El reciente conflicto entre Armenia y Azerbaiyán tiene dos interesantes aristas. La primera se refiere a las lecciones que deja el uso masivo de drones en el campo táctico y sus implicancias en el diseño de la guerra antiaérea y movimiento de divisiones blindadas y acorazadas; la segunda arista, escala al plano político, donde la disputa por la siempre convulsionada región del Cáucaso parece estar evidenciando las intenciones expansivas de una Turquía cada vez más consciente de su poder.
The recent conflict between Armenia and Azerbaijan has two aspects of interest. The first one relates to the lessons learned from the massive use of drones in the tactical field and its implications in the design of anti-air warfare and the mobility of armored divisions. The second concerns the political level, where the dispute over the constantly troubled Caucasus region seems to be revealing Turkey´s expansionist intentions, who is increasingly mindful of its military strength.
La región de este conflicto tiene un complejo ordenamiento geopolítico, tan propio del Cáucaso, puente entre Oriente y Occidente.
Nagorno-Karabaj es un territorio de etnia armenia, que en 1923 Moscú reconoció como un óblast autónomo dentro del Azerbaiyán soviético, generando un enclave de complejas consecuencias que junto a Najicheván, pasarían a ser otro de los conflictos congelados que cumplen el propósito de mantener un nivel de control sobre lo que Rusia reconoce como su exterior próximo, solo que esta vez el resultado podría no servir a esa lógica rusa.
Ambos actores adquirieron su independencia tras la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991. La desaparición del fuerte poder supervisor soviético desató el conflicto étnico-territorial, que venía incrementando su nivel de violencia desde el año 1988, exacerbado por las marcadas diferencias culturales y religiosas entre ambos contendores.
El largo y sangriento conflicto, que terminó en 1994 con una indiscutible victoria armenia, llevó a que la represalia 27 años después se materializara en una rápida y aplastante derrota azerí que supo usar la ventaja tecnológica y la ayuda que le ofreció su más cercano y potente aliado, donde la transferencia tecnológica y operacional en el uso de drones tuvo una especial relevancia y se le atribuye ser la causa principal de su victoria.
Si bien el empleo de drones armados no es algo nuevo, la disminución de costos y barreras para su adquisición y la incorporación profusa de esta tecnología en un conflicto convencional, con contendores de un cierto balance como potencias medianas, hacen interesante su análisis como potencial mejora a las capacidades estratégicas de la defensa nacional.
o Armenia
Cultural y políticamente, el pueblo armenio se identifica con Europa. Su ubicación geográfica en la región del Cáucaso, convulsionada frontera entre Oriente y Occidente, lo han llevado a ser integrado a los dominios de los imperios Romano, Bizantino, Árabe, Persa, Otomano y, finalmente, a la URSS en 1920. Armenia es un Estado soberano desde que se separó de una agonizante Unión Soviética en 1991.
Armenia es una férrea unidad étnica (Factbook, 2020), con una marcada identidad nacional en torno a la religión. Fue la primera nación en adoptar formalmente el cristianismo en el siglo IV , hecho del que se sienten particularmente orgullosos y les da un cierto sentido de protectores de la fe en su región; así, la religión es uno de los principales factores en la cercanía que existe entre Armenia y Rusia, como bastiones del cristianismo en una región eminentemente musulmana.
o Azerbaiyán
Azerbaiyán es un Estado secular, de lazos étnicos y religiosos con Turquía, donde la mayoría de su población es musulmana de la rama chiita, lo que también lo acerca a Irán.
Durante el siglo XIX formó parte del imperio ruso (Ternicien, 2020). Tras la caída de ese imperio, Azerbaiyán disfrutó de una breve independencia, siendo anexado a la URSS en 1920. En medio de disturbios internos, propio de Estados en formación, declara su independencia en 1991. Esa misma agitación social despertó los nacionalismos postergados, incitando el conflicto de Nagorno-Karabaj, situación que se había mantenido en segundo plano en la era soviética.
