Revista de Marina
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Operaciones que pudieron cambiar el curso de la Guerra Fría

  • Fecha de recepción: 31/08/2020
  • Fecha de publicación: 29/04/2021. Visto 998 veces.
  • Resumen:

    En la década de 1980, diversos factores llevaron al Reino Unido y Argentina a una guerra por el dominio de las Islas Falkland/Malvinas. Dentro de las operaciones llevadas a cabo, existen dos que salieron a la luz luego de varios años de secreto, la Operación Barmaid y Algeciras. Las que fueron ejecutadas por distintos actores y en épocas diferentes, pero que, por la sensibilidad de las misiones, convergieron en un peligroso actuar, que pudieron haber cambiado la historia.

  • Palabras clave: Malvinas, Operación Barmaid, Operación Algeciras, Conqueror.

¿Era posible robar un sonar remolcado en plena navegación? ¿Eran capaces los argentinos de hundir un buque inglés en Gibraltar? Durante la década de 1980 el mundo estaba configurado por un sistema internacional bipolar, con una alta tensión nuclear generada por la Guerra Fría; además, durante ese período Reino Unido y Argentina se enfrentaron en una guerra por el dominio de las islas del Atlántico Sur. Luego de varios años de secreto, salieron a la luz dos operaciones, ejecutadas por distintos actores y en épocas diferentes, que, por la sensibilidad de estas, convergieron en un peligroso actuar, capaz de haber cambiado el curso de la historia en caso de haber finalizado de manera distinta a lo que pasó. Estas fueron la operación Barmaid y operación Algeciras.

Operación Barmaid

Durante el mes de mayo de 1980, el HMS Conqueror ingresaba a los astilleros Chatham de la Royal Navy para un período de reparaciones planificadas. Si bien, para muchos conocedores de la historia, este famoso submarino es relevante por ser el único del tipo nuclear que ha hundido un buque de guerra durante un conflicto (ARA Belgrano), existe otro hecho, menos conocido, pero que resulta ser quizás su logro operativo más importante, ya que, de haber fracasado, las consecuencias hubiesen sido catastróficas para el contexto de Guerra Fría que reinaba.

Figura 1: HMS Conqueror arribando a la base naval de Faslane luego de su participación en las Malvinas.

A mediados de junio del mismo año las reparaciones llegaron a su fin según lo programado, y luego de un período de pruebas en la mar, el Conqueror retornó a la base de submarinos en Faslane. Todo parecía ser normal pero, luego de un par de semanas, arribaron a la base tres norteamericanos vestidos de civil, aparentemente representantes de la compañía General Dynamics –conocida por ser el brazo tecnológico de la CIA– quienes durante varias jornadas ocuparon gran parte del día en reuniones a bordo junto al comandante, segundo comandante, oficial de armas, oficial ingeniero y con el oficial navegante del submarino.

Con el pasar de las semanas, aumentaban las dudas al respecto. ¿Qué hacían esos tres hombres junto a algunos miembros de la dotación en las reuniones secretas? Luego de un tiempo, el círculo cerrado que participaba en las reuniones fue aumentando. Se sumó el oficial de sonares, el navegante de cargo y el nuevo segundo comandante.

Después de cada reunión, todos estaban obligados a firmar un papel con un encabezado que decía “Actin Wintel – Top Secret Umbra”. El papel contenía una lista de no más de 25 nombres, que abarcaba a los miembros de la dotación, la línea de mando operativa del submarino y finalizaba con el nombre de Margaret Thatcher.

A todos se les recordaba luego de cada reunión que estaban sujetos a la Ley de Secretos Oficiales. Bajo esta ley, fue acusado Clive Ponting en 1985, un alto funcionario del Ministerio de Defensa, quien filtró los documentos que contradecían la versión oficial del Gobierno respecto a la decisión de hundir el Belgrano.

