Revista de Marina
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La proyección del Poder Militar a través del mar; máxima contribución naval al accionar conjunto

  • Fecha de publicación: 01/12/2005. Visto 97 veces.
REVISMAR 6/2005 517 “La flexibilidad anfibia es el mayor recurso estratégico que un poder marítimo posee.” B. H. Liddell Hart Introducción. T radicionalmente se han reco - nocido a las operaciones de proyección del poder militar a través del mar, particularmente a la Operación Anfibia, como las acciones militares más complejas que un estado puede desarrollar. Dicha complejidad se ha fundamentado básicamente en dos ámbitos: El de la toma de decisiones, donde se argumenta respecto al riesgo político y estratégico que estas opera - ciones conllevan; y el ámbito técnico, donde el debate fluctúa entre la compli - cación que implica integrar fuerzas que operan en diferentes dimensiones físicas y el relativo desconocimiento profesio - nal que existe en cuanto a su concep - ción, ejecución y control. Tan elevado es el grado de comple - jidad que se les asocia, que son pocas las Fuerzas Armadas que han tenido la voluntad, la capacidad profesional y los medios materiales para seguir pensando en ellas como una opción válida para solucionar la problemática que su parti - cular situación geopolítica y estratégica les demanda. Este trabajo busca exponer el funda - mento teórico sobre el cual se sustenta el uso del mar para proyectar el poder militar de un estado. Basado en los argumentos de diversos autores sobre pensamiento marítimo actual, fundamenta inicialmente la relevancia del uso militar del mar como fin último de las marinas; establece las aplicaciones prácticas de este uso del mar y sintetiza sobre la flexibilidad que las ope - raciones de proyección del poder militar desde el mar otorga a un estado; poste - riormente desarrolla un análisis de los efectos que los escenarios actuales han tenido sobre esta proyección del poder y, finalmente, infiere respecto a la validez que las operaciones de proyección tienen para el caso nacional. Junto con el análisis del pensa - miento de diversos teóricos sobre la guerra moderna en el mar, se procura contribuir con una nueva perspectiva para comprender el motivo del vuelco que, en los últimos años, ha tenido el pensamiento naval de las grandes poten - cias marítimas. Tras este análisis se des - cubre, entre otros, la base teórica que sustenta a la denominada “Guerra Lito - ral”, con todas sus repercusiones tanto en el ámbito de las operaciones navales como en el desarrollo de la fuerza. Sin pretender agotar el tema, este documento expone un planteamiento que se aleja del tradicional, donde las escue - LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR A TRAVÉS DEL MAR; MÁXIMA CONTRIBUCIÓN NAVAL AL ACCIONAR CONJUNTO David Hardy Videla * * Capitán de Fragata. EM-IM-CO. ESCENARIOS DE ACTUALIDAD REVISMAR 6/2005 518 las de pensamiento terrestre, marítimo y aéreo han intentado imponer sus respec - tivas primacías y, por la pugna existente entre sus cultores, se ha entrabado la necesaria concepción de empleo integral de los medios militares de un estado para alcanzar un fin determinado. Este plan - teamiento busca ir más allá y contribuir a formar conciencia de la necesidad de una doctrina de pensamiento conjunto. El uso del mar. − El propósito de las marinas. La utilización del mar por parte de la humanidad ha tenido siempre dos conno - taciones generales: Una económica y otra militar. La primera de ellas se materializa por medio del transporte, el comercio y la explotación de los recursos que de los océanos se obtiene. En cuanto a su empleo militar, el mar ha sido utilizado ya sea como espacio de maniobra, para el traslado de fuerzas, y/o negándole su uso económico al adversario. Estos propósitos han llevado a los estados a desarrollar lo que se ha deno - minado el concepto de “poder marí - timo”. Una de las obras más recientes sobre estrategia marítima señala: “El poder marítimo [de una nación] es la capacidad de usar el mar. Ello puede resultar sumamente beneficioso para un estado: en términos económicos, a través del comercio y la explotación de recur - sos, y en términos militares a través de la protección de los elementos de la econo - mía, y de la proyección o la amenaza de la fuerza contra sus oponentes”. 1 El objeto de asegurar la utilización del mar ante adversarios o competidores fue lo que llevó a los pueblos a crear las organizaciones que hoy denominamos marinas de guerra. El Capitán de Navío Wayne Hughes, autor del libro “Táctica de Flota” hace directa referencia a este propósito de las marinas al manifestar: “El propósito de una marina tiene que ver con el movimiento y la entrega de bienes y servicios a través del mar; en contraste, el propósito de un ejército es adquirir y controlar terreno. Por lo tanto, las marina están en el negocio de los enlaces, mientras que el ejército en el negocio de los nodos”. 