- Fecha de publicación: 01/12/2014.
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DOS NAUFRAGIOS, DOS HISTORIAS, ¿UN DESTINO?
Fernando Landeta Ahues*
S
upe de la existencia del clipper “Independence”
por Erick Loewer; era un marino alemán,
tripulante de alguna de las naves que Chile internó
en los puertos del norte durante la Primera Guerra
Mundial y terminó sus días como carpintero de la
empresa Marco Chilena en Iquique por los años
setenta. Aunque su oficio era la carpintería, una
vez en tierra también ofició de buzo escafandra y
trabajó en casi todos los terminales que entonces
existían en la zona norte.
Su hija Linde, con el correr del tiempo, formó
parte de mi familia política al casarse con David
Burns, quien trabajó durante mucho tiempo
con su suegro como su “tele”, es decir, como el
* Capitán de Navío. ING.NV.MC.
El tiempo y los elementos están haciendo su trabajo, el casco se está deteriorando
aceleradamente y los buzos están desmantelando ya no solo los recuerdos, sino que parte
de la estructura de la Corbeta “Esmeralda”.
Crónica
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ayudante del buzo y estuvieron por los puertos
del norte desde Mejillones hasta Arica haciendo
todo tipo de trabajos submarinos.
Cuando estaba embarcado, cada vez que
recalaba en Iquique iba a visitar a don Erick, que
vivía en una casa pequeña que aún existe y que
estaba llena de objetos sacados del agua. Don
Erick dejaba las cosas tal cual las había encontrado,
sin ningún tipo de restauración ni orden, lo cual
transformaba la casa en un lugar mágico lleno de
baúles, muebles, claraboyas, platos, cerámicas
y todo tipo de artículos náuticos.
Dentro de ese ambiente fascinante, don Erick,
que era muy cálido y de conversación amena,
me narraba historias de muelles viejos, pueblos
ahora desaparecidos y de barcos hundidos.
Para mí, que siento una gran atracción por el
mar y por el norte, lo que oía de don Erik y de
don David eran viajes fantásticos y mitológicos
por puertos abandonados, restos náufragos y
costas solitarias que hasta ahora me provocan
una atracción irresistible.
La primera historia
En una de esas historias, me contó de unos
restos náufragos que había encontrado en
Pabellón de Pica, antiguo puerto peruano de
embarque de huano y, -paralelamente- me
prestó un libro llamado The Nitrate Clippers, en
que se relata la historia de los grandes veleros
que hacían la carrera del salitre entre Chile y
Europa. Al inicio el autor describe “The glamour
of the West Coast of South America” y entrega
una detallada descripción del hundimiento
del Clipper “Independence” debido al gran
terremoto y maremoto que asoló al norte el
año 1877, y de otros naufragios ocurridos por
ese mismo evento.
Pabellón de Pica es una bahía pequeña y
muy hermosa que queda a media hora en
auto desde Iquique. Debe su nombre a un gran
morro que está cubierto de guano. Antes de
la guerra, empresarios peruanos tenían una
instalación industrial para su extracción y había
facilidades para el carguío de las naves. Aún
existen los puentes que unen las laderas de las
quebradas, y en ellas es posible encontrar restos
de los capachos con los que se transportaba
el guano. En las rocas de la costa aún están los
argollones y los cáncamos donde se afirmaban
las espías de las naves. En Pabellón de Pica
trabajaban muchos operarios chinos, y cuenta la
leyenda, que en una caverna que está a media
altura del morro, claramente visible desde el
camino, estaban los huesos de los operarios
que morían. Actualmente hay un monolito que
recuerda esta historia y hasta ahora se continúa
explotando el cerro.
La “Independence” estaba rematada y lista
a zarpar en la madrugada del día siguiente.
Como era la costumbre, los capitanes de las
otras naves surtas en la bahía ofrecieron una
comida a bordo del CF “Sargent” para despedir
al Capitán Johnson de la “Independence”, quien
concurrió con su mujer, dos hijas pequeñas y
un niño de ocho años. Al término de la cena
regresaron en bote hacia su buque. Una hora
después se produjo el terremoto, y un poco más
tarde el tren de olas entró en la estrecha bahía
de Pabellón de Pica. Por la forma de la bahía, con
saco profundo y angosto y con la pared sur de
gran altura, la marea del tsunami debe haber
entrado con mucha fuerza.
Las otras naves surtas entregaron cadena
con suficiente anticipación; en cambio, la
“Independence”, por alguna razón no pudo
hacerlo y cuando el aumento de marea llegó,
en vez de remontar la ola, el buque hundió la
proa y como estaba cargado, el agua entró al
pañol de proa y a la bodega uno, hundiéndolo.
