Con mucho interés he leído los artículos referidos al Liderazgo Naval, publicados en la última edición de Revista de Marina (julio – agosto 2019, N°971). Mi interés se basa en que desde hace bastante tiempo sigo los temas de liderazgo por lo consustancial en el ejercicio profesional del oficial de marina y también, en las actividades que, con posterioridad al retiro, suelen realizar los oficiales de marina.
La misión del Centro de Liderazgo Naval señala: “Implementar el modelo de formación de liderazgo durante la carrera naval, con el propósito de consolidar y fortalecer el nivel de excelencia del líder que requiere la armada.”1
Concordando con el propósito de la misión enunciada; pienso, después de un proceso de estudio, análisis y seguimiento del tema, que la palabra implementar debiera ser reanalizada ya que, el significado de implementar es: “poner en funcionamiento o llevar a cabo una cosa determinada”. En este caso el liderazgo naval. Luego la misión sería: Poner en funcionamiento o llevar a cabo el modelo de formación de liderazgo durante la carrera naval,…”
Considero que el modelo de liderazgo naval se encuentra en funcionamiento desde los orígenes de la institución y que, a lo largo de su rica historia, éste, se ha ido perfeccionando con el aporte constante de muchos que, conociendo las exigencias del líder embarcado, del líder naval en combate, lo fueron modificando y mejorando hasta nuestros días. El proceso de formación de los oficiales, lideres por antonomasia ha sido objeto de un lento y sin pausas proceso de evolución.
Por otra parte, en los últimos decenios y en particular en los albores del siglo XXI, la empresa evidenció que los profesionales que le ofrecían las universidades, teniendo muchas cualidades positivas, eran carentes en su formación en el liderazgo. Lo que se hizo indispensable en el competitivo mundo de los profesionales, en los que los procesos y resultados evolucionaron al compromiso de todos y cada uno de sus participantes; los que debieron abocarse con sus capacidades profesionales y personales a los resultados de la industria, empresa, negocio o productos.
Para satisfacer esta necesidad en la formación de los profesionales universitarios, la universidades y centros de estudio inician el análisis y sistematización de los procesos de formación de los líderes. Nacen, entonces, un sinnúmero de cursos, talleres, diplomados, seminarios que, como lo señala su editorial2 nos han llegado a cansar. Consecuentemente, ahora de manera analítica y sistemática, se estudia el liderazgo. Estudios que sin dudas en sus orígenes se basaron en el conocimiento ya existente, como ocurrió con los estudios de la estrategia, la táctica, la estructuración de misiones, los aspectos logísticos y tantos otros en los que las fuerzas armadas ya tenían un largo camino recorrido.
Después de leer a muchos autores que han escrito respecto al liderazgo, ya sea desde su experiencia personal o desde la perspectiva del análisis deductivo, se puede establecer una gran conclusión, cual es: la primera etapa en la formación de un líder es el autoconocimiento que aporta a en la autoestima. Un líder que no está convencido que es capaz de alcanzar un objetivo, no será capaz de convencer a nadie que ese objetivo es alcanzable.
David Fischman lo establece de manera muy clara y didáctica en su libro: El Camino del Líder. “No podemos ser líderes si no tenemos primero la capacidad de liderarnos a nosotros mismos.”3 Este autor contemporáneo, establece que cuando el individuo emprende el camino del liderazgo lo debe hacer trabajando su autoestima, creatividad, visión, equilibrio y capacidad de aprender. El liderazgo interpersonal se logra posteriormente, cuando la persona domina la comunicación, aprende a dirigir a otros y a entregarles poder, a trabajar en equipo y a servir a sus seguidores.
Otro autor que he elegido para darle sustento a lo establecido anteriormente con un enfoque más perdurable en el tiempo, es la sistematización que hace Chris Lowney4 en su libro: El liderazgo al estilo de los Jesuitas. Con una mirada más universalista, podemos apreciar que la obra de la Compañía de Jesús en los últimos 450 años, como una de las compañías de mayor éxito, se basó en el liderazgo de los jesuitas. Este liderazgo, descansa en cuatro pilares esenciales: autoconocimiento, creatividad, amor y heroísmo.
Apreciamos como se va repitiendo el concepto basal en la formación de los líderes: el autoconocimiento, la autoestima.
