El autor nos presenta un análisis de cómo, a pesar de la diferencia en la época de publicación de sus pensamientos, los postulados de Alfred Mahan y Sir Jullian Corbett, estuvieron presentes en las operaciones desarrolladas durante la Guerra del Pacífico, estableciendo que la estrategia chilena fue basada en la línea de Corbett, considerando la forma de operar que se presentó entre el ejército y la armada para la consecución de los objetivos propuestos.
The author presents an analysis of the postulates of Mahan and Corbett, in spite of the fact this conflict happened before their time. They were present in the operations conducted during the so-called War of the Pacific, between Chile and Peru. Considering the way the Chilean Army and the Navy operated in achieving their goals, their strategy was based on Corbett´s line of thinking.
En la edición número 976 de la Revista de Marina se presentó un interesante artículo llamado “Mahan vs. Corbett en el teatro del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial,” en el que se muestra la influencia comparativa de estos estrategas durante ese conflicto, demostrando cómo la estrategia estadounidense, y de la marina particularmente, fue influenciada mayoritariamente por los conceptos de Corbett por sobre los de Mahan.
Ahora bien, el artículo mencionado habla sobre la influencia de Mahan y Corbett en acciones posteriores a la divulgación de sus respectivos pensamientos, pero ¿es posible encontrar parte de sus postulados en acciones bélicas previas a su divulgación? ¿Es posible que, incluso con el desfase temporal de los pensadores y la Guerra del Pacífico librada por nuestro país, haya conceptos y principios presentes en este conflicto?
Consideremos que cuando se dio inicio a la Guerra del Pacífico, en 1879, Alfred Mahan y Sir Jullian Corbett aún no habían publicado ni difundido sus pensamientos sobre estrategia naval. No fue hasta la última década del siglo XIX y segunda del siglo XX, cuando ambos autores inician la divulgación a nivel mundial de los principios de la estrategia naval con una variedad de conceptos asociados.
Con el marco presentado se analizarán acciones, tanto a nivel de conducción política como también de operaciones navales, que permitan dar respuesta a las interrogantes propuestas, contrastando cómo se manifestaron los futuros planteamientos de Mahan y Corbett durante la Guerra del Pacifico.
Mahan, basándose en el icónico modelo de Gran Bretaña, estableció como idea principal que para ser una potencia mundial se debía ser previamente una potencia marítima, entregándole una gran importancia al poder naval por sobre el terrestre, dándole así una baja valoración a lo conjunto y a las operaciones de proyección.
Por su parte, Corbett pensaba lo contrario. Él establecía que sí debía haber una cercana relación entre la marina y el ejército, porque el resultado de una guerra se decidiría por lo que pudiera hacer el ejército contra el enemigo o por cuánto una flota naval podría permitir el accionar del ejército.
Tomando este primer punto de divergencia entre ambos autores y llevándolo al plano de la Guerra del Pacífico, la estrategia chilena fue en la línea de Corbett, considerando la forma de operar que se presentó entre el ejército y la armada para la consecución de los objetivos propuestos. Debido a la geografía nacional, la condición geográfica esencial y el teatro de operaciones, todo el transporte estratégico se efectuó vía marítima y, para esto, se requirió del trabajo sistemático y coordinado entre ambas instituciones. Es decir, el conductor estratégico nacional condujo al instrumento militar desarrollando lo que Corbett denominaría como una “estrategia marítima.”
El conductor político también lo consideró así, generando los planes requeridos para mantener el sostenimiento logístico, inicialmente de Antofagasta, para luego desplazarlos hacia el Norte en la medida que los objetivos políticos fueron haciéndose más ambiciosos. El almirante Justiniano (1980, p.15) en su artículo, publicado en la Revista de Marina, “La Guerra del Pacífico” refuerza lo mencionado, confirmando que “en la concepción general, las operaciones militares dependían de las operaciones navales; luego, la guerra se desarrollaría en dos fases sucesivas: la campaña marítima y luego la terrestre,” haciendo énfasis en la necesidad de previamente conquistar el mar, para luego usarlo en beneficio propio, transportando al ejército y la logística al teatro de operaciones.
