Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/10/2015. Visto 29 veces.
94 Página de Marina UNA ENSEÑANZA PARA TODA LA VIDA… Gerard Novión Baisier* R ecuerdo que era un día sábado en la mañana del mes de agosto del año 1999. Recién despertaba en mi camarote del casino de oficiales de Castro después de una salida con mis carretas el día anterior. Unos minutos más tarde, mi Segundo Comandante, el Subteniente Eduardo Oelckers llama a mi puerta y entra para “echar el pelo” y comentar las tonteras que habíamos hecho en la noche anterior. Éramos Subtenientes, a veces nos llamábamos “los inmortales” y también los “Virreyes de Castro”. Nos creíamos los emperadores de la ciudad, pues imagínense tener no más de 23 años y ser comandante y segundo comandante de un buque (para nosotros era un buque, no una lancha), por otra parte ser considerado como autoridad local para ceremonias, eventos locales y además estar con al menos un grupo de siete subtenientes más, entre ejecutivos y litorales, quienes juntos tomábamos el control de las discotecas, pubs y restaurantes. Preparándonos para el gran evento Ese día nos preparábamos para hacer un gran evento en el casino, el cual llevábamos organizando hace bastante tiempo atrás con los oficiales de la Gobernación Marítima de Castro, de la ex “Cirujano Videla” y de la LPC “Grumete Díaz”, destacando que a dicho evento asistiría un selecto grupo de amigas locales a quienes habíamos conocido hace un tiempo atrás y que por supuesto había mucho interés en su concurrencia.Recuerdo que pusimos una cuota de diez mil pesos por persona, lo cual para la época era un * Capitán de Corbeta. Una narración basada en hechos reales ocurridos en el año 1999 durante el desempeño del autor como Comandante de la LPC “Grumete Salinas” con puerto base en Castro, Chiloé. REVISMAR 5 /2015 95 monto bastante alto, sin embargo no fue problema para nadie, en atención a que queríamos que el evento fuera realmente bueno y que no faltara nada; y por supuesto, de alguna manera, poder impresionar a las “chiporras” que venían.Ya con los recursos necesarios recolectados, nos dividimos las responsabilidades y partimos al supermercado “Becker” a comprar todos los comestibles y naturalmente los bebestibles, considerando al menos tres botellas de ron “Bacardi Limón”, el cual era muy apetecido por todos y había llegado recién a la ciudad de Castro. De regreso con las compras en el casino, miraba continuamente mi reloj. Quería que todo estuviera perfecto y que llegaran las invitadas, especialmente una, de nombre María Ángeles que era española y que me gustaba mucho. Recuerdo que sentí entre nerviosismo y ansiedad, y por supuesto que se me notaba mucho, tanto que mi carreta, el Subteniente Claudio Aguirre, me comentó que estuviera tranquilo y que ya iban a llegar.Finalmente, todo perfecto, la comida lista, el hielo y los vasos listos para el mejor ron Bacardi Limón de Castro, todos muy bien vestidos y con el mejor perfume y esperando solamente la llegada de las invitadas, cuando de pronto suena mi teléfono. Era el oficial de servicio de la Gobernación Marítima quien me comenta: “Hay que evacuar a una persona en Quellón, alístese para zarpar de emergencia.” Murphy al ataque ¡No lo podía creer! Intenté buscar soluciones alternativas, con lanchas locales, con medios alternativos, incluso con Carabineros para que hicieran la evacuación, sin embargo, todo se fue al “chute” cuando recibí un nuevo llamado del oficial de servicio quien me informó que la persona que tenía que rescatar se encontraba en la localidad de Inío, un pequeño poblado al sur de la isla de Chiloé, sin acceso terrestre y que por su único canal de acceso, era imposible enviar a otro buque por restricciones de calado, considerando a la vez, que el helicóptero no se encontraba disponible. La frustración se agudizó, la rabia aumentó y sólo me quedaba la esperanza de que la noticia fuera una broma de mal gusto de los oficiales. En ese momento, le informé a mi segundo comandante quien reaccionó igual que yo y me dijo: “Mi comandante, y,¿hay algo que podamos hacer para sacarnos esta chiflota?” ante lo cual mi respuesta fue instantánea: “¡No!, al parecer Murphy nos atacó por la espalda.” En ese momento, subimos a nuestros respectivos camarotes, nos pusimos el buzo de combate y luego nos despedimos de nuestros carretas quienes con una irónica sonrisa y sarcásticas bromas, nos desearon buena mar, destacando que uno de ellos, antes que saliera de la puerta me gritó: “¡Tranquilo carreta, yo te cuido a la española!”