Por ARIEL GUTIÉRREZ YÁÑEZ
Al contrario de lo que muchos pudieran pensar, más del 90% del intercambio de información que sostiene el modo de vida global del siglo XXI es materializado por medio de cables submarinos que se desprenden en el lecho marino, constituyéndose así en un pilar fundamental para el desarrollo y bienestar de la humanidad. El presente ensayo busca analizar si estos cables, dada su trascendencia en la actualidad, pueden ser considerados como líneas de comunicaciones marítimas.
Contrary to popular belief, more than 90% of the world´s information sharing in the 21st century is carried out by submarine communication cables laid-out on the ocean´s seabed. This global network represents a key backbone for the development and welfare of mankind. This article analyzes whether these cables, given their current importance, can be considered as sea-lines of communication (SLOC´s).
En 1858 se instaló el primer cable submarino transatlántico, cuyo objetivo era conectar al Reino Unido vía telegrama con el resto del mundo. Este acontecimiento cobró relevancia cuando el 16 de agosto del mismo año, la reina Victoria y el presidente de los Estados Unidos, James Buchanan, intercambiaron telegramas que, en ese entonces, representaron la comunicación más rápida de la historia. Desde aquel momento, el enlace a través de cables submarinos se convirtió en un importante nexo para la comercialización a nivel global, al facilitar y acelerar la emisión de órdenes de compra, las cuales, posteriormente, generaban por parte del vendedor el envío de los productos a bordo de un buque hacia el comprador. Este proceso se convirtió en un factor fundamental que incrementó el empleo de las líneas de comunicaciones marítimas (LCM) existentes hasta esa fecha (Pugh, 2023).
"La guerra es un esfuerzo humano, y si los humanos trasladan sus actividades al lecho marino, seguirá la guerra" Peter Singer.
Por otra parte, en ese mismo período histórico, el transporte marítimo ya era reconocido como un elemento relevante de conexión entre dos o más Estados ribereños, al punto de definir el mar “como una gran carretera desde una perspectiva política y social, sobre la cual el hombre ha trazado ciertas rutas por sobre otras” (Mahan, 1999, p. 16). Para el almirante Justiniano, estas rutas representan las LCM, las cuales “constituyen un medio de bienestar y progreso en tiempo de paz y en tiempo de guerra, y suelen ser de necesidad imperiosa para la mayoría de los Estados” (Justiniano, 1999, p. 50). Esta relevancia para un Estado que posee costa marítima es la que justifica que las LCM sean uno de los cuatro elementos de la estrategia marítima (Justiniano, 1999, p. 49), ya sea para atacarlas o defenderlas, por cuanto se constituyen como el objetivo de las operaciones de ejercicio del control del mar. El propósito de estas operaciones es asegurar que el mar pueda ser empleado para los fines propios y, por otra parte, negar ese uso al adversario, algo que Julian Corbett reflejó en su concepto de la estrategia marítima (Corbett, 2004, p. 84).
En la actualidad, y tras más de 150 años del enlace entre la reina Victoria y James Buchanan, parece ser que el modelo conceptual del vínculo que se genera entre comunicación y producto no ha cambiado, ya que las órdenes de compra siguen viajando principalmente por cables submarinos y los productos por vía marítima a bordo de un buque (Pugh, 2023). Sin embargo, los avances tecnológicos han modificado las capacidades originales de este modelo conceptual. Por un lado, el volumen de carga ha aumentado significativamente gracias al empleo de portacontenedores; por otra parte, los cables submarinos emplean ahora la fibra óptica, lo que permite una mayor transferencia de información que ha facilitado la conexión mundial y acceso a múltiples servicios. Ciertamente, los cables submarinos favorecen y contribuyen al intercambio de más del 90% de la información que sostiene la economía y el modo de vida global del siglo XXI (Monterrosa, 2020), adquiriendo una relevancia determinante tanto para su defensa como para el ataque con el fin de resguardar el progreso y bienestar de un Estado o, por el contrario, generar efectos devastadores para su población, aspectos planteados en los párrafos precedentes por el almirante Justiniano y A.T. Mahan.
En este contexto, se plantea que los cables submarinos pueden ser considerados como LCM para efectos de su defensa y ataque. Para justificar esta afirmación, se expondrá una breve comparación respecto de los efectos que se obtienen al atacar las LCM, según distintas definiciones, y los que se logran al hacerlo sobre los cables submarinos en la actualidad. Posteriormente, se pondrá en evidencia el desarrollo de capacidades por parte de algunos Estados en beneficio de las operaciones de ejercicio del control del mar, las cuales, si bien son propias de las LCM, son aplicadas para la defensa y ataque de los cables submarinos ante la emergente amenaza en el escenario de guerra del lecho marino (seabed warfare).
