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La inteligencia artificial y la robótica, una carrera sostenida hacia el futuro: ¿oportunidad o amenaza?

La imitación de las capacidades cognitivas de los seres humanos mediante algoritmos capaces de aprender, está revolucionando el mundo de la tecnología. La posibilidad de que una máquina pueda hacer las cosas mejor que nosotros, abre un escenario muy cómodo y útil que nos ayuda a tener más tiempo disponible para pensar y disfrutar, pero es necesario considerar los potenciales riesgos que se abren por el temor que el desarrollo de esta tecnología sea tal, que podamos ser reemplazados por las máquinas.

Desde tiempos inmemoriales el ser humano se ha interesado por conocer el funcionamiento de la mente para obtener conclusiones racionales, es así como Aristóteles fue el primero en describir un conjunto de reglas que intentaban penetrar en la mente humana.

Sin embargo, el concepto más cercano a la inteligencia artificial aparece con Alan Turing, científico británico que se hizo conocido durante la Segunda Guerra Mundial por descifrar las claves alemanas mediante una máquina llamada Enigma, que era capaz de efectuar cálculos combinatorios mucho más rápido que un ser humano, lo que fue decisivo para lograr quebrar los códigos que usaban los submarinos alemanes para atacar los convoyes que cruzaban el Atlántico desde Estados Unidos.

Turing continuó con sus investigaciones, sin embargo, el que por primera vez mencionó el término inteligencia artificial fue John Mc Carthy, un informático nacido en Boston, quien en 1956 introdujo el concepto en la conferencia de Dartmouth. En el año 1971, fue reconocido con el premio Turing que es otorgado anualmente a quienes hayan contribuido de manera trascendental al campo de las ciencias computacionales.

Pero no podemos hablar de inteligencia artificial sin considerar la robótica, ya que el apetito del ser humano por crear máquinas inteligentes, requiere de la estructura mecánica para ello y es ahí donde esta actúa. Ambas tecnologías se complementan, donde la robótica se encarga del diseño, fabricación y empleo de máquinas automáticas programables con el objeto de realizar tareas repetitivas, mientras que la inteligencia artificial apunta a que los robots sean capaces de pensar y tomar decisiones creando una nueva relación entre el hombre y las máquinas.

La convergencia de la inteligencia artificial y la robótica ya no es parte de un futuro lejano, se está estableciendo rápidamente con bajos costos y está presente en el quehacer diario y en muchas actividades como la industria, las finanzas, la educación y la salud.

En el ámbito de la industria está en operación desde hace algunos años y las empresas que aún no la han adoptado, comenzarán a incorporar esta tecnología en sus procesos, mientras que aquellas que están en la vanguardia tecnológica, la han incorporado con una mayor frecuencia y en un mayor número de procesos, ya que esta era digital evoluciona a toda velocidad y las empresas requieren de la tecnología adecuada para subsistir.

Pero no todo está en calma con relación a esta nueva tecnología, ya que han surgido muchas voces de alerta que apuntan a las amenazas que potencialmente conlleva, ya sea porque se perderán muchos puestos de trabajo al ser reemplazados los seres humanos por máquinas y también al temor que estos robots puedan transformarse en una súper inteligencia no alineada con la existencia de la raza humana.

La inteligencia artificial

¿En qué consiste este concepto acuñado en la década de 1950?

Muchas veces al hablar de inteligencia artificial se nos vienen a la mente imágenes de películas de ciencia ficción como Terminator o los famosos C3PO y R2 – D2 de la exitosa serie La Guerra de las Galaxias, seres de ciencia ficción que se ven lejanos a la realidad pero que los sentimos cada vez más cercanos.

La inteligencia artificial persigue imitar las funciones cognitivas que los humanos asocian con otras mentes humanas, aplicadas a máquinas cada vez más capaces de transformarse en un agente racional que percibe su entorno y resuelve problemas.

El pionero fue Turing quien en 1950 propuso un test de interacción entre personas y un computador, de tal forma de establecer una comunicación entre ellos. La idea planteada fue que en tres salas aisladas se ubicaban dos personas y un computador, que se comunicarían entre sí sin verse, mediante mensajes escritos.