A contar de su independencia, Azerbaiyán tomó el control de su potente industria petrolera, base de su economía. Sin embargo, es a contar de 1994, con la firma de acuerdos con grandes compañías especializadas, que este sector genera un importante y sostenido crecimiento del PIB.
o El Alto Karabaj
Durante el período soviético, la entonces República Socialista Soviética de Azerbaiyán, con el apoyo de Turquía, reclamó al poder central se le entregue la soberanía sobre el Alto Karabaj, poblado mayoritariamente por armenios (Ternicien, 2020). Rusia, buscando atraer a Turquía a su esfera de influencia, accedió a esta petición; sin embargo, en 1923, ya constituido el enclave armenio, Moscú otorgó a Nagorno-Karabaj la condición de óblast autónomo dentro de Azerbaiyán.
La pax soviética mantuvo controladas las aspiraciones nacionalistas del Alto Karabaj; sin embargo, hacia el final de los años 80, del siglo XX, el enclave anunció sus intenciones de independencia, iniciándose una escalada violenta contra Azerbaiyán a la que se unió Armenia una vez libre del yugo soviético, enfrentándose ahora ambos Estados en un largo y sangriento conflicto, con más de 30.000 muertos y cientos de miles de refugiados (Ternicien, 2020).
Ambas partes equiparon sus nacientes ejércitos nacionales con los restos del desbande militar soviético. En esos caóticos tiempos, el mercado negro proveyó desde fusiles hasta tanques en gran cantidad para ambos bandos. Sin embargo, a contar del año 1993, Rusia apoyó decididamente a Armenia, con equipamiento, instrucción y asesoría, lo que inclinó la balanza de fuerzas a favor de ese país.
Con la mediación de Moscú, en 1994 las partes firman un cese al fuego que resolvió parcialmente el conflicto, en lo que se ha considerado una completa victoria de las fuerzas armenias, aun cuando tenía un ejército menos numeroso pero notablemente mejor entrenado, equipado y guiado, en un conflicto que mezcló enfrentamientos con ejércitos regulares o milicias de escaso valer militar. Esta victoria dio pie al nacimiento de la no reconocida República de Artsaj (Mankoff, 2020) y dejó los territorios azerbaiyanos que la circundan bajo control armenio.
Con la tregua pactada en 1994, la región vivió en una tensa calma, salpicada de incidentes que fueron juntando presión sin que existiera una mediación efectiva que la liberara. Después de años de negociaciones, y frente a lo que puede interpretarse como la intransigencia de Artsaj por la arrogancia del vencedor, las partes no logran una posición aceptable para todos. Esto y los pogromos de ambos lados, ocurridos entre 1988 y 1992, fomentaron una opinión publica ávida de revancha.
Teniendo el claro objetivo de recuperar el control sobre la totalidad de su territorio, el ejército azerí efectuó un plan de modernización y actualización tecnológica, con una fuerte inversión respaldada por la bonanza de precios en el sector energético.
Así, Azerbaiyán desarrolló unas fuerzas armadas modernas, bien equipadas y entrenadas por sus aliados turcos y con tecnología israelí, muy superior a su contraparte armenia que, por el contrario, no efectuó las necesarias inversiones ni en tecnología ni en inteligencia que le permitieran conservar lo tan caramente ganado en la pasada guerra (Marín Delgado, 2021).
Las acciones militares se iniciaron en septiembre de 2020 y, tras sólo 44 días de enfrentamientos, Azerbaiyán logró una aplastante victoria de las que se pueden obtener numerosas lecciones aplicables a la guerra moderna, especialmente en el uso de drones, a los que se les atribuye ser la principal causa de la victoria azerí (Robin, 2020). La rápida integración de estos sistemas a la doctrina del ejército de Azerbaiyán, en lo técnico y operacional, permitió un uso masivo de esta arma que produjo un enorme costo en vidas, tanques, blindados y demás material militar desplegado por las fuerzas armenias.
