Por Raúl Olmedo Droguett
Una tradición oral familiar se ve cuestionada en el ámbito cercano de historiadores e investigadores. Nada han leído sobre utilización de granadas de mano en el combate naval durante la Guerra del Pacífico. Cabe iniciar la búsqueda de datos, y el autor recurre, vía Internet, al apoyo de paisanos y uniformados en retiro amantes de la investigación, obteniendo antecedentes e imágenes que avalan sus propios resultados. Sí hubo, en conclusión, tal tipo de material de guerra en las naves chilenas.
A family oral tradition is questioned in the close field of historians and researchers. They have read nothing about the use of hand grenades in naval battles during the War of the Pacific. To start the search for data, the author resorts, via Internet, to the support of fellow countrymen and retired personnel who love research, obtaining information and images that support the author´s results. In conclusion, there was, indeed, this type of hand weapons on board Chilean ships.
El mero título de este artículo suena raro, y hasta fantasioso, tratándose de la Armada de Chile durante la Guerra del Pacífico y, no obstante, se trata de un hecho histórico poco conocido, diría que en proceso de establecerse como tal.
Debo partir asentando que mi abuelo, Juan Mateo Olmedo Espinosa, sirvió en la Armada como aspirante naval en la citada guerra. De acuerdo con su hoja de servicios, fue dado de alta e incorporado al servicio el 25 de octubre de ese movido año 1879, y estuvo embarcado en la corbeta de propulsión mixta Chacabuco desde el 10 de noviembre de ese año hasta el 15 de marzo de 1881. Volvió1 a vestir uniforme en la Guerra Civil de 1891 como oficial subalterno en el Ejército Constitucional. Falleció en 1936 y, desde luego, no alcancé a conocerlo, pero dejó tal huella en los corazones y afectos de sus hijos y sobrinos, que toda mi infancia trascurrió escuchando y paladeando los relatos de sus vivencias.
De aquella tradición oral familiar recogí, durante esos muchos años de prestar atención a los relatos de mi padre y tíos, ciertos detalles que influyeron poderosamente en el cuadro de la guerra que fui archivando en mi mente infantil, y luego juvenil. Narraban ellos que, durante sus primeras semanas de servicio en la Chacabuco, el aspirante Olmedo era continuamente rotado en distintos puestos, como parte de un proceso de instrucción para guardiamarinas y aspirantes dispuesto por el comandante de la nave, capitán de fragata Oscar Viel. Dicha rotación consistía en integrar grupos de contingente, o guardias, destinados a misiones precisas tales como “defensa de la toldilla y entrepuente”, “guardia de la bandera”, “grupo de abordaje”, “rechazo de abordaje”, y así, entraban en acción durante los zafarranchos de combate, reales o en carácter de simulacro, que con gran frecuencia disponía el comandante Viel.
Quedó finalmente encuadrado el aspirante en aquel grupo denominado “rechazo de abordaje”, sin omitir por ello la obligada práctica casi diaria en las piezas de artillería, guardias en el puente y otras cien actividades de aprendizaje a bordo. Lo curioso de ello, asunto que grabé en mi memoria y en ese cuadro general del conflicto que acuciaba mi imaginación, fue que, para el cumplimiento de la citada misión, los designados disponían de fusiles, armas de puño, armas blancas (sables y hachas de abordaje) y granadas de mano. Arma, esta última, eminentemente antipersonal que debía ser lanzada en la inminencia del contacto entre naves empeñadas en combate, a la cubierta del buque enemigo que intentara abordar la corbeta.
Hasta aquí hablo solo de un dato sin especial relevancia militar para un lego, un detalle menor y nebuloso en el marco general de una confrontación que galvanizó y puso de pie al país entero. Al menos en la familia directa de mi abuelo, gatillado que fue el conflicto, todo varón en edad militar reconoció bandera2.
