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¿Qué Depara el Futuro a Nuestra Cultura Cristiano-Occidental?

¿Qué Depara el Futuro a Nuestra Cultura Cristiano-Occidental?

Este ensayo viaja en el tiempo hasta los inicios del hombre, identificando algunos motivos de su prevalencia entre el resto de los de su género y mostrando el origen de las culturas. Luego, a partir de algunos factores comunes se detallan rápidamente hechos que marcaron el avance de la cultura cristiano occidental, nombrando también algunos hechos coyunturales que hicieron que otras culturas no tomaran el mismo camino de éxito. Al concluir se propone que a pesar de que la historia ha mostrado un avance a una posible cultura común con un importante componente occidental, los vertiginosos avances tecnológicos y científicos podrían deparar un giro violento en esta línea, pudiendo incluso originar el principio del fin de los homo sapiens, dando paso a una nueva especie y un nuevo tipo de cultura.

Es imposible imaginar al hombre socialmente organizado sin asignársele una cultura de pertenencia. Costumbres, tradiciones, leyes, creencias y otros tantos aspectos definen al individuo y la sociedad a la que pertenece. La cultura y el hombre avanzando juntos en una constante destrucción creativa incontrolable y muy pocas veces predecible.

Al estudiar la historia de las culturas se notará que si bien las más antiguas no dejaron grandes legados materiales, todo indica que al igual que las modernas, la gran mayoría poseía características comunes que han perdurado en el tiempo y que han sido motor incesante de su evolución.

Hoy, gracias a la globalización y a un mundo relativamente pacífico los humanos pueden saborear casi sin restricciones los atractivos que cada una de las culturas. Africanos, islámicos, orientales y occidentales pasean con una libertad y tolerancia poco común en la historia. Dado lo anterior, es probable pensar que confluiremos a una cultura común. Pero es incierto, dado el vértigo con que avanza la historia.

Este ensayo viaja en el tiempo hasta los inicios del hombre, mostrando el momento en que nace la cultura para también identificar algunos factores comunes entre aquellas organizaciones culturales y las actuales. Además, se describirá el origen y evolución de la cultura cristiano occidental haciendo mención a revoluciones, momentos, decisiones o procesos históricos que le dieron ventaja sobre otras que también se encontraban llamadas al protagonismo.

Hombres diferentes

De las seis especies de hombres que rondaban el globo hace 100 mil años, sólo los Sapiens prevalecerían hasta hoy. Una serie de mutaciones genéticas sucedidas hace 70 mil años, modificaron su estructura de conexión cerebral permitiéndole generar un pensar superior y un lenguaje de una complejidad y flexibilidad desconocida para sus contemporáneos, capacidades cognitivas únicas que hicieron que entre 70 y 30 mil años atrás, su velocidad del desarrollo se volviera vertiginosamente rápida en comparación a los casi dos millones de años anteriores, aventajando a todos sus contrincantes por un amplio margen.

¿Pero qué pasó con el resto del género Homo?, ¿Por qué hoy no deambulan los Neandertales o los Erectus por las calles con ternos y corbatas?, Existen variadas teorías al respecto, pero lo cierto es que hace 10 mil años el sapiens era ya el único sobreviviente de todos ellos a pesar de no ser ni más fuertes, ni más rápidos que otros del mismo género.

El Sapiens, la revolución cognitiva y la aparición de las culturas

¿Por qué el Sapiens y no el Floriesiensis*? Nadie lo puede explicar con claridad, pero se asume que esta ventaja evolutiva hizo que solo los Sapiens fueran habitantes de las primeras culturas. Por lo tanto, todas las culturas actuales, incluyendo la occidental, tienen en común un punto de origen que es la revolución cognitiva de los primeros hombres sabios.

Es importante destacar que luego de la revolución cognitiva, vinieron otras como la agrícola (12 mil años atrás) o la científica de hace tan solo 500 años. Sin embargo, fue la cognitiva la que separará al Sapiens de la pura biología, puesto que las culturas podían adaptarse y evolucionar tal como lo haría el ADN pero sin modificar a su poseedor. Puede ser que la cultura mesopotámica pasara a la historia, pero sus sobrevivientes no tuvieron que evolucionar su ADN para sobrevivir.

La enormidad de la tierra, en términos de conectividad, era una barrera natural a la interacción cultural inicial y ciertos grupos humanos pasaron milenios sin saber de su mutua existencia.* Debido a lo anterior, las llamadas culturas auténticas* perdurarían casi intactas por mucho tiempo. Sin embargo, se fueron extinguiendo gradualmente cuando el hombre comenzó a imaginarse el mundo completo como su hábitat y a todos los humanos bajo el concepto nosotros los hombres.