. Mi rabia y frustración llegaron a su máxima expresión. No había nada que hacer, ante lo cual subimos al auto y partimos a la Gobernación Marítima. Recuerdo que ya avanzadas un par de cuadras, miré por el retrovisor del auto y pude ver en la lejanía a un grupo de mujeres en la puerta del casino. ¡Habían llegado justo después de nuestra partida! Al llegar a la Gobernación, nos embarcamos rápidamente y mientras realizábamos faena de combustible y agua, el oficial de servicio, el Teniente 2º LT Cristián Astorga me comentó que mi misión era evacuar a una persona que se encontraba en Inío con un problema médico, PÁGINA DE MARINA: Una enseñanza para toda la vida... nCiudad de Castro, Isla de Chiloé. 96 para lo cual era necesario que embarcara adicionalmente a personal médico y enfermero del ex “Cirujano Videla”. En ese momento pensé que aún podría ser una broma de parte de los oficiales y mis aún latentes sentimientos de rabia y frustración no me querían convencer de que lo que estaba pasando era real, sin embargo, todo se aclaró cuando al cabo de unos minutos mi segundo comandante me informa que había llegado el personal médico para embarcarse. Irónicamente sólo me pude imaginar todo el despliegue naval para evacuar seguramente a un abuelito que había tomado unas cervezas de más y se había caído en el bar del pueblo… Mi segundo comandante me informa que está todo listo para el zarpe y, con una voz resignada y frustrada le comento: “¡Remo Segundo, larga todo! ¡Nos vamos!”. ¡Era un hecho!,habíamos zarpado desde Castro con rumbo a Inío. Sólo podía pensar en el evento que nos habíamos perdido y no podía dejar de imaginarme a esa linda española rodeada de mis carretas siendo totalmente “embolada”. ¡Sería todo!, pensé… La navegación fue inicialmente tranquila, pasando por los canales Lemuy y Yal para luego ingresar al Golfo Corcovado y continuar directo a Quellón y posteriormente a Inío. Recuerdo que durante la tarde mientras cruzábamos el Golfo, le comenté lo sucedido a parte de mi dotación y al personal médico. No hubo comentario, asumo que todos ese día tenían algún compromiso similar, y al cabo de unos minutos mi ingeniero de cargo, el S2º (Mc.El.) Luis Navia Sandoval me comentó sonriendo: “Mi comandante, ¡todo es por algo! y si a la chiporra española se la embolan, no era para Ud. No trate de forjar el destino que la Marina le puso hoy”. Tal vez en ese momento, esas palabras no influyeron mucho en mi aún viva frustración, pero sí fueron un consuelo inmediato. Ya próximos al arribo a Inío, calculamos la plea mar para poder hacer ingreso por el canal de acceso. No teníamos mucho tiempo, sólo 2 horas para ejecutar la evacuación de la persona (según yo, un abuelito curado con cerveza). Las condiciones de mar no eran buenas, destacando que para ingresar a dicho canal era necesario encarar el Guafo, para luego navegar con una sonda pareja de cinco metros de profundidad y con una ola atravesada de aproximadamente 3 metros, todo lo anterior a máxima velocidad disponible (21 nudos) debido a la emergencia y horarios de la plea. Lo anterior asustó bastante al personal médico a bordo, que incluso me hicieron comentarios para evaluar si realmente podíamos llegar a la locación, recibiendo como respuesta de mi parte que no se preocuparan que faltaba poco. Finalmente logramos hacer ingreso por el canal y mientras fondeaba la lancha, el equipo médico se alistó para desembarcar vía bote de goma. Recuerdo que antes de desembarcar, le hice el siguiente comentario al médico: “Oiga Doc., ¡traiga al abuelito rápido no más!”, ante lo cual sonrió y procedió a desembarcar. Las sorpresas no terminan No pasó más de una hora cuando nos solicitaron ir a buscarlos a la