- Fecha de publicación: 01/12/2004.
Visto 175 veces.
1
LA GUERRA PARALELA
Verónica Neghme Echeverría *
Introducción.
n el mundo moderno, han emergido nuevos actores y temas en el contexto político. Nos
referimos a aquello a lo que Robert Dahl denominaba la “polisemia”. Ya no son sólo los
gobiernos los que intervienen en las decisiones internas y/ externas de los países. La Iglesia,
los empresarios y los mercados, las Fuerzas Armadas, los grupos de presión (entre ellos las ONG`S),
los Organismos Internacionales, los medios de comunicación y la Opinión Pública nacional e
internacional, tienen algo que decir en las relaciones entre los Estados en sus aspectos políticos,
económico-comerciales, sociales y aún culturales-religiosos. La presión por hacer oír cada uno de ellos
su voz en Acuerdos Comerciales y Políticos, conflictos y decisiones estratégicas, es cada vez más
relevante.
En este artículo, nos referiremos al rol de los medios de comunicación y de la opinión pública
en conflictos bélicos y en particular, al actual entre EE.UU. e Irak. Si bien todos los actores
anteriormente mencionados han desempeñado para bien o para mal, un papel importante, nos
referiremos a estos dos últimos, porque precisamente es a través de ellos donde se lleva acabo una
“guerra paralela”. Desde la guerra de Vietnam, la opinión pública ha sido sin duda, un actor que ha
ejercido presión sobre los Estados en los conflictos bélicos, contribuyendo junto a otros, a influir o a
modificar sus conductas. Ello supone sin duda, un cierto grado de libertad de los sistemas políticos y de
prensa. Así, la cobertura de una guerra por la prensa puede hacer variar estrategias militares o
contribuir a cambiar a la opinión pública, como también quedó demostrado en la guerra de Vietnam.
Los medios de comunicación son los que por una parte, canalizan opinión pública, pero por otra,
también ayudan a formarla, existiendo entre ambos (medios y opinión pública) una singular, estrecha y
estratégica relación. Dicho en términos simples y directos, hoy día los gobernantes saben que para
ganar una guerra, es indispensable tener a favor a la opinión pública y para ello, es necesario examinar
el comportamiento de la prensa y por lo tanto la vinculación entre ella y las Fuerzas Armadas. Nuestra
hipótesis es mostrar en este artículo que en las guerras del fines del siglo XX y en la actual de EEUU e
Irak como en guerras anteriores, también ha existido desinformación, propaganda o guerra sicológica y
manipulación de la opinión pública por los bandos contrarios, dando lugar a lo que hemos
denominado la “guerra paralela”, siendo ella parte de la estrategia de la guerra total.
Relación Fuerzas Armadas-Medios de Comunicación.
Se dice que “quien posee la información tiene poder”. Para las Fuerzas Armadas, la
información es un arma táctica y estratégica. Ella debe ser resguardada por razones de seguridad y
para mantener en orden a las tropas. Existe un bien superior que es proteger a la patria, defenderla y por
ello, la información debe restringirse en tiempos de guerra. Para los medios de comunicación en
cambio, la información es su principal fuente de trabajo y debe ser dada a conocer al público para que
éste pueda formarse su propia opinión y adoptar decisiones por si sólo. El medio que primero da a
conocer una noticia “golpea” y por lo tanto tiene una ventaja frente a otros. Como se ve, los objetivos
entre ambos actores, son contrapuestos y si bien algunos sistemas de prensa, en particular los europeos,
bajo el régimen de responsabilidad social de la prensa, han establecido normas que la orientan hacia
una actitud más responsable en situaciones de emergencia, los conflictos prensa- Fuerzas Armadas
continúan produciéndose en tiempos de guerra. Más aún, en el mundo globalizado de hoy en que la
información fluye sin límites ni fronteras, en donde los canales de televisión se han multiplicado y los
E
2
medios cuentan con versiones en internet, la información se hace cada vez más rápida e instantánea.
La emergencia de canales de informaciones alternativos es también otro fenómeno interesante que
amplía las opciones de información, desinformación y /o manipulación e incluso da lugar para
acciones terroristas o de manifestaciones de opinión pública, con el consiguiente impacto sobre ésta.
