Por ÁLVAREZ MCLEAN, GONZALO .
Con el ejemplo de dos conflictos contemporáneos, las guerras de Vietnam e Irak, queda en evidencia la importancia de la trinidad de Clausewitz. Su falta de comprensión ha sido la causa de grandes derrotas en diversos conflictos de la historia mundial.
Two contemporary conflicts, the Vietnam and Iraq wars are examples of the importance of Clausewitz’s trinity. The lack of understanding of this trinity has been the cause of great defeats in several conflicts throughout world history.
En 1832, Marie Von Brhul, publicó una recopilación de los estudios de su difunto esposo, el general Carl Von Clausewitz, en la obra que hoy se conoce como De la guerra. Este libro da a conocer la visión del general respecto a la teoría de la guerra, la que ha servido como referencia para la aplicación e interpretación de los conflictos hasta hoy.
A través de su trabajo, Clausewitz; produjo una revolución intelectual en el estudio de la guerra. De tal manera que relaciona la ocurrencia de este fenómeno con la política, indicando que; “la guerra no es solamente política, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la relación política, llevada a cabo de otros medios”1 (Clausewitz, On War, 1989, p. 87).;
En este contexto, Clausewitz; asocia la política y la guerra con las características humanas, explicando como esta puede verse afectada por el genio creativo, la racionalidad en los fines que se desea alcanzar y las emociones que se presenten en el conflicto, las que, finalmente, tendrán efecto en los principales actores involucrados en la dialéctica de las voluntades, identificados como Gobierno, ejército y pueblo.
Al respecto, el general señala:
La guerra por lo tanto no es solamente un verdadero camaleón, por el hecho de que en cada caso concreto cambia en algo su carácter, sino que es también una extraña trinidad si se la considera como un todo, en relación con las tendencias que predominan en ella.
Esta trinidad la constituyen el odio, la enemistad y la violencia primitiva de su esencia que deben ser considerados como un ciego impulso natural; el juego del azar y las probabilidades que hacen de ella una actividad libre de emociones, y el carácter subordinado de instrumento político, que hace que pertenezca al dominio de la inteligencia pura. El primero de estos aspectos interesa al pueblo, el segundo al jefe y su ejército y el tercero solamente al Gobierno”2 (Clausewitz, On War, 1989, pág. 89).
Al respecto, existe una tendencia de relacionar la trinidad paradojal de Clausewitz; como un piso con tres patas, donde todas son indispensables. Si una pata es más corta que las demás, la utilidad del piso es limitada. Lo anterior, teniendo presente que en la guerra el Gobierno fija el propósito, el ejército los medios o instrumentos para alcanzar el objetivo político y el pueblo provee la voluntad. (Miller, 1998). Entonces, “Si no hay equilibrio en la trinidad, no es posible formular una estrategia nacional exitosa” (Echavarría, 2017).
En este contexto, nace la necesidad de contar con un estadista que posea el arte para materializar el equilibrio deseado para enfrentar el conflicto. De lo anterior, el comandante Thauby sostiene que:
Enfrentado al conflicto debe ser capaz de evaluar a su gobierno descarnadamente en sus potencialidades y sus limitaciones; deberá conocer a su pueblo y poder predecir sus reacciones; deberá evaluar su capacidad para motivarlo, conducirlo y para resistir a sus presiones. Deberá conocer las capacidades de su ejército, de sus soldados y sus mandos, su material y sus capacidades operativas.
Con este conocimiento deberá combinar los unos con los otros para cubrir sus vulnerabilidades y multiplicar sus potencialidades, administrando la gestión política, el empleo de la fuerza y la resistencia moral de la nación” (Thauby, 2004).
De aquí se puede desprender la aseveración de que :
el cómo los gobiernos utilizan los instrumentos del poder nacional para desarrollar su gran estrategia es clave para la supervivencia de este. La relación balanceada entre el Gobierno, fuerzas militares y el pueblo es vital para desarrollar una estrategia durante la preparación y conducción de la Guerra (Miller, 1998).
