Revista de Marina
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El contagio del coronavirus en un portaviones y su cadena de mando

  • Fecha de publicación: 23/04/2020. Visto 1900 veces.
  • Resumen:

    El portaaviones USS Theodore Roosevelt, se encontraba operando desde el mes de enero del presente año en el océano Pacífico. Ello corresponde al esfuerzo norteamericano por gravitar en un escenario marítimo de gran valor geopolítico para los intereses de los Estados Unidos (EE.UU.) en esa región, en especial dirigido a mantener su hegemonía militar frente a la ascendente expansión de China. Producto de un brote del virus Covid 19 a bordo del portaaviones, la Marina de EE.UU. (US Navy), después de algunos intercambios de misivas entre el comandante del navío y el secretario de la Marina de ese país (SECNAV), por sus siglas en inglés United States Secretary of Navy, relevó del mando al comandante y suspendió temporalmente las operaciones del buque, manteniéndolo en la isla de Guam para disponer la evacuación de los miembros de la dotación debido a la propagación del coronavirus a bordo.

La US Navy en todos los espacios marítimos mundiales opera, principalmente, por medio de grupos de ataque o batalla de portaaviones denominados Carrier Strike Group (CSG), compuesto por un portaaviones y un número   de buques de combate, principalmente de la clase Arleigh Burke, que brindan tanto la protección aérea como antisubmarina. También el grueso de la flota es protegido por un submarino de propulsión nuclear que brinda la seguridad bajo el agua y puede ser destacado para patrullar áreas de interés para los CSG.

Bajo esa perspectiva, la US Navy ha ejercido la influencia de su poder naval en las aguas del Pacífico occidental en Asia, donde últimamente China ha tratado de consolidar diminutos territorios insulares, convirtiéndolos en bases militares con capacidades logísticas y también con derecho a reclamo de mar territorial y, por lo mismo, restringiendo la libertad de navegación frente a sus costas. (Freedom of Navigation – FON).

En ese sentido, la presencia de sus portaaviones en el área es primordial para el Pentágono, intentando buscar un equilibrio estratégico en la región para brindar apoyo a sus aliados, Japón y Corea del Sur frente a China y Corea del Norte, además de colaborar con las líneas de comunicaciones marítimas en torno a Taiwán.

El portaaviones Theodore Roosevelt, con 305 m de eslora, con puerto base en San Diego, California, el  pasado 17 de enero zarpó con 4.865 marineros rumbo al Pacífico. Habiendo transcurrido casi dos meses y medio del inicio de su travesía, el comandante reportó una compleja situación de contagio de Covid 19 al interior de la nave.

La falta inicial de atención, por parte de las máximas autoridades de la US Navy, al petitorio del comandante del buque, derivó en una serie de desencuentros entre la conducción operacional del navío y el mando político de la institución. Esto, sumado a la filtración de esas demandas a la prensa, condujo a la intervención del Pentágono para el desembarco de los enfermos en Guam, al relevo del comandante y a la postre a la renuncia del SECNAV.

En forma casi simultánea, el buque insignia de la armada francesa, el portaaviones Charles de Gaulle,* con 1.760 tripulantes a bordo, que había visitado el puerto de Brest entre el 13 y el 15 de marzo, arrojó medio centenar de casos positivos de coronavirus mientras se encontraba en misión en el norte de Europa, disponiendo las autoridades del ministerio de defensa galo la evacuación de tres enfermos en helicóptero hasta un aeropuerto de Lisboa, desde donde fueron trasladados en avión medicalizado a un hospital militar en territorio francés, junto al retorno de la nave a la base en el puerto de Toulón, en la costa mediterránea de Francia.

El impacto del virus en la supremacía de poderes en el océano Pacífico

Los CSG son la póliza de seguro definitiva que garantizan la actual situación de statu quo en Taiwán.* Estos grupos también permiten a EE.UU. proyectar su poder militar y su influencia en todo el océano Pacífico y en el mar de China Meridional. Lo anterior, proyectado a reducir la hegemonía china en esa área y desde esa perspectiva, ampliar la presencia de sus portaaviones en la zona, a fin de mantener el dominio del mar en el Pacífico occidental.

En relación a la retirada temporal del Theodore Roosvelt, en la dinámica estratégica de la zona, aún es demasiado prematuro sacar conclusiones para vislumbrar cómo ha impactado la salida del buque del área y como se perfila, en el futuro cercano, la influencia militar norteamericana sobre control de las comunicaciones marítimas en esas extensas aguas del Pacífico.

