Por MEDINA CARDO, JAVIER .
Hace ya 140 años, guardamos justo recuerdo de los desembarcos en Pisagua y Junín, los que en su conjunto, permitieron lograr su propósito en el contexto de la campaña de Tarapacá, a pesar de muchos análisis críticos que se han podido realizar a lo largo del tiempo.
El llamado asalto y toma de Pisagua, es considerado el primer desembarco anfibio de la historia, debido a la orgánica utilizada en su ejecución. No es coincidencia que sea llamado asalto, pero se intentará dilucidar, de alguna forma, el porqué de esta afirmación, lo que por más que nos llene de justo orgullo y que tan merecido es recordar, se pretende analizar bajo los conceptos de guerra anfibia.
Asimismo, es importante no dejar de mencionar la acción realizada en Junín, porque en el contexto de la operación anfibia en ejecución, formó parte de la idea de maniobra, por lo menos en su concepción.
El presente ensayo, pretende analizar bajo los conceptos de guerra anfibia, las acciones efectuadas en Pisagua y Junín el 2 de noviembre de 1879, con la finalidad de evidenciar su importancia como algo mucho más relevante que simples desembarcos en territorio enemigo y la relación entre ambas localidades.
Con el triunfo en Angamos, Chile logró la libertad para poder trasladar sus fuerzas expedicionarias desde Antofagasta hacia el corazón de Perú. Pese a contar aún con naves con algún valer combativo y movilidad, como la Unión y la Pilcomayo, estas solo fueron empleadas para resguardar los propios transportes y asegurar el suministro que se requería para el esfuerzo de la guerra. No fueron utilizadas para eventualmente hostilizar la costa chilena ni interferir las comunicaciones marítimas, como bien ejecutó el Huáscar bajo la brillante conducción de Miguel Grau, haciendo agrupación algunos meses antes con los mismos buques mencionados.
Sin embargo, se optó por invadir Tarapacá por la necesidad de aislar a las fuerzas peruanas en la provincia de Tarapacá, de las acantonadas en Tacna y Arica. Para lo anterior, se hizo necesario efectuar desembarcos anfibios en el área comprendida entre Arica e Iquique, resolviéndose finalmente realizarlos en Pisagua y Junín. La resolución de desembarcar en ambas playas, hasta nuestros días, es materia de análisis y polémica, por cuanto, como menciona Fuenzalida, R. (1968), no había una clara información al comparar ambas playas. Algunos entendidos de la zona abogaban por Pisagua como mejor playa de desembarco en desmedro de Junín, mientras otros, argumentaban exactamente lo contrario.
Till, G. (2004), considera cinco requerimientos para ejecutar operaciones anfibias a saber, superioridad marítima, adiestramiento, operaciones conjuntas, sorpresa y maniobra, y las ventajas compensatorias tecnológico-militares. A continuación se desarrollarán de acuerdo al contexto de la campaña en ese momento y sus implicancias para las operaciones por desarrollar. Es importante mencionar que algunos de estos conceptos no se cumplieron parcial o totalmente.
De los cinco tipos de operaciones anfibias, el asalto es el máximo referente, considerándose como el tipo de operación anfibia más difícil de efectuar y una de las operaciones militares más compleja. Los restantes tipos, con definiciones muy similares, si se verifica las doctrinas modernas de guerra anfibia son los siguientes:
El asalto anfibio busca el establecimiento de una fuerza de desembarco en tierra, en territorio hostil o que podría llegar a serlo. Puede ser efectuado como parte de acciones iniciales de una campaña o como una gran operación, con la finalidad de establecerse en territorio enemigo para apoyo a otras operaciones.
La acción en Pisagua fue un asalto anfibio, constituyéndose en la primera operación de este tipo en el conflicto. Fue ideado con la finalidad de aislar a los ejércitos aliados de las provincias de Tacna y Tarapacá. Permitió abrir las puertas de la pampa del Tamarugal a las fuerzas chilenas con el triunfo en la batalla de Dolores el 19 de noviembre, a pesar de la derrota en la quebrada de Tarapacá ocho días después, que buscaba aniquilar a las desbandadas tropas aliadas que finalmente se replegaron hacia Arica.
