En 1992, Lawrence LeShan presentó en su libro “La Psicología de la Guerra”, un estudio clínico en el que propone las razones psicológicas que explicarían el fenómeno de la guerra como forma de resolución de conflictos. En ella, existirían procesos que permiten desplazar la percepción de la realidad, generando con ello cambios en la percepción de los conflictos, entre míticos y sensoriales. La guerra mítica sería la que distingue, en términos absolutos, entre buenos y malos y explica el factor de la voluntad de lucha, como multiplicador del esfuerzo de las naciones por combatir aun en las peores condiciones. Por el contrario, la guerra sensorial es más realista y objetiva y en ella se logran comprender las causas de un conflicto, basados en la evidencia.

En la Guerra de Vietnam, los números luego de la ofensiva del Tet, perpetrada por combatientes norvietnamitas¹ el 30 de enero de 1968, daban cuenta de que la victoria era algo seguro para la coalición que apoyaba a los Estados Unidos (EE. UU.). Ello, debido a que la agresión fue respondida con contundencia, generándose un alto número de bajas en los adversarios políticos de Vietnam del Sur. Sin embargo, esta respuesta no mermó la voluntad de lucha de los combatientes de Vietnam del Norte y el Viet Cong (VC), lo cual fue un elemento decisivo.

Aun cuando se crea en la posibilidad de una victoria en un conflicto bélico, el valor del objetivo político puede cambiar en el transcurso de esta y con ello el resultado de la guerra. Para el caso de Vietnam, cuando la conducción política de los EE. UU. tomó conciencia de la pérdida del valor del objetivo político de contener el comunismo, retiró a sus tropas y permitió que ambos sectores en disputa se unificaran en 1975.

Para el conflicto ya mencionado, el presente ensayo propone que, el objetivo político de los EE. UU., de contener el comunismo, perdió su valor debido al efecto de la propaganda empleada por el poder nacional norvietnamita, como medio de creación de la realidad.

Desde mediados del siglo XIX, Vietnam o la Indochina Francesa, fue una colonia que posteriormente fue invadida por Japón durante la Segunda Guerra Mundial. Al menos durante el periodo colonial, la evidencia indica que el pueblo vietnamita, en su mayoría, mantuvo una actitud más bien de aceptación y resignación respecto de su pasar. Pero en algunos casos, ciudadanos más aventajados en términos de educación formal, lograron iniciar un cambio sustancial para el pueblo, especialmente para el norvietnamita. Entre ellos, por ejemplo, destaca Nguyễn Tất Thành (Ho Chi Minh), un político que, desde su temprana juventud, buscó que Francia reconociera a los ciudadanos vietnamitas como un francés más, lo cual no surtió efectos (Kindrick, 2019).

Por ello, viajó a Rusia donde conoció a Lenin². Gracias a la visión del líder bolchevique, aplicada a la escuela confuciana aprendida por su padre, Ho Chi Minh concluyó a temprana edad, la conveniencia de hacer uso del marxismo como herramienta de cohesión para su pueblo, ya que entregaba el mensaje correcto para los propósitos independentistas. Así, abrazó esa ideología como ideario político, pero desde una perspectiva distinta a la de la lucha de clases. Para él, lo que debía resaltarse para lograr la anhelada independencia era la lucha de colonizados contra colonizadores (Duiker, 1981, pág. 7) y esta visión, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, fue entregada a cientos de vietnamitas que comenzaron a percibir como necesario, el buscar la independencia de su país.

De esta manera, la versión de Ho Chi Minh de la ideología marxista, de carácter nacionalista, fue esparcida a través de la propaganda y se convirtió en el catalizador que entregó como producto, la voluntad estratégica de los ciudadanos que pasarían a ser los combatientes norvietnamitas y del VC, ya desde mucho antes de que los EE. UU. fueran el adversario (Duiker, 1981, págs. 208-209).

Conceptualmente, lo que hizo el mensaje de Ho Chi Minh fue sentar bases culturales profundas a través de la educación y propaganda, para que, a partir de ahí, se pudiera transformar un fervor incipiente en una lucha cuasi total, una guerra justa y santa que lograra la expulsión de toda influencia extranjera (Álvarez, 2020). Teniendo esa base, esa conciencia de que no se podía seguir siendo colonia, el combustible lo traerían los distintos países que, queriéndolo o no, se presentaban como invasores a ojos de los ciudadanos³.

