La batalla de Midway es quizás la más conocida de las batallas en la cual la radiointeligencia entregó una invaluable ventaja que permitió a Estados Unidos obtener el triunfo. Sin embargo, ¿fue realmente la radiointeligencia la que permitió ganar la batalla? Sin esa ventaja ¿tenían posibilidades los estadounidenses de haber derrotado a los japoneses en Midway?
The Battle of Midway, where radio-intelligence provided an invaluable advantage, is perhaps the best-known naval combat that enabled the United States to succeed. However, was it really radio-intelligence that enabled the battle to be won? Without that advantage, would the Americans have had any chance of defeating the Japanese at Midway?
La batalla de Midway es una de las más estudiadas de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los lectores habrán escuchado algo respecto a la importancia que tuvo la inteligencia en el triunfo obtenido por Estados Unidos en ella. Algunos incluso recordarán la importancia del bigrama “AF” en determinar que esta decisiva acción aeronaval se desarrollaría en las cercanías de aquellas islas. Pero ¿Fue realmente la radiointeligencia, también llamada inteligencia de comunicaciones, la que permitió ganar la batalla? Sin ella ¿tenían posibilidades los estadounidenses de haberla ganado?
Basándonos en los testimonios de quienes obtuvieron la información, por varias décadas oculta y algunas publicaciones recientes, intentaremos dar respuesta a estas interrogantes. Analizaremos como trabajaba la radiointeligencia norteamericana, los resultados que obtenía y su contribución en los primeros meses de la guerra. Expondremos los problemas organizacionales y de relaciones humanas que afectaban a los distintos componentes de la inteligencia de comunicaciones estadounidense. Veremos también qué información tenía el comandante de la flota del Pacífico previo a Midway, sobre la que debió tomar trascendentales decisiones, la principal, si confiar o no en la inteligencia que recibía, para finalmente evaluar si realmente esta gran batalla fue o no un triunfo de la radiointeligencia.
Comandante Joseph Rochefort, jefe de la estación Hypo.
Después de la sorpresa de Pearl Harbor, en los primeros meses de la guerra en el Pacífico había muy poca confianza en la inteligencia en general, ya que el ataque no había podido ser alertado eficazmente por ninguna de las fuentes de inteligencia, incluyendo la interceptación de las comunicaciones enemigas, conocida como Inteligencia de Comunicaciones (Communications Intelligence, COMINT).
Para Estados Unidos, carente de toda otra fuente de inteligencia tradicional, como el reconocimiento y fotografía aérea, diplomáticos o espías en territorio japonés, la única fuente que podía predecir las próximas actividades japonesas era la inteligencia de comunicaciones. Esta, desconocida y rodeada de secretismo, aún no había sido probada en combate y generaba poca confianza.
La radiointeligencia trabajaba de dos maneras diferentes, que se apoyaban entre sí: el análisis de tráfico, es decir, estudiar las externalidades de los mensajes interceptados, como el emisor, destinatarios, frecuencias de transmisión, cantidad de tráfico y si fuera posible la radiolocalización del emisor, efectuada mediante el corte de las demarcaciones de la señal por dos o más estaciones de radiointerceptación. La segunda manera era mediante el criptoanálisis, la obtención del contenido del mensaje, generalmente encriptado, lo que implicaba un complejo proceso de quiebre de claves para poder obtener lo que dice el mensaje.
En los primeros meses de 1942, la inteligencia de comunicaciones de la Marina de Estados Unidos estaba centralizada en la denominada “OP-20-G” en Washington y contaba con una decena de estaciones de interceptación y radiolocalización ubicadas en el Pacífico, siendo las dos principales “Cast”, en Cavite, Filipinas e “Hypo” en Hawaii. A pesar de que estas dos estaciones debían depender directamente de Washington, por razones prácticas tenían una directa relación con las flotas locales, especialmente Hypo. Su jefe, el comandante Joseph Rochefort, experto en criptoanálisis y en la lengua y cultura japonesa, tenía desconfianza en esta organización y en sus nuevos mandos en Washington, especialmente en el nuevo jefe de OP-20-G, el comandante John R. Redman, quien relevó después de Pearl Harbor al por casi dos décadas jefe de la inteligencia de comunicaciones y criptoanálisis, el comandante Laurance Safford, respetado pionero y organizador del COMINT en la Marina de Estados Unidos. Redman, como una de sus primeras medidas, dispuso centralizar todo el criptoanálisis en Washington, lo que Rochefort sabía demoraría meses en funcionar bien y no estaba dispuesto a cumplir.
