Revista de Marina
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Prat y las "vocales éticas de la hache"

  • Edmundo González Robles

Por Edmundo González Robles

  • Fecha de recepción: 22/06/2021
  • Fecha de publicación: 30/04/2022. Visto 195 veces.
  • Resumen:

    Prat siempre ha sido, para todos los chilenos y muchos extranjeros, un referente de vida, profesionalismo, valentía, liderazgo y generosidad. Muchos de nosotros quisiésemos imitarlo, parafraseando a Tomás Kempis en su obra “Imitación de Cristo”; pero Prat estaba lejos de la deidad y fue un ser tan terrenal como nosotros. Una forma simple de imitarlo sugiero que sea a través de las vocales éticas de la hache, guía práctica y sencilla para seguir la trascedente huella de este titán de los mares.

  • Palabras clave: Palabras claves: Hacedor, heroico, hidalgo.
  • Abstract:

    For all Chileans and many non-nationals, Arturo Prat has always been a reference of life, professionalism, courage, leadership, and generosity. Many of us would like to imitate him, paraphrasing Thomas Kempis in his work “The Imitation of Christ”; but Prat was far from divine and was as human as any of us. I suggest a simple way to follow his path through the Ethical vowels of the letter H, a practical and simple guide to follow the epoch-making milestone of this colossus of the seas.

For all Chileans and many non-nationals, Arturo Prat has always been a reference of life, professionalism, courage, leadership, and generosity. Many of us would like to imitate him, paraphrasing Thomas Kempis in his work “The Imitation of Christ”; but Prat was far from divine and was as human as any of us. I suggest a simple way to follow his path through the Ethical vowels of the letter H, a practical and simple guide to follow the epoch-making milestone of this colossus of the seas.

¡21 de mayo de 1879!, fecha gloriosa que rememora un episodio épico de nuestra historia. Pronto resonarán en nuestros oídos el eco de las salvas y campanas que saludan el sacrificio heroico y que se multiplican como un reguero de pólvora a lo largo de nuestra extensa geografía patria.

Empero, ¿qué profundo misterio encierra el hecho histórico que recordamos? ¿por qué los chilenos atesoramos, con solemne respeto y recogimiento, el ejemplo que aquellos compatriotas nos legaron? Por cierto, las respuestas a las interrogantes formuladas presentan matices, pero todas ellas parecen finalmente coincidir y apuntar a la determinación y valor de aquel hombre serio, de temprana calvicie que, en la plenitud de su vida, trasunta en sus pupilas trasparentes el símbolo propio de quién se sabe depositario de un arquetipo ético superior y que trasciende cualquier consideración, despertando consigo universal veneración y respeto.

Si, aludo derechamente al conductor, al gran Capitán Arturo Prat Chacón. Sin su presencia no es posible concebir la jornada inmortal en las aguas de Iquique; sin su liderazgo, fruto de la perseverancia, resulta más difuso comprender la entrega sin límites de la tripulación de la heroica mancarrona.

¿Mas, es factible acercarse a aquél Prat olímpico y otorgarle un perfil y cariz más cercano, que permita, en nuestro Chile de hoy, constituirle en un guía para las generaciones presentes y futuras?.

Sin duda ello invita a una profunda reflexión, la cual me gustaría compartir. Resulta sabido que se ha escrito profusamente para destacar, sin excepción, el modelo de ejemplo cívico que representa la figura de Arturo Prat. La admiración que despierta, sin embargo, conspira en gran medida para que muchos de nosotros, simples compatriotas agradecidos, puedan hacer carne, en la praxis del día a día, los contenidos de una vida que se juzga elevada desde el ángulo de nuestra modesta existencia. Entonces, erróneamente, concluimos que tales modelos de conducta nos son inalcanzables y que éstos sólo responden a destellos de máxima exigencia, como aquella experimentada durante la gloriosa jornada del 21 de mayo.

Tal vez, para lograr otra lectura, sería ideal que el patrón ético de nuestro héroe pudiese aplicarse cotidianamente, plasmándolo en una oración, en una especie de recordatorio nemotécnico al que se recurra en los momentos más simples, como también en los de máxima aflicción.

Permítame al efecto, tomando como modelo la figura y personalidad del capitán Prat, proponer entonces una pauta que nos facilite, o al menos advierta, cómo intentar ser un “héroe de las cosas sencillas”. Me he permitido simplemente denominarlas las “vocales éticas de la hache”, ya que ellas exaltan ciertas cualidades que defino cardinales: “hacedor”, “heroico”, “hidalgo”, “honrado” y “humilde”.