Las imágenes de la televisión y también las fotografías pueden aproximarse a la realidad o bien
distorsionarla, a través de técnicas especiales (ejemplo: fotoshop).
En la actualidad, podemos estar más cerca de la verdad de un acontecimiento pero,
paradójicamente, también podemos estar más alejados de ella. Esto pudiera parecer contradictorio,
pero no lo es, si consideramos que el mundo en que vivimos está hoy lleno de ambivalencias, porque
las personas adhieren poco a certezas. La sobresaturación de información a que tiene acceso el
hombre moderno, no necesariamente lo conduce a un conocimiento de mayor calidad. Esto, que
sucede en casi todos los planos, se da con bastante fuerza en el caso de las guerras. Al hombre común
le llegan fragmentos de episodios sangrientos, dolor, drama, todo aquello que es consecuencia de los
conflictos bélicos y en la mayor parte de los casos, nadie entiende las causas y el desarrollo mismo de
los hechos, los que normalmente aparecen descontextualizados. Sucedió en la cobertura de la guerra de
Vietnam, en la del Golfo Pérsico en 1991 y en la que estamos presenciando hoy. En parte ello es fruto
de las restricciones de trabajo a que se ven sometidos los medios en tiempo de guerra, a las técnicas de
propaganda que aún utilizan los gobiernos, pero también es consecuencia de el uso de posturas
ideológicas propias de los medios o bien de fines netamente comerciales, que muchas veces los llevan
a desinformar (trasmitir información falsa o distorsionada en forma intencional) o a manipular a la
opinión pública. Si bien la cobertura de la guerra es hoy más diversa y los medios pueden hacer uso de
mayor tecnología, no necesariamente es más completa que antaño ni tampoco nos aproxima a la
verdad. La vinculación Medios- Fuerzas Armadas sigue siendo compleja y no exenta de problemas. De
ahí que la guerra paralela adquiera relevancia en la marcha de un conflicto bélico.
De Vietnam a la guerra del Golfo Pérsico (1991).
Vietnam constituye todo un hito en cuanto a la importancia de la prensa y la influencia que ésta
tuvo en hacer cambiar las percepciones de la opinión pública respecto del apoyo al gobierno
norteamericano a la guerra y fue la que dio pie para una nueva etapa en la relación prensa-militares.
Cabe recordar que durante los primeros años del conflicto, mayoritariamente la población
norteamericana apoyaba firmemente la decisión de ir a la guerra. Las acciones bélicas se extendieron
en el tiempo y con la prolongación de la guerra, los horrores que mostraba con toda crudeza la
televisión. El no entender el porqué se estaba luchando en el sudeste asiático, unido a la falta de
conducción del conflicto, hicieron que la opinión pública se revirtiera en contra de la guerra y
emergieran las protestas y manifestaciones públicas en contra de ella. Fue una guerra en donde
prácticamente la prensa no tuvo censura, el trabajo de los periodistas llegaba prácticamente en directo
a miles de hogares a través de la televisión, la que era mucho menos neutral en su cobertura que la
prensa escrita. La lentitud de la guerra y el sentido acumulativo de la misma jugaron en contra de
EE.UU., al punto que se consideró que la televisión estadounidense prácticamente estaba ayudando al
enemigo, al filmar la fuerza y resistencia del otro bando. Así, el asesinato de 100 civiles en May Lai,
una aldea de Vietcong, fue cubierto por varios meses en la prensa estadounidense, en cambio, la
masacre efectuada a miles de civiles por los comunistas en Hue, fue prácticamente ignorada. Al
enfatizar e incluso magnificar en algunos casos las atrocidades de la guerra a través de imágenes
instantáneas, la televisión aumentó el sentimiento de culpa de los norteamericanos hacia la guerra. Los
militares se dieron cuenta que al no haber existido censura hacia la prensa, ya no podían detener a los
medios. En contraste, los norvietnamitas sí habían censurado la prensa, no existiendo un equilibrio
informativo. En síntesis, se conoció más la versión de los medios norteamericanos que eran contrarios a
la guerra y ello, junto con otras manifestaciones de opinión pública, contribuyó a volcarla en contra del
3
gobierno de EE.UU., quitándole su apoyo. Los norvietnamitas a su vez, utilizaron la prensa occidental
para volcar al pueblo estadounidense en contra de la guerra, lo que jugó a favor de Hanoi. Más aún,
Hanoi recibió una ayuda inconsciente de los medios de comunicación cuando en 1968 se le dio como
vencedor en una batalla, en circunstancias que había perdido. Por ambos lados hubo culpas: los
periodistas no estaban preparados para cubrir esta guerra porque no sabían de la historia de Vietnam,
cayeron en el sensacionalismo, el gobierno no les impuso normas (no se supone que ellas deban existir
en un sistema de prensa libertario como el norteamericano) y los militares tampoco se dieron cuenta de
la importancia de proveer a los periodistas de facilidades para acceder a los altos mandos. Por eso, Alan
Hooper escribió que “la guerra fue perdida en las pantallas a espaldas de los EE.UU.”
