- Fecha de publicación: 01/12/2005.
Visto 97 veces.
REVISMAR 6/2005
517
“La flexibilidad anfibia es el mayor
recurso estratégico que un poder
marítimo posee.”
B. H. Liddell Hart
Introducción.
T
radicionalmente se han reco -
nocido a las operaciones de
proyección del poder militar
a través del mar, particularmente a la
Operación Anfibia, como las acciones
militares más complejas que un estado
puede desarrollar. Dicha complejidad se
ha fundamentado básicamente en dos
ámbitos: El de la toma de decisiones,
donde se argumenta respecto al riesgo
político y estratégico que estas opera
-
ciones conllevan; y el ámbito técnico,
donde el debate fluctúa entre la compli
-
cación que implica integrar fuerzas que
operan en diferentes dimensiones físicas
y el relativo desconocimiento profesio
-
nal que existe en cuanto a su concep
-
ción, ejecución y control.
Tan elevado es el grado de comple
-
jidad que se les asocia, que son pocas
las Fuerzas Armadas que han tenido la
voluntad, la capacidad profesional y los
medios materiales para seguir pensando
en ellas como una opción válida para
solucionar la problemática que su parti
-
cular situación geopolítica y estratégica
les demanda. Este trabajo busca exponer el funda
-
mento teórico sobre el cual se sustenta el
uso del mar para proyectar el poder militar
de un estado. Basado en los argumentos
de diversos autores sobre pensamiento
marítimo actual, fundamenta inicialmente
la relevancia del uso militar del mar como
fin último de las marinas; establece las
aplicaciones prácticas de este uso del mar
y sintetiza sobre la flexibilidad que las ope
-
raciones de proyección del poder militar
desde el mar otorga a un estado; poste
-
riormente desarrolla un análisis de los
efectos que los escenarios actuales han
tenido sobre esta proyección del poder
y, finalmente, infiere respecto a la validez
que las operaciones de proyección tienen
para el caso nacional. Junto con el análisis del pensa
-
miento de diversos teóricos sobre la
guerra moderna en el mar, se procura
contribuir con una nueva perspectiva
para comprender el motivo del vuelco
que, en los últimos años, ha tenido el
pensamiento naval de las grandes poten
-
cias marítimas. Tras este análisis se des
-
cubre, entre otros, la base teórica que
sustenta a la denominada “Guerra Lito
-
ral”, con todas sus repercusiones tanto
en el ámbito de las operaciones navales
como en el desarrollo de la fuerza.
Sin pretender agotar el tema, este
documento expone un planteamiento que
se aleja del tradicional, donde las escue
-
LA PROYECCIÓN DEL PODER
MILITAR A TRAVÉS DEL MAR;
MÁXIMA CONTRIBUCIÓN NAVAL
AL ACCIONAR CONJUNTO
David Hardy Videla *
* Capitán de Fragata. EM-IM-CO.
ESCENARIOS DE ACTUALIDAD
REVISMAR 6/2005
518
las de pensamiento terrestre, marítimo y
aéreo han intentado imponer sus respec
-
tivas primacías y, por la pugna existente
entre sus cultores, se ha entrabado la
necesaria concepción de empleo integral
de los medios militares de un estado para
alcanzar un fin determinado. Este plan
-
teamiento busca ir más allá y contribuir a
formar conciencia de la necesidad de una
doctrina de pensamiento conjunto.
El uso del mar.
− El propósito de las marinas.
La utilización del mar por parte de la
humanidad ha tenido siempre dos conno
-
taciones generales: Una económica y otra
militar. La primera de ellas se materializa
por medio del transporte, el comercio
y la explotación de los recursos que de
los océanos se obtiene. En cuanto a su
empleo militar, el mar ha sido utilizado ya
sea como espacio de maniobra, para el
traslado de fuerzas, y/o negándole su uso
económico al adversario. Estos propósitos han llevado a los
estados a desarrollar lo que se ha deno
-
minado el concepto de “poder marí
-
timo”. Una de las obras más recientes
sobre estrategia marítima señala: “El poder marítimo [de una nación]
es la capacidad de usar el mar. Ello puede
resultar sumamente beneficioso para un
estado: en términos económicos, a través
del comercio y la explotación de recur
-
sos, y en términos militares a través de la
protección de los elementos de la econo
-
mía, y de la proyección o la amenaza de
la fuerza contra sus oponentes”.
1
El objeto de asegurar la utilización
del mar ante adversarios o competidores
fue lo que llevó a los pueblos a crear las
organizaciones que hoy denominamos
marinas de guerra. El Capitán de Navío
Wayne Hughes, autor del libro “Táctica
de Flota” hace directa referencia a este
propósito de las marinas al manifestar: “El propósito de una marina tiene
que ver con el movimiento y la entrega
de bienes y servicios a través del mar; en
contraste, el propósito de un ejército es
adquirir y controlar terreno. Por lo tanto,
las marina están en el negocio de los
enlaces, mientras que el ejército en el
negocio de los nodos”.
