Chile enfrenta la redacción de una nueva Constitución Política, tarea que será ejecutada por un grupo de ciudadanos de variadas capacidades, culturas, experiencias y edades, entre otras características y diferencias. Esta Convención Constituyente, en el plazo de un año deberá buscar los consensos que contengan la mayoría de las aspiraciones de los chilenos y, para ello, es importante tener presente aquellos atributos y necesidades que nos identifican como seres humanos y como chilenos. Este artículo pretende destacar algunas.
“La ideología es una teoría sobre
lo cual no se reflexiona”Dr. Humberto Maturana
A mediados de mayo 2021, el país eligió a los Convencionales Constituyentes que deberán redactar la Carta Fundamental que, de ser ratificada, dará el marco legal por el cual se regirá la población chilena en el futuro inmediato. Un documento de esa naturaleza debe inspirarse en las motivaciones más profundas y básicas del hombre, y considerar las constantes que han estado presente en evolución histórica de las comunidades humanas, complementándose con lo que sea específico para un determinado lugar del planeta. En ocasiones, la tecnología y el desarrollo alcanzado por el ser humano nos deslumbran, ocultando las motivaciones y necesidades que tuvieron nuestros antecesores para sobrevivir en nuestro mundo y desplazarse hasta cubrir todos sus rincones.
El presente artículo, de gran simplificación de temas muy complejos, pretende resaltar aquellos factores que nos hacen humanos y que nos permiten vivir en comunidad. Todo marco legal, como lo es la Carta Fundamental, es una construcción cultural y por lo tanto incompleta e imperfecta. En la medida que un texto jurídico dé cuenta de aquellos factores que forman parte de nuestro inconsciente y los Convencionales Constituyentes los tengan en mente, el documento que elaboren será asumido como algo propio por la comunidad a la cual es dirigido, facilitando su aceptación y cumplimiento.
La conducta humana, tanto individual como colectiva, es un proceso difícil de analizar. La singularidad de cada individuo, dada su condición de inigualable e irrepetible, hace imposible establecer patrones de comportamiento, característica extendida al comportamiento colectivo, siendo este último de extrema complejidad. Son muchas las variables que intervienen, tanto conscientes como inconscientes, debiéndose agregar el desarrollo de culturas marcadas por numerosas variables de diversa índole, tales como la geografía y el clima. ¿Cómo abordar esta interrogante?
Un camino es el estudio evolutivo del ser humano. Científicos de diferentes disciplinas y con ayuda de tecnología, han logrado determinar, con aceptable precisión, hitos significativos de nuestros antecesores, tales como la época en que se adoptó la posición bípeda y los desplazamientos migratorios a lo largo del planeta. Todo ello, gracias a los restos fósiles que se han encontrado, principalmente, en los siglos XIX y XX. Importantes descubrimientos como el sitio de Atapuerca, en España, han permitido elucubrar respecto a la aparición del pensamiento abstracto y del lenguaje, características que nos diferencian del resto de los integrantes del reino animal. Pero ¿es necesario ir tan atrás en la historia de la humanidad?
Hay evidencias que así lo indican. De todos es conocido el reflejo prensil, propio de los recién nacidos, y que el dolor de espalda es una de las dolencias más frecuentes en el ser humano. El instinto de agarrar con las manos aún se mantiene en nuestro inconsciente y, al parecer, nuestro cuerpo aún no se adapta del todo para caminar erguido, a pesar de que hay evidencias que nuestros ancestros asumieron esa posición hace aproximadamente seis millones de años.
Todo lo anterior da cuenta de comportamientos individuales, siendo muy difícil establecer conductas colectivas. Si consideramos que el compartir comida y fabricar herramientas es una manifestación social, la evidencia arqueológica de la humanidad da cuenta de normas y costumbres sociales que se remontan a entre 2,6 y 1,8 millones de años. Sin embargo, el análisis de restos hallados en torno a una fogata o pequeños y escasos fragmentos de tejido orgánico que han sido encontrados, no son suficientes para determinar los vínculos que se formaban en una comunidad. Pero si en la actualidad constatamos manifestaciones físicas que datan de millones de años atrás, es lícito también inferir que poseemos conductas sociales inscritas en nuestro inconsciente, tanto individual como colectivo.
