Por CARLOS GONZÁLEZ VERA
El liderazgo transformador de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial ofrece lecciones perdurables sobre el poder de la comunicación, las alianzas y la diplomacia, la resiliencia y el valor moral. Su visión, adaptabilidad y capacidad de inspirar a las personas para lograr resultados extraordinarios son las señas de identidad de un líder verdaderamente transformador.
Winston Churchill’s transformational leadership during World War II offers long-lasting lessons on the power of communication, alliances and diplomacy, together with resilience and moral courage. His vision, adaptability and ability to inspire people to achieve extraordinary results are the gestures of a truly transformational leader.
Marcó un antes y un después en la historia. Aparte de su autobiografía, se le han escrito numerosos libros y se le ha retratado icónicamente por su forma de ser y estilo en el cine y la televisión. Descrito por el guionista y productor ganador de los Óscar, Anthony McCarten, como “orador titánico, borracho, ingenioso. patriota, imperialista, visionario, diseñador de tanques, metepatas, espadachín, fanfarrón, aristócrata, prisionero, héroe de guerra, criminal de guerra, conquistador, hazmerreír, albañil, propietario de caballos de carrera, soldado, pintor, político, periodista, ganador del premio Nobel de Literatura.” (McCarten & Rabasseda, 2018)
Sir Winston Spencer Churchill no solo era todo lo descrito, sino también un líder. Pero ¿cómo un hombre problemático en algunos aspectos de su vida se convirtió en tal figura aclamada? Tuvieron que pasar varios años de su vida y algunos traspiés para consolidarse. Durante su carrera militar, se le atribuye el desastre de Galípoli de 1915, la peor y la más vergonzosa derrota que sufrieron los aliados en la Primera Guerra Mundial, lo que le costó el puesto como Primer Lord del Almirantazgo, siendo destituido también del Gabinete de Guerra.
Como Primer Ministro de Gran Bretaña y durante el teatro de operaciones de la Segunda Guerra Mundial, tomó la decisión de desviar recursos vitales destinados a los británicos en África para ayudar en cambio a los griegos para que se defendieran de las fuerzas italianas del régimen fascista de Benito Mussolini, lo que debilitó la posición alidada en el norte del continente africano, permitiendo el avance de la rápida ofensiva blitzkrieg de la Alemania nazi, comandada por el Mariscal de Campo Erwin Rommel.
En 1943, la desastrosa defensa de Birmania y la pérdida de Singapur por parte del Imperio británico fueron también grandes fracasos bajo el mando de Churchill. Presidió ese mismo año la catastrófica hambruna de Bengala, que llevó consigo millones de vidas al ser un firme opositor a la independencia India y al movimiento de autogobierno liderado por Mahatma Gandhi.
Pese todos esos traspiés, Churchill es y será un modelo de liderazgo vigente. ¿Por qué? Lo que lo caracterizó fue su increíble resiliencia pese a los infortunios junto a su capacidad para manejarlos, enfrentarlos y adaptarse sabiamente.
A lo largo de la guerra, demostró una férrea determinación en sus convicciones que inspiró a la nación a resistir el aparentemente imparable avance del totalitarismo nazi. Aquella resistencia y negativa para rendirse fueron fundamentales para conformar su liderazgo, las que expresó en sus memorias de guerra en mayo de 1940: “Sentía como si caminara con el destino, y que toda mi vida pasada no había sido más que una preparación para esta hora y esta prueba”. (International Churchill Society, 2017)
También se le destaca por su rápida toma de decisiones bajo presión. Como Primer Ministro, Churchill estaba dispuesto a actuar de manera audaz por el bien común, como coordinar el esfuerzo bélico mundial y colaborar estrechamente con líderes como Roosevelt y Stalin. A su vez, implantó un sistema estructurado de consejos, ejecutivos, comités y juntas para maximizar la eficacia del gobierno y la burocracia británica en tiempos de guerra.
La diplomacia junto a la construcción de alianzas fueron otros de sus atributos. Lord Halifax fue asignado estratégicamente como Secretario de Asuntos Exteriores del Gabinete de Guerra para buscar una solución pacífica mediante negociaciones y generar tiempo para prepararse ante una eventual invasión en suelo británico por parte de Hitler a través de una posible alianza alemana-italiana. Anthony Eden, quien anteriormente fue Secretario de Estado de Guerra en el gobierno, sucedería a Halifax, siendo primordial para el manejo de las relaciones con el líder francés, Charles de Gaulle, durante la guerra.
