Muchas veces en las aulas de nuestra Academia de Guerra Naval hablamos de la maniobra y los alumnos, futuros oficiales de estado mayor son interpelados respecto a la que emplearán con sus fuerzas para enfrentar al adversario. También, hace un tiempo indefinido, se empezó a hablar de la maniobra política, ya que el término parecía ser adecuado para referirse al uso que hace el conductor político de los instrumentos del poder nacional.
Es lícito entonces, para quien se encuentra estudiando estrategia, preguntarse en qué consiste esta maniobra política e incluso si es adecuado emplear dicho término. ¿Será una licencia que nos hemos dado como consecuencia de emplear una y otra vez, a veces sin el rigor necesario, vocablos cuyos autores concibieron con otros propósitos?
Propongo a continuación un enfoque de qué podríamos entender por maniobra política y cómo articularla, sin que ello signifique que es un concepto absoluto, ya que como un antiguo profesor dice: “en los jardines de Academus está permitido el disentir.”
Demás está decir que la maniobra política a analizar es aquella que tiene relación con la interacción entre países y no a nivel de política interna, donde también existe la maniobra política, pero que no es el objetivo de este trabajo.
La definición de estrategia es la base para adentrarnos en el estudio de las ciencias militares. Y ello es razonable, ya que al final pareciera que la palabra estrategia envuelve todos los ámbitos de estudio de los militares, sobre todo, si consideramos que es una de las definiciones más simples y amigables, es aquella que dice que es la manera en que se emplearán los medios disponibles para alcanzar los fines que se persiguen.
Estrategia y maniobra son conceptos que se confunden; para varios, son casi lo mismo, es decir, la maniobra se entiende como la manera en que se enfrenta al adversario, pero agregando el componente de la astucia, la que se materializa, muchas veces, a través del engaño, también llamado estratagema. Es así como se afirma que, si no hay engaño, no hay maniobra. Pero no necesariamente puede o debe realizarse un engaño para materializar una maniobra; a modo de ejemplo, ¿cuál fue el engaño que en el nivel estratégico realizaron los ingleses en la guerra de las Malvinas? Es difícil encontrarlo; quizás a nivel operacional o táctico hubo operaciones o acciones que buscaron el engaño, como la difundida exacerbación de las capacidades y agresividad de los gurkas en la lucha cuerpo a cuerpo, de manera de afectar la moral combativa de las bisoñas fuerzas argentinas en las islas. Pero, aunque pareciera que no hubo engaño por parte de los ingleses en el nivel estratégico, definitivamente se puede afirmar que sí hubo una maniobra. Pareciera entonces que es más fácil lograr el engaño en el nivel táctico que en el operacional, pero en el estratégico y político es algo difícil de conseguir.
Castex, después de considerar varias definiciones, dice que “maniobrar es realizar movimientos acertados para crear una situación favorable.”* Agrega luego que esta definición “es aplicable no solo a la estrategia, sino también a la táctica y además a la política, al comercio, a la industria, a los negocios, a la vida corriente misma.”
Se puede deducir entonces, que la maniobra es la búsqueda de una situación favorable para enfrentar al adversario, e inmediatamente también se puede agregar, siguiendo a Castex, que efectivamente existiría una maniobra política.
Podemos entonces preguntarnos ¿cómo realizar movimientos acertados para crear una situación favorable, de acuerdo con el nivel que se analice? Una situación favorable puede ir desde vencer al adversario sin combatir (situación ideal enunciada por Sun Tzu) o, por el contrario, encontrar condiciones que permitan emplear los recursos con el máximo de efectividad y que el adversario no pueda hacer lo mismo, siendo esta última la situación más posible de lograr. Por lo tanto, realizar movimientos acertados consiste en buscar y explotar esa situación favorable y ello dependerá de la habilidad del conductor político, estratégico, operacional o táctico.
La situación favorable se puede alcanzar haciendo que el adversario actúe, de manera tal, que facilite la aplicación de la estrategia que se ha definido. Además del engaño, ya mencionado, se puede obtener una situación favorable explotando las fortalezas y minimizando las debilidades propias. Las fortalezas pueden estar dadas por condiciones propias y otras que se deriven del entorno y de la situación. Lo mismo ocurre con las debilidades. Por otro lado, respecto al adversario se debe minimizar sus fortalezas e incrementar sus debilidades.
Cualquiera sea el método elegido, lo que se busca es incrementar la libertad de acción, es decir, actuar a voluntad, aplicando la estrategia para obtener el máximo provecho de las capacidades propias.
En la primera guerra del Golfo Pérsico (1991), para obtener una situación favorable y así desarrollar su estrategia en el nivel político, Saddam Hussein necesitaba la no intervención norteamericana, de manera de poder invadir Kuwait. Esto casi lo logró con la declaración de la embajadora norteamericana April Glaspie, de que “no tomamos partido ante estos asuntos árabes,” lo que Hussein interpretó como una luz verde para proceder.
En el mismo conflicto, a nivel estratégico, para lograr la situación favorable, los aliados explotaron el factor masa, logrado a través de la concentración de una gran coalición integrada por 14 países, contra la que la guardia republicana de Irak estuvo muy lejos de cumplir con su amenaza de responder con la madre de todas las batallas.
