Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/12/1995. Visto 217 veces.

LA PATRULLA EMBARCADA DEL CALEUCHE Fernando Paredes Pizarro General de Ejercito Los orígenes recientes de la existencia de la Patrulla Embarcada del Caleuche son conocidos. Un grupo de oficiales del Ejército y de la Armada, inspirados en la necesidad de mantener vivos los contactos entre ambas instituciones, no sólo entre quienes permanecen en el servicio activo sino también entre quienes se encuentran en situación de retiro, dieron origen a este núcleo llamado a incrementar la cohesión entre las dos más antiguas instituciones de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, los orígenes remotos, aquellos que hicieron realidad una hermandad férrea entre marinos y militares y entre coraceros y marinos, se remontan a los instantes en que una unidad del Ejército, el Regimiento de Caballería “Coraceros" del Viña del Mar actuó, conjuntamente con la Armada, en una emergencia de carácter nacional. La historia nos cuenta, con su realidad viviente, que el 10 de septiembre de 1924, asume el Gobierno de Chile una Junta, integrada por el General Altamirano, Almirante Neff y General Bennet, reemplazando al Presidente Alessandri, por su incapacidad para poner término a los desaciertos del Parlamento y a la difícil situación económica que afectaba al país. Este movimiento, al parecer, no logra sus objetivos y miembros del Ejército resuelven reemplazar a la Junta de Gobierno el 23 de enero de 1925, con la intención de hacer retornar al poder a Alessandri y designando para el intertanto una nueva Junta integrada por el civil Emilio Bello, General Dartnell y Almirante Ward. La acción mencionada, al ser promovida y efectuada sólo por el Ejército, no satisface al mando de la Marina y de la Escuadra, que rechaza y desconoce la autoridad de esta nueva Junta; no se incorpora el Almirante Ward y amenaza con efectuar acciones para restablecer a la Junta anterior, lo cual viene a ser una guerra semejante a la del año 1891. Si bien ciertos sectores de la Marina, en especial de Talcahuano, aceptan la instalación de la nueva Junta y están acordes con las razones para su reemplazo, la situación preocupa al país al constatar esta grave discrepancia entre Ejército y Marina. Para conjurar la situación el mando del Ejército resuelve reforzar la Guarnición Militar de Valparaíso con el Regimiento Yungay de San Felipe y designa como Comandante de la Guarnición al Coronel Enrique Bravo el mismo día 23 de enero de 1925 iniciándose de inmediato patrullajes por la ciudad de Valparaíso y alrededores, hecho que causa malestar entre los altos mandos de la Armada. No obstante lo anterior, el Comandante del Regimiento Coraceros de Viña del Mar, desconoce a la nueva autoridad militar que ha asumido el mando de la Guarnición, como tampoco está de acuerdo con la nueva Junta de Gobierno, estando de acuerdo con el planteamiento de la Marina. El Comandante de la Zona Naval Almirante Salustio Valdés y el Comandante del Coraceros Teniente Coronel Ernesto Grez, resuelven embarcar al Coraceros en buques de la Armada para constituir la base de nuevas organizaciones militares, que se opondrían a aquellas leales a la nueva Junta. En efecto el 26 de enero de 1925 el Regimiento Coraceros se embarca en los transportes Angamos y Llanquihue. En el primero se acondiciona al personal de oficiales, suboficiales y soldados y en el Llanquihue a los cerca de 600 caballares de dotación del Regimiento, además del material necesario para combatir. Como es lógico, el embarque del Regimiento Coraceros y la actitud de la Marina causa inmensa preocupación en el seno del Gobierno y la civilidad, pues ven que el fantasma de una nueva guerra civil, se cierne sobre el país. Dentro de este clima de preocupación, no obstante se advierten dos criterios que reflejan el modo de ser de los chilenos. El primero está reflejado en el sentido del humor que demuestran los compañeros de arma del Comandante Grez al recibir la noticia, resolviendo enviarle un telegrama del texto siguiente: “La Caballería de Chile felicita efusivamente a la Caballería de Marina y espera se dé el honor de cargar en alta mar por la retaguardia”. Lo firman el Capitán Fenner, Teniente Lazo y una veintena de oficiales del arma de caballería. Naturalmente al hacerse público su contenido, el pueblo denomina desde ese instante el Coraceros como la Caballería de Marina. El segundo criterio es el demostrado por la Junta de Gobierno y los mandos de