Lo anterior refuerza lo planteado por Clausewitz que, ante la desconexión de los elementos de la trinidad, los resultados pueden ser desfavorables. Ejemplo de lo anterior es lo ocurrido durante la guerra de Vietnam, en donde la desconexión del Gobierno con el pueblo y el ejército provocó un desequilibrio que condujo a la derrota desde el punto de vista político y estratégico (Summers, 1995).
En agosto de 1990, Irak invadió Kuwait. Desde ese momento, Estados Unidos inició las gestiones a nivel diplomático para forzar la salida de los invasores. Asimismo, ordenó el despliegue de medios navales hacia el área del conflicto y comenzó a trabajar con la prensa para ganar el apoyo popular. No era aceptable repetir lo ocurrido hasta 1973 en Vietnam.
En este sentido, se estima que durante la primera guerra del Golfo Pérsico, el presidente Bush logró consolidar la unión de distintos elementos de la trinidad de Clausewitz para alcanzar el equilibrio requerido para cumplir sus objetivos políticos. Lo anterior, por medio de la aprobación en el congreso del uso de la fuerza contra Irak, el fortalecimiento de la relación e imagen de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) y la cooperación de los medios de comunicación para contar con la voluntad nacional.
Respecto al proceso de autorización del uso de la fuerza, el Presidente necesitaba el apoyo del Congreso. Lo anterior, debido a que en Estados Unidos el Poder Legislativo es identificado como representante del pueblo. Entonces, la aprobación de la petición permitiría obtener tanto la legalidad como la legitimidad para apelar a la voluntad del pueblo y dar respaldo a las fuerzas militares.
Para cumplir lo anterior, desde el inicio del conflicto el presidente Bush informaba, permanentemente, al Congreso sobre los acontecimientos y órdenes que se estaban instruyendo, principalmente en lo relacionado con las acciones tomadas en Naciones Unidas (ONU) y la materialización de la operación “Escudo del desierto.” El día 29 de noviembre de 1990, a través de la resolución 678, el Consejo de Seguridad entregó la potestad a los Estados miembros para emplear todos los medios disponibles para expulsar a las fuerzas iraquíes, en caso de que estas no hayan efectuado la retirada de Kuwait antes del 15 de enero de 1991. La política exterior había actuado.
El día 8 de enero de 1991, el presidente envió al Congreso la solicitud para el uso de la fuerza en Irak, la cual fue aprobada el día 14 de enero de 1991, a través de la denominada Resolución conjunta N° 77. Lo anterior consistía en un respaldo para el Presidente, dado que en ambas cámaras del Congreso predominaba el partido Demócrata. “La Constitución, el pueblo americano y los deseos de libertad han sido servidas” o “la Constitución ha prevalecido” eran frases que resonaban en ambas cámaras (Glennon, 1991).
No obstante, podría señalarse que la autorización constituyó sólo un acto de formalidad ya que, si bien la “Resolución de poderes de guerra de 1973 o WPR”3 exigía la ratificación del Congreso para declarar la guerra o emplear la fuerza, el Ejecutivo podía aplicar resquicios legales para el empleo de tropas (Burgin, 1995).
En efecto, el Ejecutivo insistió en más de una ocasión que tenía la potestad de no invocar el WPR; no obstante, se requería que cumpliera el cauce legal para darle legitimidad. En este contexto, el empleo de resquicios implicaba realizar una maniobra similar a la efectuada por el presidente Johnson durante la guerra de Vietnam, es decir, repetir errores.
El coronel Summers sostiene que:
En este llamado vacío legal cayó el Ejército de Estados Unidos, atrapado entre el poder Legislativo y el Ejecutivo. Esta era una posición peligrosa para el ejército y la república. Peligroso para el Ejército debido a que, al no apelar a la voluntad nacional, Estados Unidos perdió lo que Clausewitz llamó “la fortaleza de la pasión del pueblo motivado para la guerra” (Summers, 1995).
En esta ocasión fue diferente, el conflicto era visto como legítimo y no poseía vacíos legales, debido a que en el Congreso descansa la voluntad del pueblo.
