Por John Campos Benavides
Este artículo trata sobre la vida de José Miguel Carrera y su influencia en el proceso de independencia chileno a través de la investigación de distintos historiadores; pasando por su infancia, formación militar, sus obras, su paso como Comandante en Jefe del Ejército, su naturaleza y temperamento, y por sobre todo, su profundo amor por Chile.
This article deals with the life of José Miguel Carrera and his influence in the Chilean independence process through the research of different historians, going through his childhood, military training, his works, his time as Commander in Chief of the Army, his nature and character, and above all, his deep love for Chile.
José Miguel Carrera y Verdugo nació el 15 de octubre de 1785. A la edad de un año obtiene el título de cadete del Regimiento de Caballería. Según Barros Arana, “estos títulos de mero honor eran mui codiciados; i las familias patricias de Santiago los reclamaban empeñosamente para sus hijos” (Barros Arana, 1911, pág. 80). Del mismo modo, el 8 de noviembre de 1791 obtiene el rango de teniente. Carrera crece así rodeado de títulos propios de la aristocracia de la época. Para poder entender lo anterior, nos tenemos que ubicar en el contexto de la historia, y situarnos en aquellos espacios de poder en que el prócer chileno se desenvolvía.
Una forma prudente y sabia de no hacer juicios que atenten contra la verdad es poder situarnos en el contexto de los hechos, pues solo así nos podemos aproximar a la verdad más profunda de los protagonistas y sus circunstancias. Seguramente algunos historiadores actuales juzgarán con crueldad estos datos, que a todas luces nos indican que don José Miguel nace y crece en medio de privilegios. A nuestro modo de ver, lo necesario y justo para acercarnos a la verdad de la historia es poder trasladarnos con generosidad y sin sesgos a la vida real y práctica que se vivía en la época. Es necesario aproximarnos con justicia a la vida de Carrera.
Un hecho que resulta sorprendente para quienes estudian la vida de Carrera es observar que estuvo por un corto período en el país. Carrera nace y vive su infancia en Santiago, y hace un corto viaje a Lima, partiendo luego a España. Se instaló en la ciudad de Cádiz, y probablemente en ese viaje es cuando conoce a don José de San Martín, capitán de infantería en esa época y gobernador militar de la ciudad (Barros Arana, 1911, pág. 81). Todos estos hechos dan cuenta, en forma dinámica, que los grandes protagonistas en la Independencia nacional tuvieron una fuerza increíble para dotarse a sí mismos de la experiencia necesaria que, en un momento crucial, generosamente fueron los cimientos de nuestra independencia. Los viajes y estancias de Carrera en distintos lugares, especialmente en Europa, fueron forjando los ideales y fortalezas de espíritu que trajeron a Chile lo mejor de sus hombres y mujeres en la causa patriótica.
La vida militar en España
Cuando la Península Iberica fue invadida por los ejércitos franceses, hace su ingreso en el Ejército español, en los Voluntarios de Madrid y los Húsares de Farnesio, participando en la guerra contra el emperador Napoleón por 5 años. Sus principales actuaciones fueron en la defensa de Madrid, atacada por Napoleón en persona los días 1 y 2 de diciembre de 1808; la ocupación de la ciudad de Mora, la retirada de Consuegra, los combates de Yébenes, y en las acciones libradas en Río Guadiana en la gran Batalla de Talavera y la Batalla de Ocaña, en cuya retirada fue herido el 19 de noviembre de 1809 y debió ser trasladado a Cádiz para su restablecimiento, siendo condecorado con la Cruz de Talavera (Ejército de Chile, s.f.).
En los primeros días de enero de 1811 fue llamado nuevamente al servicio: se le dio el grado de sargento mayor del Regimiento de Húsares de Galicia y se le mandó que marchara al norte a incorporarse al sexto cuerpo del ejército español. José Miguel Carrera, en vez de aceptar esta comisión, presentó al Consejo de Regencia que funcionaba en Cádiz, la siguiente solicitud:
“Serenísimo señor:
José Miguel Carrera, natural de Santiago de Chile, sarjento mayor del rejimiento de húsares de Galicia, con el mayor respeto hago presente a V.A. que desde mi tierna edad tengo la honra de servir a nuestro soberano, habiendo comenzado mi carrera de cadete del rejimiento de caballería del Príncipe de aquella capital; que como el año pasado de 1806 haya venido a la península a asuntos particulares de mi casa, hallándome en esta plaza cuando la invasión de los enemigos en las Andalucías, me presenté al gobierno para que dispusiese de mi persona; en efecto, fui agregado, con el mismo grado de teniente que tenía en mi rejimiento, al de Farnesio; de éste pasé al de caballería de Madrid, del que siendo capitán he sido ascendido a sarjento mayor de húsares de Galicia, empleo que con mucha complacencia estaría sirviendo, si la gravísima enfermedad que he padecido por espacio de siete meses no lo hubiera impedido.