El sujeto de la prueba no sabe cuál de sus dos interlocutores es una máquina y cuál un ser humano. Si durante la conversación el sujeto no acierta a identificar quién es quién, entonces la máquina debía ser considerada inteligente.

La tecnología tuvo un crecimiento exponencial en los años siguientes, con diversos avances como la aparición, en la década de 1960, de los sistemas expertos, sistemas computacionales que emulan la capacidad de tomar decisiones de un humano experto y la aparición del concepto de redes neuronales en los años 80 del siglo XX, modelo computacional creado para buscar la analogía de unidades neuronales artificiales con el comportamiento que tienen las neuronas en los cerebros biológicos.

Expectación global causó la derrota del campeón de ajedrez Gari Kasparov vencido por Deep Blue. (11 de mayo de 1997).

Pero sin duda que un hito novedoso en el desarrollo de la inteligencia artificial fue la creación de Deep Blue la computadora desarrollada en Estados Unidos el año 1996 para jugar ajedrez. Fue conocida mundialmente el año siguiente al derrotar al campeón del mundo de dicha disciplina, Gari Kasparov, en un encuentro a seis partidas abriendo el apetito de la ciencia por lograr vencer al ser humano.

El último logro ocurrió casi 20 años después en 2016, en que una máquina venció por primera vez a un jugador profesional del milenario juego chino Go. La diferencia con el caso anterior es que en el juego oriental las combinaciones son infinitas y hay mucho de intuición en sus movimientos.

El algoritmo Alpha Go desarrollado en base a una combinación de redes neuronales, permitió anticipar los movimientos futuros según la posición en el tablero y la importancia estratégica de cada situación particular. Si Deep Blue fue creado para el ajedrez, Alpha Go es un cerebro que aprende de los datos y se retroalimenta jugando contra sí mismo para perfeccionarse.

La robótica

Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha buscado crear máquinas semejantes que permitan aliviar el esfuerzo y facilitar las labores manuales. Para lograrlo, fue desarrollando habilidades en el campo de la mecánica, la electrónica y la informática entre otras, que permitieron concebir y automatizar sistemas basados en estructuras poli articuladas y dotadas de un grado de inteligencia capaz de recibir información, comprender su entorno y ejecutar tareas complejas.

En el siglo XV Leonardo da Vinci ya había incursionado en el diseño de un robot humanoide, pero fue el francés Jacques de Vaucanson, quien en 1737 creó un autómata musical que tocaba la flauta y el tambor con un repertorio de 12 canciones. En su época, su invención fue considerada como una revolución de la mecánica realista, y al año siguiente se consagró con su obra el pato artificial, que en su interior poseía un sistema digestivo que le permitía ingerir granos, digerirlos y excretarlos posteriormente.

Cabe destacar, que el escritor checo Karel Capek, fue el que introdujo, en 1920, en su obra de ciencia ficción Los robots Universales Rossum, el concepto moderno de la palabra robot, que etimológicamente deriva de robota que en eslavo estaba asociado al esclavo, mientras que en checo significa trabajo.

Robot Elektro y su perro Sparko.

El primer robot cuya representación física está asociada a la forma actual, fue Elektro, creación del ingeniero Joseph Barnett, de la empresa Westinghouse Electric Corporation, quien en 1938 fabricó esta estructura de acero cubierta con una piel de aluminio de 2 m y 120 kg que podía caminar y decir aproximadamente 700 palabras. Fue un símbolo del desarrollo tecnológico y la innovación que tuvo su clímax en la feria mundial de Nueva York, en el año 1939.

Pero el creador del primer robot industrial fue el inventor estadounidense George Devol, quien patentó en 1948 un aparato programable que fue el embrión de un dispositivo de transferencia programada de artículos que vio la luz el año 1954.

Fundó, junto a Joseph Engelberger, la primera empresa de robótica de la historia, y en 1960, consiguieron un contrato con General Motors para instalar un brazo robótico llamado Ultimate, cuya función era levantar y apilar grandes piezas de metal caliente.