Luego de meses de reuniones y visitas por parte de los sigilosos norteamericanos, en el mes de agosto del mismo año, el Conqueror fue enviado a dique seco para un período de reparaciones no programado. La dotación estaba cada vez más inquieta, sobre todo considerando que gran parte de la proa estaba oculta bajo una especie de armazón cubierta de negro, y por la presencia de Royal Marines custodiando el submarino y el acceso restringido a esta sección del dique. Sólo unos pocos miembros de la dotación y del astillero contaban con el nivel de autorización para conocer lo que se encontraba a proa. “This is the first night out of dry dock so be vigilant (…) we are afloat”, dejaba registrado en el bitácora el oficial de guardia del día 19 de Agosto.

El equipamiento instalado a proa del Conqueror era parte de la “Operación Barmaid”. El sistema contaba con una especie de pinzas instaladas a proa del submarino, las que, a través de un equipo ubicado en la sala de control, permitía a los operadores maniobrarlas para lograr con una sostener y con la otra cortar, cualquiera hubiese sido el objetivo, hasta ese momento desconocido para la dotación.

Se llevaron a cabo entrenamientos durante los siguientes dos meses, cada vez se utilizaban más embarcaciones pesqueras y mercantes como blancos de oportunidad, donde el objetivo principal era el seguimiento, aproximación y posicionamiento lo más cercano a la quilla, todo con el sello sigiloso que conlleva la normal práctica de los submarinos. El objetivo era lograr destreza en el manejo del equipamiento Barmaid y asegurar la confiabilidad del sistema. No existía un manual de operador.

Finalmente, en noviembre de 1980, el Conqueror recibió la orden de zarpar. Esto no era un ejercicio.

El equipamiento Barmaid fue instalado y el submarino zarpó desde la base naval de Faslane con rumbo hacia la península soviética de Kola, Murmansk, en el sector norweste del país. La misión tenía directa relación con el reporte de inteligencia que alertaba sobre la presencia de un buque espía, disfrazado de remolcador y que estaba efectuando patrullajes antisubmarinos a través de un arreglo de sonar remolcado. Esta era una zona muy patrullada por los soviéticos, debido a que en ella se encontraba la principal base naval de submarinos de la flota del norte. Mediante la asignación de esta misión, se disiparon todas las dudas con relación al propósito del equipamiento Barmaid instalado en el Conqueror.

Algunos de los miembros de la dotación que participaron de la operación, creen que el buque objetivo correspondía al AGI (Auxiliary General Intelligence) Ribachiy, de bandera polaca.

La Operación Barmaid tenía un propósito: mediante las pinzas instaladas a proa del Conqueror, cortar el cable de sujeción de 3” de acero del arreglo remolcado y lograr evitar que este se fuera a pique, además, mediante buzos, asegurar al casco del submarino el arreglo, de largo y peso desconocido, para llegar a aguas amigas y poder efectuar el desembarco.

Para Estados Unidos y el Reino Unido era una oportunidad única –y a la vez muy peligrosa considerando el contexto del sistema internacional- de analizar las capacidades antisubmarinas de los soviéticos, que, en los ojos occidentales, habían tenido un auge exponencial en el último tiempo y se veía reflejado, por ejemplo, con el desarrollo de los submarinos de la clase Víctor III. Si bien la misión se podría haber realizado por un submarino norteamericano, las consecuencias políticas y diplomáticas hubiesen sido inmensurables a la hora de fallar.

Luego de varios días de navegación, el AGI fue localizado. La complejidad de la maniobra se encontraba en realizar la aproximación y posicionamiento para lograr el objetivo sin ser detectado, considerando que era esa la misión principal del buque objetivo.

Luego de dos semanas, de seguimiento e intentos, fue imposible lograr posicionar al Conqueror debido a la velocidad y maniobras que presentaba la navegación de la embarcación. La tarea se vislumbraba casi imposible.

Al finalizar su participación en las Malvinas, que se enmarcó en más de 15 semanas en la mar, el Conqueror volvía a la base naval en Faslane el 13 de julio de 1982. El descanso de la dotación no duró lo suficiente. A fines del mismo mes, un reporte de inteligencia aseguraba la presencia de dos AGI polacos utilizando sonares remolcados durante patrullas en el Atlántico Norte.

