La Armada de Chile es portadora de una vasta tradición señera que, desde los albores de la independencia, ha contribuido en forma relevante a la identidad y al desarrollo nacional. Su misión primigenia de ganar la guerra en la mar impone a sus miembros poseer una capacidad experta para conducir y ejecutar operaciones navales, basándose en saber operar y mantener sistemas de armas y de ingeniería (recursos tangibles e intangibles) bajo un ethos naval único y distintivo, forjado por 200 años de historia y sobre el cual se fundamenta la eficacia de la institución, con sus valores, principios, creencias, legado histórico, estilo, costumbres y expectativas.
Por sobre cualquier otra consideración, las capacidades profesionales del personal inherentes a esa área de misión -razón de ser de la existencia de la Armada— demandan del marino poseer valores, conocimientos, actitudes, habilidades y preparación tanto militar como operativa; en suma, competencias para ser eficientes y eficaces en el ambiente de combate. Es desde el escenario de guerra de donde se derivan —y se han derivado— las competencias fundamentales del ser marino de guerra, las que, en principio, serían suficientes para satisfacer desempeños del personal en el resto de las áreas de misión encomendadas por el Estado de Chile a la institución.
Esta exigencia ha sido uno de los principales motores del quehacer del sistema educacional institucional. En efecto, la historia da cuenta que desde comienzos del siglo XIX se han incorporado diversos enfoques educacionales, métodos, modelos y procesos principalmente referidos al aprendizaje y a la enseñanza, con la finalidad de responder adecuadamente a los desafíos que conlleva preparar al personal para operar en las nuevas y complejas formas de la guerra, surgidos en virtud de los mismos cambios del mundo, particularmente, de aquellos que generó la revolución industrial, las dos guerras mundiales y las nuevas generaciones de conflictos y escenarios bélicos, sumados a las transformaciones de los paradigmas políticos y las características propias de los nuevos contextos sociales, culturales, religiosos y valóricos; todo ello con coherencia al ritmo que impone la ciencia y la tecnología.
Bajo esta lógica, la Armada, a través de la Dirección de Educación, ha ido explorando e implementando modelos educacionales con un marcado carácter técnico, que posibiliten el logro de conocimientos relacionados con el desempeño del personal como especialista a bordo de las unidades de combate. Desde esta perspectiva, la formación del marino se ha centrado mayoritariamente para la obtención de conocimientos específicos, bajo una suerte de enfoque de especialistas y, en menor grado, desde un enfoque educativo más humanista, comprensivo, holístico e integral o dicho de otra forma, más generalista, el cual, dadas las actuales necesidades, permita a través del desarrollo de la capacidad del pensamiento autónomo, comprender un entorno incierto en el cual se utilizan las competencias profesionales. Entonces surge la interrogante: ¿cuál es la proporción ideal de ambos enfoques en la formación del profesional de la guerra en el mar o, en último término, del marino?
Pues bien, la lectura inicial de nuestra historia institucional indica que el proceso educativo llevado a cabo bajo el enfoque de especialistas ha obtenido, en general, buenos resultados, validándose esta tesis a partir de la evidencia de acertados desempeños de marinos en situaciones de mayor demanda humana, como la guerra, la crisis o los hechos de apoyo a la civilidad durante catástrofes naturales, en contribución al cumplimiento de la misión. El modelo educativo empleado en esta etapa, por tanto, fue sometido a pruebas extremas, logrando satisfacer el requerimiento institucional.
Sin perjuicio de estos buenos resultados, el análisis de informes y estudios académicos, efectuados por escuelas y academias de la Armada entre 1950 y los primeros años del siglo XXI, expresan la necesidad de mejorar en los alumnos el desarrollo de los procesos mentales superiores que permitan comprender, relacionar, analizar y desenvolverse en distintos ámbitos sociales y/o escenarios. Entre los aspectos educacionales de mayor impacto, observados por estas casas de estudio, destacan: la necesidad de fortalecer la inquietud intelectual, la creación, la curiosidad intelectual, el espíritu de investigación, el autoaprendizaje, el pensamiento crítico, el razonamiento lógico e incluso filosófico, la capacidad de transferir la teoría a la práctica en distintas situaciones (contextualización), la inferencia, el análisis, la comprensión lectora, la expresión escrita, la comunicación eficaz, la responsabilidad como valor, la representación o modelamiento, la resolución de problemas y el conocimiento humanista.
