El superior deberá ser en toda circunstancia un ejemplo de disciplina, buena conducta y laboriosidad, deberá esmerarse en evitar cualquier actitud que pueda producir un detrimento de su prestigio ante sus subordinados; por el contrario deberá esforzarse en ser superior a ellos, no sólo por el grado sino también por su capacidad, por sus conocimientos profesionales, por la dignidad de su conducta militar y privada, por su criterio, por su esmero y puntualidad en ejecutar las órdenes que hubiere recibido, por su celo activo en todas las circunstancias del servicio, por el dominio de sí mismo en todas sus actuaciones y por su sangre fría y desprecio por el peligro. En tiempo de guerra, deberá ser el que más se distinga por su coraje en el combate, su moderación y espíritu humanitario en la victoria, por su entereza y su energía en la adversidad.En todos los niveles jerárquicos se manda, pero se debe tener presente que de diferente manera. En los niveles superiores se ejerce un mando más indirecto, a través de mandos intermedios, estados mayores y equipo de asesores. En los niveles más bajos de la organización se manda de forma directa, lo que requiere una relación personal y de compromiso efectivo, por este motivo son tan importante, a este nivel, las habilidades humanas y sociales, conocidas como habilidades blandas.
Tomando en consideración el punto anterior, cuando hablamos de pequeñas unidades de combate, la situación toma consideraciones especiales. Partiendo de la premisa que todo hombre de armas está dispuesto a dar la vida si fuese necesario en defensa de la Patria, este aspecto, en el nivel de pequeña unidad, tiene un carácter más profundo. El líder de esta pequeña unidad debe tener presente que puede llegar el día en que tenga que mandar personalmente a sus hombres, que arriesguen sus vidas hasta matar a otros hombres. Esta es una realidad poco asimilada a nivel nacional, que cuesta enfrentar y que en el caso de una pequeña unidad es real y directa, ya que son los que ejecutan la acción; por eso el mando de estas unidades es tan especial.
El líder de una pequeña unidad de combate, que a la voz “¡al asalto!” pretenda que todos sus subordinados salgan de la protección de su posición y avancen decididos hacia el objetivo dispuesto, va a necesitar mucho más que la autoridad formal que le entrega el grado o antigüedad que enviste y la competencia humana y profesionales que él posea. Todo eso va ser imprescindible; pero no suficiente. Si llega el combate o una situación de crisis, el líder de una pequeña unidad que quiera que sus subordinados lo sigan, no solo tendrá que ir a la cabeza enfrentado los peligros, sino que deberá ser capaz de superar la tensión del combate o la situación que enfrenta, de una forma tan evidente que cada uno de los integrantes de su unidad vean en él, una persona que transmite la confianza en que lo que están realizando vale la pena, y la seguridad que con él tienes las condiciones que garantizan obtener el éxito en su acción. Conseguir esto requiere, además de las cualidades humanas y técnicas, tener muy asimilados los valores que nos rigen como hombres de armas, practicarlos con confianza y entusiasmo con cada uno de los integrantes de la unidad.
Lo descrito anteriormente, lleva a concluir que un líder de pequeña unidad, para ser considerado como tal por sus subordinados, debe detentar cuatro tipos de cualidades:
Liderazgo en situaciones extremas
Un hombre de armas, cuando se enfrenta al combate y a situaciones difíciles y confusas o un peligro real y evidente, es normal que sienta de forma natural temor y que su instinto de supervivencia le pida colocarse a salvo. ¿Qué impulsa a continuar adelante en esas situaciones enfrentando un peligro evidente? ¿Qué fuerza lo mantiene en su unidad? ¿Qué fuerza tiene el líder de la unidad para arrastrar a sus subordinados hacia un peligro que puede hasta quitarle la vida? ¿Por qué a la orden de avanzar, cada miembro de la unidad, es capaz de avanzar y dejar su posición protegida?
Son interrogantes que permanentemente buscan respuestas, pero, las más aceptables, están basadas en la red de compromisos y lealtades personales y profesionales que se forman entre los integrantes que han entrenado y operado juntos, hasta llegar a ese momento. No es producto de la casualidad, es el resultado de un proceso de consolidación como unidad. Aspectos como no defraudar al compañero, a no responder y estar a la altura del grupo, de lo que éste espera de él o a la posibilidad de ser tratado como un cobarde, hace superar los miedos con la fuerza necesaria, de evitar una amenaza o hasta de perder la vida.
El factor común de este aspecto y que se ha traspasado en el tiempo es la cohesión, red de lealtades y compromisos, por un grupo de hombres que han vivido distintas situaciones que los van consolidando como grupo y específicamente como unidad. Poco ha cambiado a pesar de los tiempos y variaciones en técnicas y tácticas. Las apretadas formaciones de las legiones romanas o los ejércitos de Napoleón hacían sentir a los soldados la fuerza de cohesión de sus unidades de una forma casi física. Dentro de la formación, los soldados se sentían menos vulnerables gracias al contacto físico; la individualización pasaba a segundo plano, siendo protagonista la unidad, el grupo. El grupo tenía la capacidad de transmitir una extraña sensación de seguridad, que invita a permanecer dentro de él y conservar la formación. La caballería era temida porque rompía la formación de las unidades de infantería y de ese modo la unión en la formación de las unidades de infantería, rompiendo la cohesión, se dispersaban los soldados y se perdía toda la fuerza del grupo.
En los tiempos actuales no se combate así, las formaciones son mucho más dispersas para evitar la capacidad destructiva de las armas modernas, por ello el combatiente actual casi siempre se encuentra solo, a lo más acompañado por dos o tres compañeros de unidad. Ya no hay oficiales empujando, ni siquiera mirando; sin embargo, sigue avanzando y afrontando el peligro. Nadie físicamente lo sigue empujando, pero le sigue impulsando la misma fuerza que ha impulsado siempre a los soldados, es la fuerza de cohesión del pequeño grupo, el grupo de compañeros que se relaciona y que ahora no se presenta en forma de contacto físico, sino en forma de compromiso moral, de lealtad al grupo y de la presión social/operativa que supone saber que el grupo espera que él avance.
Esto no es algo que se produzca de forma natural, es el resultado de un entrenamiento constante, duro y lo más apegado a la realidad del combate, donde cada comandante de estas pequeñas unidades toma un protagonismo relevante. En tiempo antiguos, estos comandantes tenían la tarea que la formación no se rompiera y siguieran avanzando. Hoy día, su función es esencial en el proceso de entrenamiento y operación, donde el estar presente en cada actividad, logra forjar el lazo, que en los momentos de actuar, significará que sentirá la cohesión del grupo y no que puede fallársele.
El liderazgo se basa en un pilar fundamental, la confianza, que en situaciones difíciles o de peligro evidente, difícilmente puede darse una confianza si no ha habido un proceso previo de fortalecimiento, donde el líder haya demostrado a su unidad que es digno de esa confianza en todos los aspectos: físico, técnico, humano y moral.
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Año CXXXX, Volumen 143, Número 1008
Septiembre - Octubre 2025
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