Por Patricio Le-Bert Leiva
Describe la historia de los helicópteros navales con capacidades de combate, la importancia de sus capacidades y el visionario esfuerzo realizado para lograrlas, incrementarlas y mantenerlas vigentes. Así como los desafíos futuros y la responsabilidad del Escuadrón de Helicópteros de Ataque HA-1 como custodios del carácter propio de quienes integran sus dotaciones fomentando el carácter, espíritu innovador y guerrero de sus dotaciones de vuelo, convirtiéndolas en tripulaciones de elite.
This article describes the history of our navy´s weaponized helicopters, the importance of their capabilities and the visionary effort made to achieve, increase, and keep them active. Likewise, it also points out the future challenges and the responsibility of Attack Helicopter Squadron HA-1 as custodians of the ethos of those who conform their crews, fostering the innovative temper and fighting spirit of its aircrews, turning them into elite teams.
“Ustedes le dan potencia a la Armada y eso viene con la responsabilidad de ser cada día mejor para el país” (Palabras del Comandante de Operaciones Navales, VA Alberto Soto Valenzuela, 16 de marzo de 2022 con motivo del aniversario de la Aviación Naval).
Los helicópteros AS-332F1 -coloquialmente conocidos en nuestra jerga naval como “COUGAR”, han cumplido 30 años al servicio de la Armada de Chile. Su incorporación, en la década de los noventa, detonó una revolución en las capacidades tácticas de nuestra Escuadra Nacional y hasta el día de hoy su operación y sostenimiento implican un desafío profesional muy necesario, pues constituyen medios que aportan significativamente a generar la disuasión creíble requerida, de acuerdo a lo establecido en la política de defensa nacional. Bajo la custodia del Escuadrón de Helicópteros de Ataque HA-1, estas aeronaves gracias a sus armas y sensores brindan una versatilidad de capacidades, que cubren el espectro completo de las cinco áreas de misión que el Estado de Chile le ha dispuesto a la Armada cumplir.
Con motivo del centenario de la Aviación Naval, para quienes portamos el albatros dorado y elegimos el ala rotatoria como eje de nuestra carrera profesional, constituye un deber detenernos para reflexionar respecto del pasado y así proyectarnos hacia un futuro desafiante, que comenzó un 26 de enero de 1955, cuando el primer Bell 47G aterrizaba en la cubierta del crucero Capitán Prat.
Nuestros primeros helicópteros fueron protagonistas de grandes hazañas, tales como los vuelos antárticos y los rescates realizados en aquellas latitudes extremas.
No obstante, la Marina de Guerra requería aeronaves dignas de su naturaleza militar y es así como a contar de 1960 -mientras la estabilidad mundial se sostenía en ojivas nucleares- la existencia del pacto de ayuda militar entre EE.UU. y Chile permitió la obtención de los dos primeros helicópteros para la guerra antisubmarina. Gracias a los Sikorsky SH-34, por primera vez la Armada de Chile contó con la capacidad de detectar, traquear y atacar submarinos. Junto a la nueva posibilidad de atacar sin ser atacado, las nacientes dotaciones de vuelo debieron entrenar una nueva e innovadora capacidad de vuelo al realizar vuelo estacionario sin referencias visuales, con apoyo de instrumental y equipamiento que constituían el estado del arte en esa época. Así, la Armada pudo incluir aeronaves en acciones directas contra submarinos en horas de obscuridad. Lamentablemente, los problemas logísticos, económicos y la contingencia político-institucional propia de aquella época frustraron el incremento y luego la mantención de la valiosísima capacidad operativa que la Armada había adquirido.
Sin embargo, la necesidad de helicópteros tácticamente significativos ya había sido aquilatada por la Institución, que había advertido que el desarrollo de fuerza de la Armada, requería necesariamente de medios aeronavales que operaran desde y hacia plataformas navales, con capacidades de rebusca y ataque, particularmente en la guerra antisubmarina. No obstante, las dificultadas antes mencionadas obligaban a que las primeras dos grandes maquinas abandonaran prematuramente el Servicio, pasando a ser parte de la historia. Los años posteriores nos darían experiencia sobre la complejidad de la recuperación de las capacidades pérdidas.