De ahí en adelante los avances fueron exponenciales y coparon todos los campos de aplicación, como por ejemplo la aspiradora, creada por iRobot Roomba, que fue el primer producto exitoso para el uso doméstico; o el inolvidable robot explorador de la NASA, Mars Science Laboratory, conocido como Curiosity, que llegó a la superficie de Marte el año 2012, logrando tomar muestras de suelo y polvo rocoso para estudiar una eventual vida en ese planeta.

Pero sin duda, la atracción más reciente es la creación de la compañía Hanson Robotics Sophía, robot humanoide que en el año 2015 fue diseñado para aprender y adaptarse al comportamiento humano, con la incorporación de tecnología de inteligencia artificial que le permite imitar gestos humanos y expresiones faciales, con capacidad de aprendizaje y mejora de las respuestas en el tiempo.

Fue noticia en 2017, porque durante la cumbre de inversión futura realizada en Riad, le fue concedida la ciudadanía saudí, generando gran polémica o también cuando un entrevistador expresó preocupación por el comportamiento futuro de los robots, recibiendo una respuesta que sorprendió por su creatividad, al citar al conocido Elon Musk, que ha expresado públicamente su preocupación por la poca regulación de la tecnología asociada a la inteligencia artificial y la robótica.

¿Seremos reemplazados?

El advenimiento de la inteligencia artificial, de la robótica, de las plataformas cognitivas y de la capacidad para procesar data a gran escala, está engendrando la disrupción tecnológica más relevante conocida por la humanidad, la que ha impactado en diversas áreas y actividades, optimizando los procesos productivos.

Sophía el humanoide más famoso y polémico.

En el área de la salud, ha permitido mejorar la capacidad de diagnóstico, con telemedicina remota y cirugías de alta precisión para múltiples patologías. En la industria, mediante el uso de robots y vehículos autónomos; en servicios de atención al cliente, generando reportes e inteligencia de mercado.

En el ámbito del reconocimiento de voz y el análisis de textos; en la banca, mediante el empleo de algoritmos inteligentes que permiten detectar patrones exitosos y así tomar mejores decisiones de inversión en medios digitales; en biométrica, mediante el análisis de las características físicas y de comportamiento de las personas, en fin, su presencia hoy es masiva y crece día a día.

Mientras esta revolución tecnológica está sucediendo, en el plano laboral existe el temor de que los robots vayan ocupando cada vez más puestos de trabajo que, en su momento, desempañaban los humanos, o bien, que se vea reducido el número de trabajadores necesarios para determinadas funciones.

Se habla de que las consecuencias de la nueva tecnología provocarán la pérdida de millones de puestos de trabajo y ejemplos hay por doquier, la empresa Momentum Machine usa robots para preparar 360 hamburguesas por hora, Kura, empresa japonesa de sushi utiliza robots para preparar la comida y cintas transportadoras para entregarla.

Las empresas automotrices en Estados Unidos, han aumentado la compra de robots industriales a una tasa anual promedio del 20% y según cifras de la Federación Internacional de Robótica, el año 2019 el número de robots industriales instalados a nivel mundial se incrementará a 2,6  millones de unidades, es decir, casi un millón de unidades más que el año 2015, que fue un año récord para dicha industria.

Robot Curiosity en la superficie de Marte.

El temor existe, pero la pregunta clave es, ¿si los robots dejarán a los humanos sin trabajo o se transformarán en un aliado para mejorar la seguridad y aumentar la productividad? Esta postura, es sostenida hoy por varias empresas que refuerzan la aparición del robot colaborativo, es decir, esa máquina que complementa el trabajo humano y lo libera de aquellas actividades monótonas y exigentes, que pueden provocar lesiones y accidentes y nunca va a reemplazar la fuerza laboral.

El debate está instalado, mientras algunos plantean la teoría de la colaboración hombre máquina como una combinación imbatible, otros auguran que esta nueva revolución industrial traerá una transformación profunda de la producción de bienes y servicios e impactará fuertemente el mercado laboral, reemplazando la unidad básica de trabajo, generándose una tormenta perfecta al haber personas que vivirán más y necesitarán trabajar más tiempo, pues las  pensiones no alcanzan.