Se puede demostrar el accionar conjunto entre las dos ramas armadas en la preparación y ejecución de la guerra. Con cada territorio conquistado o en proceso de conquista, el poder naval estaba presente para apoyar el transporte y el sostenimiento estratégico de la fuerza terrestre. O dicho al revés, gracias al poder naval y la capacidad de contar con el control de las líneas de comunicaciones marítimas, el ejército iba concretando esa superioridad con la conquista de nuevos territorios.
Una muestra de la importancia que le dio Chile a las operaciones conjuntas fue la elección de un ministro en Campaña, Rafael Sotomayor, designado como ministro Plenipotenciario de Defensa, teniendo la máxima autoridad para la conducción de las operaciones, desplegándose al teatro de operaciones para dirigir desde ahí las acciones, concentrando de esta forma la dirección de la guerra y de ambas instituciones en una persona. Ocurrida su muerte, fue reemplazado por otro civil, José Francisco Vergara, quien mantuvo las operaciones con una visión tendiente a operaciones de transporte de la marina en beneficio del ejército.
Así entonces, pareciera ser que las autoridades de gobierno de la época consideraron la impronta realizada por Diego Portales en 1836 cuando señaló que: “Las fuerzas navales deben operar antes que las militares dando golpes decisivos; debemos dominar para siempre en el Pacífico; esta debe ser su máxima ahora y ojalá fuera la de Chile para siempre” (Sección histórica Armada de Chile, 2019). Con esta premisa, se puede inferir que se dio prioridad a la campaña marítima previo a la campaña terrestre, adoptando una estrategia en la que confluían las fuerzas armadas en su conjunto, demostrando la importancia de que antes de dar inicio a las operaciones terrestres, las fuerzas navales hayan obtenido en control de las líneas de comunicaciones marítimas, considerando siempre a ambas fuerzas para lograr el objetivo, entendiendo que ninguna institución por sí sola podría ganar la guerra.
Como se señaló previamente, Mahan tenía en su visión una dependencia extrema de lo marítimo dándole una baja valoración a lo conjunto, a diferencia de Corbett, quien visualizaba que las operaciones de ambas ramas serían las que darían la victoria definitiva. En el caso de estudio, las autoridades nacionales comprendieron la necesidad de realizar operaciones conjuntas y que serían estas las que llevarían a la victoria.
Pasando a un aspecto estratégico – operativo, otro punto que marca una diferencia entre Corbett y Mahan, es la Teoría del Primer Objetivo planteada por este último. Este concepto se refiere a que, en un orden secuencial, lo primero que se debía hacer era destruir la flota enemiga y luego, por decantación, se podría obtener el control del mar y así la explotación de las líneas de comunicaciones marítimas. De esta secuencia, por tanto, la prioridad era enfrentarse en una batalla decisiva que permitiera destruir al adversario y obtener, como consecuencia, el dominio marítimo.
El pensamiento mahaniano tenía un trasfondo político derivado del postulado comentado anteriormente sobre que para convertirse en una potencia mundial (objetivo de Mahan para Estados Unidos), primero se debía ser una potencia marítima. Para lograr esto, era necesario influir en el poder político para conseguir el financiamiento necesario para convertirse en una potencia marítima. ¿Cómo se lograba aquello?, con la ayuda de su teoría, dándole así una gran importancia y dedicación a esta; la cual, como implicaba destruir a la flota adversaria, requería de un gran poder naval que permitiera asegurar la victoria. Y ¿cómo se generaba esa flota poderosa que cumpliera con su teoría? Con una alta inversión, cerrando así el círculo que permitía completar la consigna de ser una potencia marítima y posteriormente mundial. Cabe mencionar que la justificación descrita es una inferencia que se recoge tácitamente de la bibliografía, sin estar expresamente confirmada.
Volviendo a la Teoría del Primer Objetivo en la Guerra del Pacífico, esta fue empleada por Chile al buscar la batalla decisiva en dos oportunidades. Para contextualizar, Chile tenía un poder naval superior al peruano. Al inicio de la guerra la Escuadra peruana estaba prácticamente desmantelada en el Callao, la Independencia se encontraba sin sus calderas y el Huáscar desartillado; sumado a lo anterior, los oficiales y tripulaciones nacionales se encontraban en un mayor nivel de entrenamiento y preparación.