la Armada, quienes conscientes de la gravedad de la situación, acuerdan recurrir de mediación en la persona de don Agustín Edwards, para que busque una solución al preocupante problema que se cierne sobre el país. Las gestiones que efectúa don Agustín Edwards los días 26, 27 y 28 de enero de 1925 tienen éxito, lográndose que la Marina acepte a la nueva Junta de Gobierno que tiene por misión hacer retornar al poder a Alessandri. Su cometido como mediador finaliza con la incorporación del Almirante Ward a la Junta, terminándose con este acto con las preocupaciones nacionales respecto de una nueva guerra civil. El regimiento Coraceros, después de permanecer durante cuatro días en la mar, desembarca el 29 de enero en Quinteros y continúa normalmente su labor viñamarina y como siempre en estrecha hermandad con el personal de las unidades de la Marina de Valparaíso y Viña del Mar. El apelativo que le ha colocado, socarronamente el pueblo, "Caballería de Marina”, ha significado que la cohesión interinstitucional entre marinos y militares, sea férrea e inmutable. Al llegar como oficial subalterno a la dotación de Coraceros en los primeros días del mes de enero de 1947, me llamó la atención que en la reunión para asignar funciones para un próximo concurso hípico, la labor de amplificación electrónica fuera encomendada a personal de la Escuela de Comunicaciones de la Armada, que participaba en ella conjuntamente con el resto de oficiales del Regimiento. Posteriormente, al fijarme el Comandante del Escuadrón los lugares para efectuar la instrucción de equitación, se me señala que debía hacerlo en Las Salinas, donde hoy está el estadio del Club Naval de Campo; además que la práctica de tiro se efectuara en los Polígonos de las Salinas, como del Fuerte Vergara, sin realizar más coordinación que aquella normal entre miembros de una misma Unidad. Era habitual que, después de nuestras salidas para ir a la calle Valparaíso, concurrir a la Virreina o alternar socialmente en la pérgola del Club de Viña, tomáramos, como si fuera de nuestra propiedad, el bus del Sector Naval Oriental, que todos llamábamos cariñosamente “La Meche”. Cantábamos “Brazas a Ceñir” como una más de nuestro repertorio. Asimismo, cuando nuestros amigos marinos perdían el último transporte para su regreso a las Salinas o al Fuerte Vergara, era corriente que pasaran al Casino de Oficiales del Coraceros para pedir caballo para su retorno; como también era frecuente que fueran directamente a las naves de ganado y lo pidieran al cabo de cabalgada, sin que este hecho llamara la más mínima admiración. Intrigado por estas actitudes de marinos y militares, le pregunté un día, con curiosidad, al brigadier Filhumm, viejo suboficial próximo a cumplir treinta años de servicios, todo ese tiempo en el Coraceros ¿A qué se debía esta muestra de amistad que existía entre Coraceros y Marinos? El viejo, socarronamente me dijo: "Alférez, nosotros somos la Caballería de Marina. Yo estuve embarcado y permanecí en la mar durante cuatro días”. Eso me bastó para comprender la razón del afecto existente entre marinos y coraceros. Tuve la suerte de mandar el Regimiento Coraceros, desde el mes de enero de 1970 hasta el mes de marzo de 1972. Al ir a saludar a las autoridades, como es habitual, y entrevistarme con el Comandante de la I Zona Naval, Almirante Eberhard, recuerdo las palabras con que me despidió, después de la grata entrevista: "No olvide Comandante que Ud. manda la Caballería de Marina”. Rememoré en ese instante la respuesta del Brigadier Filhumm y traté de actuar con el espíritu de hermandad tradicional entre Coraceros y Marinos, en mis labores guarnicionales y muy especialmente, en mis clases en la Academia de Guerra Naval durante toda mi gestión de mando. Este resumen de hechos vendría a confirmar el origen remoto de la existencia de la Patrulla Embarcada del Caleuche. Asimismo indicaría la razón por la cual nunca se le ocurrió a ningún Coracero hacer en su Casino o en alguna de sus dependencias una 'Sala Náutica'. Tampoco sería natural que se hiciera en un crucero o en una dependencia de la Marina. Coraceros fue, durante los 65 años que permaneció en Viña del Mar, hasta el 25 de marzo de 1982, la Caballería de Marina y hoy desde su guarnición de Osorno mantiene latente sus sinceros e indestructibles sentimientos de afecto para la Institución Naval, con la cual compartió tantos instantes trascendentes de la vida nacional.

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