O    Hacedor: Aquel que ejecuta, que no le teme al hacer. Prat fue sin duda, desde esta singular perspectiva, un emprendedor e infatigable trabajador. Baste recordar el tremendo esfuerzo al que se vio sometido cuando, sin abandonar su carrera naval, paralelamente decidió emprender estudios de abogacía, título que obtuvo finalmente, a costa de largas jornadas ganadas a un merecido descanso o al ocio justificado en el solaz familiar.

    Esfuerzo tesonero que se prolongó durante varios años, aprovechando los escasos ratos libres que su profesión naval le concedía, ya sea a bordo o en tierra, en el vagón de ferrocarril o en el silencio reflexivo de una biblioteca, en Santiago o Valparaíso, hasta convertirse, como publicó destacadamente la prensa de la época, en el primer abogado nacido del seno de la Armada.

    Considérese también, en similar sentido, el entusiasmo desplegado para impartir enseñanza gratuita en la porteña escuela para trabajadores “Benjamín Franklin”, entrega que lo retrata de cuerpo entero.

O    Heroico: Que distingue por sus acciones extraordinarias de arrojo, valentía o grandeza de ánimo. Tal vez ella es la cualidad ética que retrata de forma más preclara la condición de Arturo Prat.

    Hombre valiente, cuya presencia de ánimo deja huellas indelebles durante toda su corta existencia, en variados episodios, sencillos o complejos, hasta el momento cúlmine de su tránsito a la inmortalidad.

    Heroico se muestra cuando en mayo de 1875, tras un violentísimo temporal que sacudía a la ciudad puerto de Valparaíso, no trepida en abandonar el lecho donde guardaba reposo, tras una fuerte gripe, para acudir presto en socorro de su querida “Esmeralda”, de la cual era su segundo comandante, sacudida una y otra vez por los elementos de la naturaleza y en peligro de zozobrar. En esa oportunidad, en medio de la lluvia y el temporal desatado, los ojos de la pequeña multitud allí reunida observan, electrizados, como un hombre atado a una cuerda se interna en las frías aguas para llegar a nado a bordo de la nave amagada, y luego, arriesgadamente, maniobrar hasta lograr vararla y salvarla en la costa.

    Valiente también fue su cometido como defensor, en sendos juicios de guerra, entre ellos el incoado en contra de su amigo y camarada, el Teniente 1º Luis Uribe. En todos los casos, Prat hizo gala de su vuelo intelectual y habilidad argumental, pero, por sobre todo, no titubeó ni temió indisponerse con sus superiores, manteniendo un imperturbable rigor ético y una presencia de ánimo a toda prueba.

    Heroico con letras de oro es su comportamiento esa legendaria mañana del 21 de mayo de 1879.  Grande entre los grandes, su conducta en Iquique no obedeció a una mera casualidad o un acto de arrojo del momento. Su heroicidad fue la resultante de una existencia marcada por la convicción y la consecuencia. Su fatal desenlace, fruto de un acto profundo y meditado, expresado en verbo la noche anterior: “Si viene el Huáscar…lo abordo”.

    Presencia de ánimo que insufló a sus hombres para empujarlos a combatir hasta el último aliento. Como rememora el propio Uribe, significando su serenidad y tranquilidad de espíritu, en los instantes más álgidos del combate: “Nada, absolutamente nada, traicionaba en él la tremenda responsabilidad que gravitaba sobre sus hombros de gigante”. Valor que trasuntó luego en el postrer intento de abordar la nave enemiga, ofrendando su vida y dando paso a la leyenda.

O    Hidalgo: Quizá la cualidad ética que más cuesta comprender, porque encierra virtudes tales como nobleza, caballerosidad, generosidad y lealtad.  Todas ellas estaban presentes, en mayor o menor medida, en la admirable existencia de nuestro héroe.

    -    Nobleza: Que se expresa cuando en medio del fragor del combate de Iquique, Prat divisa la modesta embarcación a remo, maniobrada desesperadamente por la mujer y los hijos de un práctico australiano que durante el bloqueo solía visitar, y ordena detener el fuego, dándose tiempo para dirigirse a ella a viva voz y darle indicaciones de cómo colocarse a buen recaudo de los fuegos cruzados.

    -    Caballerosidad: Demostrada ante los máximos jueces de la República, cuando con ocasión de acudir a rendir de uniforme su examen final de abogacía, deja de lado, en un gesto de absoluta hidalguía, la espada que portaba, aquella que posteriormente empuñaría con firmeza y no doblegaría ante nadie en defensa de su Patria.

    -    Generosidad: Manifestada en la ayuda económica que, a pesar de las estrecheces, brindaba regularmente a su madre y hermanos, y que extendía incluso a otros parientes más lejanos.