2
Complementando el concepto ante -
rior, el Comandante Hughes agrega:
“Al señalar que las marinas no
“adquieren terreno”, como sí lo hacen los
ejércitos, es enfatizar a la marina como un
medio para lograr el fin de controlar a un
enemigo en tierra. Muy rara vez el centro
de gravedad de un conflicto se encuentra
en el mar o en el aire. La gran rentabili
-
dad que otorga el poder naval proviene
de los altamente eficientes movimientos
de “bienes y servicios” por alta mar y
hacia territorio amigo u hostil”.
3
Los bienes a que el autor se refiere
son aquellos que constituyen el comer
-
cio marítimo y las fuerzas militares,
mientras que los servicios son la protec
-
ción de los bienes propios y la neutrali
-
zación de los del adversario. Por su parte, el insigne historiador
Paul Kennedy, basándose en el concepto
de poderío marítimo y el uso militar del
mar, explica su vínculo con el elusivo con
-
cepto mahanino de “control del mar”:
1.- Hill, Richard. “Estrategia marítima para potencias medianas”, Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1990, p. 51
2.- Hughes, Wayne P. “Fleet Tactics and Coastal Combat”, 2 nd Edition, Naval Institute Press, Annapolis, Maryland, 2000, p. 9.
3.- Ibidiem. p. 10.
DAVID HARDY VIDELA
El poder marítimo (Richard Hill) es la capacidad de usar el mar.
REVISMAR 6/2005
519
“Aquellos que poseen poderío
marítimo, es evidente, han gozado de
la seguridad ante invasiones a través
del océano, de una capacidad de movi
-
lidad para alcanzar las costas enemigas
y la libertad para transitar y comerciar a
través del mar. Esa posición ventajosa es
lo que los estrategas navales han venido
a denominar “control del mar
”.4
A su vez, el profesor Geoffrey Till,
luego de un acabado estudio sobre la
finalidad de la estrategia marítima y
sobre el control del mar sintetiza expre
-
sando: “El control del mar es sobre el uso
del mar, no su posesión”.
5
Este fin ulterior, por sobre el control
del mar, también es identificado como
tal por autores nacionales. El Contraal
-
mirante Eri Solis, en su libro “Estrategia
Marítima” menciona: “... para la Guerra, el mar no repre
-
senta ningún valor físico sino es como
vía de comunicaciones. Por consiguiente,
el fin de la obtención del control del mar
reside en su ejercicio y explotación del
modo más irrestricto para los propósitos políticos, económicos y militares. En otras
palabras, es un medio para un fin ulte
-
rior... En resumen, una vez conquistado el
control del mar es indispensable ejercerlo
y explotarlo, en caso contrario carece de
sentido”.
6
En síntesis, sea bajo el aforismo de
los conceptos de “poderío marítimo”
o de “control del mar”, detrás de ellos
siempre ha existido un solo fin último
para las marinas de guerra: El hacer uso
militar del mar. Este siempre ha sido el
“propósito natural” de las armadas. No obstante esta simple y evidente
lógica de razonamiento, desde media
-
dos del siglo XIX, cuando surgieron los
teóricos que originaron los conceptos de
la estrategia marítima y la doctrina del
control del mar, las orientaciones de las
organizaciones navales comenzaron a
apartarse del “propósito natural” para el
cual fueron concebidas.
− La tarea transformada en propósito.
Desde fines del siglo XIX, el surgi -
miento y la radicalización
de las nuevas
ideas que permitían construir un marco
4.- Kennedy, Paul M. “The rise and fall of British Naval Mastery”, Robert E. Krieger Pub. Co., Florida , 1982.
5.- Till, Geoffrey. “Maritime Strategy and the nuclear age”, The Macmillan Pres Ltd., Londres, 1982.
6.- Solis O., Eri. “Manual de Estrategia”, Academia de Guerra Naval, Tomo II, 1997.
LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR
REVISMAR 6/2005
520
conceptual para la guerra en el mar,
condujo a que las potencias marítimas
enfocaran sus esfuerzos en desarrollar
doctrinas de pensamiento y medios de
fuerza que permitieran superar a sus
adversarios en un solo ambiente físico
particular, el mar. El medio comenzó a
ser percibido como un fin. Así el “control
del mar” se transformó en la razón de
ser, en el nuevo propósito de las fuerzas
navales; olvidando que dicho control era
sólo uno de los recursos para permitir
utilizar ese mar. Es decir, la tarea nubló
el propósito: Las marinas buscaban el
control del mar como un concepto de
“control exclusivo”.
7
Pero esta confusión parecía de toda
lógica, toda vez que la tecnología difi
-
cultaba el accionar eficiente sobre dos
espacios físicos independientes (tierra
y mar) y las marinas entraban en carre
-
ras por desarrollar unidades navales
más poderosas, con las cuales superar
a las del oponente, encandiladas por el
dominante “control del mar” y sin poder
concebir otros cursos de acción que les
permitiera hacer uso efectivo del mar en
situación de conflicto.