Sin embargo, debe tenerse presente que este éxito tiene dos caras; en primer lugar, las características propias del drone, entendidas como su furtividad, letalidad, autonomía, flexibilidad operativa y bajo costo, lo que permitió a las fuerzas azeríes un uso extensivo de estos sistemas. Por otro lado, la obsolescencia general de los sistemas de defensa aérea armenios, con una carencia de medios de corto alcance modernos y de guerra electrónica, adecuados para enfrentar este tipo de amenaza, cedieron el control del aire a su oponente. Sin embargo, lo más determinante en su derrota fue la obsoleta doctrina de empleo de sus fuerzas terrestres, desplegadas en estáticas posiciones defensivas en base a trincheras y bunkers inadecuados para la protección de ataques desde el aire. Todos estos factores se combinaron en forma desastrosa en perjuicio de las operaciones del ejército de Armenia (Marín Delgado, 2021).
Los principales sistemas de UAV empleados por Azerbaiyán fueron el Bayraktar TB 2 de origen turco y los IAI Harop israelíes (Marín Delgado, 2021). El primero es un drone ISR con capacidad de ataque, que puede portar armas inteligentes, tales como MAM-L, bomba guiada de 22 kg y MAM-C bomba guiada de 6,5 kg (Rocketsan A.S., 2021). El sistema Harop es un drone del tipo loitering munition o munición en espera, que permite cumplir tareas de ISR y de ataque, pero a un menor costo. Ambos sistemas fueron empleados coordinadamente, haciendo que el ciclo de selección de blanco fuera mucho más eficiente que el del adversario.
Por su parte, las fuerzas terrestres armenias carecieron de una adecuada doctrina que combinara eficientemente medidas de defensa antiaéreas pasivas y activas, lo que fue determinante en el éxito de Azerbaiyán. Así, la falta de una capacidad para obtener, alcanzar y mantener en panorama aéreo reconocido o RAP (Recognized Aerial Picture), fue uno de los principales motivos por los cuales no se pudo actuar eficientemente contra la amenaza aérea azerí. Los sistemas de detección y de defensa antiaérea armenias, principalmente de origen ruso, se encontraban obsoletos o fueron diseñados para otro tipo de amenaza aérea. La baja huella radárica e infrarroja de estos aparatos, contribuyó sustancialmente a que su empleo fuera normalmente detectado solo poco segundos antes del impacto. A su vez, los perfiles de vuelo del Bayraktar y la menor área de sección de radar del Harop, hizo muy difícil que las defensas antiaéreas armenias pudieran destruirlos.
Desde el punto de vista de costo/efectividad, la operación de estos aparatos de bajo costo fue altamente favorable, causando numerosas bajas en las tropas armenias y cuantiosas pérdidas materiales. Los drones Bayraktar TB-2, fueron empleados principalmente como recurso ISR, pero también tenían la capacidad de portar armamento tipo micro munición inteligente. La munición en espera (loitering munition) Harop, fue empleada principalmente como arma de Supresión de Defensa Antiaérea Enemiga (SEAD), cumpliendo en algunas oportunidades funciones de ISR.
Las tácticas empleadas por las fuerzas azeríes consideraron el uso de antiguos biplanos Antonov AN2 como rudimentarios UAV, direccionados por sus pilotos hacia posiciones adversarias para posteriormente saltar hacia la seguridad en paracaídas. Al ser detectados por el sistema de defensa antiaéreo armenio, las baterías iniciaban el proceso de adquisición del blanco, pero al momento de operar los radares de control de fuego, eran atacados por la munición en espera Harop en vuelo, utilizando su cabeza de guiado anti-radiación o auto guiado optrónico. Esta eficaz táctica, tiene su precedente en la fuerza aérea israelí, que ocupaba los drones Chukar,1 de procedencia norteamericana, como deceptivos antes de iniciar los ataques reales.