En la guerra de las Malvinas, la situación favorable para realizar la operación Rosario, que culminó con la ocupación de las islas, se basó en explotar, entre otras cosas, la desafección de los británicos sobre estos territorios que se tradujo en una falta de protección, lo que facilitó la sorpresa estratégica.
La subestimación del adversario puede llevar a la convicción de que la maniobra se puede sostener exclusivamente en la superioridad de fuerzas y una gloriosa tradición. Por ejemplo, uno de los episodios más funestos de la historia militar británica es la campaña de los Dardanelos, en 1915, durante la Primera Guerra Mundial, en la que de manera equivocada este país pretendió inicialmente forzar el paso del estrecho solo con medios navales. Las menos sofisticadas defensas turcas, integradas por minas flotantes y baterías costeras, lo impidieron, con una considerable pérdida de buques ingleses, lo que llevó a los aliados a emprender una catastrófica operación anfibia, en que el principio de la sorpresa, muy importante en este tipo de operaciones, obviamente a esas alturas de la campaña, no era posible explotar. Finalmente, lo único que contribuyó a configurar una maniobra por parte de los derrotados aliados, fue la exitosa evacuación que se logró empleando esta vez el engaño al hacer creer a los turcos que la ofensiva de las tropas desembarcadas seguía su curso.
Para los militares, acostumbrados a procesos de planificación estructurados y normados por medio de diversas publicaciones, con secuencias claramente definidas y acuciosas evaluaciones de los cursos de acción, es difícil entender a veces el modo de proceder del nivel político, menos apegado a dogmas y procedimientos estandarizados, pero por ello a veces – debemos reconocerlo – más creativo al no estar sujeto a doctrinas, reglamentos, principios, etc.
Desde el punto de vista conceptual la maniobra política no es diferente a la maniobra a desarrollar en otros niveles, es decir, se trata de enfrentar a quien se opone a nuestra voluntad, en condiciones favorables, haciendo uso de los instrumentos del poder nacional (relaciones exteriores, economía, cohesión interna, fuerzas armadas, manejo de la información, etc.). Algunos ejemplos históricos nos ayudarán a comprender la elaboración de una maniobra en el nivel político.
En segundo lugar, Perú sutilmente logró que en el gobierno chileno prevaleciera el criterio de las cuerdas separadas, es decir, que el importante intercambio comercial existente entre los dos países no fuera parte de la negociación y que no hubiera ningún temor de que pudiera verse afectado. Recordemos las importantes inversiones chilenas en Perú, que a la fecha era uno de nuestros principales socios comerciales en la región (la inversión chilena en Perú llegó a constituir el 16% del total de capitales chilenos en el extranjero*).
Por parte de Chile, hubo dos aspectos que podrían haberse explotado para presionar a Perú de manera que se retractara de su demanda o al menos la morigerara: una mayor fiscalización de la gran cantidad de ciudadanos peruanos que viven en Chile y, aprovechar la situación de una manifiesta superioridad militar, condición que no siempre es fácil de lograr.
Al igual como lo es para un comandante, para un conductor político es fundamental definir su misión antes de elaborar una maniobra. En este nivel, la misión recibe el nombre de objetivo político. Este debiera derivarse de los intereses y objetivos nacionales, los que en nuestro país, como en muchos otros, no están explícitamente señalados en un documento, sino que deben ser deducidos de varios documentos, de la historia y del sentir nacional. A lo anterior hay que agregar que cada conductor político tendrá sus propias convicciones y compromisos, por lo que la determinación exacta de los objetivos es consecuencia de la interacción de diferentes factores y tendencias.
La elaboración de la maniobra dependerá, de acuerdo con lo expuesto, de los factores de fuerza y debilidad, propias y del adversario. Identificarlos puede ser un trabajo en principio fácil, porque algunos de ellos son evidentes, pero hay factores que a veces es más difícil comprender.
Las fortalezas y debilidades se relacionan en principio con los instrumentos del poder nacional; los tradicionales son la economía, las relaciones internacionales, la cohesión interna y el militar. Pero a ellos se ha agregado cada vez con más fuerza el manejo de la información. En este sentido, cobra especial importancia la discusión respecto al rol que debe jugar la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI). Sin inteligencia, una maniobra política para alcanzar objetivos en tiempo de paz o de conflicto, redunda en palos de ciego.
