- Fecha de publicación: 01/04/2003.
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MONOG RA FÍA S Y ENSAYO S
LA ESTRATEGIA MARÍTIMA Y LA ESTRATEGIA AÉREA
Compar ación y Reflexiones.
Óscar Aranda Mora *
Introducción.
xisten varias similitudes conceptuales y de desarrollo entre la estrategia Naval y la
estrategia Aérea. En ambos casos, se trata de estrategias de control y de empleo de un
medio de escaso valor intrínseco, para actuar sobre objetivos relevantes en otros niveles
de la conducción del conflicto. En ambos casos también, el desarrollo del pensamiento
estratégico se ha visto influenciado por el desarrollo de líneas de pensamiento anteriores,
dificultando la comprensión de la verdadera naturaleza de las estrategias mencionadas.
Este trabajo pretende explorar las igualdades existentes en el pensamiento estratégico
Naval y Aéreo, en algunas de sus desviaciones más características y en sus posibilidades de
desarrollo. Sin embargo, también existe otra idea de fondo: Es necesario desarrollar una
escuela de pensamiento estratégico particular para cada país y esta escuela de pensamiento
debe apoyarse en una semántica estratégica decantada, que incorpore todas las áreas de misión
del poder militar y que no descarte la originalidad al buscar soluc iones.
Espero modestamente contribuir a fomentar la discusión estratégica, aunque sea a
expensas de una argumentación atípica. Continuar desarrollando el Pensamiento Estratégico
Marít i mo Na ciona l es un impe ra t ivo pa ra c onst ituir un P ode r Na va l efic ie nt e, ba sa do en
nuestra realidad y adaptado perfectamente a nuestros fines. Esa relación entre fines y medios
es la esencia misma de la Estrategia como arte, pero dicho arte debe apoyarse en una ciencia,
de la misma manera que un pintor se apoya en el conocimiento acabado de la técnica para
crear sus obras. En este caso, la técnica corresponde al pensamiento estratégico marítimo
nacional, que más que una semántica o una taxonomía, debe corresponder al desarrollo de un
modelo o teoría que relacione el mar a los Intereses Nacionales, considerando la naturaleza
eventualmente violenta de la dialéctica estratégica y la realidad nacional. Una teoría original,
adaptada a los fines nacionales y a los condicionantes de la realidad, es el respaldo conceptual
al desarrollo del Poder Naval y debe constituir el vínculo entre la geopolítica y el empleo
instrumento militar.
A. Las Similitudes Estructurales.
En muchos aspectos, el escenario aéreo posee características similares al escenario
naval, pero acentuando sus rasgos típicos. Esta realidad permite establecer similitudes, pero
de be obse rva rse una espec ia l prec a uc ión, porque no t oda s la s c onc lusione s y ve nt a jas que se
observan en un escenario son extrapolables al otro.
- Fin último de las acciones: El hombre es un ser terrestre y tanto el aire como el mar,
constituyen posibles rutas de transporte y no un hábitat humano. Esta realidad condiciona de
manera relevante el pensamiento estratégico naval y aéreo, ya que el fin último de las
acciones, operaciones y campañas desarrolladas tanto en el aire como en la mar, yace en
tierra. Lo anterior está íntimamente ligado al escaso valor intrínseco del aire y del mar. Ambos
medios son útiles como vía de acceso y transporte, pero carecen, hasta ahora, de un gran valor
esencial, por lo que su control, en mayor o menor grado, sólo representa utilidad en vistas a su
e xplot ac ión.
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- Diversidad de objetivos: De la misma manera que los primeros estrategas navales se
beneficiaron de la Estrategia Terrestre, los primeros teóricos del Poder Aéreo lo hicieron de la
Estrategia Naval. Ambos sistemas de pensamiento constituyen la teorización de la dialéctica
por el control del medio en el que se desarrollan y de la ejecución de empresas militares
empleando dicho medio contra mú ltip les objetivo s. E sto es, una dia léctica por el control del
medio junto a la exigencia de emplear dicho medio en beneficio propio y simultáneamente
negarle esta posibilidad al enemigo. En el caso de la Estrategia Naval, el empleo del medio
considera toda la problemática del comercio mar ítimo y de las operaciones de proyección,
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tanto propias como aquellas del enemigo. En el caso de la Estrategia Aérea, se trata de las
operaciones de proyección sobre la superficie, tanto en beneficio de las fuerzas amigas de
superficie, como de operaciones que pretenden influir directamente, con mejor o peor
resultado, en el devenir de la guerra.