Yo vivo satisfecho de haber desempeñado las respectivas funciones de mis empleos en los diez i siete años que hace sirvo con la exactitud i honor que corresponde; i cuando estaba dispuesto para marchar a mi destino he recibido noticias funestas de la salud de mi padre, cuya postración anuncia su próximo fallecimiento. En tales circunstancias estoi persuadido que es absolutamente necesaria mi concurrencia en aquel país para cuidar de la recaudación de mis intereses; i así este único i esencial motivo me hace ocurrir a V.A. con la solicitud de obtener una licencia en los términos que V.A. tenga por conveniente para embarcarme en el navío Estandarte que navegará dentro de pocos días a los puertos de Valparaíso i Lima, ofreciéndome gustoso ocuparme en lo que V.A. juzgue útil al mejor servicio de la patria; para todo lo cual suplico rendidamente que usando V.A. de su notoria justificación i benignidad se digne condescender a mi solicitud, i en ello recibiré singular favor. — Cádiz”
Esta solicitud despertó las sospechas del Consejo de Regencia, puesto que estaban en conocimiento de que existían vientos de cambio en Chile, de la cual el padre de Carrera tenía una participación relevante. Sospechando que Carrera había recibido correspondencia respecto a la Junta de Gobierno y que le pedían su participación en esta revolución, fue hecho prisionero en la mañana del 5 de abril de 1811 por el gobernador de la plaza, el Marqués de Coupigny.
Fue puesto en libertad por orden del Rey nueve días después, el 14 de abril, al no encontrar dentro de su correspondencia algún documento que lo vinculara con lo que estaba sucediendo en Chile, por lo que se le comunica la siguiente resolución de la Corona:
“El rei don Fernando VII, i en su real nombre el Consejo de España e Indias.
Por cuanto habiéndome representado José Miguel Carrera, sarjento mayor del Rejimiento de caballería de húsares de Galicia, que la falta de salud i el atender al cuidado de sus intereses en Santiago de Chile, le impiden continuar en su servicio, he venido en concederle licencia absoluta para retirarse de él con uso del uniforme de retirado i goce de fuero militar.
Por tanto, mando al capitán jeneral o al comandante jeneral a quien tocare, le deje usar de este permiso, previniendo lo conveniente para ello a continuación de este despacho i bajo su firma, i a cuyo efecto se le ha de presentar dentro de un mes contado desde la fecha de él, como también el intendente a quien tocare para que lo haga anotar en la contaduría principal del mismo ejército donde sirviere dentro del espresado término, en la intelijencia de que será nulo en faltándole cualquiera de estos requisitos.
Dado en Cádiz a 14 de abril de 1811.
— Yo el Rei. —
Pedro de Agar, presidente. José de Heredia, secretario”
De esta forma, y utilizando la licencia otorgada por el Rey el 17 de abril, zarpa en el Standart desde Cádiz con rumbo a Chile (Barros Arana, Historia General de Chile, 2002, pág. 281).
La carta de Carrera expuesta en este trabajo dice relación con los inteligentes argumentos que nuestro prócer expone a la autoridad competente, y da cuenta también de su trayectoria al servicio de la Corona. Pero también fue una forma astuta de girar el rumbo de su vida personal, buscar la forma de regresar a Chile, y colocarse al servicio de la causa nacional y la independencia. Esta carta refleja efectivamente que, en los intereses más profundos y en el corazón del prócer, buscaba ser protagonista en la causa de la independencia, así como otros documentos donde expresaba su intención que ante “la noticia de la formación de la junta de Chile i querer ser útil a mi país i ayudarle lo que me sea posible” (Barros Arana, Estudios histórico-bibliográficos, 1911, pág. 86). Esta carta y el contexto de la época reflejan que, si bien presentó servicios a la Corona, su corazón estaba con Chile. Acá se ve el talante, la fuerza indiscutible, de un hombre que pudo mirar el corazón de su tierra y entregarle lo mejor de sí.
Regreso a Chile
El 25 de julio de 1811 es cuando regresa a Chile, “a Valparaíso en el navío de S.M.B. Standart, a las órdenes del comandante don Cárlos Elphinstone Fleming” (Carrera, 1900, pág. 17), y juega un papel protagónico en la vida política y militar del país en la llamada Patria Vieja. Al fin, el prócer de la independencia se encontraba en su querido Chile. Luego de un viaje donde seguramente las brisas del mar le acompañaron días y noches, arriba a Valparaíso, punto estratégico al ser el puerto principal. Al pisar estas tierras, el corazón curtido por las batallas en Europa encontró en las suaves brisas de Valparaíso el saludo de un país que daba la bienvenida al hijo que regresaba a casa. Ya conocía nuestra historia y sus vicisitudes, las victorias y derrotas que a este puñado de hombres les tocó vivir.
