- Fecha de publicación: 01/08/2016.
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La reciente demanda planteada por Chile
ante la Corte Internacional de Justicia de
la Haya en relación a las aguas del río Silala, se
ha transformado en un tema de conversación
frecuente, ya que este hecho marca un cambio
en la estrategia aplicada por la Política Exterior
Chilena, hasta entonces limitada a reaccionar
frente a las iniciativas asumidas por Bolivia. En ese
sentido y en el contexto de un rutinario almuerzo
de trabajo en la Academia de Guerra Naval, uno
de los participantes planteó esta nueva arista
en las relaciones con el vecino país, lo que dio
origen a distintos y enriquecedores enfoques
por parte de todos los presentes.
En términos generales se destacó lo positivo
de la iniciativa, ya que habitualmente nuestro
país reacciona limitándose a desmentir en
forma respetuosa y comprobada las injuriosas
acusaciones que personalmente suele
materializar el presidente Evo Morales, las que
por sus dichos y formas se separan radicalmente
de lo que la comunidad internacional espera
de la dignidad de un Jefe de Estado o de sus
representantes directos. Así ocurrió con la
denunciada base militar de Chile en el área
de Cariquima; con la agresividad que sus
representantes actúan en contra de autoridades
chilenas, como fue la última pregunta efectuada
por el embajador boliviano a la presidenta de
Chile durante su viaje a Gran Bretaña, sobre
las relaciones de su país con el nuestro; con
las aseveraciones de que nuestro país roba
* Capitán de Navío IM. Oficial de Estado Mayor. Profesor de Análisis Internacional de la Academia de Guerra Naval y Profesor de Post – Grado de la Universidad
Andrés Bello y Universidad de Viña del Mar. Vicepresidente de la Asociación Chilena de Especialistas Internacionales. Magno Colaborador de la Revista de
Marina desde 2012. (jasepu1@vtr.net)
De acuerdo a la mencionada convención, se entiende como curso de agua a “un sistema
de aguas de superficie y subterráneas que, en virtud de su relación física, constituyen
un conjunto unitario y normalmente fluyen a una desembocadura común”. Asimismo se
establece que el curso será internacional si “algunas de cuyas partes se encuentran en
Estados distintos”. Esta situación es la que corresponde al Río Silala, el cual nace en Bolivia,
escurre de manera natural y prosigue por el San Pedro y luego por río el Loa en Chile.
Escenarios de Actualidad
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las aguas del Silala; o con la intervención
del canciller altiplánico en la Asamblea de la
Organización de Estados Americanos celebrada
en junio pasado en Santo Domingo, República
Dominicana, amenazando con utilizar a la OEA
para plantear su propia denuncia por las aguas
del Silala, por nombrar sólo algunos episodios
recientes de esta inacabable serie.
Conocido es el hecho que estos actos
inamistosos de Bolivia mantienen una marcada
proporcionalidad en relación a los problemas
políticos e incluso personales del presidente
Morales, y que lejos de ser puntuales, forman parte
de un plan de acción cuidadosamente elaborado y
que se materializa donde sea necesario, en busca
de objetivos claros y bien definidos, entre los
cuales está el mantener vigente la controversia
con Chile, buscar apoyos externos como fue el
brindado por el hoy alicaído ALBA, y victimizarse
siempre y en toda circunstancia, lo cual le permite
tejer una verdadera trampa que por exasperación
podría impulsar a nuestro país a tomar medidas
que vulneren el Tratado de 1904, y de esa forma
contar con algún tipo de argumento jurídico
que le permita denunciarlo. Afortunadamente,
la cultura política y el tradicional respeto al
derecho internacional que ostenta Chile, nos
aleja de esa tentación.
Coincidiendo con las opiniones que señalan
que la iniciativa chilena de establecer la demanda
ante La Haya constituye una decisión acertada y
que se ajusta a la ya mencionada cultura política
y jurídica de nuestro país, el clima inamistoso
que impulsa Bolivia y que en ocasiones tiene
ribetes grotescos como las caricaturas jocosas
difundidas por televisión desvirtuando la historia
y ridiculizando a nuestro canciller, continuará
su curso y seguirá adelante, a pesar de los
esfuerzos que históricamente ha desarrollado
Chile por establecer relaciones compatibles con
la benéfica necesidad de integración comercial
que la globalización impulsa.
La aspiración boliviana en el sentido de
denunciar el Tratado de 1904 para acceder
soberanamente al Pacífico a través de nuestro
territorio, constituye una constante histórica
ESCENARIOS DE ACTUALIDAD: En torno al río Silala
n Cuencas de los ríos Loa, San Pedro, Silala y Salado.
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que se hace sentir y que evidencia el deseo de
soslayar la condición de intangible que ostentan
los tratados internacionales para poder asegurar
la estabilidad en las distintas regiones del mundo.
Lo anterior se hace evidente a partir de su primer
planteamiento ante la Liga de las Naciones el 1
de noviembre de 1920, tras lo cual ha mantenido
una sostenida campaña en la cual utiliza todas las
tribunas internacionales disponibles e incluso las
cumbres regionales convocadas con fines distintos,
para presentar sus insistentes reclamos tendientes
a revertir su situación de mediterraneidad,
esgrimiendo que su enclaustramiento y retraso
económico y social se deben a esa condición.