El análisis de estos factores, realizado con anticipación y en el tiempo que sea necesario, nos permitirá definir además nuestros factores de riesgo, es decir, las condiciones intrínsecas que constituyen una debilidad, explotable por un potencial adversario, o sea, una vulnerabilidad. También la geografía, las comunicaciones, la exposición a las catástrofes naturales, etc. pueden incidir en los factores de riesgo. Por ejemplo, desde el punto de vista estratégico, en 1975 la proximidad del centenario de la Guerra del Pacífico y un ambiente tenso en las relaciones con Perú hacía temer un nuevo conflicto con ese país. Desde el punto de vista estratégico, un factor de fuerza geográfico, ante un eventual enfrentamiento con nuestros vecinos, lo constituye la reducida extensión del límite entre ambos países (alrededor de 180 km), lo cual ayuda a concentrar las fuerzas en un lugar muy acotado; a eso se suma, una gran profundidad hacia el sur de manera que, en caso de que Perú tomara la iniciativa de las hostilidades, había un vasto territorio para inicialmente ceder, hasta retomar la iniciativa. En cambio, en caso de un conflicto con Argentina, la situación es al revés. La larga frontera con ese país es de más de 5.500 km y en ese caso no hay profundidad donde resistir. De hecho, algunas versiones históricas de la crisis del Beagle en 1978 señalan que el operativo Soberanía argentino a contar del 22 de diciembre, consideraba además realizar una ofensiva estratégica en toda la frontera, cortando nuestro país en al menos tres lugares.
Definidos estos factores, corresponde entonces buscar la manera de explotarlos o minimizarlos, según corresponda. Finalmente, el problema se reduce a definir el momento adecuado para realizar la maniobra. El conocido análisis FODA (FortalezasOportunidades-Debilidades-Amenazas) parece apropiado para este propósito.
En relación con las debilidades, Argentina no podía asegurar el apoyo norteamericano, aun invocando el TIAR,* ya que es evidente que entre EE.UU. y Gran Bretaña existían y existen lazos mucho más estrechos de los que genera un tratado. A lo anterior, Argentina debía sumar su deteriorada relación con Chile, con el que había estado al borde de una guerra sólo cuatro años antes. Finalmente, también en el plano internacional, el hecho de tener un gobierno militar, acusado de violaciones a los derechos humanos, tampoco ayudaba mucho a lograr apoyos en el contexto internacional.
La economía argentina no estaba bien, con el peso devaluado significativamente respecto al dólar; la situación política interna era muy mala, con tensiones dentro y fuera del gobierno (recordemos que el general Galtieri había sustituido a Viola poco antes, en condiciones poco dignas para este último).
Por último, Argentina dependía de los fabricantes europeos para el suministro de sus pertrechos de guerra, en especial de los misiles Exocet AM-39 para los recién adquiridos aviones Super Etendard (sólo había recibido cinco misiles de los 14 que había encargado). No obstante, jugaba en este sentido a favor de las fuerzas armadas argentinas el hecho que en septiembre de 1981 EE.UU. les había levantado la enmienda Kennedy,* al igual como lo haría con Chile un mes más tarde, permitiéndole, en teoría, un mejor acceso al suministro de armas.
Respecto a las debilidades de Gran Bretaña, la primera ministra Margaret Thatcher había visto caer su popularidad debido a las drásticas medidas que había debido tomar para recuperar la economía inglesa. Por otro lado, las Malvinas son un territorio ubicado a 7.950 millas de distancia y, en ese entonces, existía una débil guarnición militar británica, incapaz de resistir cualquier intento de ocupación. A esto se sumaba el insuficiente conocimiento del teatro de operaciones, la falta de aliados formales en el área y la inexistencia de una posición estratégica adecuada desde la cual operar, lo que la iba a obligar, en caso de conflicto, a un tremendo esfuerzo logístico.
Si en el caso de Argentina asumimos que su objetivo político era, en el corto plazo, obligar a Inglaterra a sentarse a negociar, dada la aparente indiferencia con que esta última enfrentaba su demanda, se abrían dos cursos de acción: seguir presionando a Inglaterra a través de los organismos internacionales, lo cual hubiera dado tiempo a los ingleses a reforzar las islas, haciendo imposible su ocupación o hacer, como lo hizo, uso del instrumento militar para negociar desde una posición de fuerza.
Dos consideraciones se deben tener al analizar la decisión argentina: la opción militar estaba prevista realizarla no antes del 9 de julio de 1982* y no se consideraba una reacción militar británica de manera contundente.* Por lo tanto, su maniobra – obtener una situación favorable – parece no haber sido tan equivocada, ya que la sorpresa era un factor de gran valor para minimizar sus debilidades y explotar las de Gran Bretaña. De acuerdo con los antecedentes que nos entrega la historia podemos afirmar que los británicos estuvieron muy cerca de lo que en arte operacional se conoce como el punto culminante que, en la ofensiva, corresponde al momento cuando el poder de combate del atacante deja de superar al del defensor y este puede pasar a la ofensiva con buenas posibilidades de éxito. ¿Qué faltó?
A riesgo de ser injustos con los planificadores argentinos, se puede afirmar que quizás la oportunidad se pudiera haber logrado si la ofensiva se hubiera materializado cuando estaba planificada originalmente y con medios adecuados para enfrentar la posibilidad de que no se cumpliera el supuesto de que Inglaterra no reaccionaría con el uso intensivo de la fuerza.
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Maneuver is part of strategy, although sometimes is misunderstood and treated as the same thing. Maneuver seeks to confront the enemy under favorable conditions, by exploiting several factors to influence the mind of the opposing leader. Although some writers consider that, without deception there is no maneuver, the possibility of deceiving depends on the level of war management.
Operational Art, which identifies COG and its vulnerabilities, contributes to elaborate maneuver in warfare.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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