El caso es que durante el pasado año 2020 – vale decir, muchísimo tiempo después de lo ya relatado – comenté este asunto, casi por casualidad, con un grupo de investigadores siempre atentos a la detección de esos datos que van surgiendo como un subproducto de la labor de historiadores y afines. Hablo de paisanos y uniformados en retiro que comparten mi pasión por la investigación histórica, gentes de mente ágil, siempre alertas a la aparición de esos esquivos detalles que van aportando y dando forma al global. Y ocurrió, para mi sorpresa, que todos ellos manifestaron no haber escuchado nada antes, ni disponer de antecedente alguno sobre esa materia puntual. En su mayoría se mostraron sorprendidos por el tema mismo y su fuente ancestral. No faltó quien insinuara que podría tratarse de algún relato de aquellos tan profusamente surgidos de la imaginación de excombatientes.
Con mi ego algo maltrecho, puse a continuación todo mi esfuerzo en buscar antecedentes sobre la existencia y uso de granadas de mano en los buques de la Armada de la época, revisando en primer término la documentación disponible en Internet. Simultáneamente, cursé un llamado de apoyo a mis aliados en la investigación histórica, incluyendo en ello a algunos antiguos camaradas en la reserva del Ejército.
Recibí inicialmente respuestas que avalaban solo datos bien conocidos, tomados de los partes de oficiales chilenos y peruanos que se batieron en Iquique el 21.05.879, y poco más. Pude rastrear, por mi parte, algunos imprecisos indicios y pistas sobre las tales granadas de mano. Y luego, de a poco y paulatinamente, fui recibiendo aportes de terceros que alegraron mis días.
De todo ello, resumo a continuación los antecedentes recopilados sobre el tema. Se encuentran vigentes y disponibles en Internet la mayoría de ellos. Los hay también de otros orígenes, según se señala en cada caso.
Peruanos
Partes de combate
Solo uno de los dos partes del CN Miguel Grau (el fechado 23.05.879) sobre el combate del 21.05.879 se refiere a esta materia y señala en lo pertinente:
En ambas ocasiones, a la aproximación de los buques, y durante el tiempo que permanecían muy cerca, recibimos nutrido fuego de ametralladoras que tenían establecidas en sus cofas, el de fusilería y muchas bombas de mano, a la vez que descargas completas de artillería de sus costados”.
Boletín de la Guerra del Pacífico
Diario de campaña del Huáscar
Anotación del miércoles 21 de mayo de 1879 (en lo pertinente):
El combate se hizo recio con el fuego de fusilería y ametralladora de ambos buques; con bombas de mano el buque enemigo y estando los dos atracados por el costado de babor”.
Revista chilena de Historia y Geografía, 1913.
Constancia escrita por el teniente 1° Pedro Garezón, más tarde último oficial sobreviviente al mando del Huáscar en Angamos.
Correspondencia privada de oficiales de la Armada Peruana
Carta del teniente segundo, de dotación del Huáscar, señor Carlos de los Heros a su hermano, fechada 22.05.879, en uno de sus párrafos:
Por los partes oficiales te enterarás de todo. Lo único que te puedo decir es que ha habido de todo, y que los chilenos estaban mejor pertrechados y llenos de elementos. Cuando veían 3 o 4 de nosotros, nos arrojaban bombas de mano que nosotros no teníamos idea de lo que fueran y hacían explosión. Cuerpo a cuerpo se han agarrado sobre la cubierta del Huáscar, hasta el hacha y el puñal corto han funcionado”.
Ernesto Linares, “Cartas de Carlos de los Heros y Francisco Retes sobre la campaña del Huáscar”. Revista de estudios marítimos del Perú, 2010.
Prensa peruana
Versión del señor Julio Reyes, corresponsal de la “Opinión Nacional” de Lima, a bordo del Huáscar. Párrafo atingente:
Fuera de sus cañones de batería, colisas y ametralladoras de cofa, la guarnición y marinería, en los instantes en que estábamos completamente unidos por los costados, nos hacían nutrido fuego de fusilería y hasta de revólver. Los tiros eran a boca de jarro, de tal manera que en la torre se ven las huellas de los fogonazos. Además, nos lanzaban bombas de mano.