Los cables submarinos pueden ser considerados como LCM para efectos de su defensa y ataque, ya que poseen una implicancia similar en términos de los efectos que se busca lograr al atacar las LCM. Para dimensionar la importancia de los cables submarinos respecto de las LCM, es preciso señalar bajo qué características estas últimas son relevantes en el escenario mundial. En tal sentido, Geoffrey Till postula que las LCM representan, en mayor o menor medida, la “capacidad de un Estado para sostener la guerra, por lo que el ataque sobre ellas permite contribuir a socavar su economía, finanzas, recursos y materiales” (Till, 2009, p. 212). Para el almirante Aube, uno de los primeros teóricos de la Jeune Ecole1, las LCM poseen un valor estratégico, toda vez que su ataque o interrupción tiene como objetivo generar el pánico y colapso social del adversario, impidiéndole de esta forma continuar el conflicto (Vego, 2019, p. 220). Andrew Lambert, en tanto, plantea que el comercio y el mar siempre han tenido una estrecha relación, principalmente en aquellos países cuya economía se sostiene en sus LCM, lo cual les otorga un valor tal a su protección que hacen que valga la pena pelear por su control ante una eventual amenaza (Lambert, 2018, p. 321).
De las definiciones precedentes se puede inferir que las repercusiones de atacar las LCM son de una relevancia vital para los Estados, por lo cual queda ahora evaluar qué importancia tienen los cables submarinos bajo estos conceptos en la actualidad. En esta línea, Colin Wall y Pierre Morcos, analistas del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales de Estados Unidos, plantean que los cables submarinos permiten la conexión de la sociedad en torno a múltiples bienes y servicios, además de posibilitar el intercambio de más del 95% de los datos internacionales, los cuales son considerados fundamentales para la vida diaria (Wall y Morcos, 2021). Esto último
se debe a que en un día se efectúan 15 millones de transacciones, que representan más de 10 trillones de dólares, con la participación de aproximadamente 11.000 instituciones financieras. Estas actividades, de ser suspendidas, generarán un impacto grave en la estabilidad económica, principalmente por el congelamiento del mercado económico mundial (Rauscher, 2017, p. 22). Un ejemplo de lo anterior se puede rescatar de la interrupción del enlace por cables submarinos que se vivió el año 2006, cuando un terremoto produjo el corte de varios que se encontraban en el estrecho de Luzón, lo cual generó la pérdida total de comunicaciones por parte de varias compañías que operaban en Asia. Este acontecimiento destacó la importancia de las redes submarinas para la vida cotidiana y negocios del planeta (Qiu, 2011). Para Michael Sechrist, experto en relaciones internacionales cibernéticas, un ataque a los cables submarinos podría devastar las economías del mundo (Sunak, 2017, p. 26).
Esta relevancia de los cables submarinos se enmarca plenamente en el análisis realizado por Ian Speller al incorporar el impacto de la globalización, donde destaca que es precisamente este último fenómeno el que ha incrementado la importancia del mar como medio principal para el comercio e intercambio internacional. Asimismo, recalca que el bienestar que se traduce de estos efectos depende de que la circulación no sea interrumpida por amenazas, lo cual representa un serio daño a nivel global (Speller, 2019, p. 171). En síntesis, resulta preocupante imaginar un escenario donde un ataque sobre los cables submarinos impida su funcionamiento, pues la interrupción de bienes y servicios de alto valor para los usuarios expondrá desde las transacciones económicas más importantes hasta el simple uso de redes sociales, lo que, sin duda, generaría en la población el pánico y colapso social que el almirante Aube buscaba lograr en el siglo XIX. Con esto, y retomando lo planteado por Andrew Lambert respecto de la defensa de las LCM, es que los cables submarinos, dada la trascendencia que tienen en la actualidad para el bienestar de los Estados, pueden ser considerados como LCM, toda vez que los efectos que se obtienen de atacarlas son similares a los que se buscan por medio del ataque a las LCM.