Esta diversidad de objetivos introduce un elemento de tensión en la praxis estratégica.
Por una parte está el elemento de poder del enemigo (sus medios principales de combate),
elemento que dificulta la utilización del medio. Por otra parte, existe la necesidad de explotar
dicho medio y de ne garle esta posibilidad a l adversario. Lo más cómodo, intelectualmente,
consiste en centrarse en el objetivo “fuerza” del enemigo. Sin embargo, mientras que para el
más débil esto es sencillamente contraproducente, las exigencias de la guerra dificultan que el
más fuerte se concentre en un solo objetivo.
- Promoción: La utilidad de un ejército es obvia, pero la utilidad de una marina no lo es tanto.
Comprender dicha necesidad requiere de un proceso de reflexión y por lo de más, su accionar
generalmente sólo posee un efecto indirecto sobre la vida de los ciudadanos. Por lo tanto, no
es de extrañarse que algunos pensadores estratégicos hayan perse guido fines de promoción
marítima en su obra. Este es el caso de los escritos del Almirante Mahan, que constituyen la
promoción de una política naval cuasi colonialista para los Estados Unidos, lo que le quita
rigor intelectual y le resta validez a su ap licación un iversal, aunque en dicho país hoy cobre
más vigor que nunca.
El caso de las Fuerzas Aéreas es distinto. Inicialmente se trataba de justificar la
existencia de un servic io aéreo separado del ejército y de la marina. Por lo tanto, el recurso
más utilizado fue la exageración del efecto del Poderío Aéreo. En otras palabras, los
precursores del Poder Aéreo prometieron demasiado y muy pronto, generalmente desdeñando
la capacidad del ejército y la armada, cuando no subestimando la voluntad de las naciones.
2 La
experiencia demuestra que excepto en aquellos casos en los que se ha contado con una
superioridad aérea aplastante, las operaciones aéreas estratégicas no obtienen los resultados
prometidos, menos aún cuando están comprometidos objetivos políticos de importancia alta.
- Influencia de la tecnología: Para las armadas y las fuerzas aéreas, la importancia del material
y la tecnología es mucho mayor que para los ejércitos. Sin buques, una armada sencillamente
no existe y sin aviones, una fuerza aérea, tampoco.
3 La tecnología afecta marcadamente la
ejecución de los procedimientos estratégicos navales y aéreos, impactando a la Estrategia, ya
que condiciona la realización de las operaciones, posibilitando algunas e impidiendo otras.
Esta influencia posee efectos importantes en el desarrollo del pensamiento estratégico: El
arma nuclear finalmente dio sentido a la expresión “ bombardeo estratégico”; la invención del
submarino hizo factible el corso a una escala “estratégica”, etc. Pero tampoco hay que caer en
la tra mpa de dise ña r un pe nsamient o e stra t égic o ba sa do e n la te c nología , porque la e se ncia de
la estrategia está en la perennidad de sus conceptos y no en sus procedimientos. Si un cambio
tecnológico amerita modificar algún concepto estratégico, entonces dicho concepto no
merecía tal denominación.
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- Permeabilidad del Medio: Aun en circunstancias de una gran desigualdad de fuerzas, el
control del medio aéreo y naval obtenido por el más fuerte, será precario.
4 Por lo tanto,
siempre existirá para el débil la posibilidad de realizar acciones y de mantener cierta
capacidad de influir en la guerra, aun en una situación desfavorable en cuanto al control del
medio en disputa. Pero lo anterior requiere del desarrollo de una estrategia adecuada y de
contar con los medios apropiados. En el caso de la Estrategia Aérea, la dicotomía Aéreo–
Antiaéreo, acentúa la permeabilidad y actúa de una manera similar al corso en el mar. El más
débil, tanto en el aire como en el mar, con medios de defensa antiaérea y corso
respectivamente, puede desarrollar una estrategia de negación, que dificulte al más fuerte la
explotación del control obtenido sobre el aire o mar con sus medios princ ipales de combate.
Estas operaciones u otras efectuadas explotando la sorpresa y e l ocultamiento, podrían
producir resultados estratégicos.