Una aproximación de la comunidad científica para intentar dar respuesta a las interrogantes, respecto a la evolución y raíces de la conducta colectiva del ser humano, fue efectuar un estudio del comportamiento social de los grandes simios, específicamente los chimpancés, con quienes compartimos un 98.8 % de nuestra genética. La analogía de su comportamiento, con el de los seres humanos, podrían dar indicios de la conducta primitiva de nuestros antecesores que se mantendrían hasta hoy. Para validar esa aproximación, se debieron efectuar largos y acabados estudios de todos los primates, permitiendo con ello sacar interesantes conclusiones, entre otras, relativas al tamaño de los grupos y su relación con el volumen del cerebro, los hábitos alimenticios y determinación de los roles y jerarquías en una comunidad. Sin embargo, y ya referido a los chimpancés, llaman la atención las evidencias que han permitido formular lo que se ha denominado como “Modelo del Tiempo,” que da cuenta de la distribución horaria de las actividades que hacen los chimpancés y sus efectos, tanto en el individuo como en la comunidad.
Los estudios efectuados señalan tres actividades básicas: dormir, alimentarse y sociabilizar (grooming). De ellas, hay una inevitable que es el dormir, al que dedican del orden de ocho horas al día. El tiempo asignado a las dos restantes es variable, ya que el alimentarse normalmente implica el desplazamiento en busca de comida y, dependiendo de ello, el tiempo para sociabilizar será mayor o menor. El tamaño del grupo es determinante, tanto para la alimentación como para la seguridad: a mayor cantidad de miembros del grupo, mayor cantidad de alimento requerido y, en consecuencia, mayor tiempo empleado en desplazarse en busca de comida; por otro lado, el mayor tiempo en desplazamiento, arriesga al grupo a una mayor exposición al ataque de depredadores. De allí, la importancia de un mayor número en el grupo que posibilita una defensa o una mayor probabilidad de supervivencia, lo que se consigue con la sociabilización.
Mencionamos que el tiempo dedicado a dormir es fundamental, a lo que se agrega la alimentación como absolutamente necesaria para satisfacer la demanda energética del cuerpo y, en particular, del cerebro. La sociabilización, por su parte, es una actividad también de gran importancia ya que permite, entre otras cosas, establecer los vínculos afectivos que generan la confianza mutua, asegurando la cohesión del grupo y, con ello, la defensa ante los depredadores. De esa manera se distribuyen las 24 horas del día.
Si bien las preocupaciones de los chimpancés parecen ser bastante acotadas y simples, resulta curioso constatar, dejando de lado las complejidades puntuales de la vida actual, cómo las tres actividades mencionadas, en el párrafo anterior, son también aplicables al ser humano de estos tiempos. Del dormir no hay mucho que se pueda agregar, aparte de poder hacerlo en forma tranquila y segura (que tiene que ver con la presencia de otros humanos conseguida con los vínculos establecidos en la sociabilización). Pero mucho se puede decir respecto a la actividad alimentación. Ella no se limita sólo a la ingesta de un alimento, sino que también el contar con los medios (dinero) para obtenerla, lo cual implica tener un trabajo remunerado (al cual se debe concurrir empleando tiempo para ello), además de poseer una destreza o conocimiento que se obtuvo en una actividad derivada de la sociabilización. Los depredadores adquieren otra forma, pero también están presentes; no devoran, pero si afectan psicológica y físicamente. Resumiendo, todas las actividades humanas se pueden asociar a las tres actividades determinadas en el modelo del tiempo. Cabe preguntarse entonces: ¿Cómo estoy distribuyendo las 24 horas del día en ellas? ¿Cómo me está afectando esa distribución en mis condiciones y calidad de vida? ¿Tengo el tiempo suficiente para sociabilizar y establecer los vínculos que me permitirán dormir tranquilo y poder alimentarme? Las mismas preguntas deben hacerse a nivel comunidad, tomando en consideración el entorno que habitan.
Sin duda, que el modelo de las 24 horas no es aplicable estrictamente al ser humano en la vida actual, pero sigue siendo válido en términos generales. Los múltiples actos asociados a cada una de las tres actividades dificultan ponderarlos, pero es posible evaluar, con alguna precisión y para una persona, las horas dedicadas a dormir y las condiciones en que lo hace, la calidad y cantidad de la alimentación y el tiempo empleado para cumplir esa actividad. Eso es en lo individual. La tercera actividad, la sociabilización, necesariamente tiene que ver con un otro, pudiendo así abarcar, en una visión más general, tanto de la persona como de una comunidad, el parámetro de calidad de vida definido en tres vectores: las condiciones de vida, un ámbito afectivo y un ámbito espiritual. Resumiendo, las dos actividades básicas del hombre, que serían dormir y alimentarse (y eventualmente desplazarse), requieren de dos condiciones: seguridad y trabajo.