Bajo la invasión japonesa, se hizo más evidente para Ho Chi Minh, la necesidad de llevar a Vietnam a ser un país libre y soberano. Por ello, con el Partido Comunista Vietnamita (PCV), se involucró activamente en los esfuerzos bélicos de la defensa contra Japón. Al término de la segunda guerra mundial, el PCV continuó peleando por la libertad de su país, debido a que Francia retomó el control de Indochina. En esta guerra, el PCV obtuvo una pequeña victoria en 1954 (Suarez, 2019). En esa oportunidad, la conferencia de Ginebra dividió a dicho país en dos provincias, quedando la del norte bajo un régimen comunista (independiente y soberana) y la del sur, bajo el alero indirecto de los EE. UU. (Mendoza, 2019).

En el contexto de la Guerra Fría, la Guerra de Vietnam podría verse como un conflicto similar al de Corea, pero este conflicto fue más que eso y por lo mismo no pudo ser resuelto de la forma en que los EE. UU. hubiesen esperado.

En Vietnam, occidente entendió que debía actuar para contener al comunismo y no dejar que esta ideología se expandiera desde Vietnam del Norte a Vietnam del Sur (Lewy, 1978, págs. 10-18). Sin embargo, para el líder norvietnamita, Ho Chi Minh, y para su gente, este fue un conflicto en el que se buscaba, a través de la revolución, la independencia. Ello, junto con la unidad geográfica y política de Vietnam, luego de años bajo la dirección de potencias extrajeras (Duiker, 1981, pág. 233).

Desde la invasión japonesa y con más fuerza desde 1954, la gente de Vietnam del Norte creó una realidad en la que, el rechazo a la opresión extranjera se exacerbó, al punto de que los combatientes lograron entender que la supervivencia del pueblo estaba por sobre la persona (Duiker, 1981, pág. 263). Ello, gracias a que en las provincias del norte solo tenían acceso a los medios de comunicación que el Partido Comunista permitía. Así, la propaganda produjo un primer y fundamental desplazamiento de la percepción de la realidad, en los ciudadanos que formarían las fuerzas que lucharían por la libertad; por su nación más que por los fines del marxismo (Rosen, 2015).

Esto permitió que desarrollaran una guerra mítica contra la invasión agresora, contribuyendo en gran medida con ello, a la afectación de la voluntad de lucha de las fuerzas norteamericanas (Lewy, 1978, pág. 174). Ello, porque en Vietnam se dio un tipo de guerra no convencional, para la que los efectivos norteamericanos no estaban preparados (ŠIMKO, 2019) y donde la superioridad militar generaba efectos numéricos favorable para los EE. UU., pero no lograba ejercer una confrontación efectiva a la voluntad del adversario.

Esta voluntad del combatiente norvietnamita contribuyó a que los soldados norteamericanos se cuestionaran la validez de los motivos fundamentales de la guerra, al punto de que algunos se opusieron abiertamente a ella (Martínez, 2013).

De esta manera, es posible ver cómo desde el punto de vista de la voluntad de lucha, del factor moral de la guerra, la Trinidad de Clausewitz se desestabilizó.

A su vez, esta lucha fundamentalista por la independencia, permitió la ocurrencia de un desplazamiento secundario de la realidad en la nación norteamericana. Ello se produjo ante la realización en los EE. UU., de que se combatía de forma cuestionable, contra fuerzas inferiores, que poseían una voluntad muy superior (Lewy, 1978, pág. 178).

Lo anterior obligó a la conducción político-estratégica, a tomar decisiones más drásticas para lograr resultados favorables (Lewy, 1978, pág. 279). Lo contraproducente de estas decisiones, es que ellas llevaron, en algunos casos, a que los norteamericanos se percibieran a sí mismos como los ofensores en el conflicto (los malos), lo que se evidencia en las protestas contra la guerra (Iturra, 2020). Desde un inicio, esta guerra se concibió como un conflicto de objetivo limitado para los EE. UU. En ese sentido, el factor moral que produce la cohesión entre el pueblo y el ejército no se entendía del todo necesario (Summers, 1995). Sin embargo, es muy distinto el no contar con apoyo, que contar con rechazo.

En el conflicto de Vietnam, las publicaciones de los medios de información, como el caso de Walter Cronkite (Achenbach, 2018) y la experiencia de veteranos que ya se encontraban en suelo patrio, fueron mermando el apoyo de la nación al esfuerzo bélico (Roper Center, 2017). En los medios, se revivían escenas contraproducentes respecto de los resultados y de la naturaleza idealista de la guerra. En efecto, el altruismo de detener el avance del comunismo se enfrentó a la evidencia de decenas de no combatientes quemados por el Napalm (Alarcón, 2015).