Bajo este modelo de pensamiento,
el “control del mar” fue asociado con la
victoria en una batalla naval; operación
que por excelencia fue definida como el
acto que permitía al oponente triunfante
disfrutar de este indispensable control.
Ahora la tarea era “vencer en la batalla
naval”, con el propósito de “lograr el
control del mar”. El pensamiento naval
se alejaba aún más de sus orígenes. Así muchas marinas se organiza
-
ron, en cuerpo y alma, para cumplir
con su tarea: había que ir a la batalla
para obtener el control del mar. Frente
a este nuevo paradigma se perdió la
capacidad de visualizar y concebir
otras formas de obtener su “propósito
natural” y hacer uso militar del mar sin
llegar a la batalla. Esta transformación del pensa
-
miento naval produjo una consecuencia
significativa al perderse la visión amplia
de la guerra conjunta. Con marinas dise
-
ñadas para la batalla naval, que identifi
-
caban como su fin último el restringido
fin del “control del mar”, se provocó la
fatídica desvinculación entre la estrate
-
gia marítima y la estrategia militar.
Pero la realidad y la historia naval
del siglo XX se preocuparon de poner
en evidencia esta distorsión y destruir
este paradigma. Por sólida que parecía
la teoría del “control del mar”, durante
el siglo XX jamás las flotas fueron a
una batalla simplemente “por dar la
batalla”. Siempre existió un propósito
ulterior que, diferente a la fuerza adver
-
saria misma y el preciado control del
mar, condujo a las flotas a los enfren
-
tamientos. Tanto es así que las batallas
entre flotas fueron más bien un suceso
extraño en la guerra en el mar. Las
contadas ocasiones en que las flotas
se enfrentaron fue debido a que uno
de los dos oponentes se encontraba
protegiendo un “bien o servicio” que
deseaba trasladar por mar; es decir,
se encontraba haciendo o intentando
hacer uso del mar. Las batallas navales
decisivas siempre estuvieron relaciona
-
das con un suceso crítico que se desa
-
rrollaba o desarrollaría finalmente en
tierra. El “propósito natural” surgía así
en forma evidente.
− La vuelta a los
orígenes.
Con la evo -
lución del pensa
-
miento marítimo
posterior a la II
Guerra Mundial y
el desarrollo tecno
-
lógico de mediados
del siglo XX, este
desvío temporal de
DAVID HARDY VIDELA
Bernard B. Brodie(1909-1989)
7.- Lo mismo es válido para las fuerzas aéreas y el concepto de control del aire, surgido a comienzos del siglo XX.
REVISMAR 6/2005
521
tareas y propósitos comienza a ser identifi -
cado y corregido por las diversas marinas. El Capitán de Navío Stephen W.
Roskill, de la Royal Navy, en su artículo
“Some Strategic Lessons to be drawn
from the Second World War”, en la
Naval Review de 1952, señala que la
estrategia marítima y el control del mar
deben ser considerados como: “un medio de llevar fuerzas abruma
-
doras para enfrentarlas contra el enemigo,
en teatros escogidos por nosotros”. Por su parte, Bernard Brodie en su
ensayo sobre Estrategia Naval establece:
“ La división tradicional del globo
en áreas terrestres y marítimas, con
-
troladas respectivamente por fuerzas
terrestres y navales, siempre ha sido
altamente arbitraria. El hecho de que
la guerra en el mar requiere de técnicas
diferentes de la guerra en tierra [o en
el aire] tiende a obscurecer la verdad
más fundamental: que las operaciones
navales [y aéreas] son importantes prin
-
cipalmente debido a su influencia en las
campañas terrestres...”
8
En su estudio sobre el auge y la
caída del poder naval británico, Paul
Kennedy también destaca la necesidad
de reconocer la tierra como finalidad
última del dominio del mar. “Debido a la naturaleza física de
los dos elementos, la tierra y el mar,
por lejos la mayor parte de la actividad
de la humanidad se ha concentrado en
el primero de ellos: el simple hecho de
que la mayoría de los hombres tiene sus
pies en tierra firme, en lugar de tenerlos
sobre la inestable cubierta de un buque,
implica que la tierra siempre ha sido
más importante que el mar en el desa
-
rrollo de las civilizaciones”. 9
Dicha verdad se encuentra presente
en la reflexión de casi todos los tratadis
- tas modernos que en los últimos años se
han abocado al estudio y actualización
de los fundamentos de la estrategia
marítima:
“...el hábitat normal de los pue
-
blos, efectivamente, es la tierra. Es en
ella donde encuentran sus fuerzas. Sus
comunicaciones marítimas, los medios
flotantes que las recorren, no son más
que irradiaciones exteriores de las nacio
-
nes. Estos están en tierra firme. Y aquí
está el núcleo central, el corazón. En la
generalidad de los casos, se trata de
alcanzar este núcleo”.
10
Y luego, para no dejar dudas del
argumento, el mismo Almirante Castex
agrega: “La conquista del dominio del mar,
la adquisición del dominio de las comu
-
nicaciones marítimas, por ofensivas
que sean desde el punto de vista de
la guerra naval, no son más que actos
defensivos desde el punto de vista de la
guerra general. Parada en esta situación,
la acción naval no da el golpe mortal al
adversario. No obtiene la victoria. Para
lograr el efecto deseado, para llegar a
una franca ruptura del equilibrio es pre
-
ciso que el mar se sienta algo superior.
