Como todos los días, esperó a su “carreta” en el portalón antes de ir a formar a la Lista de Víveres de esa gélida mañana invernal de 1988, estando el Yelcho atracado al muelle Prat de Punta Arenas. Recorrió la cubierta principal de proa a popa expectante por su entrañable amigo, pero…nada. No podía saberlo; ni siquiera sospecharlo. Esa mañana, su compañero de aventuras había sufrido un mortal accidente, al ser arrollado por un camión cuando trotaba con los infantes de marina. Después de algunos días de aguardo, vio cruzar por el portalón un cajón de madera. A los pocos minutos, el buque se hizo a la mar, alcanzando el centro del Estrecho de Magallanes. La tripulación, ubicada ceremonialmente en los puestos de cubierta y vistiendo el uniforme de gala, escuchó el triste lamento del toque de silencio que emitió un marino con la corneta de honores. Posteriormente, fueron lanzadas al agua una corona y la urna. Fue en ese instante que el viejo Mota pudo sentir que dentro de ese cajón estaba su inseparable compañero de vida, Drake, brindando el último adiós con un prolongado aullido que caló profundamente en todos los corazones de la dotación.
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