Sin embargo, si otros portaaviones fueran afectados por brotes más severos del Covid 19, podría tener algún efecto en cadena sobre la habitual gravitación del poder naval de la US Navy en la región. Pero, actualmente, EE.UU. aún mantiene más de un CSG en esa zona marítima, además de otros grupos de buques de asalto anfibio que integran los ARG (Amphibious Rediness Group, por sus siglas en inglés), que también se encuentran desplegados en el Pacífico.

La recalada del Roosevelt en Vietnam el 05 de marzo

El portaaviones recaló al puerto de Da Nang, en Vietnam, el 5 de marzo,* permaneciendo varios días en ese país asiático. Es el segundo buque estadounidense que visita Vietnam después del final de la guerra en 1975. En 2018, el navío de similares características, USS Carl Vinson, también estuvo en el mismo puerto.

Su arribo a Vietman, como toda la presencia de un buque de guerra en territorio extranjero, resalta la importancia que revisten las marinas en apoyo a la política exterior de sus respectivos Estados. En este caso particular, para celebrar oficialmente los 25 años de la normalización de relaciones entre ambas naciones en el campo diplomático.

Al acceder al arribo de la visita oficial de nave, Vietnam está, de alguna forma, tratando de usar la diplomacia dura (hard power) de EE.UU., para equilibrar la creciente influencia de China y su proyección marítima en el océano Pacífico Occidental.

Durante la estadía del portaaviones en el citado puerto, la tripulación participó en diversas actividades, además de bajar a tierra para conocer a la población, sus calles y empaparse de su cultura local.

A esa fecha, Vietman no registraba casos de contagios oficiales de Covid 19, pero ya el día 10 de marzo se informaba de una treintena* de casos de coronavirus, pero de ningún fallecido.

El brote del virus a bordo y la primera alerta del comandante

El portaaviones, como otros navíos militares, es vulnerable a enfermedades infecciosas debido a sus ambientes cerrados. Su compartimentaje, no permite mantener el distanciamiento necesario, entre los casi 5.000 tripulantes, dirigido a prevenir el contagio de Covid 19 a bordo.

El 22 de marzo, mientras el buque se encontraba navegando,* un marinero dio positivo por coronavirus a bordo. Cinco días más tarde, la nave atracó en la isla de Guam, a unos 2.000 km al este de Filipinas, en la Micronesia, y ocho marineros tuvieron que ser hospitalizados en tierra. A esa fecha, en varios puertos del mundo se encontraban retenidos buques de pasajeros con múltiples contagios de coronavirus, aumentando la cantidad de infectados mientras se mantenía la cuarentena a bordo sin autorizar el desembarco de sus pasajeros.

Por lo mismo, el comandante del portaaviones, el capitán de navío Brett E. Crozier, manifestó que toda la tripulación debía ser confinada en tierra,* menos un 10% que debía continuar con las tareas esenciales de la nave, operando los sistemas críticos en orden a resguardar las armas estratégicas y municiones, los aviones de combate y su reactor nuclear. Esto le permitiría al portaviones reintegrarse lo más rápido posible a la actividad, agregando que encontrar un lugar idóneo para aislar a la tripulación requerirá de una solución política, con las autoridades locales de Guam.

Tras evacuar a los primeros casos detectados, la enfermedad siguió extendiéndose en el buque a medida que trascurrían los días, haciéndose cada vez más difícil la vida diaria a bordo. Emergencia sanitaria que hizo reaccionar al comandante de la nave, el cual, frustrado por la falta de rapidez en la respuesta para superar la crisis, el día 30 de marzo remitió un escrito, el que fue titulado: “Petición de ayuda en respuesta a la pandemia de Covid-19.” El encabezado estaba dirigido al Departamento de Marina de los EE.UU., pero Crozier también lo envió a más de 20 personas,* muchas de ellas correspondientes de su cadena de mando, incluido el comandante del CSG-9, contraalmirante Stuart Baker, además de otros correos, algunos de ellos, a través de un correo electrónico inseguro. En su misiva, el comandante de la unidad señaló que resultaba imposible imponer la distancia social o el aislamiento en un contexto de cuarentena a bordo. Al día siguiente, la carta estaba en el San Francisco Chronicle* de California, diseminándose la noticia por los periódicos y canales de televisión más importantes de EE.UU. Y, posteriormente, a través de las cadenas de prensa internacional más relevantes del mundo.