Contribuyó a la victoria de Azerbaiyán, la falta de movilidad y coordinación de las fuerzas terrestres armenias. En efecto, el ejército armenio basó su estrategia defensiva en el establecimiento de posiciones fortificadas y trincheras, lo que sumado a un camuflaje deficiente, los convirtió en blancos fácilmente detectables por los sistemas optrónicos instalados en los drones. Estos factores, además de la falta de coordinación del sistema defensa antiaérea del teatro, fueron una gran ayuda para el desempeño de los UAV de combate azeríes. En resumen, la mala protección de las instalaciones armenias con un camuflaje deficiente y la falta de movilidad, cooperaron decididamente a la sorprendente eficacia que los drones azeríes.
El éxito en el uso de esta capacidad, que tuvo indudables repercusiones estratégicas, no habría sido posible sin una rápida incorporación del material a la doctrina de empleo de los medios azeríes (Marín Delgado, 2021). Según señalan fuentes abiertas (Shekhar, 2021), los sistemas fueron adquiridos en junio del año 2020, para ser empleados en combate sólo tres meses después. Esto requirió de un intenso programa de instrucción y entrenamiento con fuerzas turcas, ya experimentadas en el uso de esta tecnología en Siria, con quienes, probablemente, se buscó el mejor modo de empleo de cada versión de estos sistemas, para finalmente desplegarlos operacionalmente en el mes de septiembre.
Otro factor, muy interesante de destacar, fue el uso coordinado de fuegos cinéticos letales con fuegos no cinéticos no letales. En efecto, las imágenes captadas por los propios drones durante los ataques fueron inmediatamente utilizados como INFO-OPS, produciéndose un apalancamiento operacional decisivo para la maniobra. En esta misma área, otro factor sicológico que produjo estrés y pánico en las tropas armenias, fue el enorme ruido que produce el Harop, en su fase final de aceleración y ataque (Marín Delgado, 2021), casi emulando a los potentes Stukas alemanes en el frente oriental. La imagen de tropas huyendo descontroladas durante un ataque, deja en evidencia el efecto devastador que produce, similar al que se evidenció en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, con las bombas alemanas V-1, llamadas por los británicos buzz bombs.
Gracias a esta combinación de aciertos tecnológicos y tácticos, con errores defensivos y doctrinarios, Azerbaiyán recuperó todo el territorio que había perdido un cuarto de siglo antes, imponiendo las condiciones que una aplastante victoria le permitían.
Como suele ocurrir, los intereses en disputa trascienden a los actores directos y sirven a los propósitos de potencias regionales o mundiales, en este caso Rusia y Turquía.
Rusia tiene fuertes lazos con Armenia, ambas naciones de profunda cultura cristiana. Asimismo, Armenia es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que opera en caso de agresión exterior (Ternicien, 2020) y que Rusia evitó que fuera convocado aduciendo que el tratado protege a Armenia y no a los armenios fuera de ese territorio, evitando así afectar sus buenas relaciones con ambas partes.
La intensidad del compromiso ruso dice relación con su aspiración de gran potencia, para lo cual necesita mantener la lealtad de su exterior próximo, es decir, de los límites de la antigua URSS, lo que está viendo amenazado una vez más, considerando que ya ha perdido importantes posiciones a manos de la Unión Europea (UE) e incluso de la OTAN (Ternicien, 2020). Sin embargo, esta vez su contraparte parece haberle quitado protagonismo con más voluntad que poder, como lo ha demostrado en Siria y Libia: la Turquía de Erdogan, potencia con aspiraciones regionales, de marcado nacionalismo y con un gobernante fuerte que se ha declarado islamista.