2 Complementando el concepto ante - rior, el Comandante Hughes agrega: “Al señalar que las marinas no “adquieren terreno”, como sí lo hacen los ejércitos, es enfatizar a la marina como un medio para lograr el fin de controlar a un enemigo en tierra. Muy rara vez el centro de gravedad de un conflicto se encuentra en el mar o en el aire. La gran rentabili - dad que otorga el poder naval proviene de los altamente eficientes movimientos de “bienes y servicios” por alta mar y hacia territorio amigo u hostil”. 3 Los bienes a que el autor se refiere son aquellos que constituyen el comer - cio marítimo y las fuerzas militares, mientras que los servicios son la protec - ción de los bienes propios y la neutrali - zación de los del adversario. Por su parte, el insigne historiador Paul Kennedy, basándose en el concepto de poderío marítimo y el uso militar del mar, explica su vínculo con el elusivo con - cepto mahanino de “control del mar”: 1.- Hill, Richard. “Estrategia marítima para potencias medianas”, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1990, p. 51 2.- Hughes, Wayne P. “Fleet Tactics and Coastal Combat”, 2 nd Edition, Naval Institute Press, Annapolis, Maryland, 2000, p. 9. 3.- Ibidiem. p. 10. DAVID HARDY VIDELA El poder marítimo (Richard Hill) es la capacidad de usar el mar. REVISMAR 6/2005 519 “Aquellos que poseen poderío marítimo, es evidente, han gozado de la seguridad ante invasiones a través del océano, de una capacidad de movi - lidad para alcanzar las costas enemigas y la libertad para transitar y comerciar a través del mar. Esa posición ventajosa es lo que los estrategas navales han venido a denominar “control del mar ”.4 A su vez, el profesor Geoffrey Till, luego de un acabado estudio sobre la finalidad de la estrategia marítima y sobre el control del mar sintetiza expre - sando: “El control del mar es sobre el uso del mar, no su posesión”. 5 Este fin ulterior, por sobre el control del mar, también es identificado como tal por autores nacionales. El Contraal - mirante Eri Solis, en su libro “Estrategia Marítima” menciona: “... para la Guerra, el mar no repre - senta ningún valor físico sino es como vía de comunicaciones. Por consiguiente, el fin de la obtención del control del mar reside en su ejercicio y explotación del modo más irrestricto para los propósitos políticos, económicos y militares. En otras palabras, es un medio para un fin ulte - rior... En resumen, una vez conquistado el control del mar es indispensable ejercerlo y explotarlo, en caso contrario carece de sentido”. 6 En síntesis, sea bajo el aforismo de los conceptos de “poderío marítimo” o de “control del mar”, detrás de ellos siempre ha existido un solo fin último para las marinas de guerra: El hacer uso militar del mar. Este siempre ha sido el “propósito natural” de las armadas. No obstante esta simple y evidente lógica de razonamiento, desde media - dos del siglo XIX, cuando surgieron los teóricos que originaron los conceptos de la estrategia marítima y la doctrina del control del mar, las orientaciones de las organizaciones navales comenzaron a apartarse del “propósito natural” para el cual fueron concebidas. − La tarea transformada en propósito. Desde fines del siglo XIX, el surgi - miento y la radicalización de las nuevas ideas que permitían construir un marco 4.- Kennedy, Paul M. “The rise and fall of British Naval Mastery”, Robert E. Krieger Pub. Co., Florida , 1982. 5.- Till, Geoffrey. “Maritime Strategy and the nuclear age”, The Macmillan Pres Ltd., Londres, 1982. 6.- Solis O., Eri. “Manual de Estrategia”, Academia de Guerra Naval, Tomo II, 1997. LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR REVISMAR 6/2005 520 conceptual para la guerra en el mar, condujo a que las potencias marítimas enfocaran sus esfuerzos en desarrollar doctrinas de pensamiento y medios de fuerza que permitieran superar a sus adversarios en un solo ambiente físico particular, el mar. El medio comenzó a ser percibido como un fin. Así el “control del mar” se transformó en la razón de ser, en el nuevo propósito de las fuerzas navales; olvidando que dicho control era sólo uno de los recursos para permitir utilizar ese mar. Es decir, la tarea nubló el propósito: Las marinas buscaban el control del mar como un concepto de “control exclusivo”. 