Como un buffer-zone entre la OTAN y Federación Rusa, Bielorrusia ha pasado a estar en la primera plana mundial de las relaciones internacionales.
El 12 de agosto se efectuaron las elecciones presidenciales de Bielorrusia donde, por un lado, el actual presidente Alexander Lukashenko se jugaba continuar con sus más de 26 años en el poder,* mientras que su contendora, Svetlana Tikhanovskaya, abandonó el país por razones de seguridad. Al día de siguiente de las elecciones, los resultados dieron como vencedor a Lukashenko con más del 80% de los votos. Desde ese momento se han vivido protestas y llamados a no aceptar los resultados de las elecciones por gran parte de la ciudadanía.
Posterior a conocerse el resultado, en duros comunicados de prensa, algunos países europeos como Lituania, Letonia y Estonia, pidieron que se efectuaran nuevas elecciones libres y justas (Joint Statement of the Prime Ministers of the Baltic States, n.d.), e incluso pidieron volver a establecer sanciones a ese país. La OTAN fustigó duramente el comportamiento del gobierno bielorruso durante las elecciones, al que se sumó el Secretario de Estado de Estados Unidos (nuestro símil al ministro de Relaciones Exteriores) mencionando que “sigue los hechos muy de cerca” (“U.S. Monitoring Belarus Closely, Says Pompeo,” 2020). Finalmente, la Unión Europea no aceptó el resultado de las elecciones. El presidente Vladimir Putin, por su parte, fue el primero en reconocer la victoria de Lukashenko.
Rusia y Bielorrusia han sido Estados muy cercanos desde el colapso de la ex Unión Soviética. Bielorrusia ha logrado mantener su economía gracias al apoyo ruso, principalmente por el subsidio de petróleo y debido a que no ha mostrado interés de acercarse a la Unión Europea.
Rusia no ve con buenos ojos un cambio de gobierno en Minsk. El presidente Lukashenko ha sido un fiel aliado de Rusia y cambiarlo por un presidente democrático podría crear un efecto dominó al incitar nuevas revoluciones en los Estados que aún se mantienen bajo la influencia rusa. Vladimir Putin no aceptaría que eso pase.
Por otro lado, la Unión Europea ha mantenido una relación inestable; primero se alejó de Bielorrusia, el 2010, cuando impuso sanciones diplomáticas debido a las elecciones presidenciales de ese año; luego, posterior a la anexión rusa de Crimea, se acercó para tratar de crear una cuña entre Rusia y Bielorrusia. Ahora en 2020, al parecer todo indica que será otro periodo de alejamiento.
La OTAN, como otro actor en este entramado de poder, también tiene algo que decir en la lucha de dominio en Europa. Primero, si se acerca a Bielorrusia en una expansión hacia el Este de Europa, podría desencadenar una respuesta armada rusa, tal como pasó el 2008 cuando, con el intento de admitir a Georgia en la organización, Rusia desató la guerra de Osetia del Sur. Por otro lado, si la OTAN no adopta un curso de acción, entonces se podría llegar a dar un escenario similar a la anexión de Crimea durante el 2014. Un debilitado Lukashenko, tras semanas de protestas podría pedir ayuda a Rusia y ellos enviar a sus tropas bajo el pretexto de defender a los habitantes ruso-parlantes de Bielorrusia. Si eso ocurriera, Bielorrusia podría pertenecer a Rusia una vez más.
El trabajo que se debe efectuar no es para nada fácil. Si se presiona mucho, Rusia podría emplear la fuerza y ocupar Bielorrusia. Si no se hace nada, Rusia podría ocupar militarmente Bielorrusia para proteger a su población y, con esto, Polonia y Lituania, ambos miembros OTAN, se pondrían “nerviosos” (Rifkind, 2020) por decirlo de alguna manera, ya que limitan con Rusia.
Lo que se haga a futuro dependerá de las alianzas políticas que occidente logre establecer para convencer, pacíficamente, al gobierno de Lukashenko de permitir nuevas elecciones y restablecer el orden en Bielorrusia. Al mismo tiempo, se deben otorgar garantías a Rusia de que no se intentará alejar a Bielorrusia desde su zona de influencia. Nadie quiere una nueva Crimea.
Obviamente llevar a cabo esos cursos de acción es un trabajo que no tiene nada de fácil y cualquier error podría desencadenar en un conflicto armado. Tal como los académicos de las relaciones internacionales lo llaman, Bielorrusia está en medio de una great-power competition.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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