El 12 de agosto zarparon a cumplir la misión encomendada hace ya dos años, el destino, el mar de Barents, donde se debían encontrar los dos AGI objetivos. Si bien la información de inteligencia tenía un par de días de antigüedad, el Conqueror tuvo la suerte de encontrar a uno de los buques polacos, identificado con un alto nivel de certeza por los operadores de sonar que ya conocían las características de estos remolcadores disfrazados.

El blanco se ubicaba supuestamente, -ninguno de los involucrados ha querido dar a conocer la posición real- en el límite de las aguas territoriales soviéticas al Este de Noruega, a una velocidad de 6 nudos, muy por debajo de la que tuvo que enfrentar el submarino en su primer intento dos años antes. En palabras de uno de los miembros de la dotación: “As far as we were concerned we were in hostile waters, and that was all we needed to know.”

Se daba inicio a una de las operaciones más peligrosas e importantes de la Guerra Fría. El comandante Wreford-Brown ordenó mantenerse a 500 pies y comenzar la maniobra de aproximación por la popa del blanco. Una vez acortada la distancia inicial, era la última oportunidad de confirmar el blanco y precisar su posición a través del periscopio. Luego subir a profundidad de periscopio y confirmar lo necesario a unas 1.000 yd del blanco, el comandante ordenó comenzar la sumergida de manera sigilosa y enfilando hacia la popa del buque.

La sala de control estaba completamente oscurecida, la dotación en máximo grado de alistamiento, sólo la maquinaria indispensable en servicio, el oficial navegante con los cálculos de marea y de velocidad efectuados, los operadores de las pinzas se encontraban en su puesto a proa del submarino. Todo estaba cubierto y listo.

¡En visual! En tono bajo, pero seguro, anunciaba el comandante, quien a través del periscopio pudo divisar en las turbias aguas, el casco y hélices del buque. Casi al mismo tiempo, fue divisado en los monitores de las cámaras instaladas para las pinzas, el cable de 3” y el arreglo de sonar remolcado. Fue así como el Conqueror ajustó la posición final, la velocidad y rumbo eran ajustados de manera milimétrica, no era fácil maniobrar el submarino de 4.900 t de desplazamiento con un solo eje.

¡Comenzar a cortar! Ordenó el comandante. Todos en la sala de control sumaban a la tensión del momento inicial, la incógnita respecto de si el arreglo tenía flotabilidad positiva o negativa, el largo y peso. Una vez cortado, todo sería carga del submarino. Para asegurar el arreglo, fue necesario utilizar la pinza de agarre con máxima potencia hidráulica mientras la otra efectuaba el corte. El submarino y el buque estaban conectados mecánicamente, bastaba con una caída del AGI para que ellos sintieran la tensión generada, por ende, la operación se volvería aún más peligrosa. Estos buques de inteligencia contaban con al menos cargas de profundidad.

Repentinamente el cable fue cortado, y por la transferencia de peso hacia el submarino, éste comenzó a sumergirse rápidamente. El peligro recaía en la turbulencia que se generaba entre el submarino y el buque. Lo normal hubiese sido soplar agua para recuperar la flotabilidad, pero esto podría haber alertado al buque. Finalmente, de manera lenta pero sigilosa, se recuperó la estabilidad y el comandante ordenó rumbo hacia aguas seguras. Una vez alcanzada una posición estimada libre de peligro, los buzos se encargaron de asegurar el arreglo al casco del submarino y más tarde, ya en superficie ingresarlo a un compartimiento interior a través de los tubos lanza torpedos. A diferencia de los arreglos norteamericanos y británicos, este era uno mucho más pesado y difícil de manejar.

Finalmente, el Conqueror arribó a la base de Faslane sin mayores inconvenientes. De alguna forma, el arreglo fue trasladado al aeropuerto de Prestwick, donde fue enviado rápidamente hacia Estados Unidos. El informe que detalla la información obtenida del arreglo no es conocido, y debe descansar en algún lugar del Pentágono y del Ministerio de Defensa británico.