Los cables submarinos pueden ser considerados como LCM, ya que su defensa y ataque se enmarca en la conceptualización de las operaciones de ejercicio del control del mar, las cuales son propias de las LCM. Sin duda, bajo la definición de LCM como “el buque y su majestad, la carga” (Valderrama, 2023), resulta cuestionable considerar, a simple vista, los cables submarinos como una de ellas. Sin embargo, si el concepto es ampliado con las ideas del almirante Justiniano, que incorpora los efectos de bienestar y progreso en tiempos de paz, y de necesidad imperiosa en tiempos de guerra (Justiniano, 1999, p. 50), entonces la evaluación puede ser diferente, dado que los cables submarinos en la actualidad contribuyen a estos efectos gracias a la conectividad que proporcionan (Wall y Morcos, 2021). Al llevar esto a una analogía, se puede plantear que “su majestad, la carga” transportada por un buque, puede también ser el día de hoy “su majestad, la información” transportada por un cable. Pete Barker, oficial y abogado de la Royal Navy, plantea que los cables submarinos representan las LCM de los fondos marinos, y asegura que, si bien existen varios informes respecto de los riesgos de su intervención, los estrategas han descuidado el tema (Barker, 2018).
Igualmente, desde la perspectiva de las operaciones de ejercicio del control del mar, estas pretenden lograr que este último pueda ser empleado para los fines propios y, por el contrario, impedir ese uso al adversario (Corbett, 2004, p. 84). Asimismo, el ataque u ofensiva sobre las LCM adversaria busca negar al enemigo el aprovechamiento del mar con fines militares y económicos (Solís, 2004, p. 136) y, por otra parte, la defensiva se empeña en eludir o destruir aquellas amenazas provenientes de la superficie, espacio aéreo y submarino (Solís, 2004, p. 138). Para el almirante Stavridis, los cables submarinos sostienen la economía mundial y un alto porcentaje de las comunicaciones militares (Sunak, 2017, p. 9), lo cual está en directa sintonía con los fines militares y económicos que buscan las operaciones de ejercicio del control del mar. De esta manera, los cables submarinos constituyen en la actualidad una forma de empleo del mar de importancia fundamental para el bienestar de los Estados, lo que evidencia la necesidad de su defensa o ataque, dependiendo la actitud estratégica que se adopte.
El análisis presentado hasta ahora, parece ser el origen del interés de varios Estados que en la actualidad han tomado acciones por medio del desarrollo de diferentes capacidades y estrategias, con el fin de poder defender u atacar los cables submarinos (“su majestad, la información”) ante las nuevas amenazas que surgen del escenario seabed warfare. Para el almirante Stavridis, estos cables representan un atractivo objetivo para el impulso de la guerra híbrida por parte de un Estado que, con muy poco esfuerzo y desarrollo tecnológico submarino, puede fijar como objetivos militares los cables submarinos, y así presentar una atractiva alternativa para eludir un conflicto convencional en el mar (Sunak, 2017, p. 32). En concreto, y dada la amenaza existente, algunos Estados han resuelto desarrollar capacidades que les permitan materializar los objetivos de las operaciones de ejercicio del control del mar, es decir, negar al enemigo el aprovechamiento del mar con fines militares y económicos y, eludir o destruir aquellas amenazas provenientes de la superficie, espacio aéreo y submarino. Al respecto, Rusia concentra medios de su Armada y de la Dirección Principal de Investigación de Aguas Profundas, destacando los submarinos de casco de titanio Paltus, X-Ray, Kashlot y Losharik, este último capaz de operar hasta 2.500 metros de profundidad con brazos manipuladores. Asimismo, también contempla la extensión de la autonomía de operación de estos submarinos por medio de adaptaciones efectuadas en el buque Yantar, el SSGN Belgorod y SSBN Podmoskovye (Kaushal, 2023).
En este sentido, el Reino Unido ya ha tomado cartas en el asunto con la adquisición de dos buques, cuyo rol principal es la protección de cables submarinos. El primero de ellos ya se encuentra en servicio y es operado por la Royal Fleet Auxiliary (RFA), y por medio de tareas de buque madre, dirige la operación de vehículos submarinos autónomos que permiten la vigilancia de los fondos marinos (Allison, 2023). Francia, por su parte, publicó su seabed warfare strategy en febrero del año 2022, donde se destaca el reconocimiento de intereses nacionales en el lecho marino, el cual incluye los cables submarinos. A raíz de esto, ha generado un plan de inversión para su defensa que contempla contar con capacidades creíbles para aumentar el control de áreas marítimas submarinas y repeler cualquier amenaza a las instalaciones que ahí se encuentran, con fuerzas capaces de realizar acciones hasta los 6.000 metros de profundidad (Ministère des Armées, 2022). En el caso de Estados Unidos, consciente de la necesidad de protección de sus activos en el lecho marino, ha encargado a la Marina la construcción de un submarino de última generación que pueda operar a altas profundidades para el desarrollo de operaciones encubiertas. En este proyecto, destaca la capacidad de interceptación de cables de comunicaciones en aguas profundas y desarrollar tareas de buque madre para otros vehículos submarinos capaces de maniobrar en el lecho marino. El diseño preliminar está a cargo del astillero General Dynamics Electric Boat, y se estima que su construcción costará 5 mil millones de dólares (Meyer, 2023).