7 Pero esta confusión parecía de toda lógica, toda vez que la tecnología difi - cultaba el accionar eficiente sobre dos espacios físicos independientes (tierra y mar) y las marinas entraban en carre - ras por desarrollar unidades navales más poderosas, con las cuales superar a las del oponente, encandiladas por el dominante “control del mar” y sin poder concebir otros cursos de acción que les permitiera hacer uso efectivo del mar en situación de conflicto. Bajo este modelo de pensamiento, el “control del mar” fue asociado con la victoria en una batalla naval; operación que por excelencia fue definida como el acto que permitía al oponente triunfante disfrutar de este indispensable control. Ahora la tarea era “vencer en la batalla naval”, con el propósito de “lograr el control del mar”. El pensamiento naval se alejaba aún más de sus orígenes. Así muchas marinas se organiza - ron, en cuerpo y alma, para cumplir con su tarea: había que ir a la batalla para obtener el control del mar. Frente a este nuevo paradigma se perdió la capacidad de visualizar y concebir otras formas de obtener su “propósito natural” y hacer uso militar del mar sin llegar a la batalla. Esta transformación del pensa - miento naval produjo una consecuencia significativa al perderse la visión amplia de la guerra conjunta. Con marinas dise - ñadas para la batalla naval, que identifi - caban como su fin último el restringido fin del “control del mar”, se provocó la fatídica desvinculación entre la estrate - gia marítima y la estrategia militar. Pero la realidad y la historia naval del siglo XX se preocuparon de poner en evidencia esta distorsión y destruir este paradigma. Por sólida que parecía la teoría del “control del mar”, durante el siglo XX jamás las flotas fueron a una batalla simplemente “por dar la batalla”. Siempre existió un propósito ulterior que, diferente a la fuerza adver - saria misma y el preciado control del mar, condujo a las flotas a los enfren - tamientos. Tanto es así que las batallas entre flotas fueron más bien un suceso extraño en la guerra en el mar. Las contadas ocasiones en que las flotas se enfrentaron fue debido a que uno de los dos oponentes se encontraba protegiendo un “bien o servicio” que deseaba trasladar por mar; es decir, se encontraba haciendo o intentando hacer uso del mar. Las batallas navales decisivas siempre estuvieron relaciona - das con un suceso crítico que se desa - rrollaba o desarrollaría finalmente en tierra. El “propósito natural” surgía así en forma evidente. − La vuelta a los orígenes. Con la evo - lución del pensa - miento marítimo posterior a la II Guerra Mundial y el desarrollo tecno - lógico de mediados del siglo XX, este desvío temporal de DAVID HARDY VIDELA Bernard B. Brodie(1909-1989) 7.- Lo mismo es válido para las fuerzas aéreas y el concepto de control del aire, surgido a comienzos del siglo XX. REVISMAR 6/2005 521 tareas y propósitos comienza a ser identifi - cado y corregido por las diversas marinas. El Capitán de Navío Stephen W. Roskill, de la Royal Navy, en su artículo “Some Strategic Lessons to be drawn from the Second World War”, en la Naval Review de 1952, señala que la estrategia marítima y el control del mar deben ser considerados como: “un medio de llevar fuerzas abruma - doras para enfrentarlas contra el enemigo, en teatros escogidos por nosotros”. Por su parte, Bernard Brodie en su ensayo sobre Estrategia Naval establece: “ La división tradicional del globo en áreas terrestres y marítimas, con - troladas respectivamente por fuerzas terrestres y navales, siempre ha sido altamente arbitraria. El hecho de que la guerra en el mar requiere de técnicas diferentes de la guerra en tierra [o en el aire] tiende a obscurecer la verdad más fundamental: que las operaciones navales [y aéreas] son importantes prin - cipalmente debido a su influencia en las campañas terrestres...” 8 En su estudio sobre el auge y la caída del poder naval británico, Paul Kennedy también destaca la necesidad de reconocer la tierra como finalidad última del dominio del mar. “Debido a la naturaleza física de los dos elementos, la tierra y el mar, por lejos la mayor parte de la actividad de la humanidad se ha concentrado en el primero de ellos: el simple hecho de que la mayoría de los hombres tiene sus pies en tierra firme, en lugar de tenerlos sobre la inestable cubierta de un buque, implica que la tierra siempre ha sido más importante que el mar en el desa - rrollo de las civilizaciones”. 9 Dicha verdad se encuentra presente en la reflexión de casi todos los tratadis - tas modernos que en los últimos años se han abocado al estudio y actualización de los fundamentos de la estrategia marítima: “...el hábitat normal de los pue - blos, efectivamente, es la tierra. Es en ella donde encuentran sus fuerzas. Sus comunicaciones marítimas, los medios flotantes que las recorren, no son más que irradiaciones exteriores de las nacio - nes. Estos están en tierra firme. Y aquí está el núcleo central, el corazón. En la generalidad de los casos, se trata de alcanzar este núcleo”. 