La conclusión de ese análisis consolidado apunta a establecer que, más allá de los diversos cambios y modelos educacionales implementados por la Armada durante estos cinco decenios, la constante ha sido una sola y se focaliza en la demanda cognitiva, o la capacidad de poder transferir los conocimientos y aprendizajes adquiridos en la formación matriz a las etapas posteriores de educación y estas, a su vez, al desempeño profesional embarcado o en tierra, es decir, el aprendizaje a largo plazo. En adición, el análisis también pone una alarma en la necesidad de fortalecer actitudes académicas, tales como la curiosidad y la motivación intelectual, las que actúan como impulsores netos para lograr comprensiones y aprendizajes de mayor profundidad, duraderos y contextualizados al futuro desempeño profesional. Nótese que, en general, la educación de esas décadas se trataba de una enseñanza orientada a transferir contenidos o información más que a construir conocimientos desde una óptica educativa más actual. La necesidad de un mejor desarrollo cognitivo (o de los procesos mentales superiores) y de las habilidades/actitudes intelectuales, sociales, comunicativas, entre otras, en lo que hoy se interpreta como competencia (cognitiva, metacognitiva, comunicativa, social, afectiva) es una demanda que ha estado siempre presente.
Con respecto a la forja de los valores, el modelo conductual de la formación matriz ha sido un instrumento muy potente en el desarrollo de la conducta militar – naval que requiere la institución. Ello fundamentalmente a través de la repetición y exigencia de hábitos guiados más por la tradición y el estilo naval que desde una plataforma técnicopedagógica brindada por un modelo educativo.
Sin embargo, a contar de la primera década del siglo XXI ya comienza a ser sensible en la sociedad el fenómeno de la globalización y el vertiginoso desarrollo tecnológico en los sistemas de información. Este cambio produce una mayor disponibilidad, volumen y masificación de información, y con ello, la posibilidad de poder crear más conocimiento y renovarlo en forma prácticamente exponencial. En la actualidad, se estima que la duplicidad del conocimiento (al menos el científico) para el año 2020 será cada tres meses. Esta variable es clave, pues irremediablemente tiene un efecto relevante en la actividad humana y la Marina no está ajena a esta realidad. En efecto, por un lado, la existencia de una cantidad mayor de conocimiento y su correspondiente renovación trae aparejada que la obsolescencia del mismo ocurra en tiempos cada vez más breves, afectando a la función laboral, sobre todo en las organizaciones que dependen, en gran medida, de la especialización de sus miembros (enfoque de especialistas), o en donde la componente del desarrollo del especialista es bastante mayor a la del generalista (o del enfoque de generalistas), como es en el caso de la Armada.
Un ejemplo de lo anterior constituye el hecho de que, en la actualidad, los sistemas están en un constante aggiornamento de sus componentes, incluso surgen sistemas completos nuevos antes de que el anterior finalice su ciclo de vida. Esto, a su vez, supone el replanteamiento de formas y procedimientos operativos a partir de los cambios sistémicos que se generan. Por otro lado, la actualización constante del conocimiento y la mayor disponibilidad, volumen y masividad de la información a través de las redes sociales imponen una mayor necesidad de procesar la información; generando, además, más y mayores creencias con su correspondiente defensa, nuevos rasgos de los jóvenes, diversidad en la comprensión del entorno, legitimación rápida de las ideas de masa, surgimiento de nuevos valores sociales, masificación del relativismo y comportamientos sociales complejos, entre otros aspectos.
Por tanto, la nueva realidad sugiere que, para que el servidor de la Armada sea eficiente y eficaz en su puesto operativo o cargo administrativo, requerirá de una mayor capacidad de adaptación al nuevo conocimiento, de una comprensión profunda de los procesos y de tener una capacidad humana para responder satisfactoriamente en varios escenarios a la vez, casi en tiempo real. Ello será posible en la medida en que la educación institucional contenga, en su modelo de formación, un mayor énfasis del enfoque de generalistas, de lo experimentado en el pasado, junto con el enfoque de especialistas en una proporcionalidad equilibrada. En materia valórica, se estima que, para enfrentar y responder a los desafíos de los cambios sociales y culturales del nuevo milenio, será necesario conciliar aquellos valores que pueden tener una menor prioridad de desarrollo en la ejecución del proceso educacional en la Armada con otros necesarios de adoptar como requerimientos de vinculación con el medio, y los que son obligatorios de conservar y fortalecer a ultranza, pues, sobre estos últimos, se fundamenta el ethos, el sentido común y la existencia de la Armada.