Podría continuar citando ejemplos de estudiosos del liderazgo o bien aplicar el concepto en grandes líderes a lo largo de la historia como, por ejemplo: el gran Alejandro, el bravo Atila, el emperador romano Trajano o el general que puso en jaque al gran Imperio Romano Aníbal Barza. Hombres que en su vida dieron claras muestra de una gran autoestima producto de entender sus fortalezas, debilidades, valores y cosmovisión.
Todos ellos, vivenciaron procesos de formación rigurosos ya sea gerenciados por sus padres o por sus instructores o simplemente por la vida misma. Ellos y muchos más, tienen la constante de haberse sobrepuesto a la adversidad. Cuan más exigente el proceso, mejores resultados aparecieron. Termino esta argumentación citando a uno de los líderes más controvertidos de los últimos tiempos, me refiero a Rudolph W. Giuliani, quien en su libro: Liderazgo,5 nos señala:
Todos los líderes se ven influenciados por aquellos a quienes admiran. Leer sobre ellos y estudiar sus desarrollos permite que un aspirante a líder cultive sus propias características como tal. Si tiene suerte, podrá aprender de los líderes mientras vivan, hacerles preguntas, observarlos en privado, decidir qué método del líder funciona mejor y se complementa con su estilo. No obstante, por delicado que sea aprender de los demás, los planteamientos de un líder han de plasmarse en la propia vida.
Al ingresar un joven a la Escuela Naval, lo primero que debe enfrentar es el exigente y riguroso periodo de reclutas. Esta actividad que normalmente se justifica por la necesidad de transformar a un civil en militar, no es otra cosa que una catedra de autoconocimiento. El recluta llega a conocer muy bien sus reales capacidades, descubre sus debilidades. Es sometido a esfuerzos físicos y psicológicos. El resultado - autoconocimiento – y, con ello – autoestima -. No han pasado más de tres meses de formación y el cadete ya se siente orgulloso de haber alcanzado una meta que le demostró que es realmente capaz. Los que no la alcanzan, se van, no están llamados a liderarse ante la adversidad y con ellos tener la fortaleza convincente de liderar a otros.
Luego, el año de motes, el proceso continúa aprendiendo a obedecer, acto de humildad indispensable para fortalecerse espiritualmente. El vivir internado sólo acelera el proceso y lo hace mas efectivo, se logran resultados en menos tiempo. Luego el ascenso a cadete de segundo año, cualquiera lo puede mirar con el haber pasado de curso, pero no, es mucho más, se recibe la potestad de mandar. Los que lo hemos vivido, podemos tomar nuestra propia experiencia al decir que lo hicimos de manera equivocada, inmadura, hasta pueril. Pero corregimos al ser cadetes de tercer año. Ya pudimos apreciar que nuestro ejemplo es fundamental para la orientación de los menos antiguos. Todo esto en un clima de responsabilidad académica, de exigencias deportivas, de rigurosos procesos de calificación que nos señalan lo que debemos corregir, nos señalan lo que hemos alcanzado y lo que nos falta por alcanzar. Para más ahondar todo este esfuerzo se potencia con una profunda formación espiritual y valórica, donde se observan a los grandes hombres, grandes marinos, grandes líderes como modelos formados en el mismo riguroso proceso, de los que podemos aprender e imitar.
Luego los brigadieres, todo lo anterior se plasma en el ejercicio directo del mando sobre la escuela y sus cadetes. Ya no se trata de dar órdenes militares, sino de alcanzar con ello objetivos claros a nivel individual y en lo grupal.
Como se aprecia, inicialmente, los primeros años se focalizan en el autoconocimiento y luego al liderazgo de equipos de grupos de trabajo.
Ya como guardiamarinas, oficial en instrucción, nos sometemos a un proceso de aplicación de todo lo aprendido, ahora en la mar, en contacto con la naturaleza, se nos muestra lo débiles que somos frente a los elementos. Esto es fundamental ya que, la arrogancia va quedando atrás para entender que el trabajo en equipo es la manera de tener éxito y si el equipo es liderado por personas que logran motivar, transmitir claramente los objetivos y, sobre todo - son creíbles - se está aplicando la metodología naval para la formación de sus líderes a plenitud.
Como subtenientes embarcados continuamos recibiendo las enseñanzas en el liderazgo naval. Enfrentarnos ahora, de manera individual, el desafío de liderar personas que saben más que nosotros, que tienen más experiencia. Es un desafío de mando tremendo. Nuevamente, los que vivimos esa experiencia no pudimos haber llegado a otra conclusión que no sea: el Líder debe tener eso que conocemos como prestigio personal. Es simplemente la manera en que nos ven los subordinados como buenos o como malos jefes.