La experiencia de EE.UU. en Vietnam marcó un hito para las relaciones prensa-gobierno
porque éste, a raíz del resultado obtenido, se dio cuenta que en tiempos de guerra no se podía mantener
incólume el régimen libertario de la misma. Se instauró una estructura de propaganda y las relaciones
Prensa-Fuerzas Armadas se vieron afectadas. Se creó la Comisión Siddle que recomendó que en el
futuro, las guerras debían cubrirse por “pools” de noticias y el producto noticioso de cualquier
miembro del “pool” fuera de propiedad de todas las organizaciones acreditadas que cubrieran la guerra.
En la guerra del Golfo (1991), se aplicaron otras medidas a demás de la del “pool” noticioso. El
Departamento de Defensa elaboró una lista de limitaciones para los periodistas, tales como prohibición
sobre el número de soldados, navíos, aviones, armamentos, número de heridos, todas las historias
reporteadas deberían ser revisadas por personal militar. Como consecuencia inmediata, casi todas las
cadenas trasmitían las mismas imágenes cedidas por el Pentágono. Sólo 126 periodistas fueron
autorizados para cubrir la guerra, que ahora se daba en un contexto de mayor sofisticación tecnológica
y sobresaturación de información y de medios. Pero más de 800 corresponsales se aventuraron solos en
su labor sorteando las trabas y llegando a lugares claves. Para el Departamento de Defensa, lo que se
hizo no fue una censura sino una revisión de seguridad. Las medidas adoptadas en la Operación
“Tormenta del Desierto” apuntaban a que no sucediera lo de Vietnam, esto es, que la prensa no minara
la moral norteamericana y no volcara en contra a la opinión pública. En pos de este último objetivo, los
altos mandos emitían comunicados de prensa permanentes y se escogieron cuidadosamente voceros
para informar diariamente a la opinión pública. En igual forma, se recurrió a la desinformación,
entregando falsos antecedentes o introduciendo en la información elementos de opinión o críticas sin
fundamento. Así por ejemplo, tropas aliadas realizaron maniobras de entrenamiento en el golfo de
Omán. Estos movimientos tácticos dieron la impresión a los iraquíes de que efectivamente se preparaba
un ataque por esa zona, lo que no ocurrió, pero los periodistas trasmitieron lo que presenciaban.
Irak por su parte, también recurrió a la manipulación: Saddam Hussein prohibió la cobertura por
televisión para evitar que el pueblo se viera expuesto a lo que sucedía en el frente y a las noticias
occidentales. Los iraquíes sólo se enteraban de los daños que provocaba el “satánico Bush” y los
“infieles occidentales” (técnica de demonizar al enemigo); el mismo Hussein se dejó filmar en amena
charla con sus “huéspedes occidentales” para mostrarse al mundo como un” hombre de diálogo y
pacífico”. Una de las peculiaridades de esta guerra es que la estrategia militar se pensó en relación a la
cobertura televisiva, a través de la utilización del sistema “video news release”, edición de imágenes
positivas de la guerra, realizada por una empresa norteamericana que se ofrecía a la venta, con
imágenes únicas de Kuwait ocupado. El material era bueno y gustaba al público, siendo todo un éxito.
Las encuestas también influyeron en las estrategias de la guerra: al inicio del conflicto la
opinión pública norteamericana era más bien reticente a la idea de la guerra. El 22 de noviembre de
1990, los resultados de un sondeo revelaron que ellos apoyarían la intervención si se trataba de detener
una bomba nuclear de Irak. Poco tiempo después, Bush anunció que Saddam estaba en condiciones de
tener una bomba nuclear propia en unos cuantos meses más, lo que hizo subir el índice de aprobación a
la guerra.
