Revista de Marina
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Homenaje en el Senado de la República a las Glorias Navales, el 8 de Junio de 1999

  • Fecha de publicación: 01/06/2000. Visto 34 veces.

1 REPORTAJE HOMENAJE A LAS GLORIAS NAVALES * Julio Canessa Robert Señor Presidente del Senado, don Andrés Zaldívar Larraín; Honorables Senadores; Señor Comandante en Jefe de la Escuadra Nacional, Contraalmirante don Miguel Vergara Villalobos; Señor Brigadier Mayor del Centro de ex Cadetes y Oficiales de la Armada, Caleuche, Contraalmirante don Marcos Concha Valencia; Señores Oficiales Superiores, Jefes y Subalternos; Cadetes y Gente de Mar de la Armada; Señoras y Señores: ace 120 años, el día 1 de junio de 1879, ante el Congreso Pleno, el Presidente de la República, don Aníbal Pinto, iniciaba su cuenta anual con estas palabras: "Al inaugurar vuestras tareas legislativas, no me es dado, como en otras ocasiones, anunciaros con complacencia que la República goza de uno de los más importantes bienes que puede apetecer un país: la paz exterior". Luego de pasar revista a las circunstancias que habían hecho imperiosa la decisión política suprema -declarar la guerra- afirmaba lo siguiente: "La tarea que en estos momentos nos corresponde desempeñar, está principalmente confiada a los esfuerzos de los servidores que por largo tiempo han sido custodios de la paz y del orden, y a quienes incumbe ahora hacer sentir el poder de la República. (...) Al Ejército y a la Marina está librada principalmente la suerte del país". El Jefe del Estado podía confiar la suerte del país a sus Instituciones Armadas. A través del tiempo, los chilenos habían acumulado un tesoro de virtudes heroicas, de servicio abnegado y silencioso; de actos audaces y triunfos conquistados al precio de la sangre, el dolor y la muerte. Y siempre, después de la exaltación entusiasta y vocinglera tras cada campaña victoriosa, la ingratitud y el olvido... hasta el próximo conflicto. ¡De esa dura realidad se nutre la más bizarra tradición militar de América! En 1879, un año tan lejano en el tiempo y tan próximo en nuestros corazones, al enfrentar un conflicto que comprometía su honor y su soberanía, la nación chilena reunió, una vez más, en torno a su bandera, la energía ancestral de la raza, el patriotismo de sus hijos y la fortaleza enérgica y serena de los llamados a conducirla. Y en la vanguardia de ese esfuerzo colectivo, como debe ser, marchaban sus hombres de armas. Bastó el comportamiento ejemplar de un joven Oficial de Marina, capaz de impulsar a los hombres bajo su mando hacia el cumplimiento del deber en su grado máximo, para que nuestra nación, galvanizada por tan gallarda conducta, sintiera en lo más íntimo la vigencia de esa tradición y cada cual exigiera, sin más, ocupar su puesto en las filas. El acto que desencadenaría unas ansias que sólo podían ser colmadas por la victoria o la muerte, recién había ocurrido en Iquique. "Allí hemos visto -dijo entonces el Presidente de la República- a los que montaban los más débiles buques de nuestra escuadra, sostener con gloria el honor de nuestras armas contra los buques más poderosos de la escuadra enemiga. Un pueblo que cuenta con hijos como los que han sabido morir gloriosamente en la Esmeralda, o como los que con tanta entereza y arrojo han combatido en la Covadonga, tiene sobrados motivos para confiar en que los reveses de la guerra no quebrantaran su valor, y que aún la superioridad del enemigo no le arrebatará el triunfo".H 2 La frase final de aquél discurso del Presidente Aníbal Pinto, sintetiza de modo inmejorable el espíritu que da vida a los hechos que, enlazados, constituyen las Glorias Navales. En efecto, un pueblo cuyos hijos están dispuestos a tripular nuevamente y en cualquier momento a la Esmeralda y a la Covadonga, es invencible. Nuestro pueblo se ha ganado el derecho a la libertad en cien combates, haciéndose acreedor al respeto de las demás naciones. Y este pueblo merecerá conservar su lugar en el planeta en la misma medida en que su comportamiento sea digno de tan exigente legado. Si alguna vez llegara a fundar sus decisiones relevantes de acuerdo al tamaño de los obstáculos que enfrenta, o amedrentado por la superioridad de sus enemigos, nuestro pueblo iniciaría de inmediato la declinación de su ciclo vital. Pero, hoy como ayer, y como será siempre, mientras tenga vida un marino chileno, la arenga de Prat a sus muchachos estará vibrando como eterno zafarrancho de combate. En otro orden de consideraciones, resulta evidente que no es posible concebir a este país austral, ubicado en un extremo del orbe, sin una referencia expresa a su vocación marinera. Dios colocó