La necesaria migración desde un modelo tradicional de educación (centrado en el profesor y en la enseñanza frontal, en la entrega y transferencia de información o contenidos) hacia uno orientado a competencias (integración de conocimientos, capacidades, habilidades, valores, actitudes; centrado en el alumno y en el aprendizaje) supone no solo encontrar una arquitectura educacional que forme lo práctico y conceptual (enfoque de especialistas), sino que también sume a ello, lo actitudinal y la comprensión holística (enfoque de generalistas), logrando así reflejar con mayor claridad en el proceso educacional el entorno laboral de desempeño. Se pretende entonces desarrollar habilidades necesarias tanto para operar y mantener sistemas de alta complejidad tecnológica, como para interactuar y reaccionar en condiciones inciertas y en diversos escenarios.
Esto representa, en consecuencia, el gran desafío en la educación de las tripulaciones de oficiales y gente de mar del nuevo siglo: formar al personal idóneo que operará las unidades de las próximas décadas impone avizorar las características del marino del siglo XXI para que, efectivamente, sea capaz de tomar decisiones en escenarios diversos y en el marco de un mundo cambiante, manejar y transmitir información compleja, ser parte activa de la gestión del conocimiento, liderar profesional y éticamente a sus hombres y mujeres más allá de la relatividad, utilizar un pensamiento crítico y reflexivo y desempeñarse exitosamente en equipos multidisciplinarios. Del mismo modo, tener la capacidad de adaptarse al surgimiento de nuevos valores sociales y conservar aquellos que le son propios a la Armada como parte del ethos naval y sentido común, determinantes en el comportamiento del guerrero.
Como respuesta al desafío educacional presentado, el diseño estratégico de la Dirección de Educación de la Armada establece ejes de acción que vinculan diversos objetivos educacionales, los que sinérgicamente permiten alcanzar las expectativas de formación del personal en el nuevo milenio y contribuyen no solo a modernizar la educación naval, sino, además, ubicarla en una posición de vanguardia entre sus pares. En este sentido, las iniciativas y acciones concretas que se han implementado o se encuentran en desarrollo por cada eje estratégico son las siguientes:
El principal activo de la Armada es su capital humano y, por ello, el rol de la educación es preponderante para lograr las competencias que se requieren para ser eficientes y eficaces tanto en los escenarios de paz como en los de guerra o crisis, y, de esta forma, ser contribuyentes a la misión institucional.
El entorno actual impulsa a la educación en la Armada a seguir avanzando desde lo técnico hacia una educación o formación integral, incrementando el enfoque de generalistas en una adecuada proporción con el enfoque de especialistas, y, en esto, es fundamental el desarrollo cognitivo y de las habilidades superiores que faciliten procesar la gran cantidad de información existente para tomar decisiones o ejecutar procesos de manera oportuna, acertada, correcta, con sentido y moralmente válida.
La adopción del modelo educacional orientado a competencias como posibilitador del desarrollo de las tres áreas: conceptual (conocimiento), actitudinal (ser, ethos) y procedimental (hacer, profesionalismo), es concordante con la evolución que se está desarrollando en la educación superior a nivel mundial y, del mismo modo, logra aunar lo generalista con lo especialista.
Las iniciativas que se han ido desarrollando en la Armada representan el desafío de la educación para transitar desde un modelo tradicional a otro orientado a competencias y con ello, responder satisfactoriamente a la demanda profesional del nuevo milenio. Por ello, las actividades destinadas al perfeccionamiento docente, entre otras, son el sustento para el logro de una educación de excelencia.
La tarea educativa trasciende al accionar propio de la Dirección de Educación y del sistema de educación, es, por tanto, una labor que requiere de un profundo y generoso compromiso de todo el personal de la Armada; único camino que permitirá mantener en el tiempo la gestión del conocimiento institucional y las iniciativas tendientes a ser mejores marinos en el futuro. Aún queda mucho por hacer.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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