Para el historiador Yuval Noah Harari,* los tres elementos aglutinadores que distinguieron a las culturas de mirada expansionista fueron el comercio; el orden político imperial y la aparición y expansión de las religiones de orden universal como son el cristianismo, el budismo y el islamismo.

Comerciantes, imperialistas y religiosos

En este sentido, podríamos decir que el comercio será un motor permanente de relación intercultural. Al principio, este intercambio no significaba necesariamente una gran relación entre culturas, pues muchas veces era realizado por un grupo reducido de comerciantes aventureros.

Si bien, es el comercio un factor común natural en los hombres y todas las grandes culturas fueron parte de alguna interactividad comercial con otras. La aparición de los imperios, con su característica ambición territorial, sería lo que marcaría el real camino a la extinción de las culturas auténticas, victorias y derrotas de imperios y pueblos servirían para ver nacer y morir culturas en un vivo proceso de destrucción creativa. Así es como, desde aproximadamente 200 años a. de C., la mayoría de los hombres han vivido bajo imperios cada día más globales.

Con respecto a las religiones, se puede afirmar que el hombre siempre ha tenido una tendencia a explicar lo que no entiende por medio de creencias sobrenaturales, dando origen a creencias religiosas que tenían un rol muy importante en lo social, ya que no sólo daban sentido a cosas tan inexplicables como la muerte, sino que además sustentaban el orden social.

Si bien las primeras religiones eran más bien locales y exclusivas, a partir del primer milenio antes de Cristo aparecen algunas religiones de carácter universal y misioneras que serían de importancia en la visión del mundo como un solo grupo de hombres, en el caso de los cristianos todos ellos potencialmente seguidores de su único Dios.

Así fue como los hombres comerciantes, pertenecientes a imperios y seguidores de creencias religiosas generarían una constante y diversa evolución cultural que llevaría a la existencia de las culturas actuales dentro de las que contamos la cristiano occidental.

Homo Sapiens cristiano occidental

Una de las religiones más influyentes de la historia es la de los seguidores de Cristo, un profeta reconocido por los cristianos como hijo de Dios que vivió 33 años en el imperio romano.

Fue esta, la primera religión monoteísta y dualista en derrotar el politeísmo romano y si no fuera por San Pablo,* el fanatismo de los seguidores de Cristo y el buen juicio político del emperador Constantino, no hablaríamos ahora del cristianismo más de lo que hacemos del maniqueísmo.*

Al caer Roma, las tribus germánicas paganas no estaban interesadas en religiones foráneas, por lo que la cultura cristiana fue relegada a los rincones de Europa. En Irlanda permanecería latente hasta la conversión de Clodoveo en 496, quien une sus victorias militares a un resurgimiento de la fe.

A su vez, los monasterios avanzan por Europa y con ellos la reproducción de textos sagrados, el renacer de la cultura y la aparición del arte occidental. El cristianismo vuelve así al centro de la vida de los europeos y sus gobernantes.

Paralelamente, otras religiones se desarrollan con fuerza en el resto del mundo. El año 622 Mahoma adoctrina a sus seguidores en el Islam, convirtiendo esta creencia en una importante religión monoteísta. El monoteísmo radical de ambas religiones las hacía incompatibles en una época donde los imperios se definían por dioses, dichas diferencias llevarían a ambos bandos a enfrentamientos que incluiría invasiones musulmanas a Europa y una larga serie de cruzadas (1095 – 1291).

De una u otra manera la iglesia vuelve a regir Europa y los papas vuelven a gozar de una autoridad política fundamental sobre sus fieles, quienes creen firmemente que la verdad es Dios y que al él se llega por la fe y razón unidas; sin embargo, Europa no era un lugar particularmente tranquilo y durante el siglo IX era azotado por numerosas invasiones desde todos los puntos cardinales, situación que hizo insostenibles la defensa centralizada de grandes reinos y derivó en la creación de feudos de menor extensión pero leales a un monarca común, dando inicio a la época feudal.

Durante este periodo, el liderazgo de la Iglesia viviría tenebrosos momentos con una interminable sucesión de papas que eran depuestos, asesinados debido a múltiples intrigas políticas, caos que llevó a un cisma que la dividió de forma permanente entre católicos y ortodoxos.

La peste de los cambios

Durante el siglo XIV sucedería algo inesperado que cambiaría el rumbo de la cultura occidental, la plaga bubónica o peste negra traída desde Oriente se extiende por toda Europa diezmando a la población feudal. La cotidianidad de la muerte volcó a los hombres de la época a una vida de licencias morales, mientras una desesperada iglesia daba la impresión de que sus líderes se encontraban muy distanciados del sufrimiento de los fieles. El fervor religioso no hacía mayor efecto y un papa recluido en su castillo de Aviñón no generaba el mismo entusiasmo que un Cristo redentor y cercano.