10 Y luego, para no dejar dudas del argumento, el mismo Almirante Castex agrega: “La conquista del dominio del mar, la adquisición del dominio de las comu - nicaciones marítimas, por ofensivas que sean desde el punto de vista de la guerra naval, no son más que actos defensivos desde el punto de vista de la guerra general. Parada en esta situación, la acción naval no da el golpe mortal al adversario. No obtiene la victoria. Para lograr el efecto deseado, para llegar a una franca ruptura del equilibrio es pre - ciso que el mar se sienta algo superior. Le es necesario pasar al ataque, tomar el papel de asaltante, participar de la guerra en tierra con medios terrestres, unido a sus aliados”. 11 Junto con reconocer nuevamente el rol sólo contributivo del espacio marí - timo en un conflicto, el pensamiento naval ha aceptado también el hecho de la relatividad del control que se puede lograr sobre el mar. Esta relatividad posee un carácter jurídico tanto como técnico. En el mar, particularmente en Alta Mar, no existe estado soberano. No pertenece a ningún país y ninguna 8.- Brodie, Bernard. “A guide to Naval Strategy”, Frederick A. Praeger, Londres, Quinta Edición, 1965. 9.- Kennedy, Paul M., Op. Cit., p. 07. 10.- V.A. Raoul Castex, citado por Coutau-Bégarie, Hervé en “La Potencia Marítima”, Ediciones Ejército, Servicio de publicaciones del E.M.E., Madrid, 1987, pág. 196. 11.- Ibidiem, pág. 214. LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR REVISMAR 6/2005 522 nación puede perdurar en forma defi - nitiva en él. Por otra parte, desde las 24 y hasta las 200 millas de costa, en la Zona Económica Exclusiva, los estados sólo poseen una soberanía limitada para fines de exploración, explotación y conservación de los recursos natu - rales, y una fuerza militar de cualquier estado puede transitar a dicha distancia de la costa, sin vulnerar la soberanía del estado ribereño ni violar el derecho internacional. “El mar permite cruzar para llegar a sitios bajo jurisdicción ajena... no existen atributos legales para impedirlo”. 12 Pero, además de la movilidad y la libertad que el uso jurídico del mar otorga, es importante tener presente que, a diferencia de lo que una fuerza militar puede lograr sobre una espacio de terreno, en el mar (al igual que en el aire) el control que la fuerza puede alcan - zar siempre será limitado. 13 El control del mar, o de una porción de él, no es nunca absoluto y siempre permitirá un margen de acción a quienes busquen utilizarlo en su beneficio. Ni las más poderosas marinas a lo largo de la historia han sido capaces de negar a su adversario que lleven a cabo algún uso del espa - cio marítimo. El desarrollo tecnológico actual hace aún más insostenible pensar en alcanzar un control infalible. Por ello han surgido nuevos conceptos, como el “battle space dominance”, que con un objetivo bastante más limitado, sólo pretenden controlar un espacio de segu - ridad entorno a los medios navales que buscan hacer uso del mar. Así el pensamiento naval ha vuelto a sus orígenes y a su “propósito natu - ral”: las marinas existen para permitir al estado utilizar el mar, no para contro - larlo. Dicho control es reconocido como una condición deseable, pero no nece - sariamente indispensable, para poder hacer uso efectivo de los océanos. En consecuencia, las Armadas que han asumido que el conflicto moderno demanda del esfuerzo conjunto de los medios militares de la nación, pueden comprender que es en el uso del mar donde se produce su mayor contribu - ción a la estrategia militar del estado. “La influencia de la potencia del mar en las grandes crisis del mundo es función de la fuerza aeroterrestre que es capaz de desplegar”. 14 De allí que los esfuerzos de las mari - nas han comenzado a reorientarse a establecer la forma más apropiada para hacer uso del mar en apoyo a los intere - ses de sus estados. Las nuevas doctrinas navales 15 y el énfasis en el diseño de buques “capitales” para roles de pro - yección del poder militar, son prueba palpable de ello. Sólo si el modelo de solución 16 selec - cionado para proyectar el poder de un estado requiere de un grado de control del mar, con toda la imperfección que se ha señalado, es que las marinas deben orientar parte de su esfuerzo al logro de esta tarea circunstancial. Cómo usar el mar. – Las magnitudes y las funciones del uso del mar. Asumiendo que se ha aceptado el uso militar del mar como fin ultimo de la guerra naval, cabe preguntarse cuáles son las formas genéricas en que este uso puede concretarse. Diversos son los autores que han abordado este aspecto. En su análisis sobre el Poder Marí - timo, durante las lecciones impartidas en la Universidad de Cambridge, el Capitán de Navío Stephen W. Roskill señala: 12.- Hill, R. Op.cit, pág. 32. 13.- Local, imperfecto, temporal e incompleto; según la clásica adjetivación doctrinaria nacional. 14.- VA. Raoul Castex, citado por Coutau-Bégarie, Hervé, Op. Cit., pág. 221. 15.