su gasto en defensa, es necesario señalar que los últimos 20 años, este aumentó alrededor de US$240.000MM,* sin embargo, su razón de gasto se ha mantenido constante en ese tiempo, con un índice promedio de 1,9%. Lo anterior, permite dimensionar el nivel de crecimiento alcanzado por esta potencia en las últimas dos décadas, por lo que no sería atribuible a una carrera armamentista por parte de esta nación.
Su intervención en África obedece básicamente a dos factores. El primero está relacionado con su necesidad de exportar su exceso de capacidades por medio de inversiones en infraestructura, empleando su poder blando para estrechar alianzas con estas naciones. El segundo tiene un motivo estratégico, al permitir la adquisición de materias primas e hidrocarburos a bajo costo. Esto no es diferente a la doctrina Marshall empleada por EE.UU. para la reconstrucción de Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Por último, con respecto a sus pretensiones en la Antártica, la RPC es signataria del Tratado Antártico desde el año 1983. A contar de esa fecha, ha sostenido regularmente su presencia, yendo paulatinamente en aumento hasta llegar a tres bases permanentes y dos de verano las cuales no superan las 80 personas de capacidad. Al compararlo con EE.UU., las diferencias son más que evidentes: tres bases permanentes (Mc Murdo con capacidad para 1.200 personas), además de una veintena de refugios y campamentos y más de 11 bases que se encuentran en categoría de abandonadas.
Para finalizar, es importante señalar que las acciones emprendidas por la RPC son propias de una nación que intenta lograr un equilibrio estratégico y defender sus intereses nacionales. EE.UU., identificado como su amenaza hegemónica, atenta contra sus cuatro anillos de inseguridad, pudiendo hacer colapsar su régimen político y, por ende, a la estructura instaurada por el PCC. Asimismo, su influencia histórica y su comportamiento actual, hacen prever que la RPC adoptará una posición defensiva, buscando estrategias no convencionales para seguir obteniendo paso a paso una ventaja en la región del Asia Pacífico, pero sin llegar a disputar la hegemonía norteamericana de manera directa.
Los factores sociales, geográficos y el escenario en que actúa la RPC impedirán su ascenso como una superpotencia, siendo su principal debilidad la ausencia de aliados que permitan apoyar su estrategia marítima. Lo anterior, se estima que no cambiará en el futuro cercano en atención a la estrategia que se encuentra ejecutando EE.UU en el Indo-Pacífico y a su voluntad de mantener su estatus hegemónico.
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Los reyes gobiernan a la gente,
y los intereses dominan a los reyes.
(Duque Henri de Rohan, 1638)
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1001
Julio - Agosto 2024
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