Para mantener el equilibrio entre el Gobierno y el pueblo, la relación entre el Ejecutivo y las FF.AA revestía una especial importancia. En su libro On Strategy el coronel Summers pone en evidencia la desconexión existente entre el elemento político y el ejército, la cual no podía volver a repetirse. El Presidente había prometido que la guerra del Golfo Pérsico “no sería un nuevo Vietnam” (Bush, Discurso a la nación respecto al inicio de las hostilidades contra Irak, 1991).
Asimilando los errores cometidos anteriormente, el presidente Bush dio a conocer sus objetivos políticos durante su mensaje a la nación, el día 16 de enero. Respecto a los objetivos militares, en su calidad de comandante en jefe, entregó el proceso de razonamiento de la estrategia a las FF.AA., asegurándose de mantener el poder de decisión final, con la finalidad de asegurar la concordancia entre los objetivos militares y los políticos (Hess, 2009). Asimismo, “reconoció a los líderes militares, demostrando fe en sus capacidades y les entregó libertad de acción para conducir la guerra” (Miller, 1998).
Respecto a lo anterior, el coronel St. Amand sostiene que:
Debido a que la línea divisoria entre el militar y el político no está claramente definida, el equilibrio apropiado lo debe dar la personalidad. El presidente entendía a los militares y estaba consciente de lo perjudicial que resultó la aplicación de micromanagement en Vietnam. Los generales Powell y Schwarzkopf, nuestros líderes militares, eran conocidos en la política y sabían cómo funcionaba. Fue su relación de trabajo, más que la asignación de responsabilidades específicas, lo que logró alcanzar la exitosa relación entre ejército y gobierno visualizada por Clausewitz (St. Amand, 1994).
Sin embargo, existen disensos respecto a este planteamiento, ya que hubo ocasiones en las que el nivel político intentó interferir en las decisiones del nivel militar, como lo fue el caso de la maniobra concebida por el secretario de Estado Richard Cheney para la invasión de Irak (Piercey, 2004). Si bien situaciones como estas se presentaron durante el conflicto, tanto el ejército como el Gobierno lograron mantener el equilibrio, adaptando su planificación para la consecución de los objetivos políticos planteados. En este caso, la acción del general Powell permitió convencer al nivel político y mantener las intenciones de Schwarzkopf (Piercey, 2004).
General Norman Schwarzkopf.
Asimismo, al término del conflicto el general Schwarzkopf señaló que el presidente Bush le dio la potestad de proponer recomendaciones y soluciones a los jefes de Estado de la coalición, precisamente algo que Clausewitz consideraba imperativo en la relación Gobierno-ejército (Miller, 1998).
El Gobierno y el ejército se encontraban alineados y con una fuerza superior. Sin embargo, para lograr la victoria, Estados Unidos debía obtener la adhesión del pueblo. Para lo anterior, se utilizó la influencia de los medios de comunicación para explicar a los ciudadanos los esfuerzos realizados durante el conflicto. Desde la invasión de Irak, a través de la televisión el presidente Bush invocó al pueblo por su apoyo para resolver el conflicto, llamando a “pronunciarnos en favor de lo correcto y condenar lo que está equivocado. Todo en beneficio de la paz” (Bush, Discurso a la nación con motivo de la invasión de Irak a Kuwait, 1990). A partir de ese momento y hasta el inicio de la operación “Tormenta del Desierto,” la campaña mediática se centró en los esfuerzos realizados por el Gobierno para defender la región, así como también las gestiones realizadas a nivel gubernamental y en Naciones Unidas para lograr la paz por medio de la vía diplomática. Al mismo tiempo, aumentaban las historias de aquellas familias de militares que habían enviado a sus hijos, padres y hermanos a la zona del conflicto. El pueblo debía estar en contacto con el ejército y el Gobierno.
Por otra parte, la prensa mostraba las atrocidades realizadas por el Gobierno de Saddam Hussein y la destrucción causada por su ejército en Kuwait. Lo anterior permitía generar la imagen del bien contra el mal, argumento válido para despertar la pasión del pueblo, que sentía la responsabilidad moral de actuar en favor de Kuwait.
