Revista de Marina
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Transición energética y cambios geopolíticos - necesidad de una estrategia general

  • ANDRÉS VARELA RUÍZ

Por ANDRÉS VARELA RUÍZ

  • Fecha de recepción: 19/06/2023
  • Fecha de publicación: 29/02/2024. Visto 714 veces.
  • Resumen:

    El progreso y el poder de las naciones depende, entre otros aspectos, del nivel de acceso y control de las fuentes y flujos de energía. La crisis climática está obligando al mundo a transitar hacia el empleo de energías más limpias, lo que inevitablemente implicará cambios geopolíticos. Chile posee claras ventajas para ser un actor destacado en la transición energética, pero: ¿contamos con una estrategia amplia que explote las oportunidades y mitigue los riesgos?

  • Palabras clave: energía, geopolítica, Geopolítica, Energía, transición.
  • Abstract:

    The development and strength of nations rely, among other things, on the level of access and control of energy sources. The global climate crisis is forcing nations to shift towards the use of cleaner energies, which will necessarily result in geopolitical adjustments. Chile has distinct advantages to be a prominent player in the energy transition, but do we have a comprehensive strategy to exploit the opportunities and minimize the risks?

  • Keywords: Geopolitics, Energy, transition, geopolitics.

El nacimiento y desarrollo de las civilizaciones ha estado invariablemente unido a la facultad del hombre para innovar en los medios para transformar la energía en calor, luz y movimiento; cualidad que ha servido de base potenciadora del progreso material de la humanidad, y que además ha sido causa de importantes cambios políticos, sociales, económicos.

Según el cientista político Vaclav Smil, tanto la evolución del hombre prehistórico como el curso de la historia pueden ser vistos, en cierta dimensión, como la búsqueda por controlar cada vez mayores fuentes y flujos de formas más concentradas y versátiles de energía, para luego convertirlas de la manera más eficiente posible1; o lo que es lo mismo: convertir, de manera óptima, energías primarias (biomasa, combustibles fósiles, minerales radioactivos, fuentes renovables) en energías secundarias (electricidad, calor, derivados), hasta alcanzar la producción de energías útiles como calor, luz y movimiento.

El reemplazo del empleo de cierta fuente de energía primaria por otra recibe el nombre de transición energética. En un principio, el fuego obtenido de la madera fue utilizado en fogatas, hornos y fundiciones, transformando energía química en energía térmica, permitiendo así cocinar alimentos, calefaccionar lugares o fundir metales para fabricar herramientas. Con la sustitución de la madera por el carbón mineral se produce la primera transición energética de la historia. Desde ese momento, y con la posterior incorporación del petróleo y el gas natural, la combustión de combustibles fósiles permitió convertir energía térmica en energía mecánica, a través del empleo de calderas de vapor, motores de combustión interna y turbinas a gas. Finalmente, con el uso de la energía cinética del agua y la fisión nuclear, se concretan las transiciones energéticas previas a la etapa en curso: la transición hacia una matriz basada mayoritariamente en energías renovables.

Independientemente de cualquier discusión teórica relativa a las causas del cambio climático, 196 Estados ya hicieron propia la tesis que asocia el calentamiento global a la emisión de gases de efecto invernadero (CO2), provocados principalmente por el uso de combustibles fósiles. En noviembre de 2016, tras la realización de la Conferencia de las Partes versión 21 (COP 21), entró en vigencia el Acuerdo de Paris, tratado internacional sobre el cambio climático, jurídicamente vinculante y que tiene como propósito limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2 °C, preferiblemente a 1,5 °C, en comparación con los niveles preindustriales2. La meta consiste en alcanzar el año 2050 la carbono neutralidad, objetivo acordado en la COP 26 (Glasgow, noviembre 2021). Tal acción requiere cambiar drásticamente la composición de la actual matriz energética mundial, bajando de un actual 79% de empleo de combustibles fósiles, a un 16% en 2050; mientras que el uso de energías renovables debe aumentar de un 16% a un 77% en el mismo período3. Todo lo anterior no es inocuo en el contexto del orden mundial.