Le es necesario pasar al ataque, tomar
el papel de asaltante, participar de la
guerra en tierra con medios terrestres,
unido a sus aliados”.
11
Junto con reconocer nuevamente el
rol sólo contributivo del espacio marí
-
timo en un conflicto, el pensamiento
naval ha aceptado también el hecho de
la relatividad del control que se puede
lograr sobre el mar. Esta relatividad
posee un carácter jurídico tanto como
técnico. En el mar, particularmente en Alta
Mar, no existe estado soberano. No
pertenece a ningún país y ninguna
8.- Brodie, Bernard. “A guide to Naval Strategy”, Frederick A. Praeger, Londres, Quinta Edición, 1965.
9.- Kennedy, Paul M., Op. Cit., p. 07.
10.- V.A. Raoul Castex, citado por Coutau-Bégarie, Hervé en “La Potencia Marítima”, Ediciones Ejército, Servicio de publicaciones del
E.M.E., Madrid, 1987, pág. 196.
11.- Ibidiem, pág. 214.
LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR
REVISMAR 6/2005
522
nación puede perdurar en forma defi -
nitiva en él. Por otra parte, desde las
24 y hasta las 200 millas de costa, en la
Zona Económica Exclusiva, los estados
sólo poseen una soberanía limitada
para fines de exploración, explotación
y conservación de los recursos natu
-
rales, y una fuerza militar de cualquier
estado puede transitar a dicha distancia
de la costa, sin vulnerar la soberanía
del estado ribereño ni violar el derecho
internacional. “El mar permite cruzar
para llegar a sitios bajo jurisdicción
ajena... no existen atributos legales
para impedirlo”.
12
Pero, además de la movilidad y
la libertad que el uso jurídico del mar
otorga, es importante tener presente
que, a diferencia de lo que una fuerza
militar puede lograr sobre una espacio
de terreno, en el mar (al igual que en el
aire) el control que la fuerza puede alcan
-
zar siempre será limitado. 13 El control del
mar, o de una porción de él, no es nunca
absoluto y siempre permitirá un margen
de acción a quienes busquen utilizarlo
en su beneficio. Ni las más poderosas
marinas a lo largo de la historia han
sido capaces de negar a su adversario
que lleven a cabo algún uso del espa
-
cio marítimo. El desarrollo tecnológico
actual hace aún más insostenible pensar
en alcanzar un control infalible. Por ello
han surgido nuevos conceptos, como
el “battle space dominance”, que con
un objetivo bastante más limitado, sólo
pretenden controlar un espacio de segu
-
ridad entorno a los medios navales que
buscan hacer uso del mar. Así el pensamiento naval ha vuelto
a sus orígenes y a su “propósito natu
-
ral”: las marinas existen para permitir
al estado utilizar el mar, no para contro
-
larlo. Dicho control es reconocido como una condición deseable, pero no nece
-
sariamente indispensable, para poder
hacer uso efectivo de los océanos. En consecuencia, las Armadas que
han asumido que el conflicto moderno
demanda del esfuerzo conjunto de los
medios militares de la nación, pueden
comprender que es en el uso del mar
donde se produce su mayor contribu
-
ción a la estrategia militar del estado.
“La influencia de la potencia del mar en
las grandes crisis del mundo es función
de la fuerza aeroterrestre que es capaz
de desplegar”.
14
De allí que los esfuerzos de las mari -
nas han comenzado a reorientarse a
establecer la forma más apropiada para
hacer uso del mar en apoyo a los intere
-
ses de sus estados. Las nuevas doctrinas
navales 15 y el énfasis en el diseño de
buques “capitales” para roles de pro
-
yección del poder militar, son prueba
palpable de ello. Sólo si el modelo de solución
16 selec -
cionado para proyectar el poder de un
estado requiere de un grado de control
del mar, con toda la imperfección que se
ha señalado, es que las marinas deben
orientar parte de su esfuerzo al logro de
esta tarea circunstancial.
Cómo usar el mar.
– Las magnitudes y las funciones del
uso del mar.
Asumiendo que se ha aceptado el
uso militar del mar como fin ultimo de
la guerra naval, cabe preguntarse cuáles
son las formas genéricas en que este
uso puede concretarse. Diversos son los
autores que han abordado este aspecto. En su análisis sobre el Poder Marí
-
timo, durante las lecciones impartidas en
la Universidad de Cambridge, el Capitán
de Navío Stephen W. Roskill señala:
12.- Hill, R. Op.cit, pág. 32.
13.- Local, imperfecto, temporal e incompleto; según la clásica adjetivación doctrinaria nacional.
14.- VA. Raoul Castex, citado por Coutau-Bégarie, Hervé, Op. Cit., pág. 221.
15.- Cabe destacar la relevancia que la Doctrina Marítima Británica hace respecto a la proyección del poder naval, en la publica
- ción BR 1806.