Operación Algeciras

Durante la noche del 22 de agosto de 1977, un grupo perteneciente a la organización guerrillera peronista “Montoneros” en Argentina, se desplazaba en bote en cercanías del Astillero Río Santiago. El ARA Santísima Trinidad, buque gemelo del ARA Hércules -destructor que aún se encuentra en servicio de la Armada Argentina- permanecía en puerto en un período de alistamiento operativo, finalizando el armado y equipamiento del buque en el contexto de la finalización del proyecto de adquisición.

Luego de efectuar una aproximación sigilosa, uno de los ocupantes del bote de goma, equipado como buzo, se sumergió e instaló una carga explosiva en el muelle junto al casco del Santísima Trinidad. Minutos después de abandonar el área, se produjo la explosión. Los daños incurrieron en una demora de meses en la activación del buque, así como también, según sostienen algunos, en daños tan graves que no permitieron tener al buque en su condición óptima durante su corta vida útil. Fue dado de baja del servicio en el año 1989.

El buzo que instaló la carga explosiva fue Máximo Nicoletti, quien fue apresado en el año 1977 por este hecho, pero que fue liberado al poco tiempo por causas desconocidas en ese entonces. Habiéndose iniciado las primeras acciones en las islas Malvinas en 1982, el almirante Anaya, miembro de la Junta Militar, convocó de manera secreta a Nicoletti y a otros dos ex integrantes del grupo Montoneros para llevar a cabo una misión en territorio extranjero, algunas fuentes aseguran que la operación fue secreta incluso para los miembros de la Junta Militar. El objetivo era similar a la operación llevada a cabo sobre el Santísima Trinidad, pero ahora sobre un blanco de oportunidad británico (de ser posible, el submarino nuclear Conqueror) que se encontrase en la base naval de Gibraltar, cerca de Algeciras, España. El enlace y mando de la operación iba a estar a cargo del capitán “F”, infante de marina argentino.

Todos los involucrados se desplazaron a España en el mes de abril de 1982, utilizando identificaciones falsas para desligar de cualquier responsabilidad al gobierno y la Armada argentina, en caso de que fueran detenidos, aludiendo a un actuar independiente basado en fundamentos patrióticos. Comenzaron la operación desde la ciudad de Madrid, donde alquilaron cuatro automóviles, compraron un bote de goma con motor fuera de borda y recibieron la carga explosiva que llegó en valija diplomática desde Buenos Aires. La carga consistía en dos minas de 25 kg de explosivo de origen italiano, capaces de adherirse al casco del buque blanco y producir un gran daño bajo la línea de flotación.

Las versiones inglesas y argentinas difieren en algunos aspectos de la operación. Para los británicos, la operación iba a ser llevada a cabo desde la zona de La Línea de la Concepción, Cádiz, ciudad que limita al sur con Gibraltar. Por otro lado, los argentinos sostienen que la operación sería desde Algeciras, ciudad que se encuentra al Weste de Gibraltar (Ver figura 2).

Figura 2: Bahía de Gibraltar

El objetivo de la misión, según los ingleses, eran los depósitos de combustibles ubicados en la base naval, para los sudamericanos, hundir el primer buque de guerra de la corona que se encontrase en el puerto. Luego de varios días de observación de la base naval, mediante la simulación de actividades de pesca en la bahía de Gibraltar, los argentinos solicitaron la autorización para ejecutar el plan en dos ocasiones, pero ambas fueron denegadas producto del poco interés estratégico de los blancos y la posibilidad de una salida pacífica del conflicto debido a la mediación en curso. Según Nicoletti, la operación sería llevada a cabo mediante la inmersión de los buzos desde la bahía de Algeciras, quienes debían recorrer un tramo de un poco más de tres millas náuticas hasta la base en Gibraltar, donde instalarían las cargas explosivas con un temporizador que les permitiría el escape desde la Línea de la Concepción vía terrestre hacia Francia sin levantar sospecha.

Todo cambió con el hundimiento del ARA Belgrano el día 2 de mayo. Anecdóticamente, el verdugo del buque argentino, el Conqueror, embarcó los torpedos que lo hundirían sólo semanas antes, en la misma base de Gibraltar. Debido a lo anterior, llegó la orden desde Argentina: hundir el primer blanco de oportunidad que se presentara. Los hombres prepararon el equipamiento y a modo de cubrir su escape, se dirigieron al lugar donde rentaron los automóviles para extender aún más el contrato.