La naturaleza de Carrera
Carrera, si bien manifiesta la intención de “querer ser útil a mi país y ayudarle lo que me sea posible” (Barros Arana, José Miguel Carrera. Un capítulo para su biografía, 1921), también hay en él un impulso natural, producto de su infancia rodeada de títulos y una alta concepción de sí mismo, de estar destinado a ocupar los primeros lugares donde quiera que fuese. Barros Arana en numerosas ocasiones lo define como una persona que se deja llevar “por la arrogancia de su carácter” (Barros Arana, Estudios histórico-bibliográficos, 1911). Para Carrera, la Corona Española había perdido su majestad, y es en ese contexto en el cual nace su ánimo independista, muy distinto del proceso y motivación que vive su futuro rival don Bernardo O’Higgins (Casanueva, 1985).
Luego de su arribo desde España, Carrera se involucra en la causa de los ochocientos Larraín para sacar de la Junta a Juan Martínez de Rozas, quien era visto como un moderado. Sin embargo, la naturaleza apasionada de Carrera no le permitía el aceptar un rol subalterno, por lo que dos meses después, el 15 de noviembre de 1811, se pone a sí mismo a la cabeza de la Junta, y posteriormente disuelve el Congreso (Collier & Sater, 2004, pág. 34). Esto provoca una enemistad entre Carrera y Rozas, quien se había visto obligado a retirarse a Concepción, lo cual estuvo ad-portas de desencadenar una guerra civil (Ejército de Chile, s.f.). Rozas fue finalmente destituido y deportado a Mendoza en julio de 1812.
La historia de nuestro querido Chile está plagada de estos hechos, y los hombres y mujeres que han participado y se han comprometido con ella, han ido dejando también en este paso sus aciertos y errores, sus luces y sus sombras. Algunos historiadores sostienen y critican el carácter altanero de José Miguel Carrera, y describen su personalidad. No seremos nosotros quienes, con la distancia del tiempo, juzgaremos el temperamento o las características de personalidad de uno de los padres de la Patria.
Sin embargo, lo que sí podemos sostener, y con claridad, es que lo que algunos ven como debilidades en el carácter de don José Miguel, a nuestro modo de ver es una gran virtud, pues siempre entendió que la dignidad de la persona y su entorno estaban destinado a nunca humillar el valor supremo de la libertad e independencia. La altivez de carácter de Carrera es un valor inestimable para los tiempos que se vivían, pues muchos, a pesar de las restricciones de la administración monárquica, jamás levantaron una bandera por más autonomía. El altivo corazón del prócer fue capaz de mantenerlo siempre de pie, y nunca de rodillas, pues la derrota humillante de quienes callan solo refleja la miseria de nunca pedir libertad.
Las obras de Carrera
Evitando el conflicto civil, con la mediación de Bernardo O’Higgins, Carrera a cargo de la Junta se dedicó a realizar muchas reformas beneficiosas para el país. Entre ellas podemos destacar:
O El 16 de enero de 1812 estableció la prensa, nombrando redactor de La Aurora de Chile al fray Camilo Henríquez.
O Redactó el primer cuerpo constitucional para el país, denominado “Reglamento Constitucional de 1812”
O El 4 de julio presentó a la Nación su nueva bandera nacional con los colores azul, blanco y amarillo, que simbolizaban el cielo, la nieve cordillerana y los trigales de Chile. También en aquella ocasión hizo lucir un escudo de armas que debía reemplazar al del Rey (Ejército de Chile, s.f.).
O El 21 de agosto, por decreto, inicia legalmente la docencia femenina. En ese entonces había mujeres alfabetas, por lo general educadas en conventos (Peña, 1951), por lo que Carrera resuelve “dar ejercicio a los claros talentos del sexo femenino” (Campos, 1960, pág. 12).
Carrera como Comandante del Ejército, sus campañas
Cuando la expedición enviada por el Virrey del Perú, en marzo de 1813, a cargo del Brigadier Antonio Pareja, puso en peligro a la Nación, José Miguel Carrera asumió el puesto de General en Jefe del Ejército y combatió contra los realistas en Yerbas Buenas, San Carlos, Toma de Talcahuano y Sitio de Chillán. El fracaso del sitio de esta ciudad, emprendido en los meses del invierno y sin los elementos adecuados y la sorpresa de El Roble, que puso en primer plano al coronel Bernardo O’Higgins, movió a la Junta de Gobierno de entonces a removerlo del comando del Ejército.