Bajo ese contexto, Chile fue en busca de la batalla decisiva, utilizando el concepto mahaniano en dos oportunidades. La primera fue al realizar el bloqueo a Iquique, generándole un apremio a la Escuadra peruana para obligarla a salir y enfrentar la batalla decisiva. Se debe entender que la estrategia nacional pudo haber contemplado movimientos terrestres hasta el teatro de operaciones, pudo haber buscado un bloqueo económico sobre un puerto de significación estratégica u otras alternativas; sin embargo, lo primero que se buscó fue la batalla decisiva a través de un apremio y pese a que, por diferentes motivos, no resultó como se esperaba, la futura idea mahaniana estuvo presente.
El concepto anterior se advierte con mayor claridad a continuación. Luego de que Perú perdiera una significativa parte de su poder naval en Punta Gruesa y estando prácticamente solo el Huáscar incomodando el control del mar nacional, Chile no realizó operaciones de proyección sino hasta entablada la batalla decisiva y capturado el Huáscar. Solo una vez ocurrido este hecho se realizaron los transportes estratégicos del personal del Ejército hacia el territorio enemigo, junto a la logística asociada. Fueron seis meses de espera para la proyección de las fuerzas terrestres chilenas, debido principalmente a que no se había destruido por completo el poder naval peruano.
Centrándonos nuevamente en la Teoría del Primer Objetivo, de esta se pueden desprender otras ideas; por ejemplo, la gran valoración que le daba Mahan a jamás dividir la flota. A modo de ejemplo, al no resultar el apremio en Iquique, la Escuadra chilena zarpó con rumbo Norte al encuentro y destrucción de la flota peruana en el Callao. Los postulados de Mahan se evidencian en la estrategia desarrollada por Chile al desplegar la fuerza naval, entendiendo que no solo bastaba con la capacidad ofensiva de un buque, sino que la suma de todos ellos; o sea, había que asegurar la victoria. Pese a que se dejó a dos buques manteniendo el bloqueo iquiqueño, se estima que no se pierde el concepto de Mahan, debido a la poca capacidad ofensiva de la Esmeralda y la Covadonga.
También se puede reconocer otro concepto mahaniano aplicado por la estrategia nacional, el de privilegiar la ofensiva por sobre la defensiva, demostrándose en el mismo ejemplo anterior: la intención de fondo que tenía el apremio, la idea de ir en busca de la flota enemiga al Callao.
En cuanto al bando peruano, la armada nortina rehuyó la batalla decisiva. Sabiendo su inferioridad comparativa, la estrategia marítima peruana fue evitarla y permanecer “en potencia”, combinando una guerra de corso y ataques costeros para amenazar las líneas de comunicaciones marítimas nacionales.
La estrategia vecinal, debido a su inferioridad comparativa, lejos de concordar con los planteamientos de Mahan, eran coincidentes con lo propuesto por Corbett años posteriores, en relación a que las líneas de comunicaciones marítimas están por sobre la destrucción de la flota adversaria.
Así, se aprecia el futuro concepto de Corbett respecto a lo que debía hacer una marina de menor capacidad para obtener el control del mar, dado que no resulta lógico buscar la batalla decisiva, la alternativa es ejecutar operaciones defensivas de una flota en potencia activa, que en su definición se señala que:
...la esencia de la defensiva en la mar es la movilidad -no el reposo- y un espíritu agresivo incansable. La intención es disputar el control del mar mediante operaciones que hostiguen al enemigo en cualquier momento y oportunidad ya sea contra sus fuerzas o sus comunicaciones (Academia de Guerra Naval, 1997).
Todo lo anterior corresponde a lo realizado por el Huáscar posterior al combate de Punta Gruesa. Los hostigamientos por parte del monitor fueron constantes, provocando, por ejemplo, la captura del Rímac, sin permitir la libertad de maniobra para Chile. La presencia del Huáscar mermó la posibilidad de acelerar la incursión militar al territorio en disputa. En resumen, las acciones en potencia del Huáscar terminaron dificultando la utilización de las líneas de comunicaciones marítimas por parte de Chile, tal como lo mencionó posteriormente Corbett.