4
Según el profesor Charles Moskso de la Northwestwern University, Illinois, la guerra del
Golfo mostró cómo los militares norteamericanos pudieron controlar fácilmente las comunicaciones,
pero también les dejó en claro que ahora la prensa contaba con mayor poder tecnológico y que podían
incluso llegar por sus propios medios a cubrir el frente, cosa que hicieron los corresponsales
extranjeros. Supuestamente, la opinión pública accedió a más información en vivo y en directo, pero
sin embargo, igual estaba manejada por el control que ahora ejercieron las autoridades. En esta
guerra, más que censura, hubo una manipulación fuerte de los medios de comunicación, al negársele a
la prensa el acceso a las fuentes, hasta que el gobierno obtuviera el respaldo de la opinión pública.
Desde la guerra del Vietnam, los norteamericanos se dieron cuenta que los enemigos no estaban sólo
en el frente y que obtener el apoyo de la opinión pública debía ser considerado un objetivo de guerra.
Se trataba de hacer una operación breve e intensa y mientras ella durara, se marginaba a la prensa del
frente de combate, quedando su impacto disipado y ganándose a la opinión pública. EE.UU. contó en
esta intervención con el respaldo de la opinión pública internacional no sólo porque se haya
manipulado la información y restringido la labor de la prensa, sino porque cumplió con su objetivo:
restaurar la independencia de Kuwait que había sido invadido y desaparecido como Estado por parte
de Irak. Una vez que este último país retiró sus tropas de Kuwait, la misión de EE.UU. se cumplió. La
guerra fue corta, lo que favoreció el aislar el acceso de la prensa al conflicto hasta que se cumplieron
los objetivos.
EE.UU.-Irak: la guerra en el año 2003.
La particularidad de esta guerra es que ella ocurrió en un contexto de plena globalización, en
donde las fronteras informativas parecen disiparse. En la actualidad, existe una de ampliación de
medios alternativos y un auge de Internet. Si en el siglo pasado fue la televisión la principal testigo y
divulgadora de la guerra, hoy es la Web la protagonista mediática del siglo XXI, sin fronteras y casi sin
límites.
Esta guerra, a diferencia de las ya comentadas, tuvo una cobertura impresionante por la prensa,
por la Web y de los medios alternativos que han emergido en particular en el mundo árabe. Además, no
es irrelevante el hecho que EE.UU. sea en la actualidad la única superpotencia mundial casi sin
contrapeso, lo que le significó indudablemente una ventaja. Pese a la oposición de la gran mayoría de
la opinión pública internacional, el inicio de las acciones contó con el apoyo de los norteamericanos
para en lo que en un primer momento fue planteado por el presidente George Bush como una acción
“liberalizadora” hacia el pueblo de Irak, que es lo que lo otorgó legitimidad a la acción bélica de
EE.UU. Para entender este apoyo interno con que contó el presidente Bush, es preciso tener una
actitud empática e internalizar el impacto y el significado más profundo que tuvo para la opinión
pública, el atentado terrorista a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre del año 2001. A
partir de ahí, la amenaza que significa un hecho sorprendente, trágico y casi incontrolable, da lugar a
un cambio sustancial en las Relaciones Internacionales de este siglo: la formulación de la doctrina de la
seguridad de EE.UU. en donde Bush plantea la existencia del “eje del mal”, compuesto por tres
estados terroristas y poseedores de armas químicas nucleares: Irak, Corea del Norte e Irán.
No hay duda que el pueblo se sintió y se siente aún directamente amenazado por el terrorismo
internacional, identificado ahora en el fundamentalismo musulmán. Esto ha sido difícil de comprender
tanto en Europa como en América Latina y más aún en algunos estados de Asia en donde es fuerte la
presencia de musulmanes (no necesariamente todos fundamentalistas).