16.- En caso de referirse a la solución de un problema militar operativo, se debiera emplear el término Curso de Acción.
DAVID HARDY VIDELA
REVISMAR 6/2005
523
“La función del Poder Marítimo es
obtener y conservar el control de los
mares para el uso propio y negar tal con
-
trol a los adversarios”. 17
De esta aseveración se puede estable -
cer que el uso del mar tiene una magnitud
positiva, en beneficio propio, y una nega
-
tiva, en perjuicio del adversario. Por ello las
Armadas diseñan sus operaciones, ofensi
-
vas y defensivas, en estas dos vertientes:
• Para poder utilizar el mar en beneficio
propio.
• Para evitar que el adversario pueda
utilizarlo en su beneficio y en perjui
-
cio propio.
No obstante, esta clasificación con
-
ceptual no nos responde la pregunta de
fondo: ¿con qué finalidad se desea el uso
militar del mar y/o negárselo al adversa
-
rio?, es decir, ¿cómo puedo utilizarlo yo
o mi adversario? Son muchos los autores, estrategas y
académicos que, tras largos y profundos
estudios sobre el Poder Marítimo, estra
-
tegia marítima y su objetivo (propósito)
finalmente han llegado a una conclusión
similar: El uso militar del mar, en sus
dos magnitudes, se concreta finalmente
en las dos funciones generales que el
hombre históricamente le ha otorgado:
• La función económica: Para imple -
mentar y explotar el tráfico marítimo,
defender las líneas de comunicacio
-
nes marítimas propias y, como se
mencionara anteriormente, negar su
uso al enemigo.
• La función militar: Para Proyectar el
Poder Militar de la Nación, y, en su
vertiente negativa, evitar que el ene
-
migo proyecte su propia fuerza sobre
territorio propio. De ello se deriva que el uso del mar
tiene cuatro aplicaciones conceptuales,
según como se combinen las dos magni
-
tudes y las dos funciones:
• Proyectar el poder militar (la fuerza)
sobre la tierra.
• Defenderse contra la proyección de
fuerza del enemigo.
• Actuar ofensivamente sobre las comu
-
nicaciones marítimas adversarias.
• Defender las comunicaciones maríti -
mas propias.
– La Proyección del Poder Militar
(fuerza) de la nación.
La proyección del poder militar de
una nación, y las diversas variantes que
esta proyección puede adoptar, habitual
-
mente son asociadas a los diferentes
niveles de violencia que, basados en el
tradicional modelo lineal del espectro
del conflicto, ésta puede adquirir. Así, la
proyección del poder militar sobre tierra
es un instrumento válido para el logro
de los objetivos de un estado, tanto en
situaciones de paz como en la guerra. El Manual para Operaciones Marí
-
timas Multinacionales de los EE. UU.,
utilizado internacionalmente como docu
-
mento rector en lo que a doctrina para
operaciones navales combinadas se
refiere, señala lo siguiente:
“Proyección del Poder: Rara vez
existe un conflicto en el mar aislado de
una campaña terrestre o de la persecu
-
ción de objetivos terrestres. Aun cuando
la componente marítima sea operacio
-
nalmente dominante, la decisión final
en el teatro dependerá probablemente
del éxito en tierra. Las fuerzas marítimas
a menudo deben estar preparadas para
operar en el escenario litoral para pro
-
17.- Roskill, Stephen W., “La estrategia del Poder Marítimo, su desarrollo y aplicación”, Collins, Londres, 1962.
Las cuatro aplicaciones del uso del mar.
LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR
Ofensiva
Atacar las comuni -
caciones marítimas
adversarias
Proyectar el poder
militar desde el mar sobre la tierra
Defensivas
Defender las comu -
nicaciones maríti-
mas propias
Defenderse contra la proyección del
enemigo, evitando la
invasión
Función
Económica
Función
Militar
REVISMAR 6/2005
524
yectar la fuerza hacia tierra, como parte
de una operación conjunta que involucra
fuerzas navales, de tierra y de aire”.
18
Actualmente se reconoce que,
durante la paz, las funciones y acciones
posibles de llevar a la practica mediante
la proyección de fuerza desde el mar
son múltiples y variadas. En general
se pueden clasificar en: Proyección
de poder y Proyección de asistencia,
19
donde se establecen las siguientes
acciones específicas:
• Proyección de poder:
➣Presencia.
➣Ejercicios.
➣Potencialidad de refuerzo para
alcanzar un balance de poder.
➣Disuasión.
➣Compulsión. (compellance)
➣Brindar seguridad a aliados.
➣Protección de intereses nacionales
en ultramar.
➣Capacidad de integrar coaliciones.
• Proyección de asistencia:
➣Apoyo humanitario.
➣“Nation building”.
➣Apoyo operacional para fuerzas
“nativas”.
➣Asociaciones con una nación anfi -
trión. Por su parte, en situaciones de con
-
flicto armado y guerra, las funciones de
proyección de la fuerza desde el mar
varían según los recursos de que dis
-
pone el estado. Estas variantes habitual
-
mente se han referido a las siguientes
acciones específicas:
• Operaciones costa a costa.