Durante la Se gunda Guerra Mundial tanto las acciones de los submarinos alemanes, en
una situación de control del mar predominantemente aliado, como la invasión de Noruega por
parte de Alemania, explotaron la Permeabilidad. De la misma manera, los ataques con misiles
SCUD de Ira k e n la Guerra de l Golfo pe rse guía n un vue lco po lít ic o, a un e n c ondic iones de
una superioridad aérea aplastante de la Coalición. Ni Hitler ni Hussein pretendieron disputar
el control del medio, pero ambos intentaron explotar la libertad de acción que otorga la
permeabilidad en el aire y mar. A Hitler, en su guerra contra Gran Bretaña, le habría sido más
útil contar con una mayor cantidad de submarinos sacrificando algunos acorazados; mientras
que a Hussein, más SCUD que MIG.
- Uni dad de l Me dio: El medio aéreo y el marítimo son como un vaso comunicante y cualquier
medida que se tome en vista a un objetivo estratégico, repercutirá sobre los otros. Si se
destinan destructores a tareas de escolta de convoyes, la Fuerza Organizada se debilitará. De
la misma manera, si se emplean aviones en operaciones de apoyo a fuerzas de superficie, la
campaña contra la fuerza aérea enemiga se verá privada de medios. Lo anterior permite la
ejecución de “maniobras” en el ámbito estratégico, que intentan distraer medios sobre un
objetivo estratégico, mientras se actúa sobre otro que se estima decisivo. Pero lo anterior
también requiere una aplicación correcta del principio de “economía de las fuerzas”, porque es
necesario dosificar correctamente el esfuerzo realizado sobre cada objetivo estratégico en cada
una de las fases de la guerra.
En esta situación existe cierta tensión. Por una parte, la existencia del elemento de
fuerza (la Fuerza Or gan izada en caso de l Poder Naval) ejerce una inf luencia sobre todo el
medio. Pero la libertad de acción que otorga la “permeabilidad” del mismo med io posib ilita la
ejecución de acciones empleando medios secundarios que podrían resultar exitosas
estratégicamente. Entonces: ¿Cuál es la justa proporción entre medios principales y
secundarios para cada Armada?, ¿Cuál es la prioridad que debe otorgársele a las operaciones
de control sobre aquellas de explotación? No existe una respuesta general, sino que la
necesidad de analizar cada realidad por separado.
B. Desarrollo del Pensamiento Estratégico.
El desarrollo de la Estrategia Terrestre como un sistema coherente de pensamiento, es
anterior al desarrollo de la Estrategia Naval y obviamente, de la Estrategia Aérea. Por eso, el
pensamiento estratégico naval se benefició inicialmente de la Estrategia Terrestre, pero tal
beneficio ejerció a la vez una influencia conceptual que la condicionó en su obsesión por la
fuerza enemiga y la batalla como método resolutivo.
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De la misma manera, el pensamiento estratégico aéreo parafrasea el pensamiento
naval, especialmente en cuanto a la constitución de un sistema de operaciones aéreas que
involucre varios objetivos estratégicos y dispute el control del medio.
Por otra parte, el mar es, hasta la fecha, el medio de transporte más eficiente. Por lo
tanto, los grandes volúmenes requeridos para el comercio internacional son transportados
mayoritariamente por vía marítima. Por eso, las acciones de la Estrategia Naval tendrán una
repercusión militar y económica, mientras que las operaciones navales de proyección se
caracterizarán por su contundencia.
El transporte aéreo, en cambio, se caracteriza por su rapidez y la capacidad de acceder
a todo el globo, más que por el volumen de elementos transportados. Por lo tanto, el transporte
aéreo no resulta tan importante en términos económicos como el transporte marítimo, pero
permite acceder rápidamente a cualquier lugar. Las acciones aéreas se caracterizan por su
capacidad de golpear sorpresivamente cualquier parte del dispositivo económico y militar del
enemigo, pero sin la contundencia de una acción naval si no se emplean armas de destrucción
masiva.
5 Ahora último, la posibilidad de efectuar ataques de precisión empleando armas
“inteligentes”, 6 en vista a la paralización de l enemigo mediante la destrucción de puntos
críticos de su s centros de C 2, promete una nueva dimensión “estr atégica” al Poder Aéreo
convencional, bastante más aceptable políticamente que la amenaza NBQ y al alcance de las
potencias medianas en términos de costo y tecnología.
C. “Espejismos” Estratégicos.
Como verdaderos hijos de un mismo padre, los pensamientos estratégicos naval y
aéreo comparten ciertos rasgos obsesivos, un hecho más bien heredado que original.