Transición energética y cambios geopolíticos

Como se mencionó, la amenaza del cambio climático exige como respuesta una transición desde una matriz energética mundial basada mayoritariamente en combustibles fósiles, hacia una más balanceada, en la cual las fuentes de energías renovables constituyan un aporte relevante para la carbono neutralidad. A su vez, es altamente probable que una transición energética como la actual tenga implicancias geopolíticas que tensionen y redibujen muchos elementos del sistema internacional. ¿Una prueba de ello?, basta quizás una rápida ojeada a lo que declara el primer párrafo de la parte 1 de la Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, publicada en octubre de 2022:

“Nos encontramos hoy en el comienzo de una década decisiva para América (EE.UU.) y el mundo. Los términos de la competencia geopolítica entre los mayores poderes serán establecidos. La ventana de oportunidad para lidiar con amenazas compartidas, tales como el cambio climático, se estrecharán drásticamente. Las acciones que adoptemos ahora determinarán si este período es conocido como una época de conflicto o desorden, o bien como el comienzo de un más estable y próspero futuro"4.

Estas líneas sintetizan de buena manera el contorno dentro del cual los diferentes Estados tendrán que accionar y desplegar sus estrategias en pos de alcanzar sus intereses nacionales. En este sentido, el texto continúa con la identificación de dos desafíos estratégicos principales para los Estados Unidos. El primero se explicita en clave de competencia; en términos del reconocimiento de una disputa en curso –tras el término definitivo de la era post Guerra Fría- por parte de las principales potencias por lograr que su liderazgo internacional y visión de mundo prevalezcan. El segundo reto, en cambio, tiene que ver con la existencia de desafíos compartidos por todas las naciones, tales como: la inseguridad alimentaria, pandemias, terrorismo, escasez energética, inflación económica o cambio climático. Es precisamente esta última amenaza la que fija el marco de la competencia por obtener ventajas en un mundo que se ve obligado a redefinir tanto las fuentes y flujos de energía necesarias para su crecimiento, como, por cierto, las tecnologías que hagan realidad el empleo de éstas, de forma cada vez más eficiente.

De acuerdo a lo indicado por Meghan O‘Sullivan, directora del proyecto de Geopolítica de la Energía de la Harvard Kennedy School, esta transición energética, a diferencia de las anteriores, será mucho más disruptiva y compleja, por cuanto se requerirá disminuir el empleo de combustibles fósiles mucho más allá de lo económicamente aceptable5. En el caso del paso del empleo del carbón vegetal al carbón mineral, y de éste último al petróleo ó al gas, e incluso a la energía nuclear, el estímulo subyacente que estuvo siempre detrás del cambio se puede atribuir al espíritu innovador del hombre, al conflicto o, en último término, a la motivación de ganancias económicas; en definitiva, no existía una restricción de mayor jerarquía clara que condicionara el desarrollo libre y espontáneo de un sistema energético.

De manera distinta, la transición hacia una matriz carbono neutral encuentra su raíz en una necesidad urgente y prioritaria: combatir una crisis climática que amenaza con graves consecuencias para el planeta y su población. Si las transiciones energéticas previas fueron en su mayoría movidas por el impulso de las fuerzas espontáneas y descentralizadas del mercado, en esta oportunidad la naturaleza del problema parece exigir que las eventuales soluciones sean dirigidas, en ciertos aspectos, por los Estados, de manera preeminentemente política, lo que incluso implicaría adoptar medidas coercitivas. (como el rol adoptado por los Estados en el control de la pandemia del COVID-19). Lo anterior en ningún caso significaría restringir o coartar el libre intercambio de bienes energéticos, sino por el contrario, debería consistir en conducir u orientar, desde la acción política interna y externa, una estrategia óptima que cree los estímulos para el reemplazo de fuentes de energía contaminantes, de manera de alcanzar un doble objetivo: consolidar una matriz energética interna balanceada, que satisfaga de manera combinada las necesidades de crecimiento productivo y urgencia climática, y a su vez, el mantener o incluso aumentar el nivel de influencia geopolítica al interior del sistema internacional. En conjugar estos dos propósitos radica precisamente la complejidad del asunto, ya que paradójicamente las naciones –como nunca- se ven obligadas a competir y colaborar al mismo tiempo.

Sistema internacional y sistema energético mundial

Para entender ahora, con mayor profundidad el cómo la transición energética tiene implicancias relevantes en la arena geopolítica, conviene adoptar un enfoque sistémico; precisamente porque el cruce de ambos conceptos (geopolítica y energía) se encuentra contenido en la superposición de dos sistemas: el sistema internacional y el sistema energético mundial, siendo este último constitutivo del primero.