• Bombardeo naval.
• Operaciones aerotácticas.
• Operaciones de Fuerzas Especiales.
• Operaciones Anfibias.
En consecuencia, la proyección de
poder sobre tierra, como aplicación
militar del uso del mar, constituye un
instrumento de gran versatilidad. La
gran diversidad de formas y acciones en
que se lleva a la práctica, le otorga a los
conductores políticos y estratégicos de
una herramienta de gran flexibilidad y
graduabilidad al momento de tomar la
decisión para elegir entre diversas alter
-
nativas de uso del instrumento militar.
La Realidad del Escenario Actual.
– Los cambios políticos.
Hoy existen nuevos factores políticos
que han modificado el escenario de fines
del siglo XIX y comienzos del XX, época
en que surgieron las teorías estratégicas
marítimas y aéreas y los conceptos de
“control exclusivo” propios de cada una
de ellas. Luego de las agonías de las dos
guerras mundiales, la sociedad interna
-
cional logró limitar el uso de la fuerza
militar a una sola condición inicial: la
legítima defensa de los estados. Con la
Organización de las Naciones Unidas se
llegó a la idea de que las Fuerzas Arma
-
das constituyen instrumentos legítimos
para defenderse frente a un agresor que
amenaza el territorio y la seguridad del
Estado.
DAVID HARDY VIDELA
Medios Navales en Ejercicios.
18.- “Manual para Operaciones Marítimas Multinacionales”, Departamento de la Marina, Newport, EE.UU., 1999. Traducción efec - tuada en la Academia de Guerra Naval, página 2-5.
19.- Greenwood, Ted. “Redifining the Spectrum of Conflict: Peace, Crisis, Conflict; War” editado por el Marine Corps University en
“Perspectives on Warfghting. Naval Expeditionary Forces and Power Projection: Into de 21
st. Century”, Number Two, Volume One,
Quantico, Virginia, 1992, págs. 23 a 34.
REVISMAR 6/2005
525
Pero esta lógica continuó evolu -
cionando, cuando la globalización hizo
surgir la necesidad de defender intere
-
ses que se encuentran fuera del territorio
soberano y que, en muchas ocasiones,
son comunes a varios estados: es la base
de la defensa colectiva. Para garantizar
la paz y la estabilidad internacional –un
interés colectivo–, las FF.AA. pasaron a
ser percibidos como los instrumentos
más apropiados para aliviar el sufri
-
miento en países arruinados por proble
-
mas internos y para imponer la paz entre
estados en conflicto. Habiendo sido proscrita la guerra
como un instrumento legítimo para
lograr objetivos políticos, surgió las
denominadas operaciones de paz, en
todas sus variantes del uso de la fuerza.
Con ellas se evolucionó desde una
mentalidad defensiva esencialmente
territorial, para extenderse a áreas geo
-
gráficas globales, mucho más amplias y
a la necesidad de capacidades militares
que se basan primordialmente en la
proyección de fuerzas y en su desplie
-
gue durante prolongados períodos de
tiempo. Esta realidad ha cobrado mayor
vigencia una vez que los estados han
podido desligarse de las ataduras que el
enfrentamiento de la Guerra Fría mante
-
nía a los pensadores navales.
“En círculos políticos Americanos
una idea popular es que las operacio
-
nes navales han cambiado radicalmente
como resultado [del término del enfren
-
tamiento este-oeste]. Sin lugar a dudas
esto es verdad, al menos en lo que a las
misiones y orientaciones se refiere. Pero
es más apropiado señalar que el foco de
las operaciones navales de los EE.UU.
sólo retornó a sus raíces, en la medida
que la atención fue dirigida con mayor
atención hacia las regiones litorales del
mundo”. 20
– Los cambios tecnológicos.
Además de los cambios en el esce -
nario político, el desarrollo tecnológico
también vino a hacer su aporte a esta
nueva realidad. En la actualidad los
recursos de fuerza de las instituciones
de la defensa, que en un momento his
-
tórico se encauzaron para dominar a un
adversario en un elemento físico particu
-
lar, han llegado a tal nivel de desarrollo
que no es posible identificar donde
se encuentra el límite de influencia de
cada uno de ellos. Los efectos de sus
recursos y sistemas de armas superan
ampliamente las esferas y dimensiones
de acción tradicionales. Los conflictos,
la guerra y la estrategia moderna sólo
pueden ser concebidas como una inte
-
gración de todos los medios militares
para interactuar en un solo escenario
multidimensional, el que a su vez es la
sumatoria de los espacios que antes se
consideraban independientes.
Los últimos
conflictos que el
mundo ha vivido,
pese a los intentos
que el desarrollo de
nuevas doctrinas
de “control exclu
-
sivo” ha hecho,
no hacen más que
reiterar esta reali
-
dad; ya no existen
espacios privativos
de la fuerzas nava
-
les, terrestres o
aéreas. Esto ha llevado a algunos a
pensar que las estrategias particulares
–terrestre, marítima y aérea– han caído
en la obsolescencia: son las denomina
-
das no–estrategias o anti-estrategias de
Edward Luttwak.