Fue esta gran mortandad la que produciría la gran escasez de mano de obra que llevaría a un nuevo pacto social entre los señores y los trabajadores feudales. En Europa Occidental esto significó un empoderamiento de la clase trabajadora y le trajo múltiples beneficios, pero no tuvo el mismo efecto en Europa Oriental en donde los señores feudales eran más fuertes y se encontraban mejor organizados. Esta diferencia, sumada a la influencia de la religión ortodoxa explica por qué gran parte de Europa Oriental no presenta hoy claras semejanzas culturales ni el mismo nivel de desarrollo que su par occidental.

Por otra parte, la iglesia comienza a tener problemas mayores al dividirse debido a los abusos y pérdida de influencia sobre la población post peste, lo que llevó a que se alzaran voces contestatarias como la del fraile Martín Lutero, dando inicio a la reforma protestante el año 1517.

Occidente, cultura de exportación

Puede ser la ambición de riqueza, de fama o poder, lo que provocó que en muy poco tiempo el hombre europeo decidiera descubrir y conquistar la tierra completa. Esta expansión territorial tuvo repercusiones importantes en la distribución cultural actual, provocando que la cultura cristiana occidental sea hoy tan predominante.

Es curioso que otras culturas no se adelantaran al esfuerzo europeo o que al menos no se sintieran atraídas por imitar la empresa conquistadora. Por ejemplo, Los imperios centroamericanos como los Aztecas habían pasado cerca de 2.000 años sin poner mayor interés en Sudamérica, mientras que los ambiciosos españoles demoraron apenas 10 años desde la conquista de México a la del imperio Inca. Pero los americanos no fueron los únicos en quedar atrás, China a pesar de ser un gigante en franco desarrollo,* era gobernado por un gobierno centralizado y absolutista que detuvo en 1436 la gran exploración impulsada con fuerza años atrás. En ella habían participado más de 190 barcos y 27 mil hombres, lo que superaba con creces a las tres carabelas de Colón.

Al igual que China, ningún otro imperio asiático salió a competir con los europeos cuando escucharon de sus éxitos, todos decidieron que no había nada que conquistar, Asia no estaba interesada y cuando se despertaron ya era demasiado tarde. Ningún mapamundi chino mostraría América hasta 1602.

Revolución para todo

Por un largo periodo de la historia, la vida diaria del hombre no sufrió grandes cambios comparándola con lo sucedido en los últimos 500 años. Si suponemos el caso de un viajero en el tiempo que fuese transportado desde el siglo XI al XIV, este contemplaría su entorno sin gran asombro, comparado con un ciudadano cualquiera del año 1500 que hubiese despertado el 16 de julio de 1969 frente a un televisor presenciando a Neil Armstrong descendiendo en la luna. Estos vertiginosos cambios son la suma de una revolución científica y social sucedida en un corto espacio de tiempo, periodo en que el hombre decidió que podía buscar explicárselo todo, sin tanto respeto a Dios.

El caso de Nicolás Copérnico es un claro ejemplo de cómo renace la sed por el saber y la relación de la ciencia con una iglesia que, si bien no prohibía la ciencia, usualmente vetaba los resultados que no le eran de su gusto. Su teoría heliocéntrica desarrollada a partir de los estudios del griego Aristarco sería vetada en 1616 y llevaría a su colega Galileo Galilei a ser condenado por salir en su defensa. A la iglesia no le parecían bien los descubrimientos que no se alineaban con su interpretación de las sagradas escrituras.

Es particularmente importante en este periodo la invención de la imprenta y la publicación en variados idiomas. Hasta ese entonces todo era escrito en latín de forma manual, lo cual hacía del conocimiento algo exclusivo. La imprenta hizo que los libros llegaran a más gente y la diversidad idiomática facilitó su comprensión, sin embargo, no todos consideraron que la imprenta fuera beneficiosa; Por ejemplo, el sultán otomano Selim I, temeroso de la inestabilidad que podía traer a su imperio, la prohibió en 1485.*

Los avances científicos y el ingenio aplicados a los procesos productivos dio como resultado una revolución industrial, que hizo florecer el progreso de las naciones que la adoptaron con mayor rapidez.

