Revista de Marina
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  • Fecha de publicación: 01/10/2014. Visto 47 veces.
510 Página de Marina LAS REGLAS DE GOBIERNO EN EL MAR Rafael Lüttges Derosas* N avegábamos en medio del Golfo de Penas rumbo a Punta Arenas soportando olas de quince metros y el viejo vapor gemía entre bandazos, cabeceos, arrufos y quebrantos. Sor Juanita, era una monja muy especial que se había embarcado en Valparaíso y con quien, compartiendo en el puente, olvidó su agenda donde anotaba acontecimientos de su interés y que le guardé. Juanita era aficionada a observar estrellas de la Constelación de Orión, desde mi pequeño telescopio instalado en el puente. Nuestra amistad venía desde el viaje del AKA “Pinto” a Rapa Nui donde ella vivió por más de cuarenta años con la Congregación Hermanas de Boroa, en tiempos del Padre Sebastián Englert. Fui alertado por el lamparero de la hora para levantarme para la guardia. Me bajaba de la litera, cuando el buque pega un bandazo a babor y en un santiamén otro más fuerte hacia estribor, que me hizo golpear contra uno de los mamparos (…) Conversaba con el timonel Mansilla, un viejo chilote muy supersticioso oriundo de Chonchi con casi treinta años navegando diferentes mares, quién acotaba que el temporal no amainaba aún después de seis días y no veía vestigios de mejoría mientras cruzábamos el Golfo, cosa a lo que yo asentía con la cabeza, mientras el hostigoso balance de la nave se repetía. Me hablaba sobre naves color ámbar silenciosas que bajan y suben rapidísimo hasta el cielo, trayéndome recuerdos del viaje a Rapa Nui donde vimos unos Moai como con sombreros rojos de piedra llamados “pukaos” que aseguraba eran copia de los carros voladores. A la distancia se observaron unas luces de color indefinido y no exactamente como las luces de posición de un buque, mientras Mansilla recitaba… <> Una luz se acercó mostrándose en tono ámbar brillante y cual relámpago nos enfrentó haciendo todo tipo de piruetas como si quisiera saludarnos, lo que en forma inmediata me produjo inquietud y sorpresa, junto a un intenso frío en la espalda. Mientras tanto Mansilla casi gritaba presa del pavor, que era el carro volador que nos mandaba el “Millalobo y Cai Vilú” para llevarnos al fondo del mar, mientras estaba casi ‘amarrado’ a la rueda de gobierno. Dicha luz parecía amistosa y no hostil, así que saludé tocando en forma repetitiva la sirena, a lo que nos respondió haciendo resplandecer mil luces multicolores en su rededor y luego por arte de magia desapareció en los cielos en forma tan silenciosa como había * Poeta y trovador porteño. Miembro activo del Círculo de Escritores de la V a Región. Autor de la letra de varios himnos navales. 5 11 llegado. El temporal amainó y mientras seguíamos curso yo meditaba profundamente si lo acaecido fue una visión o realidad, hasta que decidí que el hecho nunca existió y para evitarme cualquier comentario perspicaz, omití el suceso en el Bitácora. (…) Alertado en segundo recordatorio me levanté dirigiéndome al puente a tomar la guardia. Un cielo tramado de constelaciones nos cubría como manto, por lo que ubiqué mis estrellas favoritas con el sextante y me dispuse a calcular los alesios e interceptos para situarme. De pronto y casi al amanecer se apreció Sor Juanita consultando sobre el motivo de unos pitazos nocturnos que la despertaron. Prontamente respondí que fue un saludo a otro buque que nos cruzó (mirando de reojo a Mansilla para ver su reacción), pero él, parecía inexistir asido a la caña del timón recitando…<> … <> En el intertanto, Sor Juanita observaba las constelaciones y conversábamos de lo humano, lo divino y de ritos e historias de Rapa Nui. Una luz resplandeciente de algún meteorito entrando en la atmósfera cruzó los cielos, yendo a perderse más allá del horizonte ante lo cual exclamé en tono de chanza: – Mire Madre, ¡allá va un disco volador! Ella casi cómplice dijo: – Piloto, ¿cree en los discos voladores?, porque yo a pesar de observar la bóveda celeste nunca ha cruzado alguno ante mis ojos. Acto seguido se despidió dirigiéndose a tomar desayuno. Al cambio de guardia me percaté de haber olvidado devolverle su agenda y por una repentina curiosidad comencé a hojearla y encontré entre escritos desordenados, dibujos, bocetos y la figura de un Moai con el famoso ‘pukao’ de color rojo ámbar en la cabeza que se parecía al carro volador que había visto o soñado en el inicio de mi guardia y en esa hoja decía:En Rano Kao, Junio 1960, junto a unas letras que decían: Historial real. <> (Los Viajeros Estelares) que entre sus partes decía así; “Recuerdos del Arcano: noticias contadas por los sabios y ancianos de visitantes de las estrellas llegados sus huevos relucientes que equilibraban la fuerza y traían la simiente: <>”. Su dibujo mostraba un moai suspendido por un carro volador similar al observado durante la guardia y cuya forma se asemejaba a los Pukaos donde decía: Isla Rapa Nui, año 1960. Sencillamente me estremecí. Iniciaba el segundo turno de guardia cuando apareció Sor Juanita buscando su libreta de la cual hice entrega. Cuando se despedía para bajar a su camarote, me dice a boca de jarro: – Piloto, amigo mío, ¿es verdad que sólo fue un buque que cruzó la ruta al que saludaron con tantos pitazos anoche?, y sonriendo se retiró sin darme tiempo a contestarle. El viejo timonel Mansilla observó este detalle y con una sonrisa exclamó, – recuerde que…<> … Madre: ¡que tenga un buen día! Luego volviendo la vista al horizonte, siguió recitando a media voz… <>… Al entregar la guardia, Mansilla me consultó de cuales pitazos hablaba la monja y ante lo cual respondí en un gesto casi rutinario…– Cosas de cucalones timonel, sólo eso… PÁGINA DE MARINA: Las reglas de gobierno en el mar * * * REVISMAR 5 /2014

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