De acuerdo a Paul Wilkinson, cientista político británico y autor del libro International Relations: A Very Short Introduction, es muy difícil encontrar una sola teoría que explique y sistematice de manera efectiva y definitiva la compleja realidad de las relaciones internacionales6. Existe un determinado número de proposiciones especulativas de distintos matices, las que variarán unas de otras según el carácter optimista (institucionalismo liberal) o pesimista (realismo) con que se observe tanto la estructura del sistema internacional como las relaciones entre los actores a su interior. No cabe duda que la complejidad de la realidad internacional se presenta de manera polisémica, lo que hace razonable aceptar que una u otra teoría cubren aspectos que la otra no alcanza a explicar; o bien que ambas se superpongan en determinadas áreas; sin embargo, ante la evidencia de los muy tímidos progresos registrados en el cumplimiento de los acuerdos sostenidos por los países para lograr la carbono neutralidad al año 2050, es posible inferir que la transición energética presenta, hasta ahora, mayores rasgos de competencia que de colaboración. En tal situación resulta más apropiado describir y entender el sistema internacional bajo el prisma de la teoría realista moderna, la que en términos muy gruesos sostiene que el Estado Soberano es la unidad básica del sistema internacional y que se relaciona con los demás Estados ya sea por intereses comunes (sistemas de alianzas políticas, militares o económicas), o bien a través del conflicto debido a intereses contrapuestos7.

Por su parte, el sistema energético mundial es un conjunto de elementos de naturaleza socio-técnica, que se relacionan entre si para, de manera conjunta, permitir que la energía, en cualquiera de sus formas, sea entregada a los usuarios finales8. Es un sistema complejo en el que participan no sólo los Estados sino un amplio espectro de actores tales como empresas transnacionales, organizaciones no gubernamentales, movimientos ambientalistas, sindicatos y organizaciones con intereses a nivel regional y local. Las principales actividades que se realizan a su interior son: el transporte, el desarrollo de infraestructura y la prospección. A nivel de naciones, las relaciones entre los países se determinan según la dependencia, interdependencia o independencia de fuentes de energías primarias y/o secundarias, siendo la independencia siempre la condición más buscada por los Estados, en atención a las mayores ventajas geopolíticas que otorga (sin soslayar que la relación de interdependencia es la que mayormente aporta a la complejidad geopolítica. Un buen ejemplo a analizar son las dificultades -de lado y lado- que han sufrido los países exportadores e importadores de energía involucrados en la guerra Rusia – Ucrania).

Un sistema energético se desarrolla en cuatro etapas. La primera es la fase formativa en la cual no existe claridad respecto a si una idea o invención prosperará, ya que el camino a recorrer dependerá de múltiples variables inciertas, de orden técnico, económico, institucional o político. La segunda fase se centra en la replicación y proliferación de sistemas en base a la transferencia tecnológica, es decir, a que múltiples sistemas puedan emular a los originales, en distintas zonas geográficas. La tercera fase corresponde a la etapa de crecimiento y expansión; el período en que todo el sistema queda integrado mediante sistemas de transporte de larga distancia. La última fase es cuando el sistema ha madurado y alcanzando una incontenible inercia, debido al nivel de involucramiento de éste en funciones políticas, económicas y sociales; a tal punto, que se torna difícil imaginar un mundo sin él9. Por la relevancia que ocupa el sistema energético mundial dentro del sistema internacional, es posible hablar de una geopolítica de la energía, usualmente definida como el impacto de los flujos de energía sobre el poder e influencia de las naciones10.

El actual sistema energético se encuentra plenamente maduro; para ello han transcurrido casi 200 años. El ambicioso desafío actual es transformarlo radicalmente en un lapso no mayor a 35 años (Acuerdo de Paris 2015; NetZero 2050). Es una empresa mayúscula, la cual abre escenarios extremadamente exigentes para el orden internacional. La posibilidad de alcanzar la carbono neutralidad en 2050 aun no se puede asegurar y, de acuerdo al poco avance en materia de medidas adoptadas, es probable que la meta de reducir a cero la huella de carbono se pudiese lograr bien pasada esa fecha. De acuerdo a O‘Sullivan esta transición energética reconfigurará el sistema energético mundial y recalibrará la economía global, tensionando las relaciones internacionales; por lo tanto, se requiere que esta compleja realidad de cambio sea incorporada en los procesos de planeamiento de políticas públicas; más específicamente, a juicio propio, en una política de seguridad nacional –aspecto a tratar más adelante-.