La Estrategia Naval y su obsesión por la batalla.
La influencia de los estrategas terrestres, en especial la influencia de los escritos del
barón Jomini en la obra del Almirante Mahan, derivaron en un fenómeno de obsesión por la
batalla, como elemento decisivo de la Estrategia Naval. Esto llevó a considerar como
“ interferencias” los requerimientos de la Estrategia General e incluso a aquellos de l Nivel
P olítico. Además, resulta mucho más atrayente la búsqueda de la batalla que la ejecución de
funciones de protección o de ofensivas sobre el territorio en apoyo de las operaciones
terrestres.
La Estrategia Naval, considera al elemento “Fuerza” del poder naval oponente,
re pre sent a do por la Fue rza Orga ni za da de l e ne mi go, c omo e l obje t ivo por exc ele nc ia . L a única
“batalla” existente sería entonces aquella librada entre Fuerzas Organizadas, como si la
existencia de otros Objetivos Estratégicos y de acciones navales de trascendencia estratégica
para su consecución, no mereciera tal apelación.
Esta rigidez conceptual puede acarrear consecuencias prácticas importantes. Una
marina es construida en torno a sus unidades de combate, que son medios caros, de una larga
vida útil y de lento reemplazo. Una concepción estratégica centrada en la batalla puede derivar
en la constitución de una marina “ de batalla”, que olvide funciones tan importantes como la
proyección o la protección. La adhesión a los escritos de Mahan para potencias que sólo
pueden aspirar a la disputa del control del mar, las ha llevado a desdeñar los otros objetivos
estratégicos navales y a dotarse de flotas que no responden realmente a sus necesidades y que
persiguen un imposible, tal como el caso de la Marina Alemana durante la Primera Guerra
Mundial.
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Las “ Batallas Navales Decisivas” son e l fruto conceptual de la obsesión mencionada.
Un estudio más detenido de la historia demuestra que las batallas navales realmente decisivas
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son raras y que mucho más frecuentes son los triunfos en la mar que sólo consolidan una
situación ya expresada en tierra.
La Estrategia Aérea y su obsesión por lo estratégico.
Como lo hemos dicho, la primera batalla a la que se vio enfrentada el arma aérea fue
aquella necesaria para justificar su propia existencia como arma independiente. Para lo
anterior, fue necesario encontrar algún argumento “estratégico” que otorgara a la incipiente
arma aérea una estatura equivalente a la de sus hermanas mayores de tierra y mar. Los escritos
de Dohuet y la campaña de Mitchell proporcionan tal justificación, de la misma manera que
aquellos de Mahan just ifican la existencia de una armada potente y de alcance mundial para
los EE.UU. Sin embargo, los efectos prometidos por Dohuet y los precursores del bombardeo
“estratégico” no se presentaron hasta la aparición de la bomba atómica.
Al respecto, es necesario reflexionar sobre el adjetivo “estratégico”. Es estratégico
todo aquello que posee repercusiones distinguibles en el devenir de la guerra. Sin embargo,
aunque una acción de repercusiones estratégicas pueda cambiar el rumbo de la guerra, rara vez
el efecto de esta acción es suficiente por sí mismo. En otras palabras, una acción estratégica
puede ser como la gota que rebalsa un vaso, ¡pero el vaso ya está lleno! y está lleno por el
efecto combinado de las acciones de todas las fuerzas armadas. Otra característica de lo
“estratégico” es su condic ión de imprescindible. Nuevamente es necesario precisar que
imprescindible no es sinónimo de suficiente. El Poder Aéreo y el Poder Naval también, son
ge ne ra lme nt e imprescindibles, pero ra ra me nt e suficientes.
Por eso debe mirarse con desconfianza todo aquello denominado “estratégico” a
priori, tales como Comandos de Transporte o Bombardeo “Estr atégicos”, las denominadas
Operaciones “Est rat é gic as” y asim ismo las reservas “estratégicas”.
D. Nueva s Áreas de Desarrollo.
La Estrategia Naval, se hizo “Marítima” y se abrió el abanico de sus posibilidades. Sir
Julian Corbett demostró primero la conveniencia de una relación más estrecha entre la
Estrategia Naval y la Estrategia Terrestre, acuñando para esto el término “Estrategia
Marítima”. Luego los autores contemporáneos Ken Booth y Sir James Cable se refirieron a las
otras “Áreas de Misión” del Poder Naval, en especial a su empleo en tareas diplomáticas y
durante situaciones de conflicto limitado. Cabe destacar que aunque sólo se conceptualizaron
prácticas realizadas desde una larga data, debiera existir el mismo grado de profundidad en la
conceptualización estratégica de todas las áreas de misión de las armadas, una tarea pendiente
para la E strategia Marít ima.