Con estas vivencias se nos ofrece la posibilidad de saber más que los subordinados, de estudiar y aprender nuestra especialidad, para regresar a bordo no como el subteniente que solo sabe tomar guardia en el puente, sino como el especialista, como aquel que aprendió a aprender y que tiene las capacidades intelectuales para mantener el conocimiento actualizado a las demandas de los tiempos. Con ello, sólo se puede incrementar su prestigio, su ascendiente sobre sus hombres para que le crean en toda circunstancia; para convencerlos de lo que se debe hacer y por qué motivo. Por tener la base comunicacional para ser convincentes y poder mirarlos a los ojos con respeto y franqueza cuando les muestra su calificación, en la tranquilidad que ese hombre, subordinado, calificado, lo acepta con gratitud porque es su líder, ese joven que ha sabido enfrentar el difícil y exigente proceso de formación del oficial de marina.
Los cursos de calificación operacional son expresión clara de la exigencia personal para alcanzar la excelencia en el liderazgo de equipos de alta exigencia, de la más alta exigencia posible, enfrentar el combate. Los que han superado esta exigencia, sin dudas al término del proceso, su nivel de autoconfianza se ve potenciado y, con ello, su nivel de excelencia en el liderazgo del equipo que ahora esta calificado para mandar.
La carrera naval continúa formando y exigiendo a sus líderes, entregando las competencias para los desafíos evitando, en la medida de lo posible, someter a sus líderes, a sus oficiales, a situaciones en las que no ha recibido el entrenamiento y los conocimientos necesarios para mantener la figura del oficial de marina, en el pedestal que se ha ido ubicando a lo largo de la historia, el pedestal de la exigente escuela heredera del liderazgo supremo que ejerció el capitán Prat.
Por todo lo señalado, pienso que el modelo de formación de liderazgo en la Armada de Chile se encuentra ya claramente definido y no se debe mirar otras marinas para definir nuestro propio modelo de formación de liderazgo, como se señala en el artículo liderazgo, la fuerza de la confianza6. Miremos nuestro ethos naval, como lo señala el mismo artículo y ahí, seguramente vamos a encontrar el modelo que ha sido exitoso, por lo que no es necesario implementarlo.
No por ello, el modelo no es perfectible y sobre todo adaptable a los tiempos y nuevas exigencias, como son la incorporación de las mujeres a la institución, los avances de la tecnología y la problemática institucional actual. Todo ello, es motivo de constante estudio y análisis. Para ello podemos utilizar los muchos análisis, estudios y sistematizaciones realizadas en el ámbito industrial, empresarial o académico. Todo, sin perder de vista que el liderazgo que ha de ejercer el oficial de marina es por esencia en un medio exigente, como lo es la mar y un ambiente demandante como ninguno, como lo es el combate. Allí, en la mar y así, en combate, recibimos la mejor escuela de liderazgo, la arenga de Prat, tan creíble como su vida y como su muerte.
Lo que también es muy útil y lo señalo por experiencia personal es el estudio de la comunicación; la comunicación propiamente tal, la verbal, la no verbal, los códigos culturales; la motivación, en sus variadas expresiones, intrínseca o extrínseca, cada persona se motiva de manera diferente a otra y los grupos humanos también son motivables con un profundo conocimiento de ellos; el trabajo en equipo es fundamental y las técnicas y sistematizaciones para perfeccionarlos son muy útiles si el enfoque está bien dado; la programación neuro lingüística es un estudio de gran utilidad para el líder; las técnicas de coaching, tan difundidas son en extremo prácticas para complementar y reforzar algunos conceptos que se han ido aquilatando en el transcurso de la carrera naval; la sistematización del liderazgo al aplicar los conceptos de la inteligencia emocional, también son un gran aporte que permite clarificar, con base científica, aspectos esenciales de la convivencia en torno al liderazgo.
En fin, todo lo anterior sistematizado y bien estructurado contribuirá en cada etapa de la formación del líder naval en un proceso constante propio de la vida y de la esencia del ser oficial de marina.
Termino con mi sencilla recomendación: Miremos como se han formado los oficiales de marina, ahí está el modelo ya implementado. Mejorémoslo con los aportes de universidad y de los estudiosos del liderazgo, mucho nos va a servir para mantener y acrecentar los conceptos y teorizaciones de tantas mentes brillantes que se han interesado en el tema.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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