Algunos de los cambios geopolíticos más significativos que se pueden pronosticar debido a la transición energética, son:

O    Pérdida de poder en el orden internacional de los Estados productores de petróleo y gas. Sin embargo, aquellos pocos que logren ser eficientes y controlen sus costos de producción podrán incluso mejorar su posición de poder, en atención a que suplirán la proporción de combustibles fósiles de la nueva matriz energética (Rusia, países de la OPEC)11.

O    Mayor influencia geopolítica de países con mayores ventajas para la producción de energías limpias, o bien que sean poseedores de las materias primas necesarias para la transición, en atención a que para alcanzar la carbono neutralidad se requiere el aumento sustancial de la generación de energía eólica y solar; además de la mayor electrificación de las fuentes secundarias de energía. Así, el aumento del poder geopolítico se sustenta tanto en el mayor retorno económico para los países dueños de reservas de materias primas necesaria para la producción de energías limpias, o bien en la potencial capacidad de control de las cadenas de suministros de citados commodities12.

Una estrategia general para la transición energética

La realidad de la crisis climática se presenta para Chile de manera ambivalente. Por una parte, nuestro país es altamente vulnerable frente al cambio climático13; propenso a sufrir sequías, desertificaciones y desastres naturales (efectos ya palpables). Por otra parte, las medidas y cambios que apuntan hacia la reducción mundial de las emisiones de carbono, potencialmente pueden favorecer a que Chile se convierta en un actor relevante en la construcción de la nueva matriz energética, otorgándole una posición ventajosa en materia económica y geopolítica.

Nuestra condición geográfica nos permite disponer de una importante cantidad de energías renovables (solar, eólica, geotérmica, mareomotriz) necesarias tanto para la producción de energía eléctrica, como también para la producción limpia de combustibles no contaminantes como es el caso del hidrógeno verde. Asimismo, Chile posee las mayores reservas de cobre del mundo14 y se ubica tercero en reservas de litio, después de Bolivia y Argentina, respectivamente15. El cobre es clave dentro del proceso de electrificación de la matriz energética, mientras que el litio es, hasta hoy, la principal materia prima para la fabricación de baterías de automóviles eléctricos.

Los vientos de cambio geopolítico producidos por la transición energética parecen estar soplando a favor de Chile, pudiendo potencialmente dejarlo en una posición favorable dentro del sistema mundial. Se presenta por la proa un desafío que se visualiza particularmente complejo, el que alberga oportunidades y amenazas. El aprovechar las primeras y evadir o mitigar las segundas es lo mínimo esperable para conseguir el éxito en la tarea, pero ¿contamos con algún medio que nos permita integrar las numerosas y complejas variables presentes en este problema, para así hilvanar una estrategia que proporcione soluciones coherentes y alineadas con nuestros intereses nacionales?

Podríamos enumerar una serie de estrategias o políticas nacionales actualmente vigentes que, orientadas por los objetivos políticos actuales o permanentes del Estado, contribuyen a sistematizar la acción tras la búsqueda de los intereses nacionales. Publicaciones tan diversas como la Política Antártica Nacional, la Política Nacional de Defensa o la Estrategia Nacional del Hidrógeno Verde son un buen ejemplo de ello; sin embargo, es legítimo preguntarse si todos estos necesarios esfuerzos sectoriales son suficientes para afrontar de manera óptima las oportunidades y amenazas que yacen en el camino hacia el logro de los objetivos nacionales; si realmente son capaces de confrontar fenómenos complejos en un mundo globalizado, tal como es el caso de la transición energética y sus consecuencias geopolíticas. A juicio propio, si bien cada una de las políticas y estrategias que el Estado despliega -en sus distintos niveles- abordan los desafíos futuros, no existe aún en nuestra institucionalidad política una instancia que posea la facultad de elaborar una estrategia amplia o general, mediante la convocatoria de los instrumentos del poder nacional, en un solo estamento.