- Cabe destacar la relevancia que la Doctrina Marítima Británica hace respecto a la proyección del poder naval, en la publica - ción BR 1806. 16.- En caso de referirse a la solución de un problema militar operativo, se debiera emplear el término Curso de Acción. DAVID HARDY VIDELA REVISMAR 6/2005 523 “La función del Poder Marítimo es obtener y conservar el control de los mares para el uso propio y negar tal con - trol a los adversarios”. 17 De esta aseveración se puede estable - cer que el uso del mar tiene una magnitud positiva, en beneficio propio, y una nega - tiva, en perjuicio del adversario. Por ello las Armadas diseñan sus operaciones, ofensi - vas y defensivas, en estas dos vertientes: • Para poder utilizar el mar en beneficio propio. • Para evitar que el adversario pueda utilizarlo en su beneficio y en perjui - cio propio. No obstante, esta clasificación con - ceptual no nos responde la pregunta de fondo: ¿con qué finalidad se desea el uso militar del mar y/o negárselo al adversa - rio?, es decir, ¿cómo puedo utilizarlo yo o mi adversario? Son muchos los autores, estrategas y académicos que, tras largos y profundos estudios sobre el Poder Marítimo, estra - tegia marítima y su objetivo (propósito) finalmente han llegado a una conclusión similar: El uso militar del mar, en sus dos magnitudes, se concreta finalmente en las dos funciones generales que el hombre históricamente le ha otorgado: • La función económica: Para imple - mentar y explotar el tráfico marítimo, defender las líneas de comunicacio - nes marítimas propias y, como se mencionara anteriormente, negar su uso al enemigo. • La función militar: Para Proyectar el Poder Militar de la Nación, y, en su vertiente negativa, evitar que el ene - migo proyecte su propia fuerza sobre territorio propio. De ello se deriva que el uso del mar tiene cuatro aplicaciones conceptuales, según como se combinen las dos magni - tudes y las dos funciones: • Proyectar el poder militar (la fuerza) sobre la tierra. • Defenderse contra la proyección de fuerza del enemigo. • Actuar ofensivamente sobre las comu - nicaciones marítimas adversarias. • Defender las comunicaciones maríti - mas propias. – La Proyección del Poder Militar (fuerza) de la nación. La proyección del poder militar de una nación, y las diversas variantes que esta proyección puede adoptar, habitual - mente son asociadas a los diferentes niveles de violencia que, basados en el tradicional modelo lineal del espectro del conflicto, ésta puede adquirir. Así, la proyección del poder militar sobre tierra es un instrumento válido para el logro de los objetivos de un estado, tanto en situaciones de paz como en la guerra. El Manual para Operaciones Marí - timas Multinacionales de los EE. UU., utilizado internacionalmente como docu - mento rector en lo que a doctrina para operaciones navales combinadas se refiere, señala lo siguiente: “Proyección del Poder: Rara vez existe un conflicto en el mar aislado de una campaña terrestre o de la persecu - ción de objetivos terrestres. Aun cuando la componente marítima sea operacio - nalmente dominante, la decisión final en el teatro dependerá probablemente del éxito en tierra. Las fuerzas marítimas a menudo deben estar preparadas para operar en el escenario litoral para pro - 17.- Roskill, Stephen W., “La estrategia del Poder Marítimo, su desarrollo y aplicación”, Collins, Londres, 1962. Las cuatro aplicaciones del uso del mar. LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR Ofensiva Atacar las comuni - caciones marítimas adversarias Proyectar el poder militar desde el mar sobre la tierra Defensivas Defender las comu - nicaciones maríti- mas propias Defenderse contra la proyección del enemigo, evitando la invasión Función Económica Función Militar REVISMAR 6/2005 524 yectar la fuerza hacia tierra, como parte de una operación conjunta que involucra fuerzas navales, de tierra y de aire”. 18 Actualmente se reconoce que, durante la paz, las funciones y acciones posibles de llevar a la practica mediante la proyección de fuerza desde el mar son múltiples y variadas. En general se pueden clasificar en: Proyección de poder y Proyección de asistencia, 19 donde se establecen las siguientes acciones específicas: • Proyección de poder: ➣Presencia. ➣Ejercicios. ➣Potencialidad de refuerzo para alcanzar un balance de poder. ➣Disuasión. ➣Compulsión. (compellance) ➣Brindar seguridad a aliados. ➣Protección de intereses nacionales en ultramar. ➣Capacidad de integrar coaliciones. • Proyección de asistencia: ➣Apoyo humanitario. ➣“Nation building”. ➣Apoyo operacional para fuerzas “nativas”. ➣Asociaciones con una nación anfi - trión. Por su parte, en situaciones de con - flicto armado y guerra, las funciones de proyección de la fuerza desde el mar varían según los recursos de que dis - pone el estado. Estas variantes habitual - mente se han referido a