En el comunicado, además, solicitó a su mando en la Flota del Pacífico que la US Navy adoptara medidas decisivas para evacuar al 90 % de su tripulación, asegurando que corría riesgos innecesarios y escribiendo en forma textual: “No estamos en guerra, y por lo tanto no podemos permitir que un solo marinero fallezca como resultado de esta pandemia innecesariamente. Si no actuamos ahora, no estaremos protegiendo a nuestro activo más fiable: nuestros marineros.”*

En su dilema, personal-profesional, para resolver la delicada situación que debía enfrentar para poner a salvo a su gente, el comandante Crozier finalmente aplicó el concepto de obediencia reflexiva, que consiste en cumplir una orden del servicio que objetivamente se alinea con los principios y objetivos a la institución a la que pertenece y que además se ajusta a los fines para los cuales fue creada dicha organización. Una orden que de manera ostensible atente contra dichos fines o contra los intereses superiores de dicho organismo, no puede reclamar válidamente obediencia.

La reacción de las autoridades en el Pentágono

El Pentágono, por medio del SECNAV, desestimó en primera instancia acceder al petitorio del comandante Crozier, negando la autorización para la masiva evacuación de la tripulación del portaviones en la Isla de Guam.

Además, en su intercambio de comunicados con la prensa, el representante del Pentágono también hizo presente que ha minimizado la solicitud del comandante Crozier y en esos momentos se limitó a comentar que se está enviando mucho equipo y asistencia al portaviones en esa isla de la Micronesia.*

Por su parte, el secretario de Defensa estadounidense en el Pentágono, Mark Esper,* en forma paralela respondió textualmente: “No creo que hayamos llegado a este punto,” ante una consulta de una cadena de televisión sobre la solicitud para evacuar a los miembros del portaviones atracado en la isla de Guam.

Además, el SECNAV, en relación a lo expuesto por Crozier sobre la prevalencia en el personal como máxima prioridad en tiempos de paz, no apreció las dimensiones humanas de como la pandemia estaba golpeando al espíritu de cuerpo y al alma de los integrantes de la nave, indicando con escuetas palabras que no estaban en guerra en el sentido tradicional de la palabra, pero tampoco estamos completamente en paz. También insistió en que se estaba trabajando para tratar de mantener el debido balance, de manera de asegurar a países amigos y, lo más importante, a los rivales y adversarios de EE.UU. que comprendan que la marina norteamericana no está fuera de circulación.

Por lo que al parecer los jefes del Pentágono, en sus análisis de la situación desde Washington D.C., valoraron el mérito de los acaecimientos con una óptica centrada más en los intereses estratégicos que en el plano de la sensibilidad de la tripulación y la de sus familiares, resistiéndose en un principio a evacuar los enfermos del portaviones.

Sólo cuando se hizo pública la carta del comandante Crozier,* en la cual advertía que la epidemia se estaba extendiendo sin control al interior de la unidad, es que el Pentágono dispuso el traslado a tierra de los contagiados. Se comenzó con el desembarco de alrededor de 1.000 marineros, pero con algunas dificultades logísticas por la falta de habitaciones de hotel en Guam, junto a implicaciones sociales, producto de las reticencias de las autoridades y población local al desembarco de infectados con el virus a la isla. Sin embargo, gracias a negociaciones políticas, el gobernador insular autorizó que los tripulantes desembarcaran mientras no tuvieran interacciones con la población local.

Según trascendidos de la US Navy, se ha confirmado de un fallecido y de 585 miembros del Roosevelt que han dado positivo por coronavirus, y alrededor de 3.696 miembros de la tripulación ya han sido desembarcados del buque para ser examinados. En total, el 92% de su dotación ha sido sometida al test para confirmar la enfermedad.*

Finalmente, el comandante de la Flota del Pacífico, el almirante John Aquilino, precisó que la tripulación será confinada en tierra en instalaciones militares y hostales de Guam.