La policía local, como norma, tenía coordinación con los servicios de renta de automóviles para que estos avisaran ante cualquier anormalidad o sospecha de los clientes. Además, según algunas versiones, habían ocurrido un par de delitos menores perpetrados supuestamente por ciudadanos uruguayos o argentinos en la zona. En base a actitudes sospechosas de los miembros del equipo cada vez que renovaban el contrato, sumado a lo anterior, conllevó a que la sucursal avisara a la policía que los argentinos concurrirían a renovar otra vez el contrato. Fue entonces que el 3 de mayo, el día que actuarían gracias a la luz verde dada desde Buenos Aires, que fueron apresados por la policía local los miembros del equipo.

Según cuenta Nicoletti, llegó un momento en que, pensando en una supuesta solidaridad de los policías en cuento a que la empresa que se estaba llevando a cabo, podría ser un acto replicado posteriormente contra los británicos y así recuperar Gibraltar, contaron cuál era su verdadero propósito en la ciudad, el capitán “F” se identificó como oficial de marina y podía ser confirmado con el agregado naval de la Embajada en Madrid. La respuesta del jefe de los policías fue: “si tú eres un marino argentino, yo soy sobrino del papa Juan Pablo II.” Finalmente, la información llegó hasta lo más alto del Gobierno y se ordenó que los cuatro argentinos fueran deportados rápidamente en un vuelo a Buenos Aires, cabe destacar que España estaba próximo a ingresar como miembro de la OTAN en ese mes. Algunas fuentes indican que la detención fue gracias a la cooperación de los servicios de inteligencia británicos y españoles, gracias a la interceptación de los mensajes enviados entre la capital argentina y la embajada en Madrid.

Figura 3: Artículo publicado por The Times, el 11 de octubre de 1983.

WHAT IF?

Sin duda, ambas operaciones contaron con un alto nivel de riesgo, en el sentido de las consecuencias que tenían sus fracasos. Los intentos norteamericanos y británicos por conocer la tecnología antisubmarina desarrollada por los soviéticos, mediante la operación Barmaid, fue una acción muy arriesgada, considerando que, si hubiesen sido descubiertos, podría haber sido el incidente inicial que detonara las acciones en un período donde el sistema internacional, de configuración bipolar, se encontraba en constante tensión y amenaza nuclear. Considerando que las primeras incursiones del Conqueror fueron en el año 1980, de haber fallado, quizás una guerra con ataques nucleares hubiese sido la consecuencia, ergo, el conflicto en las Malvinas una situación poco probable.

Por otro lado, es interesante considerar lo volátil y arriesgado de la operación Algeciras, ya que fue planificada y ejecutada, en su mayoría, por ex miembros del grupo guerrillero Montoneros, sin apoyo en el área de operaciones y tampoco del país en caso de ser descubiertos. Estas condiciones hacían que las decisiones tomadas por el grupo podrían haber llevado a la ocasión de detectar una oportunidad tal, que no habría alcanzado el tiempo para solicitar la luz verde a Buenos Aires. Hay que considerar que los canales de comunicación en ese momento no eran tan expeditos como ahora. Si ellos hubiesen decidido llevar a cabo la operación antes del 2 de mayo, quizás el hundimiento del Belgrano hubiese sido sólo uno de los tantos acontecimientos que habría llevado a cabo Inglaterra a modo de represalia. Quizás el desempeño y desenlace del Conqueror habría tenido tantos cambios, que no podría haber llevado a cabo la operación Barmaid. Todas estas interrogantes quedarán abiertas, y podrán encontrar respuesta sólo en la imaginación.


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Bibliografía

  1. Mora, J. (Dirección). (2004). Operación Algeciras [Documental].
  2. Phillips, R. (2014). Un asunto muy reñido: una breve historia sobre el conflicto de Malvinas. Babelcube.
  3. Prebble, S. (2012). Secrets of the Conqueror. Faber.
  4. Saenz, J. (2013). Malvinas bajo palabra. Buenos Aires: Atlantic.


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