Asimismo, es posible comprobar que ante
cualquier problema político de índole interno
o personal que afecte al mandatario de turno,
se esgrime como medida de cohesión nacional
la salida soberana al Pacífico, lo cual genera un
irracional sentimiento anti-chileno, un riesgo
permanente en las relaciones entre ambos
países y un importante desencuentro entre los
estados del subcontinente, ya que al no aceptar
Bolivia su condición territorial y mantener latente
esta situación de enfrentamiento, se dificulta
la generación de la confianza mutua necesaria
para avanzar hacia una integración benéfica
que permita capitalizar las potencialidades de
ambos países.
Lamentablemente, la nación boliviana no
visualiza que la inestabilidad y el lento grado de
avance en el desarrollo nacional no se originan
en la situación de mediterraneidad como se
alude, sino más bien en las fallas políticas que
evidencian que no se ha encontrado la forma
de ejercer un gobierno eficiente y que bajo
el disfraz de un populismo benéfico el país
avance y retroceda en forma intermitente, en
busca de acuerdos y coyunturas que no logran
concretarse, lo que se traduce en una falta de
capacidad para dar satisfacción a las necesidades
de sus habitantes.
Lo anterior, parece explicar la falta de
disposición para comprender y aceptar el cambio
político y cultural requerido para integrarse a la
modernidad y capitalizar los múltiples recursos
y posibilidades que le otorga su rico territorio
y una posición geopolítica privilegiada en el
centro del subcontinente.
Considerando este ámbito como elemento
permanentemente de fondo, volvamos en
torno al Silala. Es un río muy pequeño que
nace de variadas fuentes en Bolivia y escurre
naturalmente hacia Chile, lo cual niegan las
autoridades altiplánicas. Si bien su volumen
es muy escaso, adquiere relevancia especial
por ubicarse en una zona muy desértica. La
utilización de sus aguas muchas veces ha sido
presentada como un tema no resuelto por el
vecino país, a pesar que cuatro años después
de la firma del Tratado de 1904, se logró un
acuerdo que posteriormente fue desestimado
por los altiplánicos. Asimismo, el tema integró
los llamados 13 puntos que fueron negociados
hace algún tiempo y que, a pesar de lograrse un
pre-acuerdo, Bolivia lo canceló al no abordarse
la cesión de nuestra soberanía al Pacífico.
En esta oportunidad Chile ha tomado la iniciativa
y concurrió ante la CIJ, solicitando concretamente
determinar si el Silala es o no es un curso de
agua que se encuentre regido por la Convención
de las Naciones Unidas sobre el derecho de los
usos de los cursos de agua internacionales para
fines distintos de la navegación, adoptada por
Resolución 51/229 en 1997, y en vigor desde
el 2014.
De acuerdo a la mencionada convención, se
entiende como curso de agua a “un sistema
de aguas de superficie y subterráneas que,
en virtud de su relación física, constituyen
un conjunto unitario y normalmente fluyen
a una desembocadura común”. Asimismo se
establece que el curso será internacional si
“algunas de cuyas partes se encuentran en
Estados distintos”. De acuerdo a los juristas
nacionales, esta situación es la que corresponde
al Rio Silala, el cual nace en Bolivia, escurre de
manera natural y prosigue por el San Pedro y
luego por río el Loa en Chile.
Si la CIJ determina que el rio Silala es un curso
de agua internacional, se generan distintos
derechos y obligaciones para ambos países,
ya que las aguas no serían regidas por leyes
internas, sino por el derecho internacional. En
este último sentido la normativa internacional
define las condiciones relativas a la utilización
de las aguas, la forma como se materializa una
participación equitativa y razonable de ambos
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países, las previsiones para no causar daños
sensibles, la prevención y protección de los
ecosistemas, las acciones de notificación previa
de las medidas proyectadas, y las posibles
compensaciones entre los países si se sobrepasa
el consumo del 50% utilizable del recurso
compartido que le corresponde.
Sin duda, algunos fallos de la CIJ parecen
alejarse de la aplicación estricta del derecho
con el fin de favorecer al que se estima más
débil o de asegurar la paz en una determinada
región. Ello lleva a dudar en relación a su
ecuanimidad desde el prisma exclusivo del
derecho internacional, lo que ha sugerido evaluar
la conveniencia de permanecer en el Pacto de
Bogotá que obliga a resolver las controversias
pacíficamente y, en última instancia, concurrir
a la mencionada corte.
A través de esta iniciativa asumida por nuestro
país, y sobre la base de que esta controversia
es distinta y está separada jurídicamente de la
demanda altiplánica destinada a determinar si
Chile está obligado o no a negociar de buena fe
una salida soberana para Bolivia al océano Pacífico,
nuestro gobierno da nuevamente una muestra de
confianza en el sistema internacional y ratifica su
política permanente caracterizada por el respeto
al derecho internacional, la colaboración y la
buena convivencia entre los estados vecinos
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