El blanco principal del criptoanálisis de la Marina Estadounidense era el código operacional naval japonés JN-25. Para entender la dificultad de intentar quebrar este, debemos mencionar que el morse japonés es diferente al internacional, por lo que los operadores de las estaciones de radiointerceptación debían tener un entrenamiento especial en dicho morse, para poder interceptarlo, transcribir las señales enviadas y enviar sus resultados a las estaciones principales con capacidad de criptoanálisis.
Inicialmente Hypo no estaba autorizado a trabajar con el JN-25. Antes de ser relevado, Safford pudo autorizar a la estación del comandante Rochefort a dedicarse también al JN-25.
Con el apoyo de Cast y un aumento exponencial en la cantidad de tráfico interceptado, Hypo pudo empezar a descifrar el JN-25 en su versión “B”, vigente desde pocos días antes del ataque a Pearl Harbor. De gran ayuda fue el aporte hecho por los criptoanalistas británicos de Bletchley Park (quienes trabajaban con éxito en el cifrador alemán Enigma) en deducir la matemática de funcionamiento y su descifrado, aunque en realidad con eso no se conseguía descifrar nada, porque sólo se llegaba hasta el punto de obtener algunos de los 33.000 grupos numéricos de cinco cifras, que sólo tenían algún significado si se contaba con un libro de códigos que los tradujera en palabras o frases.
Pero los norteamericanos, después de décadas de estudio de los códigos japoneses, ya tenían una fracción de ellos. Además. habían quebrado parcialmente la versión anterior, el JN-25A, lo que sumado a algunos errores de operación, tales como que muchos mensajes japoneses se iniciaban o contenían frases del tipo “Tengo el honor de informar a su excelencia,” permitían deducir códigos por tener texto en claro conocido y su equivalente cifrado. Para la larga tarea de ir llenando el libro de códigos se requería de un muy arduo y laborioso trabajo, sumado a la capacidad de análisis y deducción.
Por otra parte, en abril de 1942 la inteligencia de comunicaciones norteamericana en el Pacífico pasaba por un mal momento. Algunas estaciones de interceptación se habían perdido invadidas por los japoneses (Guam y Wake). Incluso Cast, debió ser trasladada a Melbourne, Australia. No obstante, los norteamericanos pudieron descifrar señales que permitían deducir que alguna operación naval japonesa de importancia se desarrollaría en el Pacífico suroeste.
En la primera semana de abril, Hypo, después de meses de permanente trabajo en el helado sótano en que se ubicaba, conocido como el calabozo, pudo determinar que el código de grupo de invasión aparecía relacionado al bigrama “MO.” De acuerdo al análisis de estos, que se creía determinaban sectores geográficos, “MO” debía ser Port Moresby en la costa sur de Nueva Guinea. Día tras día se fueron agregando nuevas informaciones, asociándose a esta operación la Cuarta Flota Japonesa, incluyendo la Quinta División de portaaviones (Shokaku y Zuikaku) y una división de cruceros.
El oficial de inteligencia de la flota del Pacífico, capitán de corbeta Edwin Layton, siempre en contacto directo con Rochefort, tenía a fines de abril un panorama claro sobre las futuras actividades de la Marina Japonesa, las que se confirmaban además por análisis de tráfico que ubicaba una concentración de unidades en las áreas de Rabaul y Truk, que indicaban el próximo inicio de operaciones de envergadura en el mar del Coral.