El fracaso del absolutismo inglés en el siglo XVII trajo consigo instituciones de mayor pluralismo y el fortalecimiento de conceptos como la propiedad privada, situación que propició el liderazgo británico en la revolución industrial. Por otra parte, en países como España se acrecentaba el absolutismo monárquico de la mano del mercantilismo colonial. Estas diferencias produjeron que naciones como Inglaterra generaran un dinamismo económico propicio para el salto al desarrollo mientras que imperios como España, Rusia, China cerraran inicialmente sus puertas al progreso.

En Francia, Luis XVI se daba cuenta que administraba una nación en quiebra y que la mitad de sus ingresos eran destinados a pagar intereses. Por lo anterior y muy contra sus deseos, convocó en 1789 a los Estados Generales, desencadenando la Revolución Francesa. De un momento para otro los franceses reemplazaron su firme creencia en el derecho divino de los monarcas por el de la soberanía popular.

Los resultados de esta revolución serían posteriormente exportados por Napoleón al resto del continente, remeciendo a toda la sociedad europea, acabando con el feudalismo y facilitando la entrada de la revolución industrial.

Con la Revolución Francesa nacía también una de las contradicciones valóricas más intensas de la actualidad, en donde se enfrentan dos conceptos muy poco afines como son la igualdad y la libertad. Algunos países como Inglaterra encausaron sus preferencias por el concepto de libertad, que les era favorable para el avance de la revolución industrial, mientras que otros como los franceses tendían más a la igualdad y a la creación de un estado poderoso.

Irrupción del humanismo

A fines de 1700, Immanuel Kant remece la filosofía al afirmar que la verdad es inalcanzable, que la existencia de Dios era un hecho difícil de probar y que un mundo sin él es un mundo caótico.

Después de Kant, Friedrich Nietzsche postularía que “Dios ha muerto”, refiriéndose al momento histórico en que Dios es desacreditado. El hombre y la sociedad renuncian así a su creencia del plan cósmico para reemplazarlo por el humanismo; una nueva religión que espera que las experiencias humanas sean lo que dé sentido a la existencia. De esta manera, todo se vuelve subjetivo, en especial el bien y mal.

Al igual que en otras religiones, no demoraron en aparecer variantes del humanismo tales como: el humanismo liberal,* el socialista y el evolutivo. Hoy en día la mayoría de los sistemas políticos sociales son una mezcla de estas tres variantes humanistas, en donde hay un cierto predominio de liberalismo.

El futuro incierto

La revolución científica, industrial y filosófica que ha movido al hombre en los últimos 200 años, nos hace mirar el futuro con gran expectación. Si antes era difícil pronosticar que pasaría en 20 o 30 años, hoy no hay certeza de lo que podría pasar en sólo un par de meses.

Bombardeados diariamente por maravillas tecnológicas, somos a la vez espectadores y protagonistas de los cambios que redefinen la existencia del hombre. Todo indica que la tecnología irá rápidamente restando protagonismo individual al hombre, siendo este reemplazado por máquinas o programas en la mayoría de las funciones que hoy le dan valor económico y militar.

Dado lo anterior, el humanismo y liberalismo se verán obsoletos, generando con ellos una deslegitimación del orden social.

En lo relativo a la ciencia, los avances en el estudio y manipulación de nuestra genética son, sin lugar a dudas, una de las exploraciones más trascendentales en la que se ha embarcado el hombre, con ayuda de ella podría aparecer una raza de súper hombres más fuertes, rápidos, inteligentes, longevos o incluso amortales.* ¿Qué trato darán estos hombres a los sapiens normales que ya no sean útiles ni siquiera como mano de obra?, es difícil anticiparlo pero seguramente no distinguirán entre culturas.

Conclusión

Al mirar el pasado de la cultura cristiano occidental, se puede apreciar una serie de coyunturas históricas que le dieron constantemente ventaja sobre sus rivales. Fueron los habitantes de esta cultura los pioneros en la revolución científica, la revolución industrial y los primeros en sacudir cimientos religiosos y filosóficos, motivos por los que hoy disfrutan de un sitial de privilegio que le ha permitido influir en otras culturas de importancia.

Para muchos, el futuro inmediato depara un conflicto entre las culturas oriental y occidental; sin embargo, es poco probable que eso sea más trascendental que los efectos del incontrolable avance tecnológico y científico en el que están inmersas todas las culturas existentes.

Al igual que los mesopotámicos o cualquier otra cultura extinta, no nos daremos cuenta cuando los principios en los que basamos el orden actual sean reemplazados por una nueva mega cultura; sin embargo, fruto de la manipulación genética, quizás veremos ahora el nacimiento de una nueva especie de hombres y el Homo Sapiens pasará, al igual que sus antecesores, al olvido.

Todas las culturas tienen una incógnita fecha de caducidad y en el caso de la cristiano occidental, esta no se ve tan lejana.

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