En la tragedia murió la señora del capitán, sus
dos niñas y dos mayordomos chinos. El Capitán
Johnson se salvó y fue recogido por un bote del
CF “Sargent”.
Mientras estuve embarcado, me tocó recalar
muchas veces en Iquique, pero nunca tuve el
tiempo o la oportunidad para buscar estos restos
náufragos, sin embargo, el año 1985, embarcado
en el CL “O’Higgins” permanecimos varios días
en puerto y me las arreglé para disponer de
tiempo y para encontrar un buzo mariscador
que aceptó acompañarme a bucear los restos
de la “Independence”.
Zarpamos en un bongo desde la playa ubicada al
lado norte de la bahía, actual Caleta Chanavayita,
y a pesar de la baja visibilidad producto de una
fuerte marejada, no nos costó encontrar la nave.
CRÓNICA: Dos naufragios, dos historias, ¿un destino?
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Yace a 20 metros de profundidad, con la proa
hacia el weste y, si bien todos los elementos
estructurales estaban reconocibles, el casco se
encontraba destrozado debido a que los baos
cedieron y los costados se abrieron. Las cuadernas
estaban paradas solo un par de metros desde
el fondo y el resto de los costados caídos en el
fondo marino. La mayor parte del casco no tenía
el forro. Desde el interior, lo que fue el casco
semeja una jaula, pero sin techo. El cabrestante
causante del hundimiento era claramente visible
y también parte de los palos.
Lo que se pudo ver eran restos náufragos,
pero no un casco.
Cuando se bucea en naufragios, las emociones
hacen que el tiempo vuele y se ocupe en tratar
de encontrar recuerdos, objetos personales,
platos, botellas, o cualquier cosa que pueda
transformase en un hermoso descubrimiento
náutico.
Después, uno se lamenta de no haber sido
más racional y de no haber tomado nota de
detalles más técnicos de la nave y de su estado.
Este caso no fue la excepción. Afortunadamente
algunas fotos, no muy buenas, permiten graficar
lo antes descrito.
Llegado a tierra, fui más acucioso. Como
habíamos estado mucho tiempo en el fondo y
para tratar de hacer una suerte de descompresión,
fuimos a sacar unos pulpitos que estaban a
baja profundidad y también, para tratar de
amortizar la bencina de la camioneta. Varios de
éstos se los regalamos al cuidador de los botes,
el que los agradeció mucho y, al saber donde
habíamos estado, me preguntó si quería conocer
el cementerio de los “Gentiles”. Como tenía
tiempo, caminamos hacia una ladera subiendo
hacia el camino, que en ese entonces llegaba
solo un poco más al sur y no era tan ocupado
como lo es hoy. Al llegar al lugar encontramos
un pequeño cementerio con algunas cruces y
muchos huesos esparcidos por la arena.
Con sorpresa, vimos restos de lona de vela
calcinada con varios huesos en su interior. Había
huesos que correspondían a menores y a una persona
mayor. Los de los menores aún conservaban parte
de las blusas con los botones de concheperlas y
entre la lona, había un par de chalas de niña. Sin
duda se trababa de los restos de la señora del
Capitán Johnson y de sus dos hijas. Con seguridad,
el resto de los huesos correspondía a otros marinos
muertos durante el naufragio. Primera vez que
buceaba en un naufragio en que había víctimas
fallecidas y tenía el raro privilegio de visitar los
restos de la nave y de éstas.
Tiempo después algún organismo
gubernamental levantó un osario donde
nBuceo del Teniente Landeta en los restos de la “Independence”.
nCementerio de los “Gentiles”.
nVolante del cabrestante de la “Independence”.
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depositaron los restos de los gentiles y de los
chinos que -se decía- estaban en la caverna
del morro.
He visitado varios restos náufragos en que
solo se pueden reconocer trozos de maderas,
palos u otras piezas desperdigadas, como
inevitablemente terminará la “Independence”, y
siempre me he lamentado que no exista interés
oficial de recuperar algunas piezas y recrear
museológicamente la historia y el drama que
siempre envuelve a cada siniestro marítimo.
La segunda historia
El año 2013, con
motivo de una
filmación de TVN a la
Corbeta “Esmeralda”,
hundida en Iquique, le
sugerí a los buzos que
visitaran nuevamente
los restos de la
“ Independence”; lo que
pudieron ver, es que
el naufragio estaba
mucho más destruido
de como lo vi yo, 30
años atrás. Es lógico,
pues el tiempo hace su
trabajo y de seguro que
en algunos años más,
solo quedarán restos
de madera esparcidos
por el fondo y algunas
piezas irreconocibles de metal oxidado. Como
no les interesó el naufragio, desgraciadamente
no tomaron registros gráficos.