La importancia de la capacidad antisubmarina y la búsqueda de soluciones a la brecha táctica existente en esa dimensión llevó a la Armada a equipar con capacidad de lanzamiento de torpedos MK-44 a los nobles -y recientemente dados de baja- helicópteros SH-57A (JET RANGER), integrándose como un arma más, en las recientemente adquiridas fragatas “Leander”.
La Aviación Naval ya operaba a lo largo y ancho de nuestro territorio continental, insular y antártico; ahora debía combatir. Así, con el propósito de darle un refugio orgánico al desarrollo de esta capacidad es que el 8 de julio de 1970 se creó transitoriamente el Escuadrón Antisubmarino, el que evolucionaría al Escuadrón de Helicópteros Antisubmarinos HS-2 a contar del 12 de mayo de 1977.
Junto a la creación del Escuadrón y en respuesta a la creciente tensión vecinal en la segunda parte de la década de los sesenta, es que se adquirieron diez helicópteros SA-319B “Alouette III” de denominación naval SH-9. A contar de 1978 estos helicópteros cumplirían un intenso y complejo proceso de incorporación al servicio cumpliendo una destacada labor en la crisis, a través de novedosas y arriesgadas maniobras tácticas en beneficio del cumplimiento de la misión de nuestra Escuadra Nacional.
Ya transcurridos más de 40 años desde que se habían iniciado las operaciones con helicópteros en nuestras unidades, y gracias a lo aprendido y la evolución desarrollada en casi medio siglo es que ya viejos aviadores se permitieron soñar: Así, algunos visionarios lograrían concretar un salto tecnológico impensado para nuestra realidad. La llegada de helicópteros de alta perfomance, con sensores, capacidades y tecnología acordes al calendario y en una cantidad tal que permitía a nuestra Escuadra gozar de un adecuado nivel de superioridad táctica, contribuyendo así a evitar conflictos a través de una capacidad disuasiva creíble.
De este modo, a contar de 1990 se incorporaron a nuestro inventario los imponentes helicópteros Cougar, con capacidades de detección y ataque antisubmarino, y además, con sistemas de detección y ataque de unidades de superficie, probados en combate hace pocos años. Adicionalmente, estas aeronaves proveyeron una serie de prestaciones residuales propias de una aeronave de estas características, que le otorgaban una polivalencia significativa.
De acuerdo a la diversificación y actualización de capacidades de las fuerzas operativas, es que a contar del año 2012, se reciben dos helicópteros AS332L., los cuales han sido adaptados a las necesidades propias de la Institución y ya cumplen una década destacándose como una herramienta fundamental para el empleo táctico de nuestras fuerzas especiales y unidades expedicionarias.
Los hitos de estos treinta años serán parte de una publicación más extensa, pero es relevante destacar genéricamente las operaciones en apoyo a la salvaguarda a la vida humana en el mar hasta más allá de las 200 millas marítimas, acciones de rescate realizadas mientras nuestro litoral era azotado por fuertes temporales, a través de vuelos de largo aliento conectar el archipiélago de Juan Fernández con el continente en directo beneficio de esa aislada comunidad y las operaciones de búsqueda en aguas contiguas a nuestro territorio antártico. A esto se le deben sumar las toneladas de carga transportada y entregada donde se necesitaba, durante las diferentes catástrofes registradas en las últimas décadas de nuestra historia. Y recientemente, el apoyo operativo a los Jefes de la Defensa durante el desarrollo de estados de excepción institucional, actuando en apoyo directo a las fuerzas navales desplegadas en tierra. Cada acción descrita es el resultado de las capacidades polivalentes de nuestras aeronaves y dotaciones, dando fuerza a la tesis de que quien puede lo más, puede lo menos.
Los roles principales del Escuadrón de Helicópteros de Ataque HA-1 se mantienen intactos. Si bien la evolución natural de capacidades nos ha enfrentado a nuevos desafíos, los helicópteros SH-32 mantienen su capacidad de combate vigente y creíble, garantizada a través de continuas validaciones y actualizaciones de sus sistemas de armas, sensores y sistemas integrales de mando y control. Periódicamente nuestras aeronaves y sus dotaciones participan en los ejercicios navales más grandes del planeta, oportunidad donde son reconocidas por el prestigio heredado de nuestros antecesores y admiradas por el desempeño, disciplina y espíritu de nuestros destacamentos embarcados.