El comandante en jefe de la flota del Pacífico, almirante Chester Nimitz confió en la inteligencia recibida y preparó sus fuerzas para responder a dicho ataque, enviando a sus únicos dos portaaviones disponibles (Yorktown y Lexington) al mar del Coral, ya que el Enterprise y el Hornet se encontraban en cercanías de Japón para efectuar el bombardeo sobre Tokio con aviones B-25.
Esto generó muchas dudas en Washington, sería un error enviar a los únicos dos portaaviones en la dirección equivocada, dejando desprotegido Hawaii. El comandante Redman, en Washington, definitivamente no confiaba en las deducciones de Rochefort y además estaba molesto porque OP-20-G era ignorada por Hypo. En su nuevo esquema organizacional, este tipo de conclusiones de nivel estratégico debían ser efectuadas solamente por su oficina y no por una estación en Hawaii, que debía trabajar en un nivel táctico, por lo que planteó sus dudas directamente al Comandante de Operaciones Navales, el almirante Ernest King.
Ante tan diversas interpretaciones y la importancia de lo que estaba en juego, el almirante King preguntó directamente a Rochefort sobre la estimación de las operaciones futuras japonesas, quien en menos de seis horas respondió, con copia al almirante Nimitz, que los japoneses terminarían sus operaciones en el océano Índico, no tenían planes de invadir Australia, operarían en el mar del Coral para invadir Port Moresby la primera semana de mayo y posteriormente ejecutarían una operación aún mayor en un lugar y fecha aún desconocidas.
La segura respuesta convenció a King y resultó ser correcta. Las acciones japonesas se ejecutaron tal como habían sido previstas y se desarrolló entre el 7 y 8 de mayo la primera batalla entre portaaviones de la historia naval. Aunque tácticamente podría haber sido una derrota para los estadounidenses, fue a nivel estratégico una derrota para los japoneses que por primera vez no podían cumplir sus planes y por los daños sufridos, perdieron dos portaaviones para el futuro ataque a Midway. Por otra parte, la inteligencia obtenida mediante la interceptación de comunicaciones había podido ser probada en combate.
Estación "Hypo", stationhypo.com
Confiando en que el almirante Nimitz debía arriesgar sus valiosos portaaviones para defender Midway, el almirante Yamamoto planificaba los detalles finales de su compleja operación para derrotar a la flota del Pacífico.
Sabiendo que algo muy importante se estaba preparando, las estaciones de radiointeligencia norteamericanas, continuaban intentando predecir las acciones futuras enemigas. ¿Dónde sería el próximo ataque?, ¿cuándo?, ¿con qué fuerzas?
Las primeras pistas indicaban movimientos y actividades de portaaviones japoneses, así como la formación de una fuerza de ataque y otra de invasión. Asociado a estas actividades, el 13 de mayo se descifraron mensajes en que una unidad logística japonesa solicitaba cartas náuticas del área de Hawaii y se le disponía llevar una carga de aviación destinada a AF. El blanco principal de la operación era AF. Pero… ¿Dónde estaba AF?
Ya se sabía que los bigramas indicaban puntos geográficos, se tenía casi confirmado que las que empezaban con la letra “A” eran puntos geográficos estadounidenses y el lugar debía tener pista de aviación. Anteriormente ya había aparecido dicho bigrama. En marzo Hypo y Cast habían evaluado preliminarmente a AF como Midway. Rochefort estaba seguro que AF era Midway y convenció rápidamente a Layton.
Almirante Chester Nimitz, comandante en jefe de la Flota del Pacífico.