las siguientes acciones específicas: • Operaciones costa a costa. • Bombardeo naval. • Operaciones aerotácticas. • Operaciones de Fuerzas Especiales. • Operaciones Anfibias. En consecuencia, la proyección de poder sobre tierra, como aplicación militar del uso del mar, constituye un instrumento de gran versatilidad. La gran diversidad de formas y acciones en que se lleva a la práctica, le otorga a los conductores políticos y estratégicos de una herramienta de gran flexibilidad y graduabilidad al momento de tomar la decisión para elegir entre diversas alter - nativas de uso del instrumento militar. La Realidad del Escenario Actual. – Los cambios políticos. Hoy existen nuevos factores políticos que han modificado el escenario de fines del siglo XIX y comienzos del XX, época en que surgieron las teorías estratégicas marítimas y aéreas y los conceptos de “control exclusivo” propios de cada una de ellas. Luego de las agonías de las dos guerras mundiales, la sociedad interna - cional logró limitar el uso de la fuerza militar a una sola condición inicial: la legítima defensa de los estados. Con la Organización de las Naciones Unidas se llegó a la idea de que las Fuerzas Arma - das constituyen instrumentos legítimos para defenderse frente a un agresor que amenaza el territorio y la seguridad del Estado. DAVID HARDY VIDELA Medios Navales en Ejercicios. 18.- “Manual para Operaciones Marítimas Multinacionales”, Departamento de la Marina, Newport, EE.UU., 1999. Traducción efec - tuada en la Academia de Guerra Naval, página 2-5. 19.- Greenwood, Ted. “Redifining the Spectrum of Conflict: Peace, Crisis, Conflict; War” editado por el Marine Corps University en “Perspectives on Warfghting. Naval Expeditionary Forces and Power Projection: Into de 21 st. Century”, Number Two, Volume One, Quantico, Virginia, 1992, págs. 23 a 34. REVISMAR 6/2005 525 Pero esta lógica continuó evolu - cionando, cuando la globalización hizo surgir la necesidad de defender intere - ses que se encuentran fuera del territorio soberano y que, en muchas ocasiones, son comunes a varios estados: es la base de la defensa colectiva. Para garantizar la paz y la estabilidad internacional –un interés colectivo–, las FF.AA. pasaron a ser percibidos como los instrumentos más apropiados para aliviar el sufri - miento en países arruinados por proble - mas internos y para imponer la paz entre estados en conflicto. Habiendo sido proscrita la guerra como un instrumento legítimo para lograr objetivos políticos, surgió las denominadas operaciones de paz, en todas sus variantes del uso de la fuerza. Con ellas se evolucionó desde una mentalidad defensiva esencialmente territorial, para extenderse a áreas geo - gráficas globales, mucho más amplias y a la necesidad de capacidades militares que se basan primordialmente en la proyección de fuerzas y en su desplie - gue durante prolongados períodos de tiempo. Esta realidad ha cobrado mayor vigencia una vez que los estados han podido desligarse de las ataduras que el enfrentamiento de la Guerra Fría mante - nía a los pensadores navales. “En círculos políticos Americanos una idea popular es que las operacio - nes navales han cambiado radicalmente como resultado [del término del enfren - tamiento este-oeste]. Sin lugar a dudas esto es verdad, al menos en lo que a las misiones y orientaciones se refiere. Pero es más apropiado señalar que el foco de las operaciones navales de los EE.UU. sólo retornó a sus raíces, en la medida que la atención fue dirigida con mayor atención hacia las regiones litorales del mundo”. 20 – Los cambios tecnológicos. Además de los cambios en el esce - nario político, el desarrollo tecnológico también vino a hacer su aporte a esta nueva realidad. En la actualidad los recursos de fuerza de las instituciones de la defensa, que en un momento his - tórico se encauzaron para dominar a un adversario en un elemento físico particu - lar, han llegado a tal nivel de desarrollo que no es posible identificar donde se encuentra el límite de influencia de cada uno de ellos. Los efectos de sus recursos y sistemas de armas superan ampliamente las esferas y dimensiones de acción tradicionales. Los conflictos, la guerra y la estrategia moderna sólo pueden ser concebidas como una inte - gración de todos los medios militares para interactuar en un solo escenario multidimensional, el que a su vez es la sumatoria de los espacios que antes se consideraban independientes. Los últimos conflictos que el mundo ha vivido, pese a los intentos que el desarrollo de nuevas doctrinas de “control exclu - sivo” ha hecho, no hacen más que reiterar esta reali - dad; ya no existen espacios privativos de la fuerzas nava - les, terrestres o aéreas. Esto ha llevado a algunos a pensar que las estrategias particulares –terrestre, marítima y aérea– han caído en la obsolescencia: son las denomina - das no–estrategias o anti-estrategias de Edward Luttwak. 