La Estrategia Aérea, mucho más reciente como cuerpo doctrinal, sigue un camino
similar al de su hermana naval, ahora “marítima”. Pero, ¿existe un equivalente aéreo a cada
área de misión de las armadas? Consideremos como ejemplo la “Presencia Naval”. ¿Existe un
equivalente aéreo de la misma eficacia? Es necesario determinar independientemente cuáles
son las áreas de desarrollo de la Estrategia Aérea, sin limitarse necesariamente al espacio,
porque quizás este medio no constituye la extensión de l aire, ya que posee características
pa rt ic ula res. En ot ra s pa la bra s, e l pe nsamient o e stra t égic o a ére o ha lle ga do a un est a do de
madurez tal que le impide aprovechar integralmente el desarrollo de la semántica estratégica
marítima.
P or último, cabe preguntarse, si las áreas de misión de la Ar mada de los E stados
Unidos son las mismas para una Armada como la nuestra y la misma pre gunta es válida a
nivel Fuerzas Armadas. Nuevamente salta a la vista que un desarrollo conceptual nacional
específico (las “ áreas de misión” de la Armada de los EE.UU.) no es apropiado para otra
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realidad, por lo tanto, en la estructuración de nuestro poder naval pesarán consideraciones
diferentes a la de los estadounidenses, además de una obvia diferencia de recursos. En otras
palabras, la Armada de Chile, materialmente, no debe ser una versión reducida de otra
Armada más poderosa, porque existen imperativos estratégicos que así lo definen.
E. Compenetración.
El avión es un arma nueva, que constituyó un elemento unif icador de las estrategias,
no sólo porque los ejércitos y armadas se hayan beneficiado directamente de la invención, sino
porque la tercera dimensión abarca las superficies terrestre y marítima. Las aeronaves
incrementaron la interdependencia entre el medio terrestre y el marítimo. A través del aire,
una potencia naval puede proyectar su potencia y sus fuerzas en el interior de l territorio
enemigo. De la misma manera, una potencia terrestre puede influenciar las acciones en el mar
empleando aeronaves. Sin un grado adecuado de superioridad aérea, aunque sea local y
temporal, no es factible el desarrollo de operaciones de superficie ante un adversario que
ejecute acciones aéreas antisuperficie relevantes.
Esta compenetración de las estrategias amerita una revisión de las prácticas y
procedimientos. Mund ialmente a nivel Operativo (esto es de teatro) las operaciones se
planif ican de una manera conjunta, porque se acepta el hecho de que la compenetración entre
las estrategias es tal, que sólo puede lograrse el efecto sinérgico máximo cuando las acciones
en tierra, mar y aire se conciben en un mismo órgano. La diferencia entre actuar
coordinadamente (sin experimentar interferencias mutuas) y conjuntamente puede parecer
semántica, pero en realidad consiste en la diferencia entre lograr o no la sinergia requerida
para la victoria.
Conclusiones.
− Mar y aire son similares en sus efectos, por eso sus estrategias poseen características
comunes e inicialmente se beneficiaron de los cuerpos de saber existentes. Sin
embargo, debido a las particulares características de cada medio, pronto se fueron
imponiendo las diferencias que existen en cada estrategia. Aunque mientras estas
diferencias no fueron evidentes, algunas ideas distorsionaron los pensa mientos
estratégicos naval y aéreo.
− P or las d iferencias existentes, las áreas de desarrollo futuro de los pensa mientos
estratégicos marítimo y aéreo actualmente se separan. La analogía entre el mar y el
aire, ya no es tan válida como anteriormente, especialmente porque el conflicto ahora
tiende a ser mas lim itado, por lo que los matices son importantes.
− Las características de “pre car i edad” del control, “per me abil i dad” y “unidad” del
medio, la diversidad de objetivos y la tensión existente entre la conveniencia de
concentrar los esfuerzos en las operaciones de control o de empleo del medio en
disputa, son comunes a las estrategias Naval y Aérea.