Lo anterior no es ni ha sido fácil. Pero con el profesionalismo de los operadores, mantenedores y todos quienes sostienen el esfuerzo logístico que nuestros helicópteros requieren, ya transcurridos treinta años, la Aviación Naval mantiene estas nobles aeronaves como unidades de ataque vigentes, con sus sistemas actualizados y sus dotaciones listas a reaccionar en cualquiera de los roles asignados.
Nuestras fieles aeronaves poseen una vida útil limitada y si bien las capacidades desarrolladas por la aviación naval nos han permitido extender su vigencia, es un hecho que algún día el ruido de sus turbinas y la imponente huella de su flujo en la estela de nuestras unidades de combate serán parte de la historia. Del pasado ya aprendimos la dificultad que significa la recuperación de una capacidad pérdida, porque junto a la máquina está el hombre que la tripula. Y en su conjunto, está la sinergia producida por el entrenamiento, y gracias a este el prudente reconocimiento de las fortalezas y debilidades del material de vuelo.
Quienes crecimos admirando en el cielo estas máquinas rugir, hoy debemos volver a soñar, tal como lo hicieron esos aviadores que se atrevieron al desafío de incorporar los helicópteros a nuestra Aviación Naval en los cincuenta y quienes cuatro décadas después creyeron en el proyecto que lograría el arribo de los helicópteros Cougar. Soñar es gratis, dice el refrán popular. Pero soñar es un buen comienzo.
Quienes estamos en el Escuadrón de Helicópteros de Ataque y portamos el albatros dorado, bien lo sabemos, porque el camino es largo. Primero hay que aceptar el desafío y elegir ser aviador naval. Esto requiere mucho más que estudio y dedicación, se necesita resiliencia, compromiso, pasión y habilidad. Sorteando una primera etapa, convertirse en helicopterista constituye un segundo desafío, que permitirá a algunos llegar a tripular y a unos pocos comandar los helicópteros Cougar. Quienes tienen este honor, entienden los costos y la responsabilidad que implica tripular estas poderosas aeronaves, responsabilidad que abarca no sólo volar con seguridad en la mar, sino que también emplearla tácticamente en forma eficiente en beneficio de la Fuerza Naval, que nos cobija en nuestro quehacer habitual.
La tridimensionalidad de nuestro quehacer nos da el privilegio de mantener en nuestras retinas imágenes de lugares inaccesibles para el común de las personas, sobrevolando y operando en paisajes que servirían de fondo para épicos relatos y tal escribió Cervantes: “El que no sabe gozar de la ventura cuando le viene, no se debe quejar si le pasa”. Y es así, que convencidos de constituir una especialidad de ensueño y de la importancia de la misma, es que mirando a las marinas más influyentes del escenario mundial podemos concluir que así como la Segunda Guerra Mundial destacó el efecto gravitante de las capacidades aeronavales de una fuerza naval, es que hoy vemos el desarrollo de escuadrones de helicópteros embarcados con importantes capacidades de detección y ataque a submarinos, la permanente capacidad de atacar a blancos de superficie y la gravitante capacidad de proyectar el poder naval desde el mar. Hoy es nuestra responsabilidad mantener las capacidades ya asentadas y proyectar su mantención en el tiempo. Los queridos helicópteros que hoy volamos algún día constituirán piezas de museo y junto a muchos aviadores navales nos reuniremos para admirarlos y compartir nuestras vivencias. Pero el Escuadrón que las cobijó, con nuevos integrantes y seguramente con nuevas aeronaves, debe mantenerse vigente como una herramienta gravitante en la conducción de operaciones navales, sin perder su esencia combativa y de operación intrínseca como parte de nuestra Escuadra Nacional.
Bibliografía
Excelente artículo, representa el sentir de todas las tripulaciones de vuelo de este valioso instrumento del poder naval.
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Se narra la historia de los helicópteros SH-9 durante sus 14 años de servicio en la Armada, y de sus dotaciones de pilotos y mecánicos en el período de 1977 a 1991.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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