Lo cierto, es que hoy no podemos ser indiferentes y tenemos que prepararnos para una transformación de los empleos y de las especialidades, ya que las máquinas no aprenden solas y hay que enseñarles, lo que abre la oportunidad de crear nuevas actividades que permitan reemplazar los trabajos perdidos.

Fijar límites, el reto que afronta la inteligencia artificial

A la preocupación natural de la pérdida de fuentes de trabajo por sustitución de tecnología, se agrega el temor de que aparezca una inteligencia superior que podría amenazar la existencia de la raza humana.

Esto que parece sacado de una película de ciencia ficción, es preocupación de expertos y eminencias científicas como Stephen Hawking, Elon Musk o Steve Wozniak, quienes, en el año 2015, firmaron una carta abierta contraria a la proliferación de armas autónomas ofensivas que escapan al control humano.

Equipo de cirugía robótica Da Vinci.

Pero eso no es todo, han surgido también otros cuestionamientos relacionados con el alcance que debe tener el uso de la inteligencia artificial y cuáles deben ser sus límites éticos.

Existen algunos casos, como los vehículos autónomos en que hay desconfianza que una máquina pueda generar un accidente por evitar otro que involucre a más personas, aplicando el criterio de cantidad o el uso de algoritmos autónomos que compran y venden acciones en forma automática pudiendo generar una tendencia que haga bajar el valor de una empresa que está bien.

En la exitosa película El hombre bicentenario, el robot Andrew, interpretado por el actor Robin Williams, al tomar el primer contacto con la familia a la que le ayudaría en las tareas hogareñas, hace mención a las tres leyes de la robótica:

  • Un robot no puede hacer daño a un ser humano o por inacción permitir que un ser humano sufra daño.
  • Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la primera ley.
  • Un robot debe proteger su propia existencia en la medida que esta protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley.

Hoy, parecen cobrar más vigencia las leyes de la robótica que fueron propuestas en el año 1942 por el escritor Isaac Asimov y pareciera entonces que es necesario pensar en un marco regulatorio, especialmente en aquellas áreas que están en contacto permanente con la sociedad humana como la salud, la educación o los vehículos autónomos de transporte de pasajeros; de esa forma podemos minimizar el riesgo de que el robot Andrew no se transforme en Skynet, la inteligencia artificial que controla el arsenal militar de los Estados Unidos, en la película Terminator, o en HAL 9000 el computador de 2001 Odisea del espacio que con su voz fría y calma, amenaza de muerte a toda la tripulación de la nave espacial.

La primera ola de automatización robótica afectó a las grandes plantas de producción de
automóviles.

Conclusiones

La inteligencia artificial, junto a la robótica y el manejo de grandes bases de datos, se está consolidando rápidamente en la vida diaria, liberando al ser humano de tareas rutinarias y peligrosas, otorgándole más tiempo para desarrollar al máximo sus capacidades netamente humanas.

Existe el temor de que en un mediano plazo el ser humano pueda ser reemplazado por robots en el mercado laboral; sin embargo, las máquinas no aprenden solas y hay que enseñarles, abriéndose una nueva relación en que la inteligencia artificial es un complemento del talento humano, que tenderá al desarrollo de nuevas habilidades menos repetitivas y muy distintas a las demandadas en la actualidad.

El arrollador avance científico que está dejando nuestras vidas en manos de los algoritmos, no ha ido acompañado de un desarrollo equivalente en el plano de la ética. Han surgido cuestionamientos a los alcances de programación de sistemas autónomos y también de algunas aplicaciones cognitivas, por lo que parece necesario establecer límites que acoten su radio de acción.

En la medida que los robots comiencen a desarrollar cada vez mayores capacidades cognitivas, su inteligencia podría crecer mucho más que la inteligencia humana y algunos se podrán preguntar ¿Para qué necesitamos a los humanos? La respuesta es sencilla, las máquinas jamás tendrán inteligencia emocional, por lo tanto podremos ser sustituibles en muchas tareas mecánicas, pero seguiremos siendo emocionalmente imprescindibles.

Como dijo Stephen Hawking “El surgimiento de una poderosa inteligencia artificial, será lo mejor o lo peor que le haya pasado a la humanidad.”

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