Pero el almirante Nimitz no estaba convencido, pensaba que el blanco podía ser el mismo Hawaii o incluso la costa oeste de Estados Unidos. Nimitz envió a uno de los más confiables oficiales de su Estado Mayor a Hypo, junto a su oficial de inteligencia, a analizar personalmente los antecedentes y evidencias. El comandante Lynde McCormick quedó totalmente convencido y a su vez admirado por el trabajo que se efectuaba en Hypo. Sin embargo, Cast ya no estaba seguro que AF fuera Midway. Aún menos convencidos estaban en Washington, en donde se pensaba que el ataque japonés podía ser en lugares tan diversos como Alaska, Australia, Hawaii o la costa oeste. Incluso, OP-20-G, fue más allá y señaló que todos los razonamientos respecto a los bigramas con ubicaciones geográficas estaban equivocados, ya que estos eran realmente sólo zonas de telecomunicaciones. La mala relación entre los jefes de Hypo y de OP-20-G estaba llegando a su punto máximo. Algo decisivo había que hacer para confirmar que AF era Midway.
De ahí surgió la brillante idea de ir un paso más allá y pasar de ejecutar radiointerceptación pasiva a hacer decepción de comunicaciones para poder identificar sin dudas a AF. Se envió por cable submarino (imposible de interceptar para los japoneses) un mensaje a Midway para que indicaran por radio y en claro que tenían problemas en las plantas desalinizadoras, por lo que necesitaban agua en forma urgente. Posteriormente, Hawaii respondió de la misma manera a Midway informando que barcazas con agua se dirigirían allá lo antes posible.
Dos días después, se interceptaron y descifraron mensajes japoneses que señalaban que AF tenía problemas de agua. Estaba confirmado, AF era definitivamente Midway.
A pesar de lo claro de la evidencia, todavía quedaban algunos (especialmente en OP-20-G) que no creían que fuera Midway el blanco. ¿Cómo podían ser tan importantes dos pequeñas islas ubicadas a más de mil millas de Hawaii? Debía ser un engaño.
Después se obtuvo otro mensaje que señalaba que entre los días D-2 y D, debían efectuarse ataques desde el Noroeste de AF. Nimitz ordenó a sus tres portaaviones regresar a la brevedad a Pearl Harbor, dispuso a Midway aumentar los reconocimientos aéreos y envió submarinos a las áreas de patrulla al Noroeste de estas islas.
Relacionando la información de criptoanálisis y la del análisis de tráfico, se pudo obtener el orden de batalla japonés. La fuerza principal de ataque sería la primera Flota Aérea, al mando del almirante Chuichi Nagumo, que estaría conformada por la primera división de portaaviones (Akagi, como buque insignia y Kaga) y la segunda (Hiryu y Soryu), la tercera división de acorazados, la octava división de cruceros pesados y el décimo escuadrón de destructores.
Solo faltaba conseguir el día y la hora del inicio de las operaciones, los que el comandante Rochefort y su equipo obtuvieron el 27 de mayo al quebrar el sobrecifrado de la fecha. El ataque se iniciaría el 4 de junio y dos días después llegaría la fuerza de invasión. Correlacionando toda la información disponible, Layton señaló que las 07:00 horas del día 4, los portaaviones japoneses estarían al 325° y 175 millas de Midway.
El almirante Nimitz envió su orden de operaciones que buscaba atacar por sorpresa a los portaaviones japoneses empleando sus propios portaaviones. Al recibirla en el Enterprise y leer las estimaciones de inteligencia, algunos oficiales comentaron asombrados: “Ese hombre que tenemos en Tokio vale cada centavo que le paguemos.”
En la medianoche de ese mismo día los japoneses pudieron materializar el cambio de versión del JN-25, pasando de la versión “B” a la “C”, demorado varias semanas por las dificultades en entregar los nuevos libros de códigos a todos los usuarios. Toda la capacidad de criptoanálisis norteamericana quedó en nada de la noche a la mañana, había que empezar el largo proceso de nuevo y no se obtendrían resultados positivos en varias semanas. Pero ya se contaba con valiosísima información del lugar, fecha y fuerzas participantes, todo lo que la flota del Pacífico necesitaba saber para oponerse al ataque a Midway.
Islas Midway en 1942
La detección de los portaaviones japoneses ocurrió a las 08:00 horas del 4 de junio, 180 millas al 320° de Midway, por lo que el almirante Nimitz, satisfecho por haber confiado en la inteligencia, comentó alegremente al capitán Layton, que las estimaciones habían fallado sólo por 5 millas y 5 grados.