El ser humano ha sido la criatura que ha demostrado una capacidad de adaptación increíble en todo nuestro planeta. No teniendo la fuerza ni la velocidad de los grandes depredadores, el hombre debió actuar en grupo y desarrollar su cerebro, que ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos dos millones de años, logrando así imponerse parcialmente a la naturaleza y disputar el acceso a las fuentes alimenticias. Hay un cierto consenso en la comunidad científica, de que el éxito de este ser, más bien débil, se ha debido a la práctica de cinco actitudes que han estado presentes en toda la evolución: la cooperación, la solidaridad, el altruismo, la justicia y la creatividad. Largo sería analizar completamente cada una de estas actitudes, por lo que mencionaremos algunas de sus características e implicancias, no sin antes mencionar que una característica, casi universal, es el respeto a la vida humana.
Hasta aquí, todo lo que se ha expuesto tiene validez universal, aplicable a cualquier cultura o país en el planeta. En la determinación de factores para establecer el modelo de una sociedad particular, es necesario considerar aquellas características que son propias a una comunidad, dando cuenta, fundamentalmente, de su historia y entorno geográfico, dos aspectos claves en la formación de su identidad e inconsciente colectivo. Analicemos estos factores en el caso chileno.
Recientes estudios han permitido establecer con precisión el origen genético de los chilenos, y claramente se ha demostrado que, cerca del 86% de la población, es mestiza, mayoritariamente hijos de una madre amerindia y un padre europeo, pudiéndose, adicionalmente, establecer el trayecto por América que siguieron los primeros pobladores del país. No menos importante es el periodo en que se produce este mestizaje, situándose, prioritariamente, en los siglos XVI y XVII, época en que el territorio chileno era un lugar distante y aislado, ajeno a la intervención de otras culturas. En esas circunstancias, se produce la fusión entre españoles y aborígenes, sea voluntaria, forzada, violenta o pacífica. La influencia europea vendría recién en el siglo XIX, y la del medio oriente en el siglo XX.
También es importante considerar, como parte integral de nuestra cultura, la permanente tendencia a mirar a los países europeos como modelos a seguir. Al declararse la independencia, la influencia española y el desarrollo cultural de los países del Viejo Mundo así lo aconsejaban. Por lo demás, no había otros modelos. Sin embargo, en el afán de eliminar diferencias en la población y declarar a todo habitante como chileno, se dejó de considerar el mestizaje y la identidad de un pueblo, formada durante tres siglos, en un territorio hostil, marcada por conflictos entre etnias con carácter y amantes de la libertad, en donde la violencia se manifestaba con regularidad en sangrientos combates, emboscadas y malones. Pareciera ser que, los forjadores de la Patria, olvidaron que este país tenía particularidades que lo hacían distinto a un país de Europa.
Pese a nuestros 200 años de vida independiente, y al parecer consecuencia de nuestra tendencia a buscar modelos en el extranjero, nuestra estructura política ha estado marcada por la adopción de ideologías foráneas que distan de nuestra identidad y cultura. A la fecha, como nación, no nos hemos dado una estructura política estable y que contemple una dinámica que la modifique conforme a los avances tecnológicos, necesidades ambientales y condiciones de vida. Entre las múltiples razones que podrían explicar lo anterior, destaca una deficiente educación cívica que no induce o motiva a la participación ciudadana en los temas públicos.
La Convención Constituyente tendrá la tarea de definir un cuerpo orgánico de disposiciones fundamentales que establezcan principios y normas generales. Por muy generales que estas sean, al momento de definirlas, resulta absolutamente necesario tener en cuenta las motivaciones básicas humanas y de la comunidad, conforme lo señalan las constantes presentes en la evolución del hombre. El texto debería contemplar promover y reforzar la cooperación, la solidaridad, el altruismo, la justicia y la creatividad.
Las características de nuestro territorio y el devenir histórico, forjadores de nuestra identidad, resultan fundamentales para que el nuevo texto constitucional realmente nos interprete como nación, reconociendo nuestra fuerte raigambre mestiza y la influencia de diferentes culturas.
Al momento de discutir un artículo o definir una norma, la pregunta que todo Convencional Constituyente debería hacerse es: ¿Cómo afecta o contribuye a las necesidades básicas del individuo, de la comunidad y cómo se enmarca en la identidad nacional?
&&&&&&&&&&
I. Introducción El principio latín uti possidetis iuris que significa “usarás lo que posees de acuerdo con el d...
La Patagonia figuró en las representaciones cartográficas como un inmenso vacío hasta la segunda mitad del siglo XIX, aj...
“Yo te aconsejo que sacudas el alma del pueblo argentino y lo hagas mirar hacia su extremo sur; allí exactamente está la...
Regularmente, cuando se habla en el mundo militar sobre mando y control (C2), se tiende a pensar en sistemas tecnológico...
Este articulo forma parte del Proyecto Internacional: Integración, gobernanza y modelo de explotación en el Triángulo de...
Versión PDF
Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-