Ya con ese conocimiento, que dejaba de lado las cifras positivas respecto a cantidad de bajas enemigas (guerra sensorial), para muchos se hizo imposible apoyar una guerra que dejaba en evidencia la inmoralidad de sus gobernantes.

Esto último, habría afectado la Trinidad de Clausewitz desde la perspectiva de la voluntad de la nación, debido a que ella toma conciencia de las atrocidades que respaldaba su gobierno (Álvarez, 2020) y así, dejan de concebirse como “los buenos”.

Si bien el efecto de la propaganda en el combatiente norvietnamita puede ser considerado como un factor desequilibrante, desde otra vereda se podría considerar que el problema que afectó a los combatientes norteamericanos radicaría en elementos psico-culturales. De hecho, de acuerdo con estudios recientes, las guerras de los últimos 100 años han afectado psicológicamente a los combatientes y naciones de occidente en esa dirección (Sánchez Menchero, 2017).

Es más, una investigación de la Unión Europea, indica que los traumas no solo se traspasan entre generaciones a través de evolución cultural, sino también a través del ADN (Universidad de Constanza - Alemania, 2018). Así, quienes crecen en occidente, en países como los EE. UU. que desde 1898 cuentan con generaciones que han combatido distintas guerras, presentarían una debilidad psicológica como condición de borde. Entonces, desde esa perspectiva, la propaganda aplicada al ejército norvietnamita y al VC, habría sido solo un elemento catalizador, que no habría motivado las decisiones extremas de la conducción político-estratégica e incluso de nivel táctico y por ende no habría generado un desplazamiento de la realidad secundario que hubiese afectado a la nación.

De acuerdo con estos estudios, se podría entender que la debilidad psicológica presente en occidente habría llevado a los EE. UU. a enfrentar la guerra con un estrés postraumático heredado. Esta herencia entonces sería la originadora de la falta de voluntad de lucha del instrumento militar y de la mala toma de decisiones a nivel político-estratégico, que habrían concluido con la pérdida del valor del objetivo político de contener al comunismo.

Sin embargo, lo acontecido desde la ofensiva del Tet, en que la embajada de los EE. UU. en Saigón también fue atacada, daba cuenta de que efectivamente había algo más; algo que logró mellar el inconsciente norteamericano (Dallek, 2019). El problema para los EE. UU., es que, a ojos de los vietnamitas, todas las acciones bélicas, sin importar su envergadura, eran ejecutadas por un país agresor. Ello daba una mayor razón a la necesidad de una entrega total por la libertad nacional, alimentaba el fanatismo y también el carácter mítico de esta guerra de independencia.

Así, lo que ya era evidente respecto de la voluntad de los combatientes norvietnamitas, se vio exacerbado por la insistencia de la conducción político-estratégica norteamericana, de intentar solucionar el problema de la expansión del comunismo por medio de la fuerza. En efecto, posterior a la mencionada ofensiva, la conducción político-estratégica norteamericana insistió en intentar concretar su objetivo político, a través de su instrumento militar. Ello permitió al poder nacional norvietnamita, potenciar el empleo de la propaganda para incrementar los efectos de la guerra mítica en sus filas, lo que se hizo evidente en la continua lucha que mantuvieron dado su compromiso con la libertad (Rosen, 2015). De esta forma, presente o no una debilidad psicológica, la sola conciencia de combatir contra seres empoderados de una voluntad encomiable, se transforma en una razón más que suficiente para cuestionarse el objetivo de la guerra.

Con los antecedentes expuestos, se puede apreciar que, durante la guerra de Vietnam, efectivamente la propaganda generó una reacción en cadena con efectos míticos en el ideario de un pueblo que luchaba por la libertad, por su independencia. Y ello, bien empleado políticamente, generó efectos adversos en la contraparte, que no entendía el fondo del problema. En síntesis, el valor del objetivo político de los EE. UU., de contener el comunismo, perdió valor frente al interés nacional de Vietnam del Norte, de independencia y soberanía. El Vietnam, el marxismo, por medio de su propaganda, generó un desplazamiento primario en la percepción de la realidad en las fuerzas norvietnamitas, forjando en los combatientes que buscaban la libertad frente a potencias foráneas, una voluntad férrea que llevó a la conducción político-estratégica norteamericana a tomar decisiones cuestionables. Por ello, el pueblo dejó de brindar apoyo a la causa, lo que se transformaría en una de las grandes razones por las cuales los EE. UU. abandonaron su esfuerzo bélico. El que la conducción político-estratégica norteamericana, no contase con la adhesión necesaria de parte del instrumento interno del poder nacional, lo llevó al incumplimiento de su objetivo político.

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