21 Así, conjugando los factores polí - ticos y tecnológicos, la necesidad de los estados de poseer la capacidad de 20.- Hughes, Wayne P. “Fleet Tactics and Coastal Combat”, 2 nd Edition, Naval Institute Press, Annapolis, Maryland, 2000, p. 2. 21.- Luttwak Edaward N., “Strategy, the logic of war and peace”, Harvard University Press, 1987, pp.156-174. LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR Edward Luttwak. REVISMAR 6/2005 526 proyección de poder militar a través del mar cobra una especial vigencia. En el escenario actual, de un mundo globali - zado y de intereses nacionales que se ven amenazados por las denominadas “amenazas no tradicionales” y donde las Fuerzas Armadas requieren salir a defender dichos intereses, el extenso mar se presenta como el espacio de maniobra ideal. La defensa se concibe y entiende como un instrumento activo, flexible y dinámico, con una naturaleza esencialmente proyectable, que permite enfrentarse al adversario lo antes posi - ble y donde sea necesario. En ausencia de un enemigo clara - mente identificable y definido, el desa - rrollo de la fuerza no se puede definir por el contrapeso necesario ante una amenaza específica, más bien se debe construir equilibradamente sobre una serie de capacidades genéricas orienta - das a satisfacer todas las demandas que pueden surgir para las Fuerzas Armadas, desde la defensa del territorio nacional a la defensa colectiva, pasando por las misiones de paz. El caso Nacional. Las naciones en general conciben su defensa y desarrollan sus fuerzas, entre otros aspectos, según la realidad geopo - lítica en que viven y conforme a los inte - reses que busca defender. En el caso nacional, existen 3 con - dicionantes que adquieren especial relevancia al analizar la vigencia de los conceptos modernos de proyección del poder nacional desde el mar: La geogra - fía, la historia y la economía. Nuestra peculiar geografía impone a todas luces la necesidad de pensar en la inmensa extensión de nuestros 4300 kilómetros de litoral –nuestra mayor frontera–, en el amplio espacio marí - timo que se encuentra bajo soberanía y en aquella área sobre la cual tenemos responsabilidad ante la comunidad internacional. 22 Somos además un país en tres continentes. Los dominios en la Oceanía y en la Antártica obligan, aun bajo el limitado modelo de la defensa territorial, a concebir el océano que los une como un espacio a proteger o un área de operaciones fundamental. Dicha extensión tridimensional, equivalente a más de 6 veces nuestra superficie terres - tre, 23 requiere ser visto como un espacio de maniobra –tanto propio como de un potencial adversario– el cual presenta un gran desafió al considerarse como el ámbito de acción para el empleo de fuer - zas conjuntas. Argumentar respecto a la “falta de profundidad estratégica trans - versal”, 24 es perder de vista que el mar es espacio de maniobra y, consecuente - mente, anular la posibilidad de concebir soluciones defensivas u ofensivas utili - zando dicha profundidad. En cuanto a la condicionante histó - rica, Chile evidencia una constante en lo que al uso militar del mar se refiere. Fuimos descubiertos y conquistados utilizando la vía marítima. Nuestra inde - pendencia sólo fue tal cuando se logró que el adversario perdiera su capacidad de utilizar el mar y cuando nuestras fuerzas pudieron proyectarse sobre el territorio del oponente. En todas las guerras del siglo XIX la victoria se con - solidó mediante el uso de la capacidad estratégica de proyectar fuerzas por mar. Esta constante histórica ha moldeado en alguna medida nuestra conciencia y la concepción de la defensa, y nos ha per - mitido así mantener en alguna medida una relativa capacidad de proyectar fuerza desde el mar. La condicionante económica es la que hoy pareciera adquirir más fuerza. Chile es un país exportador por excelen - cia, con un comercio exterior en franca 22.- 30.000.000 de km2. 23.- Considerando una superficie terrestre de sólo 756.000 km2 versus 4.700.000 Km2 de Mar Territorial y Zona Económica Exclusiva. 24.