El concepto mahaniano de nunca dividir la fuerza, indicado anteriormente, también fue analizado por Corbett, quien tomó esa idea y años después la modernizó, generando el concepto de concentración, referido como reunir la máxima fuerza en el momento y lugar conveniente, señalando que “no se puede hacer la guerra sin agrupar los buques en Escuadras y las Escuadras en flotas” (Corbett, 1936, pág. 121), profundizando en el continuo conflicto entre la cohesión y el alcance de la flota, pues entre más concentrada está la flota, menos alcance posee, constituyéndose ese conflicto como fundamental para ejercer una buena estrategia.
Previo a Angamos y con el Huáscar aún al acecho, el almirante Williams deja de lado los conceptos mahanianos y decide dividir su fuerza para proteger los puertos vitales, el cabotaje y mantener el bloqueo a Iquique. La preocupación acerca de los ataques peruanos evitaba que las fuerzas chilenas interfirieran con los esfuerzos de reabastecimiento peruano e iniciaran las operaciones de proyección.
Viendo que la estrategia no estaba dando los frutos esperados, se realizó una reestructuración en la dirección de la Armada y la Escuadra. El comandante Galvarino Riveros tomó el mando de la Escuadra y dividió a su flota en dos, manteniendo en cada división a un acorazado, generando así dos flotas balanceadas, doblando sus posibilidades de encontrar y pelear contra el Huáscar en un encuentro de flotas decisivo. Al respecto, Corbett plantearía posteriormente que para controlar las líneas de comunicaciones marítimas se debía contar con los medios adecuados y tener una flota balanceada, consistente en la construcción de distintas clases de buques según la función primordial que se persiga con cada uno de ellos. Se aprecia así la idea de separar y balancear las divisiones de la Escuadra.
Volviendo a la idea de la concentración, al momento del combate de Angamos ambas divisiones lograron, conjuntamente, entablar la batalla y la captura del Huáscar, librando el conflicto de la cohesión y el alcance, utilizando finalmente una mezcla de las ideas de Corbett y Mahan respecto a la concentración y mantención del principio del combate decisivo.
Posteriormente, y ya con el Huáscar capturado, el poder naval chileno fue ocupado en beneficio propio a plenitud en todas las acciones posteriores, destacándose las operaciones de proyección sobre el litoral peruano en beneficio de la estrategia terrestre, incluyéndose operaciones anfibias, tal como lo planteó Corbett en sus postulados.
Revisados los planteamientos anteriores, se puede decir que pese a la diferencia temporal entre la Guerra del Pacífico y el inicio de la influencia de los estrategas mencionados, se logró determinar que sí estuvieron presentes dichos postulados en el desarrollo de la guerra, tanto a nivel de conducción política como también desde un punto de vista de las operaciones navales.
En el caso chileno, siguiendo la línea de Mahan, se llevó a cabo lo que se denominaría la Teoría del Primer Objetivo, buscando la batalla decisiva, para, posteriormente, dar inicio a las operaciones de proyección, considerando que serían ellas, en definitiva, las que otorgarían la victoria nacional; ello en paralelo con los postulados de Corbett en cuanto a su conceptualización de la estrategia marítima, entendiendo por esta a aquella que se desarrolla a nivel de la estrategia militar, cuando el uso del mar es gravitante para el desarrollo de la guerra, dirigiendo y coordinando de manera sinérgica el empleo de las fuerzas del ejército y de la marina, lo que se cumplió prácticamente a lo largo de todo el conflicto.
Por su parte, la estrategia peruana fue orientada al pensamiento de Corbett, donde más que buscar una batalla decisiva naval, su intención fue tener el control local de las líneas de comunicaciones marítimas, actuando como flota en potencia.
Finalmente, puede señalarse que, tanto la Armada de Chile como la del Perú, ocuparon indistintamente los fundamentos futuros de Mahan y Corbett, validando así la tesis propuesta.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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