El día 16 de enero, se comunica al país que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, Irak no había cedido. Había que ir a la guerra. En este momento, a través de la televisión el Presidente se compromete nuevamente a evitar que el golfo Pérsico se convierta en un conflicto similar a Vietnam: “Nuestras tropas tienen el mejor apoyo del mundo y no les pediremos que luchen con las manos atadas. Tengo las esperanzas que la lucha no será larga y que nuestras bajas serán mínimas” (Bush, Discurso a la nación respecto al inicio de las hostilidades contra Irak, 1991).
Durante el desarrollo de las hostilidades, los despachos de las cadenas de televisión, como CNN, actualizaban en directo los sucesos en Bagdad y acompañaban a las tropas desplegadas. Mientras tanto, el general Schwarzkopf entregaba su reporte a la prensa sobre el desarrollo de las operaciones. A través de los medios periodísticos, el pueblo se mantenía en contacto con el ejército y el Gobierno.
No obstante, algunas organizaciones como Human Rights Watch cuestionaron la restricción a la libertad de prensa durante el conflicto, debido a que se mantuvieron algunas prácticas de la guerra de Vietnam para el manejo de medios como, por ejemplo, el concepto del pool de prensa. Lo anterior se indicaba como un factor que afectaba la confianza de la población y su relación con el gobierno (Human Rights Watch, 1991).
Sin embargo, se estima que lo anterior no tuvo un mayor impacto en la opinión pública, dado que durante el desarrollo del conflicto la aprobación respecto a este se mantuvo sobre un 70% (Jeffords & Rabinovitz, 1994).
Finalmente, es posible concluir que, bajo el concepto de la trinidad de Clausewitz, el Gobierno del presidente George Bush consiguió el equilibrio que requería para enfrentar el conflicto. Obtuvo la aprobación del Congreso, mayoritariamente Demócrata, respetando lo establecido en la ley y sin vacíos legales, dándole legitimidad al conflicto en frente al instrumento interno del poder nacional. Se prestigió la imagen popular de las FF.AA. y se mantuvo una relación directa con ellas en la conducción, ya que tanto el estadista como sus asesores recibían y tomaban en cuenta las relaciones de los comandantes. Asimismo, motivó a la población para ganar apoyo, generando posteriormente un consenso respecto al involucramiento del país en el conflicto mediante el uso de la prensa y el Congreso para convertir el apoyo en voluntad nacional. Esa voluntad se tradujo en apoyo a las tropas, al Gobierno y a la imagen del país frente al mundo. La interrelación entre los distintos elementos de la trinidad permitió asegurar un desenlace exitoso para los Estados Unidos, así como también para la coalición.
De igual forma, el equilibrio existente permitió mantener una consistencia entre los objetivos políticos y los objetivos militares, considerado por Clausewitz como algo esencial para la conducción de la guerra.
Ya tranquilo, el Presidente declaraba el 1 de marzo: “Hoy es un día de orgullo. Por Dios, hemos pateado el síndrome de Vietnam para siempre” (Bush, Speech at the American Legislative Exchange Council (ALEC), 1991). En efecto, los recuerdos de Vietnam habían sido borrados gracias a Clausewitz y su trinidad.
En las puertas del siglo XXI, el pensamiento del General probó su vigencia, pese a la existencia de nuevas tecnologías, unidades modernas y sofisticado armamento. Lo anterior, dado a que esta se sustenta en las emociones, la racionalidad y el genio creativo, características únicas e imperecederas del ser humano. De aquí se desprende la importancia de conocer qué motiva a los elementos de la trinidad y cómo se relacionan entre ellos. La trinidad es compleja, pero a la vez sencilla; compleja en su interrelación y sencilla en su concepción. Omitir cualquiera de sus elementos puede significar la derrota.
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La guerra, ese fenómeno social donde unos matan a los otros, es un fantasma que acompaña a la humanidad desde su origen....
Se presenta primero la visión de autores escépticos de la denominada ciberguerra, quienes señalan que no es más que una metáfora ilusoria. Se presentan luego argumentos que muestran como el tipo de guerra descrita por Clausewitz, se aleja de la forma en que los conflictos se están desarrollando en el siglo XXI. Para terminar, se fundamenta por qué las ciberoperaciones pueden ser un instrumento útil para la coerción.
Carl von Clausewitz en su obra declara que “la Guerra es un acto de fuerza destinado a obligar a nuestro enemigo a hacer...
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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