playa. Cuando llegaron a bordo de regreso, no lo podía creer. Venían con una mujer de unos 30 años, con 38 semanas de embarazo, con síntomas de parto y posibles complicaciones por ser diabética. En ese momento sólo se me vino a la cabeza zarpar inmediatamente e intentar llegar a Quellón lo antes posible. Recuerdo que entre los ocho tripulantes de mi dotación la ayudamos a embarcar por la única escala de tojino a popa, con el temor que pudiera adelantarse el parto producto de algún esfuerzo que hiciera. Afortunadamente todo salió bien y la llevamos a mi cama, lugar en donde se instaló el equipo médico, objeto prepararse para un posible parto. Zarpamos de emergencia, y a máxima velocidad disponible logramos salir del canal, para luego realizar la misma ruta de regreso. Le dispuse a mi segundo comandante tomar el control de la navegación y me establecí en mi camarote para apoyar en lo que fuese necesario. Recuerdo que al ver a la mujer, pude imaginarme un parto natural a bordo de mi lancha y ¡más encima en mi cama! ¡Algo inédito para mi historial! pensé… De pronto la mujer comenzó a gritar de dolor y mientras el personal médico le suministraba calmantes y se preparaba para un posible parto, sólo atiné a tomarle la mano derecha y decirle: “No te preocupes, estás en buenas manos y todo 97 saldrá bien”, ante lo cual abrió sus ojos, me miró fijamente y me sonrió. Creo que ese acto, sumado al momento y a la adrenalina que podíamos sentir todos los que nos encontrábamos en ese lugar, me hizo entender la importancia de la misión que me habían dado, la responsabilidad que tenía en mis manos y que no podía fallar. Todos mis sentimientos de frustración y rabia se esfumaron en ese momento. Sólo faltaban 40 minutos para el arribo a Quellón cuando nos dimos cuenta que al parecer había roto la bolsa y estaba sangrando, ante lo cual comenzó el trabajo de parto. El personal médico había intentado preparar el lugar como mejor se podía, sin embargo había serios riesgos y no contábamos con el equipamiento necesario para un parto. En ese momento, la mujer comenzó nuevamente a gritar y tomándole la mano le dije: “No te preocupes, ellos saben lo que hacen y todo saldrá bien, ya falta poco para llegar”, por lo que nuevamente me miró y sonrió.Los segundos se transformaron en horas y la espera fue agotadora, hasta que finalmente mi segundo comandante informó que estábamos entrando a Quellón y que podía ver una ambulancia en el muelle. Efectuamos la maniobra de atraque y entre toda la dotación, más el equipo médico, pudimos desembarcar a la mujer, quien afortunadamente había aguantado su parto hasta llegar. Recuerdo que una vez se fue la ambulancia del muelle, nos juntamos en la toldilla de la lancha y nos abrazamos todos, exclamando “¡Misión cumplida!”. La satisfacción del deber cumplido Durante el viaje de regreso a Castro, no podía dejar de pensar en lo que habíamos hecho y tuve un sentimiento de plena satisfacción y alegría por el deber cumplido. Lo que había pasado, era una experiencia increíble y recuerdo que di gracias a Dios por haber permitido que todo saliera bien. Ese día había aprendido una lección de vida y sin lugar a dudas pude darme cuenta de lo insignificante que habían sido mis sentimientos negativos en comparación con lo que ahora había ganado. Dos meses después de lo acontecido, recibí un llamado de la guardia de la Gobernación Marítima que tenía una visita. Extrañado fui a ver quién era y me encontré con la mujer y su hijo en brazos. Me dio un fuerte abrazo, me mostró a su hijo y me dijo: “Quise venir en persona a mostrarle a mi hijo. Sin su ayuda, él no estaría aquí…” y me dio un paquete con unos chocolates caseros que ella había hecho. Me sentí totalmente feliz y regresé a mi lancha a contarles lo sucedido a mi dotación y compartir los ricos chocolates caseros. Fue una sensación plena, completa e intensa que estoy seguro que en muy pocas ocasiones, alguien puede vivir y sentir. Dos años más tarde, me casé con la “española”. PÁGINA DE MARINA: Una enseñanza para toda la vida... * * * REVISMAR 5 /2015

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