El estado de la “Independence” me lleva,
inexorablemente, a pensar en el destino de
nuestra querida “Esmeralda” hundida algunas
millas más al norte.
La “Independence”, por ser una nave de carga,
tenía bodegas y grandes escotillas; además,
su compartimentaje era propio de una nave
mercante. Está hundida en 20 metros de
agua, en un sector donde la morfología de la
bahía crea fuertes corrientes submarinas. Esto
explica, en parte, por qué cedieron los baos
y se abrieron los costados. La “Esmeralda”, es
una nave de guerra y su compartimentaje y
miembros estructurales debían ser acordes
a esta condición. Está hundida en 40 metros
de agua, en un sector donde las corrientes
submarinas no son significativas, lo que explica
su relativo buen estado en comparación con
la otra nave.
Sin embargo, ambas naves fueron construidas
con una tecnología y materiales relativamente
similares, pues son naves contemporáneas y
están hundidas la misma cantidad de años, por
lo que es evidente que el destino del casco de
nRestos óseos y de vestimentas.
nEstado actual de la corbeta “Esmeralda”, ecograma de abril 2013.
CRÓNICA: Dos naufragios, dos historias, ¿un destino?
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la “Esmeralda” será terminar como hoy están los
restos de la “Independence”.
El año 2013 con un ecosonda multihaz se
obtuvieron imágenes de la Corbeta “Esmeralda” d e
muy buena calidad y en las fotos de los ecogramas
se aprecia el estado en que se encuentra. Como
se puede ver en el ecograma, es un casco que está
erecto sobre el fondo, sin embacamiento, con
continuidad estructural
y con parte del forro de
los costados, lo que le
otorga gran resistencia
a la estructura.
Pero, al comparar estas
imágenes con lo que
observé la primera vez que
tuve la oportunidad de
bajar al buque hace más
de 40 años, el deterioro
es evidente y, al parecer,
acelerado.
El deterioro de la estructura no es lo único
evidente. Si bien hace algún tiempo que no
buceo en la “Esmeralda”, por conversaciones con
personas que lo han hecho recientemente, he
sabido que no queda ningún elemento ni pieza
móvil. Todo ha desaparecido y lo más grave, es
que hay evidencia de que partes metálicas del
casco también han sido sacadas, como son las
cremalleras que abrían y cerraban las claraboyas.
La autoridad marítima hace grandes esfuerzos por
cuidar el naufragio, pero es imposible tener un bote
de guardia todos los días. La masificación del buceo
a nivel nacional ha sido muy grande y la cantidad de buzos se ha multiplicado por varios cientos. La
profundidad a la que está el buque, que hasta hace
poco tiempo atrás era una seria barrera para los
buzos deportivos, ahora no lo es, ya que hay varios
clubes y buzos que tienen equipos de mezcla y los
usan de manera habitual. El deseo de tener algún
recuerdo del buque es una tentación irresistible
para quien tiene la oportunidad de llegar al casco.
En las fotos se muestran algunos de los
ítems que se encontraron en la expedición
del año 1987 y que por disposición de las
autoridades fueron devueltas al casco de la
“
Esmeralda”.
El tiempo y los elementos están haciendo
su trabajo y el casco se está deteriorando
aceleradamente y los buzos están desmantelando
ya no solo los recuerdos sino que parte de la
estructura de nuestro querido buque.
¿Un mismo destino?
Por el valor intrínseco
del naufragio, me
parece que debería
abrirse un debate,
en el seno de alguna
de las instituciones
que cuidan nuestro
patrimonio histórico,
tendiente a definir el
destino del casco de la
“Esmeralda”.
Si la conclusión es
que la epopeya del
nClaraboya de la “Esmeralda”.
nSextante de la “Esmeralda”.
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Combate de Iquique se preserva mejor con
el buque bajo agua, sería muy conveniente
organizar y efectuar una operación a gran escala
para recuperar el máximo de los elementos
propios del buque que tengan algún interés
museológico para evitar su deterioro; o bien,
su robo. Los recursos técnicos, humanos y
materiales están.
Si por el contrario, se piensa que reflotar la nave
sería útil para perpetuar el recuerdo del hecho
histórico, alguna de aquellas instituciones debería
liderar el proyecto y realizarlo. Hay tecnología para
esto y, si el proyecto es de interés, los recursos
económicos estarán disponibles.
Lo que no es bueno, en mi opinión, es la
inactividad y pasividad que está causando que,
un monumento de tamaña magnitud histórica y
donde ocurrió uno de los hechos más grandes
de nuestra vida como nación, sea destruido
por los elementos y saqueado por el hombre.
* * *
nUtensilios encontrados en la corbeta “Esmeralda”.
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