Por su parte, Turquía y Azerbaiyán tienen el mismo origen étnico, con una población mayoritariamente islámica e importantes relaciones en lo económico y militar, lo que ha llevado al presidente Erdogan a expresar abiertamente su apoyo a Azerbaiyán, incentivando la agresividad de Bakú (BBC, 2020). Un ingrediente muy importante en la participación de Turquía en este conflicto, es la irreconciliable animosidad entre Turquía y Armenia que se remonta al genocidio armenio (Ternicien, 2020), del que Ankara nunca ha dado señales de arrepentimiento.
Indudablemente Moscú es relevante para la solución del conflicto; sin embargo, su postura fue más bien tibia, sin la fuerza esperada, cediendo tribuna a Erdogan. Esta actitud no concuerda con la tradicional política de recuperar su exterior próximo o de mantener la iniciativa en los conflictos congelados (Ternicien, 2020), lo que puede explicarse en una estrategia para acercar posiciones con Turquía, importante miembro de la alianza atlántica.
Drone turco Bayraktar, usado por el ejército de Azerbaiyán.
La aplastante victoria de Armenia en la guerra de 1988-1994, tiene mucho que ver con el valor del objetivo. La motivación armenia por la defensa de su tierra y su etnia produjo fuerzas con una muy alta moral. Por el contrario, para los azeríes, Nagorno-Karabaj era un terreno montañoso y distante, poblado por extranjeros, por el que no valía la pena morir. Sin embargo, en el conflicto de 2020, los azeríes no pelearon por el territorio, sino por la revancha de una derrota humillante, lo que demuestra, una vez más, el valor de lo mítico en la conducción del conflicto.
En esta misma lógica, es destacable la planificación de fuerzas que desarrolló Azerbaiyán en apoyo de sus objetivos nacionales, invirtiendo en tecnología y apoyándose en el conocimiento y experiencia de su principal aliado, Turquía.
Armenia, por su parte, no tuvo la misma capacidad de inversión y descuidó su poder militar. Esto también afectó lo concerniente al manejo de información que le permitiera adelantar las intenciones de su adversario y buscar las necesarias alianzas para prevenir la escalada del conflicto.
En el campo de lo operacional, los sistemas de drones demostraron ser costo efectivos. En efecto, su bajo precio en comparación con el daño que produjeron así lo comprueban. Una defensa antiaérea moderna y balanceada, contra blancos y perfiles de ataque de distinto tipo, coordinada con guerra electrónica que afecte los sistemas de control y guiado de los drone, resultan indispensables para una adecuada protección a las fuerzas durante las operaciones. La falta de una doctrina eficaz en el empleo de los medios terrestres, en cuanto a movilidad y protección pasiva y activa, contribuyeron de manera importante al fracaso operacional de las fuerzas armenias.
Respecto de la verdadera relevancia de los drones y sí estos conducirán a una revolución de la doctrina militar, que deje obsoleta las divisiones acorazadas y blindadas, requiere de un análisis profundo en lo táctico y técnico. En efecto, los drones y loitering munition han estado en los arsenales por años, con un avance tecnológico que ha potenciado su efectividad y selectividad. Sin embargo, su valor en la reciente guerra por Alto Karabaj dependió no solo de sus propias características, sino también del notable desequilibrio entre las partes, especialmente en lo tecnológico y doctrinario, lo que permitió a Azerbaiyán disfrutar de la superioridad aérea durante todo el conflicto.
En cuanto a los efectos políticos ¿puso este conflicto un límite a la arrogancia de un presidente Putin que normalmente manejaba hábilmente sus recursos de poder? ¿Turquía impuso sus términos por sobre los de Rusia? Los conflictos latentes acomodan a Moscú porque previenen que países de su exterior próximo, se acerquen a la región Euro – Atlántica. Sin embargo, esta guerra parece escapar a esta estrategia y servir mejor a los intereses de Ankara con un Recep Tayyip Erdoğan enfocado en disputar las cuotas de poder que pondrían a Turquía al nivel de potencia regional como lo que antes disfrutó siendo Imperio (Ternicien, 2020).
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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