La experiencia comparada indica que asuntos de tanta relevancia estratégica como lo son la seguridad y transición energética –entre otros-, han sido plenamente incorporados en estrategias o políticas que emplean un enfoque holístico frente a los desafíos que deben afrontar los Estados. La National Security Strategy que periódicamente publica el ejecutivo norteamericano, o el notable caso del documento Global Britain in a Competitive Age: The Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy, publicado por el gobierno de Boris Johnson en 2021, los que explícitamente prescriben las orientaciones estratégicas que han de  articularse en los campos de la seguridad, la defensa, el desarrollo y las relaciones exteriores, son dos excelentes ejemplos de la aplicabilidad de un instrumento de nivel político, en el cual se explote el pensamiento estratégico como una metodología consistente y formal, útil para guiar el devenir de la nación.

Una primera aproximación en Chile hacia la creación de una estrategia de seguridad ampliada fue la presentación, por parte del ejecutivo, de la Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa (ENSyD) el año 2012, la que no tuvo mayor aceptación política, probablemente debido al paralelismo propuesto entre los conceptos de seguridad y defensa16. Hoy parece propicio y prioritario reinstalar la discusión y retomar el impulso de la formulación de una estrategia nacional ampliada, la que eventualmente podría tomar cuerpo en una Estrategia de Seguridad Nacional, toda vez que el escenario mundial se torna particularmente incierto, pero a la vez sembrado de oportunidades para Chile.  El grado de conocimiento que en estas materias poseen las academias de guerra y centros de estudios estratégicos del área de la defensa, en alianza con centros de estudios de la misma índole, ya sean estos universitarios o privados, representa un potencial enorme para avanzar sinérgicamente hacia la consolidación de una cultura estratégica que contribuya decididamente al progreso del país.

Bibliografía

  1. Armada de Chile (2009). Doctrina Marítima: El Poder Marítimo Nacional.
  2. Biblioteca del Congreso Nacional. (2012). La Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa. www. Bcn.cl.
  3. Climate Change (2022): Impacts, Adaptation and Vulnerability. (s.f.). IPCC — Intergovernmental Panel on Climate Change. https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/
  4. Copper reserves worldwide by country 2022 | Statista. (2022). Statista. https://www.statista.com/statistics/273637/copper-reserves-by-country/
  5. El Acuerdo de Paris. (2015). https://unfccc.int/es/acerca-de-las-ndc/el-acuerdo-de-paris
  6. Gallardo, Marjorie & Faundes, Cristián. (2014). ¿Qué es el Pensamiento Estratégico? Escenarios Actuales. 19. 7.
  7. Government, H. (2021). Global Britain in a Competitive age, The Integrated Review of Security, Defence, Development and Foreign Policy. London.
  8. Högselius, P. (2018). Energy and Geopolitics. Taylor & Francis Group.
  9. IRENA (2022), World Energy Transitions Outlook 2022: 1.5°C Pathway, International Renewable Energy Agency, Abu Dhabi. (s.f.). https://www.irena.org/-/media/Files/IRENA/Agency/Publication/2022/Mar/IRENA_World_Energy_Transitions_Outlook_2022.pdf?rev=6ff451981b0948c6894546661c6658a1.
  10. National Security Strategy. (2022). The White House. https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2022/11/8-November-Combined-PDF-for-Upload.pdf, pág. 6.
  11. Romero, F. (2019). Chile necesita una Estrategia de Seguridad Nacional. Revista de Marina, Volumen 135, Número 963.
  12. Smil, V. (2018). Energy and civilization: A history. MIT Press.
  13. The Economist. (2018). Clean power is shaking up the global geopolitics of energy. https://www.economist.com/special-report/2018/03/15/clean-power-is-shaking-up-the-global-geopolitics-of-energy
  14. The Geopolitical Implications of the Energy Transition | IIEA. (2021, 14 de diciembre). IIEA. https://www.iiea.com/blog/the-geopolitical-implications-of-the-energy-transition
  15. Top six countries with the largest lithium reserves in the world. (s.f.). Home - NS Energy. https://www.nsenergybusiness.com/features/six-largest-lithium-reserves-world/
  16. Wilkinson, P. (2007). International Relations: A Very Short Introduction. Oxford University.

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