− El elemento de tensión entre las operaciones destinadas a lograr el control del medio y
aquellas relacionadas con su explotación persiste. Esto es especialmente relevante para
el más débil, ya que si cuenta con los medios, la doctrina y el mando adecuados, puede
explotar perfectamente las características de permeabilidad y unidad del medio, para
lograr resultados que pueden alcanzar repercusiones estratégicas.
− Contar con una línea particular de pensamiento estratégico nacional es clave para el
desarrollo de una estrategia adecuada. Para eso, en el caso de la Estrategia Marítima,
es necesario completar la semántica estratégica con la misma profundidad en todas las
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áreas de misión de las armadas, y tomando tal conocimiento como base, desarrollar
un pensamiento estratégico particular, como en su momento lo hicieron Sir Julian
Corbett para el Reino Unido o Mahan para Estados Unidos.
− La escuela nacional de pensamiento estratégico debe conjugar los objetivos nacionales
con la realidad nacional y prescrib ir los grandes lineam ientos que orienten el
desarrollo del Poder Naval.
Reflexión final: ¿Hacia una estrategia conjunta?
Probablemente lo que falte ahora es la creación de un cuerpo doctrinal unificador de
las estrategias militares. Esta es una tarea difícil, ya que exige el dominio de las tres
estrategias militares y la creación de un cuerpo de pensamiento que integre dicho
conocimiento en otro con reglas propias. A esto en el mundo, se le denomina “arte operativo”
y fueron los soviéticos los primeros en desarrollarlo.
Por ejemplo, los efectos de las operaciones de proyección navales y aéreas son
complementarios. A la velocidad, accesibilidad y sorpresa de una operación de proyección
aérea, debiera sumársele la contundencia de una proyección naval, que permita explotar las
condiciones creadas por la acción aérea. Pero no se trata de planificar una operación
aerotransportada simultanea con una operación anfibia, sino que concebir una acción conjunta,
que comparta objetivos y apoyos, integrando unidades de diferentes instituciones hasta el
nivel táctico, sin necesidad de requerir contactar niveles superiores para coordinar sus
acciones, de manera de permitirles explotar rápidamente las oportunidades que se pudieran
presentar en el combate.
No es lo mismo planificar, dentro de un mismo teatro, operaciones navales, terrestres y
aéreas que no se interfieran mutuamente, que planificar operaciones conjuntas. El efecto
sinérgico máximo sólo se consigue al complementar las capacidades de cada fuerza,
integrándolas al actuar contra un objetivo, de manera que el enemigo se vea enfrentado a una
amenaza conjunta que le dificulte la adopción de contramedidas eficaces, de una manera
semejante al efecto de “armas combinadas” en el combate terrestre. La concepción, el diseño
y la ejecución de tales operaciones debiera apoyarse en un conocimiento estratégico particular,
el “arte operativo”, conocimiento que aún no es desarrollado en Chile.
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* Capitán de Fragata. Oficial de Estado Mayor. Aviador Naval. Destacado Colaborador,
desde 2001.
1. Como “ Operaciones de Proyección” consideramos a aquellas que persiguen destruir
objetivos en la superfic ie (Proyecciones de Potencia, generalmente de naturaleza táctica)
como aquellas destinadas a colocar fuerzas propias en territorio enemigo (Proyección de
Fuerzas, de naturaleza táctica o estratégica).
2. Mientras Mitchel pensaba que las armadas eran obsoletas en los años 20, Dohuet
preconizaba el terror generalizado del pueblo luego de bombardear ciudades.
3. El General Joffre decía: “ Nosotros, los soldados, tenemos las armas para equipar a nuestros
hombres. Ustedes, los marinos, tienen a sus hombres para equipar los buques” .
4. Empleo la expresión “ precario” para significar local, temporal, incompleto, imperfecto,
relativo y todos aquellos término s restrictivos empleados por las d iferentes semánticas
estratégicas.
5. Realidad tan evidente a las potencias principales, que han llevado al mundo a renegar de
las armas NBQ, mientras ellas mantienen arsenales nucleares capaces de destruir el globo
varias veces.
6. Otro anglicismo desgraciado. Un arma no puede ser inteligente, cualquiera sea su
precisión. Además, un arma no puede ser más precisa que la inteligencia que apoya el proceso
de se lec c ión de sus bla nc os … y la a nt i gua fric c ión, product o de la “ nie bla de la gue rra”
vuelve a aparecer…
7. Debido, justamente, a la influencia de Mahan en Alemania.
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