El propio Churchill también le escribió personalmente y con franqueza de amigo a Roosevelt sobre las amenazas que enfrentaba Gran Bretaña, Europa y el mundo en general para que Estados Unidos le declarara la guerra a la Alemania de Hitler y así recibir un apoyo directo de ellos. Así como intentó sin éxito persuadir a Mussolini para que no se aliara con los nazis y que, en cambio, se entablaran conversaciones formales para la devolución de tierras reclamadas por Italia.
Pero, la característica que más se le reconoce al entonces Primer Ministro Inglés, es su poder de oratoria y comunicación eficaz mediante figuras retóricas. Sus discursos fueron decisivos para transmitir una visión de determinación e inspiración para el pueblo británico durante los días más oscuros de la guerra. Su famoso discurso “Lucharemos en las playas” se cita como ejemplo de tal capacidad para mover a las masas. Aquella fue la herramienta de su liderazgo que reflejan el uso y manejo de las artes y la literatura de una manera brillante.
Tal cualidad de “orador titánico” no es casualidad, como joven oficial del ejército destinado en la India, pasaba horas cada día leyendo vorazmente obras de Platón, Aristóteles, entre otros. Esta educación autodirigida amplió su horizonte y le proporcionó el alimento intelectual para cuando asumiría de Primer Ministro con un país desesperanzado que necesitaba ver la luz después del túnel.
Churchill utilizaba conscientemente diversas técnicas de interpretación en sus discursos, como pausas, gestos e inflexiones vocales para crear una sensación de dramatismo y aumentar su impacto en el público. Incluso, las realizaba a viva voz mientras estaba disfrutando de su tina del baño y, cuando se sentía un poco más seguro, las practicaba sutilmente con sus cercanos del ámbito político.
Este dominio retórico se tradujo en el uso constante de anáforas, aliteraciones, antiesdrújulas, antítesis y metáforas. Así, por ejemplo, la repetición de una palabra o frase al principio de cláusulas sucesivas para conseguir un efecto dramático como “lucharemos en las playas, lucharemos en los campos de desembarco, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas…” (Churchill, 1940), es una de las frases icónica recordada hasta la posteridad.
Mediante aquellas técnicas, fue capaz de comunicar una visión clara y convincente como la lucha contra el fascismo y la defensa de valores fundamentales como la libertad y la democracia. Junto a ello, demostró una determinación inquebrantable bajo la negativa a rendirse, lo que a su vez infundió confianza.
En definitiva, sus discursos no se limitaban a transmitir información, sino que inspiraban a la acción y reforzaban la moral. Así fue como Churchill utilizó sus excepcionales dotes oratorias como herramienta crucial de liderazgo durante la guerra. Y, “movilizó la lengua inglesa y la envió a la batalla para tranquilizar a sus compatriotas y animar a aquellos europeos sobre quienes había caído la larga y oscura noche de la tiranía.” (Murrow, 2016)
La enseñanza de Winston Churchill está en que para liderar con eficacia y movilizar a las masas, es necesario del dominio de la retórica y la oratoria para inspirar a una nación mediante discursos conmovedores y de ello, comunicar una visión clara y convincente.
A través de ellos, Churchill fue capaz de articular una visión clara y convincente del esfuerzo bélico británico y de la lucha contra el fascismo. Sus palabras iban más allá de la mera descripción de estrategias y políticas: tocaban los valores fundamentales de la libertad y la democracia.
Es decir, la defensa de los valores morales bajo la convicción y la manifestación de resistencia y determinación bajo la toma de decisiones audaces por el bien común junto a la capacidad de recuperarse de fracasos y reveses, demuestran la importancia de la capacidad de adaptación de los líderes en tiempos turbulentos.
En resumen, el liderazgo transformador de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial ofrece lecciones perdurables sobre el poder de la comunicación, las alianzas y la diplomacia, la resiliencia y el valor moral. Su visión, adaptabilidad y capacidad de inspirar a las personas para lograr resultados extraordinarios son las señas de identidad de un líder verdaderamente transformador.
Lista de referencias
Bibliografía
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1005
Marzo - Abril 2025
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