Después de entregar el mando en Concepción marchó a Santiago y en la madrugada del 3 de marzo fue hecho prisionero por los realistas y conducido a Chillán en compañía de su hermano Luis. El Tratado de Lircay suavizó la prisión de los hermanos, que aprovecharon la complicidad de altos jefes realistas para fugarse a Santiago. El Director Supremo Francisco de la Lastra ordenó su arresto, pero José Miguel logró burlarlo y aprovechando el desprestigio en que habían caído las autoridades de la capital con motivo del pacto celebrado con el enemigo y con el auxilio de jefes militares de la ciudad, acaudilló un movimiento revolucionario al amanecer del 23 de julio de 1814, que terminó con el gobierno de Francisco de la Lastra (Ejército de Chile, s.f.). En estas batallas hubo más derrotas que triunfos, sin embargo, nadie ha dejado registrado que José Miguel haya puesto su cargo a disposición del enemigo, ni se le escuchó jamás rendirse. Su corazón indómito le impedía hacerlo.
Este “tiempo chileno” que vive Carrera finaliza el 12 de octubre de 1814, donde sin desearlo, se despide para siempre de Chile comandando la retaguardia de las tropas que marchaban hacia Mendoza luego del Desastre de Rancagua. En tan poco tiempo, Carrera deja una huella imborrable en la historia del país (Casanueva, 1985). En su camino al destierro va recordando aquellos días en que la Patria soñaba con ser libre e independiente, y su espíritu inquieto trajo otros conflictos y posteriormente la gran tragedia, que hasta el día de hoy aprieta el alma de los chilenos. Aún queda pendiente aquel trazo no descrito por la historia, y que dice relación con la muerte silenciosa de uno de los héroes más grande de nuestra Patria, de aquel hombre que gritó libertad para Chile.
Conclusiones
Más allá de las motivaciones de Carrera, lo cierto es que contribuyó de manera significativa a la independencia de Chile. El historiador Simon Collier escribe que:
“el hecho que la causa de la Independencia fuese capaz de recomenzar la lucha, se debió en gran medida al desarrollo de la actividad ideológica que Carrera posibilitó y avivó vivamente. Esa fue su principal contribución al progreso de su patria” (Collier, Ideas & Politics of Chilean Independence. 1808-1833, 1967, pág. 125).
Lo que predominaba en Carrera, más allá de las distintas concepciones de Gobierno para lo que se comenzaba a gestar para esta tierra, era un profundo amor por todo lo nacional: amaba los campos chilenos, y compartía con todo tipo de personas de esta Patria (Parra, 2012). Quiera Dios en su infinita bondad, iluminar siempre los destinos de Chile, y en especial la historia de nuestras tierras. Quiera Dios reconocer que el corazón de un hombre, más allá de sus luces y sombras, pueda ser reconocido con el valor que tiene el tiempo.
José Miguel Carrera es uno de los grandes de nuestro Chile. Es más, no se puede entender la historia sin entender la de Carrera, y en gran parte de lo que somos como nación, se lo debemos a ese corazón valiente e imaginación altiva. Así también, al paso de Carrera, a ese galope soberbio, el chileno criollo pudo reconocer a un hombre sin igual, que en la hora más trágica solo se encomendó a Dios para recibir la llegada de la muerte. Don José Miguel es uno de ellos, y quiera Dios una vez más entregarnos a los chilenos un espacio de justicia y compromiso con la historia personal y el sacrificio de quienes nos legaron libertad. La historia nos regala una bella oportunidad para reconocer en el corazón valiente de Carrera los cimientos de nuestra nación, el amor a nuestros campos, al mar, a las montañas, y también al corazón sencillo de los chilenos que siempre esperan un poco más de sus líderes. Quede testimonio de mi aprecio por ese corazón altivo y deseoso de libertad.
La Patria aún está en deuda con el corazón valiente de Chile, el prócer, José Miguel Carrera.
El precursor de la independencia de Hispanoamérica concibió y propuso al gobierno inglés, desde 1790, un plan con objetivos de carácter político, −establecer un gobierno distinto a la monarquía− y estratégicos, −el ataque a tierra firme en el norte, a Buenos Aires en el Atlántico y a Lima, operando desde Chile a través del océano Pacífico−. En la preparación de sus ideas independentistas, Miranda generó una relación muy estrecha con Chile y Bernardo O’Higgins fue el principal emisario de Miranda en la propagación de los planes revolucionarios.
Los orígenes de nuestro emblema patrio son analizados desde la perspectiva del puerto de Valparaíso y de la naciente Armada de Chile.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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