El relevo del comandante del Roosevelt y el viaje del SECNAV a Guam

En este contexto, el día 2 de abril, el SECNAV dispuso el relevo del mando del portaviones al comandante Crozier,* exponiendo que no sabía comandar la nave de manera efectiva en medio de la crisis y convencido de que estaba exagerando la situación. La filtración de la carta fue una traición a la confianza depositada por la cadena de mando en él, además, provocó pánico innecesario en los familiares de la dotación y generó una tormenta mediática que dañó la imagen de la US Navy y de las fuerzas armadas norteamericanas en el ámbito internacional.

En distintas entrevistas, además afirmó que la US Navy ya estaba haciendo mucho de lo que Crozier pedía en la carta, incluyendo un plan para sacar a casi 3.000 marineros del buque en pocos días.

Al momento de la partida del comandante Crozier de su nave, durante el discurso de despida en la cubierta del buque fue ovacionado por su dotación y, especialmente, vitoreado su nombre al caminar por el portalón mientras desembarcaba de la unidad.*

A su vez, el 3 de abril pasado, el SECNAV voló a Guam para reunirse con la dotación del portaviones con el propósito para explicarles los alcances de la destitución del comandante Crozier, como también orientado a informarles las medidas que se estaban adoptando en torno al avance del Covid 19 a bordo.

Durante su discurso a la tripulación del portaaviones, el SECNAV* se refirió en duros términos al comandante saliente frente a su ex dotación, al tildarlo “de ingenuo o demasiado estúpido para seguir al mando, si pensaba que una carta que envió a la dirección de la Marina advirtiendo del brote de coronavirus a bordo del portaaviones, no se filtraría a la prensa.” Tal comentario se alejó de la objetividad que merecía el análisis crítico de los hechos ocurridos y mostró un enfoque parcial más centrado en el ego personal y en un directo ataque al comandante del buque, evidenciando que sus palabras no estaban a la altura del liderazgo que requería la US Navy para salir adelante de esta crisis sanitaria institucional.

Las declaraciones vertidas por el SECNAV en el portaviones, que tuvieron una reprobación generalizada por parte de la dotación del Roosevelt, además generaron repercusiones a nivel político, donde representantes del Congreso de EE.UU. discreparon de como la Secretaría de Defensa había manejado el caso y de como el SECNAV había actuado a bordo del portaaviones Roosevelt en Guam.

Dado los cuestionamientos y negativas reacciones al citado discurso, tanto en el Pentágono como especialmente en la opinión pública, donde el mismo presidente Trump intervino al considerar un poco rudas sus palabras, derivó en que el mismo SECNAV tuviera que emitir una disculpa por escrito al ex comandante y a toda la tripulación del USS Roosevelt por sus dichos.*

Finalmente, todo lo sucedido culminó con la dimisión del SECNAV, siendo reemplazado en forma interina por el subsecretario del Ejército, James McPherson.

Las reacciones militares, políticas y estratégicas del caso

En el plano netamente institucional de la US Navy, la decisión de destituir a un prestigioso comandante de portaaviones, con vasta trayectoria naval embarcada, que había sido anteriormente 2° comandante de los portaaviones USS Ronald Reagan y comandante del navío de asalto anfibio y buque insignia de la 7° Flota el USS Blue Ridge, además de piloto de helicóptero SeaHawk y de avión de combate F-18, condición muy especial para un aviador de la US Navy, ha sentado un mal precedente al interior de la institución, sobre todo en relación a que la cadena de mando institucional no interviniera con mayor energía para evitar la propagación del virus a bordo del portaaviones Roosevelt.

En el ámbito político, por su parte, el ex vicepresidente Joe Biden, favorito aspirante demócrata en la carrera para enfrentar al presidente Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre próximo, calificó al despido de Crozier como “un mensaje escalofriante sobre decir la verdad al poder.”*

Bajo similar prisma, la presidenta de la Cámara de Representantes de EE.UU., Nancy Pelosi, fue una de las promotoras en dar su apoyo a la moción para destituir al SECNAV, señalando que sus acciones y palabras fueron un fracaso para priorizar el debido resguardo a las tropas norteamericanas desplegadas en el océano Pacífico.*

Finalmente, el Secretario de Defensa de EE.UU., Mark Esper, que aceptó la renuncia del SECNAV, indicó que ahora lo más importante es poner las necesidades de la Marina, incluyendo la tripulación del portaaviones en primer lugar.

En el ámbito estratégico, los altos mandos estadounidenses han cancelado la mayoría de los ejercicios militares ante la pandemia. Además, a comienzos del mes de abril del presente año el Pentágono, ante la situación del Covid 19 en EE.UU., congeló el envío de tropas al extranjero por un período de 60 días.