Más adelante, el mismo autor, bajo el subtítulo “Pormenores e Incidentes” señala:
Después de pegar los golpes de espolón, se unían los buques por los costados, y la Esmeralda nos descargaba sus baterías a boca de jarro. Esto, unido a las bombas de mano, asimilaba a un castillo de fuegos artificiales al incendiarse.
Jonatan Saona Reyes, Trujillo, Perú. “Perú, Bolivia y Chile, blog GDP 1879”.
Chilenos
Partes de combate
Revisados los partes suscritos por el CC Carlos Condell y Tte.1° Luis Uribe, no encontramos en ellos referencia alguna a granadas de mano en el combate del 21.05.879. Boletín de la Guerra del Pacífico.
Correspondencia de oficiales chilenos
Se revisó la siguiente y más conocida:
o Cartas de Luis Uribe a su padrastro Jacinto Chacón.
o Carta de Vicente Zegers a su padre.
o Carta del subteniente Antonio Hurtado a su padre.
o Carta del teniente 2° Francisco Sánchez a su hermano.
o Carta del Dr. Cornelio Guzmán, ex cirujano de la Esmeralda, al Dr. Senén Palacios, escrita en 1923.
o Y otras varias que cumplen con el requisito de haber sido escritas por oficiales de la Esmeralda en cautividad.
Boletín de la Guerra del Pacífico
Pascual Ahumada Moreno: Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia. Valparaíso 1884.
En ninguna de las anteriores figuran citas o referencias a granadas o bombas de mano como armamento a bordo de la corbeta hundida en la rada de Iquique.
De autoridades chilenas
La siguiente y muy reveladora carta aparece suscrita por Eulogio Altamirano en Valparaíso, el 28 de mayo de 1879:
Señor ministro del Interior:
Ahora puedo dar detalles más exactos sobre el combate de la Esmeralda. Duró tres horas cuarenta i cinco minutos. Durante ese tiempo Esmeralda y Huáscar se batieron a tiro de pistola.
Huáscar dio tres espolonazos a Esmeralda: el primero en la popa, el segundo en la máquina i el tercero en la proa. Dos minutos después de este último, la Esmeralda se iba a pique disparando siempre sus cañones.
Su comandante, seguido de cuatro más, saltaron sobre la cubierta del Huáscar, con hachas de abordaje en mano; pero casi al instante el heroico Prat recibía una grave herida en la cabeza. Ha muerto en el Huáscar García i García, pero no encuentro datos serios que confirmen el rumor de que lo matara Prat.
El combate de la Independencia con la Covadonga ha sido un duelo inesplicable (sic). El Covadonga está aún acribillado a balazos, teniendo cuatro grandes agujeros hechos por las grandes balas de la Independencia, i muchísimos balazos más disparados con ametralladora.
El que esto nos refiere ha visto al Covadonga en Antofagasta, i no se esplica como han muerto tan pocos. Toda la jarcia ha desaparecido, i el palo mayor quebrado por la mitad. Los calderos rotos.
Se podría, sin embargo, hacerla llegar a Valparaíso con una compostura provisional en Antofagasta. El Covadonga pudo escapar, porque el Huáscar se detuvo a salvar la tripulación de la Independencia.
Tanto la Esmeralda como la Covadonga, se han batido tan de cerca, que han podido hacer uso de las granadas de mano i de la fusilería.
La impresión que traen los pasajeros del vapor, trasmitida por la oficialidad del buque inglés, es la de que el combate de Iquique alcansa (sic) los límites del mayor heroísmo.
En cuanto a la Independencia, está completamente destruida, i seguramente sus restos han desaparecido ya de la vista.
En este momento, el jeneral en jefe respondiendo a mis preguntas sobre el Huáscar, me dice que no está a la vista, pero que ignora si se habrá ido definitivamente i el rumbo que lleva.
Ya esta mañana dije a US. que de la oficina del cable decían que el Huáscar salió a media noche, rumbo al sur, lo que no es creíble sino como una astucia para desorientar sobre su verdadero rumbo.
Dios guarde a Us.
Eulojio Altamirano.