En suma, los cables submarinos poseen un valor fundamental tanto en tiempo de paz y guerra, al sostener la economía mundial y gran parte de las comunicaciones militares, haciendo uso del mar para ello y bajo un incipiente escenario de amenaza que ha llevado a los Estados a desarrollar nuevas capacidades. Luego, la defensa y ataque de estos cables se enmarca en la conceptualización de las operaciones de ejercicio de control del mar, lo que, en consecuencia, permite validar que los cables submarinos puedan ser considerados como LCM.
No obstante, es posible que los cables submarinos no puedan ser considerados como LCM, toda vez que dada la relevancia que representan y el hecho de ser estructuras fijas instaladas sobre el lecho marino, estos sean conceptualizados como instalaciones de infraestructura crítica en el mar, alineándolas con las operaciones de ejercicio del control del mar. Evidencia de lo anterior, se desprende de un reciente análisis de amenazas a los cables submarinos e infraestructura y sus consecuencias en la Unión Europea, el cual concluye que dado el nivel de tráfico de comunicaciones global que soportan los cables submarinos, estos son catalogados como infraestructura crítica vital (Bueger et al., 2022, p. 12). Asimismo, en el caso de Chile, la ley N°21.542 también ha declarado infraestructura crítica aquella que permite las telecomunicaciones, lo cual considera además a las Fuerzas Armadas para su protección. Ciertamente, el hecho de que los cables submarinos puedan ser considerados como infraestructura crítica puede ser suficiente para que puedan ser atacados y defendidos. Sin embargo, el hecho de que los cables submarinos sean catalogados como infraestructura crítica no necesariamente implica que no puedan ser considerados LCM. Lo anterior, debido a que esta coexistencia es evidente en otros casos, como el de los puertos, que también son considerados infraestructura crítica según la misma ley N°21.542 del Estado de Chile, pero al mismo tiempo son parte integral de las LCM (Purcell, 2023). De esta forma, el hecho de que los cables submarinos no puedan ser considerados LCM debido a que se pueden encontrar definidos como infraestructura crítica queda descartado.
En conclusión, se puede reafirmar que los cables submarinos pueden ser considerados como LCM. Esto se sustenta en razones como la similitud existente respecto de las implicancias de atacar cables submarinos y LCM y, que los cables submarinos constituyen una forma de uso del mar y, por lo tanto, se pueden realizar acciones para evitar ese empleo enemigo y asegurar el propio, lo que corresponde a operaciones de ejercicio del control del mar, las que por definición están ligadas a las LCM. De forma contraria, se plantea que los cables submarinos no pueden ser considerados como LCM debido a que son catalogados como infraestructura crítica, lo cual es refutado al indicar que dicha catalogación no es excluyente de que también puedan ser considerados LCM.
En el futuro, es posible que el desarrollo de nuevas tecnologías pueda amortiguar la dependencia de los cables submarinos en términos del porcentaje de conectividad mundial, como lo son, por ejemplo, los prototipos de transmisión bajo tecnología láser (Europa Press, 2023). Al mismo tiempo, los fondos marinos se están convirtiendo en una nueva zona de conflicto, por lo que en el mediano plazo se puede advertir un aumento de las capacidades militares que permitan operar en él. Desde este punto de vista, es crucial analizar qué aspectos impactarán en la estrategia marítima u otras áreas de estudio como el derecho internacional marítimo, protección de la información, regulación de actividades privadas, entre otros. Asimismo, es imprescindible que los estados continúen avanzando en la comprensión y resguardo de estos activos relevantes para garantizar la estabilidad y el progreso en la era de la información y la globalización. En caso contrario, las disputas e intereses de la sociedad acentuarán los conflictos en esta nueva zona, toda vez que “la guerra es un esfuerzo humano, y si los humanos trasladan sus actividades al lecho marino, seguirá la guerra” (Meyer, 2023).
Lista de referencias
La amenaza de una disputa hegemónica entre los Estados Unidos (EE.UU.) y la República Popular China (RPC) se ha acrecent...
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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