a Chile frente a la inmensidad del Océano Pacífico, imprimiéndole un sello que no puede ni debe soslayar. En el pasado, la fuerza de ese destino marítimo hizo posible nuestra grandeza, abriendo la senda hacia el triunfo y la inmortalidad. El Poder Naval -intereses marítimos, fuerza y posición geográfica- siempre será indispensable para garantizar la seguridad y el desarrollo de nuestro país. La gravitación del factor marítimo se hace evidente al recordar una expresión feliz acuñada por Benjamín Subercaseaux, "Tierra de Océano", que sintetiza lo que en verdad es el territorio chileno. A la luz de la expresión Tierra de Océano, fácil es comprender la enorme importancia de la obra desplegada, en la paz y en la guerra, por la Armada de Chile. Nunca debiéramos olvidar que el mar une, en vez de dividir. Para los chilenos, constituye la principal vía de integración nacional, sirviendo de conexión territorial desde Arica a la Antártida. Al mismo tiempo, representa nuestra principal línea de comunicación con el resto del mundo. Nos pone en contacto con los principales mercados, y es vital que nos una con el oriente, donde se encuentran las más dinámicas economías y las sociedades que probablemente ocupen un lugar preeminente en el siglo XXI. Las consideraciones económicas tienen cada vez mayor importancia, y en este sentido no debiéramos olvidar que el Mar de Chile, en su Zona Económica Exclusiva, contiene una preciosa reserva de bienes, desafiándonos a su estudio científico y a una racional explotación. Para el destino de nuestro Estado-Nación, en una perspectiva Geopolítica, debemos tener presente que es el Océano Pacífico lo que da continuidad y profundidad estratégica a nuestra accidentada geografía. Mirando al futuro de la Patria, las Glorias Navales constituyen un elemento espiritual irreemplazable, una fortaleza del Poder Nacional, indispensable para sostener el rumbo a pesar de los nuevos obstáculos que los más lúcidos vigías van detectando en el horizonte. En esa perspectiva, no recordamos las Glorias Navales con afán nostálgico. Por el contrario, lo hacemos potenciando el futuro. Todos sabemos cuánto significan las hazañas guerreras de quienes nos antecedieron en el tiempo... y nos pedirán cuentas sobre el fruto de su sacrificio cuando nos reunamos con ellos. La tradición, cuando es auténtica, renueva permanentemente el afán de cada día. Así, en su sentido más alto, las Glorias Navales nos señalan un ideal irrenunciable, capaz de ennoblecer el comportamiento de las generaciones de hoy y de inspirar a lasque nos sucederán mañana. Aprovecho esta oportunidad para destacar un hecho notable: la estirpe del héroe de Iquique está vinculada a esta Corporación. En efecto, don Arturo Prat Carvajal, su único hijo varón, fue un Senador de indudable prestigio. Y su bisnieto, don Francisco Prat Alemparte sirve ahora, con singular distinción, la misma función pública. Asimismo, quiero saludar con afecto a mi camarada de armas, Almirante don Jorge Martínez Busch. El mantiene con brillo el espíritu de la Armada en este Senado. Permítanme añadir, todavía, un recuerdo personal. Mi padre fue Oficial de Marina, ingeniero naval. Le debo una parte significativa de mi vocación militar. Gracias a su austero ejemplo descubrí la belleza de un estilo particular de vida, donde las esperanzas y logros personales se engarzan con los de la Patria, y lo hice mío, sin reservas y para siempre. 3 En suma, estoy seguro de interpretar el sentir de todos los presentes al manifestar cuán orgullosos estamos de la tradición naval chilena; tradición que las tripulaciones de hoy, encarnan y de cuya inmaculada conservación responden ante la Historia. Sus glorias son patrimonio de todos los chilenos, sin excepción alguna. Señor Presidente: Finalizaré mis palabras agradeciendo el haber tenido la oportunidad de rendir un homenaje a las Glorias Navales y así expresar, en esta Sala, la admiración y respeto que merece nuestra Armada, por lo que en bien de la Patria ha hecho desde los tiempos de O'Higgins, Zenteno y Cochrane hasta nuestros días. No aventuro en absoluto al sostener que la Armada de Chile, en comunión con las otras instituciones que conforman el supremo baluarte de nuestra nación, fiel a su gloriosa trayectoria, conservará por siempre su tradición guerrera, continuará perfeccionado sus capacidades profesionales y seguirá cultivando las virtudes de honor, lealtad y abnegación que animan su admirable vocación de servicio. He dicho. -----* Homenaje rendido por el Honorable Senador don Julio Canessa Robert a las Glorias Navales, el 8 de junio de 1999, en el Senado de la República.

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