    -    Lealtad: Cualidad que practicó cabalmente en todos sus términos.  Prat leal con sus superiores y con sus subalternos, quienes en un acto sublime no trepidan en seguirlo hasta la muerte.

    Prat leal con su Institución; preocupación que se grafica en su deseo de contar con un instituto naval permanente para la formación de oficiales de marina y de mejorar el sistema de ascensos y remuneraciones en boga.

    Finalmente, Prat leal con su Patria. Lealtad a toda prueba cuando, lejos de su familia, debió cumplir atípicamente para su condición de hombre de mar “tareas de inteligencia” en Argentina, con motivo de la disputa patagónica. Concentrado en su tarea reunió, con total laboriosidad y singular audacia, valiosos antecedentes militares que se le habían encomendado.

O    Honrado: Que procede con rectitud, probo, íntegro, virtuoso. Por cierto, no me refiero a aquella honradez cotidiana, que se da por sentada, más bien apunto a resaltar aquella consecuencia de vida que el héroe mantuvo imperturbable y serenamente hasta el momento del martirio, honradez personal y profesional propia de un hombre correcto, amante de sus amores: Dios, Patria y Familia.

    Prat, honrado en sus convicciones cristianas, religiosidad manifiesta en la relación estrecha con Dios Padre como elemento fundamental de su existencia. Espiritualidad no exenta de expresiones externas, como lo atestiguan el escapulario de la Virgen del Carmen y la medalla milagrosa de la Virgen de los Rayos, ambas encontradas entre sus pertenencias, objetos todos que denotan la firmeza de su fe y que le acompañaron hasta el instante postrero del adiós.

    Prat también honrado en el tráfago del día a día. Puntilloso al extremo, particularmente con el uso de los fondos públicos. Durante sus labores de espionaje, descuenta cada peso que no obedezca a un estricto cometido oficial, sea el mero pago de una propina o el simple recorte de su barba, y rinde inmediata cuenta de los gastos incurridos apenas retorna a la patria.

    Honrado a su vez en la intimidad del núcleo familiar. Buen padre, a pesar de las tragedias y sinsabores que, reiteradamente le golpearon; la pérdida de su pequeña hija Carmelita y las enfermedades que rodearon los primeros años de su hija Blanca Estela,  son solo amargo testimonio de ello. Ejemplar marido, prodigó siempre entrañable cariño y respeto a su amada Carmela Carvajal. Sus innumerables cartas, escritas con nostalgia desde las cubiertas de los buques o desde el extranjero, dan cuenta con ternura de ello.

O    Humilde: Tal vez la cualidad más difícil de esculpir. Prat, un hombre sencillo, alejado de los vicios y carente de toda ambición;  Dinero, cargos, poder o la gloria le eran indiferentes. Admirador de todas las cosas grandes, pero sin decir jamás que las intentaría.

    Siendo Thomson el comandante de la Esmeralda, diez días antes del glorioso combate y presa de su audaz espíritu, convenció al comandante en jefe de la Escuadra, almirante Williams Rebolledo, que lo incluyera en el dispositivo ofensivo que atacaría a la escuadra peruana en el Callao mismo, sugiriéndole que lo relevase de tan rutinaria y pasiva tarea a cargo del bloqueo de Iquique y en su reemplazo nombrase al capitán Prat.

    Y así se hizo; el destino quiso que Thomson no encontrase la gloria en el Callao, sino ocho meses más tarde en Arica al mando del “Huáscar”. Prat, humilde por convicción e hidalgo por consecuencia, aceptó este nuevo desafío al mando de la vieja corbeta, sin saber siquiera que escribiría, a poco andar, la página más gloriosa de la historia naval chilena y una de las más prominentes de la historia marítima universal.

    Estos simples principios éticos de nuestro insigne capitán Prat me motivan, a la luz de las planteadas “vocales éticas de la hache”, el proponer una guía o recordatorio para todos mis compatriotas, que ilumine el pensamiento y la acción, en los momentos cotidianos, en la alegría y en la aflicción. Considero factible emular a Prat; porque Chile ha demostrado con creces ser un pueblo de gente mayoritariamente hacedora, heroica, hidalga, honrada y humilde, ya sea en la gloria o en la adversidad.

    De nosotros depende esculpir en nuestras mentes y corazones que estas virtudes se acrecienten, para que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, invoquen con orgullo el nombre de su patria, en cuyas letras también se escribe esa muda consonante que encabeza estas vocales éticas propuestas, con el único fin de hacer de nuestro querido Chile un país cada vez más próspero, feliz y justo.

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