Pisagua no buscó establecer a los chilenos en forma temporal con la finalidad de lograr algún objetivo específico en el área, y tampoco pretendió ser una finta para otra operación. Su finalidad fue establecerse y quedarse para siempre, ampliando la guerra a la provincia de Tarapacá y desde ahí hacia el norte. Desde ese día Pisagua fue chileno, clavado nuestro emblema a las 15:00 horas por parte del subteniente Rafael Torreblanca.
Aunque para efectos de explicación cronológica se separan, lo cierto es que en la planificación, Junín y Pisagua eran un todo, donde ambas playas iban a contemplar asaltos anfibios simultáneos. Complementando a Pisagua, la finalidad de Junín era que la fuerza desembarcada iniciara a continuación marcha por la pampa, para envolver la espalda del enemigo en el puerto peruano.
Si se analiza Junín de otra forma, se podría mencionar que pudo consistir en una operación de confirmación dentro de la operación anfibia. Dentro de este tipo de operaciones, descartando que se pudiera tratar de una decepción, sólo queda encasillarlo como un desembarco subsidiario. De hecho, desde un principio se consideró desembarcar el grueso en Pisagua, mientras la mitad, es decir alrededor de 2.100 combatientes lo harían en Junín.
Junín no pretendió ser una demostración anfibia para engañar al enemigo a fin de privilegiar el desembarco por Pisagua. No habría redistribución de medios aliados considerando su cercanía, porque la guarnición defensiva en Junín era muy reducida, presumiblemente al ser poco probable un desembarco en esa playa. Adicionalmente, la fuerza chilena desconocía las reales condiciones del desembarcadero y la magnitud de las fuerzas acantonadas en ella.
Con los primeros tiros de la cañonera Magallanes, el puñado de hombres que componía la guarnición de la caleta no presentó combate, dándose a la fuga. Sin amenaza, el desembarco se tornó administrativo, siendo el único impedimento el pésimo desembarcadero en las rocosas playas, lo que a pesar de la rapidez que se le pudo imprimir, recién pudieron alcanzarse las alturas de Junín alrededor de las 15:30 horas, cuando Pisagua ya era chileno.
La marcha por la pampa recién pudo comenzar alrededor de las 18:00 horas, lo que ocasionó que el arribo a Pisagua fuera al día siguiente, cuando las acciones habían finalizado, por lo que el personal desembarcado en Junín sólo pudo engrosar las fuerzas chilenas para el próximo objetivo de la campaña.
Las acciones realizadas en Pisagua y Junín, el 2 de noviembre de 1879, correspondieron en la planificación a dos asaltos anfibios simultáneos, con la intención de que las fuerzas chilenas separaran a los ejércitos aliados dando comienzo a la campaña de Tarapacá. En la práctica, sólo Pisagua correspondió a un asalto, lográndose la toma del puerto después de cinco horas de lucha y ascenso. En cambio, Junín derivó en un desembarco administrativo no exento de dificultad producto de la morfología de la costa, en el que las tropas finalmente no pudieron cumplir su cometido de apoyar a las fuerzas desembarcadas en Pisagua, producto del tiempo transcurrido.
Pese a no cumplirse completamente los requerimientos para realizar operaciones anfibias, ambas operaciones fueron un éxito. En Pisagua se derrotó a los defensores tomándose el puerto, mientras en Junín, a pesar de llegar a ser administrativo, se pudo realizar en menor tiempo al que se podría haber pensado al arribar al lugar.
En el plan se consideró, desde un principio, el desembarco en Junin de un contingente mucho más reducido que en Pisagua, por lo que perfectamente podría ser considerado como un desembarco subsidiario al desembarco principal más al norte. En base a esto, cabe preguntarse que hubiera pasado si hubiera sido al revés, es decir, el mayor contingente hubiera desembarcado en Junín, ante la ausencia de una acabada información de inteligencia en lo que dice relación a la calidad del desembarcadero y la magnitud del contingente defensivo. Probablemente el resultado habría sido similar, pero seguramente a costa de un mayor derramamiento de sangre. Materia para otro análisis.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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