- L.D.N. 2004, pág.70. DAVID HARDY VIDELA REVISMAR 6/2005 527 expansión. Nuestra economía se mueve por mar. 25 Con nuevos tratados de libre comercio y nuestras fuentes y destinos de inversión distribuidas por todo el mundo, las rutas comerciales marítimas se presentan como las carreteras que necesitamos mantener abiertas para el éxito del modelo de desarrollo econó - mico adoptado. La paz y la seguridad en nuestros destinos comerciales son esen - ciales para poder mantener una taza de crecimiento. Pero si bien los tres factores seña - lados en gran medida condicionan nuestro modelo de seguridad, es la protección de los intereses nacionales el factor determinante en la concepción que el país hace para su defensa. Hoy la participación política de Chile en las diversas organizaciones internaciona - les le demanda mayores compromisos con la comunidad. Abrirse al mundo implica participar de él. La seguridad y estabilidad en las diferentes regio - nes del globo no sólo son un interés por sus efectos económicos en el país, también lo son por el compromiso político que Chile ha adquirido ante la comunidad internacional. A pesar de estas realidades, la defensa nacional aún mantiene una fuerte base en el caduco paradigma territorial, con áreas de responsabilidad exclusivas para cada institución. Solo recientemente se ha visto un embrión de concepción conjunta, con el lento progreso que intenta llevarse a cabo en los Teatros de Operaciones Conjuntos. Pero respecto a la capacidad de defender intereses más allá del territorio o parti - cipar de compromisos en el exterior, el progreso ha sido casi nulo. Con los nuevos escenarios descritos y con lo intereses de Chile dispersos por todo el mundo, el país debiera adoptar una nueva postura frente a su concepto tradicional de defensa. Junto con la capacidad de disuadir y dar protección al territorio y al espacio aéreo y marítimo, la capacidad de proyección de fuerzas a lugares lejanos constituye hoy un reque - rimiento estratégico para las fuerzas armadas chilenas. Un Ejército que posea la capacidad de operar trasladando a sus tropas a costas lejanas, hostiles o potencialmente hostiles; una Fuerza Aérea que sea capaz de operar desde plataformas navales y con capacidad de actuar desplegada en bases expedicionarias; y, por sobre todo, una Armada que sea capaz de proteger, transportar, desembarcar en forma segura y sostener las operaciones de fuerzas aeroterrestres, todas ellas actuando con una doctrina común, con capacidad de interconectarse, equipa - miento y recursos logísticos comparti - dos, son las capacidades estratégicas y operacionales genéricas que una orga - nización de defensa moderna demanda para nuestro país. Conclusiones. Las grandes naciones marítimas continúan con la tendencia de apar - tarse paulatinamente de las grandes operaciones navales oceánicas, para concentrarse más en las capacidades de proyectar el poder militar del estado, particularmente en el complejo ambiente operativo del litoral y participar así de la cooperación internacional. En un momento en que la proyec - ción de fuerza atrae toda la atención de las fuerzas armadas que miran a su futuro, se debe tener en cuenta que son las fuerzas que se desplazan y accionan por y desde el mar quienes están par - ticularmente dotadas para este tipo de operaciones. La capacidad de sostenerse a sí mismas, su movilidad estratégica y su enorme flexibilidad en cuanto a la variedad y graduabilidad de las acciones de proyección capaz de ejecutar, propor - LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR 25.- “90% de nuestro comercio exterior fluye por mar”, L.D.N. 2004. REVISMAR 6/2005 528 cionan un instrumento de extraordinario valor al estado.Poseer instituciones militares con una capacidad de proyección de fuerza es un claro indicativo de una voluntad política y de una concepción estratégica particular sobre el uso de la fuerza. Esta capacidad constituye una importante contribución a una política de defensa fundada en la disuasión y que aspire a la participación. En la práctica, un estado que cuenta en sus FF.AA. con medios adecuadamente organizados, equipados y entrenados para ejecutar operaciones sobre un territorio hostil, está entregando una poderosa señal a la comunidad internacional sobre su com - promiso en la defensa de sus intereses en el exterior. Cuando estos intereses se ven amenazados, ya sea en su soberanía e integridad territorial, en sus responsa - bilidades con la comunidad y sus alia - dos o cuando sus objetivos nacionales lo demandan, dicho estado actuaría en defensa de ellos aun fuera de su espacio territorial. Usar militarmente el mar sigue siendo el fin último de las armadas. Las formas de su uso han cambiado y se han ampliado bajo los nuevos escenarios globales. La proyección de fuerza es hoy una herramienta de especial flexibi - lidad política y estratégica en el manejo de una crisis o en un conflicto militar y es una opción absolutamente válida y necesaria para el caso nacional. Chile requiere contar con la capacidad de pro - yectar parte del poder militar en forma conjunta sobre cualquier punto de un eventual teatro de guerra nacional y, en forma combinada, fuera de sus fronte - ras, en cualquier escenario internacional que afecte a los intereses nacionales. Usar el mar proyectando el poder militar de la nación es en la actualidad la mayor contribución que una marina moderna puede brindar a una estrategia conjunta. * * * DAVID HARDY VIDELA

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