Don Eulogio Altamirano, cabe recordar, era no sólo intendente de Valparaíso en esos momentos. También desempeñaba a esa fecha, y desde antes de la guerra, el cargo de Comandante General de Marina
Conclusión
Con toda esta información a la vista, no puedo sino concluir en que las comentadas granadas de mano formaron parte del inventario de armamento a bordo de las naves de guerra chilenas durante la Guerra del Pacífico. O al menos, de aquellas no acorazadas: O’Higgins, Chacabuco, Esmeralda, Magallanes y Covadonga. Quizás también la Abtao, en la emergencia de ser equipada como brulote. Resulta alentador que combatientes y un corresponsal peruano, por una parte, así como el comandante General de Marina chileno en la época, además de observadores extranjeros y un corresponsal de guerra chileno, aludan al uso táctico de granadas de mano como algo destacable solo en cuanto a enfatizar en la cercanía de las naves trabadas en combate (o que se esperaba que combatieran cercanamente en el Callao, en el caso de la Abtao). No se expresa, en los documentos que se expone, sorpresa ni asombro por la presencia de tales armas antipersonales a bordo y su utilización en combate. La información que ilustra la presencia de 83 de tales granadas en los almacenes de la marina peruana, en los años 1868 y 1870, me lleva a considerar que se trataba de un recurso conocido, probablemente en uso en todas las marinas sudamericanas de la época.
No he sabido, a mis años y con mis recursos, cómo dirigir mis pasos para investigar sobre la existencia de inventarios de armas – y la presencia de granadas de mano – en las naves de ambas armadas enfrentadas en 1879. Aquellos que pudieron existir a bordo de la Esmeralda y la Covadonga, ciertamente debieron hundirse con esas naves en Iquique y Chancay.
Pero en las naves que regresaron victoriosas, y en la comandancia general de Marina, debió existir respaldo y constancia oficial sobre tal inventario de armamento.
Me asiste la esperanza de que, leído que sea este artículo por investigadores e historiadores ligados al mundo naval, habrá quien tenga las facilidades de acceso para sumergirse en los archivos de la Armada y desenterrar, quizás, antiguos documentos que prueben la existencia de ese material de guerra.
En lo personal, doy con estas líneas por salvado el honor de la tradición y el relato oral en mi familia. Siguen firmes, entonces, colgadas en el muro, las fotografías y constancia de las condecoraciones de ese recordado abuelo. Y hago oportuno, más allá del tiempo y la distancia, desde mis años postreros, saludar con respeto a todos esos decididos chilenos que dieron la cara en nuestras dos guerras del último cuarto del siglo XIX.
LISTA DE REFERENCIAS
1. Albanese Morales, Ícaro. Investigador. Iquique, Chile
2. Saona Reyes, Jonatan. Investigador, bachiller en Derecho, Trujillo, Perú.
BIBLIOGRAFÍA
1. Ahumada Moreno, Pascual: Recopilación completa de todos los documentos oficiales, correspondencias y demás publicaciones referentes a la guerra que ha dado a luz la prensa de Chile, Perú y Bolivia, conteniendo documentos inéditos de importancia. Versión original 8 tomos.
2. Boletín de la Guerra del Pacífico. 1879.
3. Ejército de Chile. Historia del Ejército de Chile, Estado Mayor General del Ejército, Talleres de Impresos Vicuña, 1981.
4. Linares, Ernesto.
5. Machuca, Francisco: Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico. Editor Rafael Gonzáles Amaral, 1927-1930. Reedición Academia de Historia Militar.
6. Revista chilena de Historia y Geografía. 1913.
7. Revista de estudios marítimos del Perú. Ernesto Linares: Cartas de Carlos de los Heros y Francisco Retes sobre la campaña del Huáscar. 2010
8. Vicuña Mackenna, Benjamín. Campaña de Tarapacá, 1879.
Nobody knows the reasons why Admiral Williams disposed a change of command on the Captains of Esmeralda, Covadonga and Abtao, leaving the first two ships to blockade Iquique, while he sailed to confront the Peruvian Fleet in Callao. It has been speculated that he didn’t trust his commanding officers and instead of participating in the operations in Callao, left them in charge of the blockade. This work intends to clarify some statements asserted many times, which in my opinion lack historical evidence.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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