El problema es que EE.UU., como superpotencia hegemónica, ha extrapolado esta amenaza a
todo el mundo occidental. Si EE.UU. no ha perdido hasta la fecha el apoyo de la opinión pública
interna, es fundamentalmente por el miedo que ella siente frente a la amenaza terrorista y no porque se
haya restringido a la prensa, al igual que en la guerra del Golfo. Sin embargo la legitimidad interna que
ha tenido la acción bélica de EE.UU. en Irak, no ha sido la misma en lo que se refiere a la opinión
5
pública internacional. Desde el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hasta la mayor parte de
los gobiernos europeos (con la excepción de Gran Bretaña y de España), de China, y de casi todos los
países de América Latina, su acción ha carecido de legitimidad en el plano internacional, al no
haberse iniciado la guerra con la aprobación del dicho Consejo y posteriormente haberse comprobado
la inexistencia de armas de destrucción masiva en territorio iraquí. Es por ello que la prensa
internacional en lugar de referirse a la “liberación” ha utilizado el término“invasión” norteamericana
en Irak. Es en este sentido que se puede afirmar que los medios de comunicación han contribuido a
profundizar esta imagen, al reforzar el sentimiento antiestadounidense existente en la comunidad
internacional.
Es probable que en el plano interno, el respaldo hacia el gobierno norteamericano haya
disminuido por su larga intervención en Irak. Es más, ni siquiera la instauración de un gobierno local
en Irak, ha podido amortiguar el impacto negativo de la opinión pública internacional. Esto
probablemente aumentará la hostilidad del mundo árabe hacia EE.UU., no así la actitud básica de
apoyo de la opinión pública interna estadounidense.
Si bien la decisión norteamericana ha contado con el respaldo mayoritario de la opinión pública
interna, la cobertura de prensa se ha prestado para confusiones. En plena globalización, más medios no
ha significado mejor información y ha habido desinformación y maniobras de manipulación. Ahora se
hace referencia de los periodistas “enquistados” para referirse a aquellos que el gobierno autorizó para
ir al campo de batalla con los soldados estadounidenses, pero cuyas informaciones debían ser revisadas
por los militares, de acuerdo a las normas mínimas que ya se habían aplicado en la guerra del Golfo.
Las noticias de la guerra influyeron también en los vaivenes del mercado y su velocidad, en la toma de
decisiones de EE.UU. Así, las noticias negativas desde Irak dieron pábulo a los demócratas para
impulsar una enmienda en el Senado para reducir el tamaño de los recortes de los impuestos
propuestos por la administración de Bush. Por otra parte, EE.UU. intervino la cadena árabe Al Jazzera
y su sitio web en inglés, al trasmitir ella imágenes de soldados británicos y norteamericanos muertos en
Irak. Diversos sitios en internet fueron creados para trasmitir informaciones alternativas y contrarias a
los puntos de vista norteamericanos, todo lo cual llevó a contradictorias informaciones que más bien
han confundido a la opinión pública, minando la credibilidad de las cadenas y sitios web
internacionales.
El ataque al edificio donde se alojaba la prensa en Bagdad y en donde resultaron muertos
periodistas extranjeros, levantó a nivel de la prensa internacional un manto de duda sobre la
intencionalidad de dicha acción. Aunque no existe estrictamente una censura directa de parte del
gobierno de Bush, sí ha habido presiones indirectas que llevaron a los medios a autocensurarse, lo que
ha contribuido a mantener el apoyo de la opinión pública interna. Así como los medios
norteamericanos fueron objeto de estas manipulaciones, lo mismo sucedió con los árabes. Se dice que
Al Jazzera recibió imágenes que a Hussein le interesaba difundir, lo que convirtió a esta agencia
noticiosa en cierta forma en un órgano de propaganda y el hecho que esta cadena haya mostrado las
bajas norteamericana, apuntó a quebrar la moral de los combatientes y la de la opinión pública.. Así, la
guerra paralela recrudece y aunque se instaló de una administración provisional en Irak, la guerrilla
proseguirá y también la guerra por las comunicaciones. Más que la opinión pública internacional a
uno y otro bando le interesa ganar a la opinión pública interna. EE.UU. no puede perderla porque el
impacto político que tendría en las próximas elecciones presidenciales en EE.UU. La guerra paralela
es parte de la guerra total y es posible que ella perdure por bastante tiempo en este conflicto.
* * *
_________________________________________________________________________________
* Abogada; M.A. Comunicación, Universidad de Minnesota, EE.UU. Profesora de opinión pública,
Universidad Gabriela Mistral.
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-