En relación a lo expuesto, los próximos ejercicios bianuales RIMPAC entre EE.UU. y sus aliados (entre los cuales está Chile) en el Pacífico —los mayores ejercicios militares del mundo— se podrían cancelar debido a la enfermedad, con discusiones actualmente en curso sobre su eventual realización.*

Conclusiones y reflexiones sobre los hechos y la cadena de mando

La pandemia del coronavirus ha demostrado, una vez más, su letalidad al dejar, momentáneamente, fuera de combate a uno de los buques más poderosos del planeta. La vulneración a su contagio evidenciada en el Roosevelt y en el Charles de Gaulle, determinará que las unidades de las diversas flotas y grupos de ataque de las distintas armadas del mundo deberán contar con protocolos de cuarentena y toma de test de diagnóstico Covid 19, previo a cada zarpe. Lo anterior, también obliga a que durante la planificación de operaciones a realizar, en los distintos escenarios marítimos que les corresponda patrullar y vigilar, como parte de los roles permanentes que tienen asignados por sus respectivos Estados, se deba tener presente, en virtud de la magnitud de la tripulación de cada buque, la selección de puertos que cuenten con suministros logísticos suficientes, sin que sea necesario bajar a tierra y tomar contacto con la población local.

El haber actuado a tiempo y con mayor decisión, por parte de las autoridades de la US Navy, respecto de los tres primeros contagiados sin presumir que había más infectados a bordo, hubiera permitido determinar, con mayor prontitud y precisión, la gravedad sanitaria de la nave y también sobre las sensibilidades de la tripulación en torno a la viabilidad de la vida a bordo con la inquietud y el temor de la diseminación del virus por las distintas cubiertas del buque.

Ese será el dilema para este caso particular, ya que el desembarco y aislamiento en tierra de la dotación, solicitado por el comandante del buque, ha quedado demostrado que era lo más razonable para resolver de la manera más óptima y segura el contagio a bordo, dado el grave riesgo que estaba corriendo su tripulación y la seguridad del buque. Lo anterior, especialmente, teniendo en cuenta la reciente experiencia vivida por varios transatlánticos con el contagio entre sus pasajeros en distintos puertos del mundo.

Sin embargo, para las lecciones aprendidas del quebrantamiento de la cadena de mando ocurrida, quedará como interrogante saber cuál fue el grado de apoyo recibido por el comandante respecto de su cadena de mando, en especial con su mando directo, el comandante del CSG-9, que se encontraba junto a él a bordo del Roosevelt, del comandante de la 7° la Flota del Pacífico, del Comandante de Operaciones Navales de la US Navy (CNO), como también de las máximas autoridades navales en el Pentágono. Ello, en razón a poder dilucidar cuán acorralado se sintió Crozier para forzar la situación, a fin de otorgarle, a la brevedad posible, seguridad sanitaria a su dotación en desmedro de la filtración de la información y el consiguiente daño a su brillante carrera naval y también a la imagen de la US Navy y de su país.

El adagio ser amo de tus pensamientos y esclavo de tus palabras condenó al SECNAV en su alocución a bordo del portaviones. Son varios los ejemplos ocurridos a lo largo de nuestra historia, en los cuales un discurso incendiario pronunciado por un individuo ajeno a la organización que lo escucha, en el cual se enloda a personas con un alto ascendiente frente al grupo humano al cual se dirige, sus palabras más que aclarar determinadas actuaciones terminan por carcomer las raíces del alma de una tripulación e impacta de manera importante al ethos espiritual de toda esa institución.

La experiencia vivida por la cadena de mando del portaaviones norteamericano, sin duda, contribuyó a que la marina francesa reaccionara solo días después con mucho mayor decisión frente al arribo del Covid 19 a su buque insignia.

Como corolario final, indicar que EE.UU. ha perdido su presencia naval estratégica sobre determinadas zonas marítimas del océano Pacífico, cediendo parcialmente márgenes de terreno frente a China en esa región. Aunque su poder naval en la zona continúa siendo muy superior a sus oponentes, el equilibrio de poderes entre las superpotencias por la supremacía del dominio marítimo en el Pacífico, hará redoblar los esfuerzos norteamericanos para seguir liderando la hegemonía que siempre ha ostentado en esas aguas desde el término de la Segunda Guerra Mundial.

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