Con el monitoreo de las comunicaciones enemigas se obtenían informaciones inconexas, pero que sumadas permitían tener una idea de cómo se desarrollaba la batalla. Muy temprano habían podido determinar que un hidroavión japonés había detectado a una parte de las fuerzas estadounidenses. Posteriormente señalaban importantes pérdidas de aviones norteamericanos en sus ataques a los portaaviones japoneses. Más tarde, el análisis de tráfico determinó que el Hiryu ahora le enviaba mensajes al almirante Nagumo con la característica de llamada del crucero Nagara, es decir, algo grave le había pasado al Akagi.
Después, una gran sorpresa que demostraba que la información obtenida por COMINT no era perfecta. La nada despreciable fuerza naval denominada cuerpo principal (compuesta por un portaaviones de escolta, tres acorazados, un crucero y sus destructores escoltas), directamente al mando del almirante Isoroku Yamamoto y que no estaba en el orden de batalla estimado, pudo ser ubicada al determinar la presencia de su buque insignia, el acorazado Yamato algunos cientos de millas al noroeste de Midway.
Al anochecer llegó a Hawaii la información oficial de la batalla: Los cuatro portaaviones de ataque japoneses estaban hundidos o fuera de combate gracias a ataques devastadores de los bombarderos en picada de la aviación naval estadounidense. La batalla estaba ganada.
A pesar de su gran contribución al triunfo en Midway, finalmente al jefe de la estación Hypo Joseph Rochefort, el hombre que estaba en Tokio, le pasó la cuenta sus roces con Washington; la solicitud de medalla por servicios distinguidos en la batalla, firmada por Nimitz, le fue negada y fue enviado a San Francisco como comandante de un dique flotante. Fue para la Marina de EE.UU. una lamentable manera de perder probablemente al mejor de sus criptoanalistas. Sin embargo, otros asumieron la tarea y continuaron obteniendo información de inteligencia de comunicaciones a lo largo de la guerra. Entre ellas, se pudo descifrar un mensaje que en la práctica fue la sentencia de muerte del almirante Yamamoto, el cerebro del ataque a Pearl Harbor, al poder determinarse la fecha y hora en que efectuaría una inspección en las islas Salomón, a la que debería viajar en avión. Este fue interceptado y derribado. Para los norteamericanos, asumiendo el riesgo de comprometer la fuente de inteligencia, Pearl Harbor había sido finalmente vengado.
Sin duda, contar previo a una batalla con la idea general del plan enemigo, las fuerzas participantes y la fecha, hora y lugar de un ataque, constituye una ventaja invaluable y aumenta significativamente las posibilidades de éxito en el combate mismo. Sin embargo, la inteligencia por sí sola no garantiza la victoria. Siempre se llega a un punto en que el resultado depende de las personas y de las fuerzas en el campo de batalla. En Midway también fue así: aunque muchos aportaron a conseguir la victoria y seguramente la radiointeligencia hizo el mayor de esos aportes, el triunfo norteamericano fue de los pilotos que pudieron utilizar la superioridad en inteligencia y destruir a los portaaviones japoneses. No obstante, incluso con todas las ventajas provistas por la inteligencia, con mala suerte (o mejores decisiones tácticas o incluso mejor suerte para los japoneses), los estadounidenses podrían igualmente haber perdido la batalla.
Sin el valioso aporte de la radiointeligencia, la batalla seguramente habría tenido resultados muy diferentes. Probablemente los pilotos norteamericanos ni siquiera habrían contado con la oportunidad de atacar a los portaaviones japoneses. Por otra parte, si los japoneses hubieran tenido una capacidad de radiointeligencia equivalente, muy difícilmente hubieran sido sorprendidos en Midway.
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La batalla de Midway, es, sin lugar a duda, uno de los episodios navales más estudiados por todos los marinos del mundo,...
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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