21
Así, conjugando los factores polí -
ticos y tecnológicos, la necesidad de
los estados de poseer la capacidad de
20.- Hughes, Wayne P. “Fleet Tactics and Coastal Combat”, 2 nd Edition, Naval Institute Press, Annapolis, Maryland, 2000, p. 2.
21.- Luttwak Edaward N., “Strategy, the logic of war and peace”, Harvard University Press, 1987, pp.156-174.
LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR
Edward Luttwak.
REVISMAR 6/2005
526
proyección de poder militar a través del
mar cobra una especial vigencia. En el
escenario actual, de un mundo globali
-
zado y de intereses nacionales que se
ven amenazados por las denominadas
“amenazas no tradicionales” y donde
las Fuerzas Armadas requieren salir a
defender dichos intereses, el extenso
mar se presenta como el espacio de
maniobra ideal.
La defensa se concibe
y entiende como un instrumento activo,
flexible y dinámico, con una naturaleza
esencialmente proyectable, que permite
enfrentarse al adversario lo antes posi
-
ble y donde sea necesario.
En ausencia de un enemigo clara
-
mente identificable y definido, el desa
-
rrollo de la fuerza no se puede definir
por el contrapeso necesario ante una
amenaza específica, más bien se debe
construir equilibradamente sobre una
serie de capacidades genéricas orienta
-
das a satisfacer todas las demandas que
pueden surgir para las Fuerzas Armadas,
desde la defensa del territorio nacional
a la defensa colectiva, pasando por las
misiones de paz.
El caso Nacional.
Las naciones en general conciben su
defensa y desarrollan sus fuerzas, entre
otros aspectos, según la realidad geopo
-
lítica en que viven y conforme a los inte
-
reses que busca defender.
En el caso nacional, existen 3 con
-
dicionantes que adquieren especial
relevancia al analizar la vigencia de los
conceptos modernos de proyección del
poder nacional desde el mar: La geogra
-
fía, la historia y la economía.
Nuestra peculiar geografía impone
a todas luces la necesidad de pensar en
la inmensa extensión de nuestros 4300
kilómetros de litoral –nuestra mayor
frontera–, en el amplio espacio marí
-
timo que se encuentra bajo soberanía y en aquella área sobre la cual tenemos
responsabilidad ante la comunidad
internacional. 22 Somos además un país
en tres continentes. Los dominios en la
Oceanía y en la Antártica obligan, aun
bajo el limitado modelo de la defensa
territorial, a concebir el océano que los
une como un espacio a proteger o un
área de operaciones fundamental. Dicha
extensión tridimensional, equivalente a
más de 6 veces nuestra superficie terres
-
tre, 23 requiere ser visto como un espacio
de maniobra –tanto propio como de un
potencial adversario– el cual presenta
un gran desafió al considerarse como el
ámbito de acción para el empleo de fuer
-
zas conjuntas. Argumentar respecto a la
“falta de profundidad estratégica trans
-
versal”, 24 es perder de vista que el mar
es espacio de maniobra y, consecuente
-
mente, anular la posibilidad de concebir
soluciones defensivas u ofensivas utili
-
zando dicha profundidad.
En cuanto a la condicionante histó
-
rica, Chile evidencia una constante en
lo que al uso militar del mar se refiere.
Fuimos descubiertos y conquistados
utilizando la vía marítima. Nuestra inde
-
pendencia sólo fue tal cuando se logró
que el adversario perdiera su capacidad
de utilizar el mar y cuando nuestras
fuerzas pudieron proyectarse sobre el
territorio del oponente. En todas las
guerras del siglo XIX la victoria se con
-
solidó mediante el uso de la capacidad
estratégica de proyectar fuerzas por mar.
Esta constante histórica ha moldeado en
alguna medida nuestra conciencia y la
concepción de la defensa, y nos ha per
-
mitido así mantener en alguna medida
una relativa capacidad de proyectar
fuerza desde el mar.
La condicionante económica es la
que hoy pareciera adquirir más fuerza.
Chile es un país exportador por excelen
-
cia, con un comercio exterior en franca
22.- 30.000.000 de km2.
23.- Considerando una superficie terrestre de sólo 756.000 km2 versus 4.700.000 Km2 de Mar Territorial y Zona Económica Exclusiva.
24.- L.D.N. 2004, pág.70.
DAVID HARDY VIDELA
REVISMAR 6/2005
527
expansión. Nuestra economía se mueve
por mar. 25 Con nuevos tratados de libre
comercio y nuestras fuentes y destinos
de inversión distribuidas por todo el
mundo, las rutas comerciales marítimas
se presentan como las carreteras que
necesitamos mantener abiertas para el
éxito del modelo de desarrollo econó
-
mico adoptado. La paz y la seguridad en
nuestros destinos comerciales son esen
-
ciales para poder mantener una taza de
crecimiento. Pero si bien los tres factores seña
-
lados en gran medida condicionan
nuestro modelo de seguridad, es la
protección de los intereses nacionales
el factor determinante en la concepción
que el país hace para su defensa. Hoy
la participación política de Chile en las
diversas organizaciones internaciona
-
les le demanda mayores compromisos
con la comunidad. Abrirse al mundo
implica participar de él. La seguridad
y estabilidad en las diferentes regio
-
nes del globo no sólo son un interés
por sus efectos económicos en el país,
también lo son por el compromiso
político que Chile ha adquirido ante la
comunidad internacional.
A pesar de estas realidades, la
defensa nacional aún mantiene una
fuerte base en el caduco paradigma
territorial, con áreas de responsabilidad
exclusivas para cada institución. Solo
recientemente se ha visto un embrión
de concepción conjunta, con el lento
progreso que intenta llevarse a cabo en
los Teatros de Operaciones Conjuntos.
Pero respecto a la capacidad de defender
intereses más allá del territorio o parti
-
cipar de compromisos en el exterior, el
progreso ha sido casi nulo. Con los nuevos escenarios descritos
y con lo intereses de Chile dispersos por
todo el mundo, el país debiera adoptar
una nueva postura frente a su concepto
tradicional de defensa. Junto con la capacidad de disuadir y dar protección al
territorio y al espacio aéreo y marítimo,
la capacidad de proyección de fuerzas a
lugares lejanos constituye hoy un reque
-
rimiento estratégico para las fuerzas
armadas chilenas. Un Ejército que posea la capacidad
de operar trasladando a sus tropas a
costas lejanas, hostiles o potencialmente
hostiles; una Fuerza Aérea que sea capaz
de operar desde plataformas navales
y con capacidad de actuar desplegada
en bases expedicionarias; y, por sobre
todo, una Armada que sea capaz de
proteger, transportar, desembarcar en
forma segura y sostener las operaciones
de fuerzas aeroterrestres, todas ellas
actuando con una doctrina común, con
capacidad de interconectarse, equipa
-
miento y recursos logísticos comparti
-
dos, son las capacidades estratégicas y
operacionales genéricas que una orga
-
nización de defensa moderna demanda
para nuestro país.
Conclusiones.
Las grandes naciones marítimas
continúan con la tendencia de apar
-
tarse paulatinamente de las grandes
operaciones navales oceánicas, para
concentrarse más en las capacidades
de proyectar el poder militar del estado,
particularmente en el complejo ambiente
operativo del litoral y participar así de la
cooperación internacional.
En un momento en que la proyec
-
ción de fuerza atrae toda la atención
de las fuerzas armadas que miran a su
futuro, se debe tener en cuenta que son
las fuerzas que se desplazan y accionan
por y desde el mar quienes están par
-
ticularmente dotadas para este tipo de
operaciones. La capacidad de sostenerse
a sí mismas, su movilidad estratégica
y su enorme flexibilidad en cuanto a la
variedad y graduabilidad de las acciones
de proyección capaz de ejecutar, propor
-
LA PROYECCIÓN DEL PODER MILITAR
25.- “90% de nuestro comercio exterior fluye por mar”, L.D.N. 2004.
REVISMAR 6/2005
528
cionan un instrumento de extraordinario
valor al estado.Poseer instituciones militares con
una capacidad de proyección de fuerza
es un claro indicativo de una voluntad
política y de una concepción estratégica
particular sobre el uso de la fuerza. Esta
capacidad constituye una importante
contribución a una política de defensa
fundada en la disuasión y que aspire
a la participación. En la práctica, un
estado que cuenta en sus FF.AA. con
medios adecuadamente organizados,
equipados y entrenados para ejecutar
operaciones sobre un territorio hostil,
está entregando una poderosa señal a la
comunidad internacional sobre su com
-
promiso en la defensa de sus intereses
en el exterior. Cuando estos intereses se
ven amenazados, ya sea en su soberanía
e integridad territorial, en sus responsa
-
bilidades con la comunidad y sus alia
-
dos o cuando sus objetivos nacionales
lo demandan, dicho estado actuaría en defensa de ellos aun fuera de su espacio
territorial.
Usar militarmente el mar sigue
siendo el fin último de las armadas. Las
formas de su uso han cambiado y se han
ampliado bajo los nuevos escenarios
globales. La proyección de fuerza es
hoy una herramienta de especial flexibi
-
lidad política y estratégica en el manejo
de una crisis o en un conflicto militar y
es una opción absolutamente válida y
necesaria para el caso nacional. Chile
requiere contar con la capacidad de pro
-
yectar parte del poder militar en forma
conjunta sobre cualquier punto de un
eventual teatro de guerra nacional y, en
forma combinada, fuera de sus fronte
-
ras, en cualquier escenario internacional
que afecte a los intereses nacionales. Usar el mar proyectando el poder
militar de la nación es en la actualidad
la mayor contribución que una marina
moderna puede brindar a una estrategia
conjunta.
* * *
DAVID HARDY VIDELA
Inicie sesión con su cuenta de suscriptor para comentar.-