El Estado Islámico se ha destacado como el adversario más violento del mundo occidental en los últimos años, conquistando importantes territorios en Irak y Siria, principalmente entre 2014 y 2015, intentando sustituir el nacionalismo tradicional, por el fundamentalismo islámico. Para alcanzar sus objetivos, el Estado Islámico empleó métodos del conflicto armado no convencional, con su ideología de la yihad, uniéndolos en torno al ideal del renacimiento del Califato Islámico. Para ello utilizó acciones brutales, violando toda norma ética y legal, adoptando, de manera peculiar, la trinidad de Clausewitz.
The Islamic State has infamously stood out as a ruthless enemy of the western world. During 2014 and 2015, they conquered vast territories in Syria and Iraq, seeking to replace traditional nationalism with Islamic fundamentalism. To achieve their objectives, ISIS employed unconventional armed conflict methodology, together with its jihadist ideology. Uniting their followers around the ideal of the rebirth of the Islamic Caliphate, they employed brutal actions, violating all ethical and legal norms, adapting, in a most peculiar way, Clausewitz’s trinity.
El 11 de septiembre de 2001, ante los atentados terroristas que tuvieron lugar en los Estados Unidos de América (EE.UU.), se consolidó un proceso que comenzó en 1991, con el fin de la Guerra Fría (1947-1991). Desde entonces, el mundo ha experimentado una reducción del grado de previsibilidad en las relaciones internacionales común a un sistema bipolar de poder, el resurgimiento de amenazas difusas relacionadas con conflictos étnicos y religiosos, la exacerbación de los nacionalismos y la fragmentación de algunos Estados. Estos vigorosos fenómenos pasaron a amenazar el orden mundial y la distribución del poder en ciertas regiones, especialmente en Oriente Medio.
Valiéndose de este contexto de incertidumbre, el Estado Islámico (EI), creado en 2003, comenzó a destacarse como el adversario más violento del mundo occidental, siendo una amenaza existencial para el sistema westfaliano, basado en el paradigma del Estado-nación.1 Esta amenaza está representada por una estrategia emprendida, principalmente, entre 2014 y 2015, cuando el EI amplió la cantidad de territorios bajo su control, revigorizando el movimiento regional para sustituir el nacionalismo tradicional por el fundamentalismo islámico. Con sus acciones, el EI consiguió ampliar significativamente los aspectos subjetivos de la guerra, poniendo en cuestión uno de los pilares de la estrategia bélica emanada del general Carl von Clausewitz (1780-1831), su extraña trinidad. Por esta misma razón, después de identificar los objetivos y la naturaleza de las acciones de ese movimiento, la intención de esta reflexión es definir que la organización terrorista EI no constituye un Estado formal y para alcanzar sus objetivos emplea un tipo de conflicto armado no convencional que se adapta, de manera peculiar, a la trinidad de Clausewitz.
General Carl von Clausewitz (1780-1831)
Antes de analizar los métodos de hacer la guerra del EI desde la perspectiva de la trinidad de Clausewitz, hay que comprender primero la naturaleza de este movimiento terrorista,2 identificando sus objetivos. En junio de 2014, Abu Bakr al-Baghadi (1971-2019), “reivindicando la descendencia de Mahoma, proclamó la formación de un califato islámico”3 (Damin, 2019, p. 254) y asumió el liderazgo de este movimiento. Bajo ese ideal, durante los dos años siguientes, el EI actuó violentamente, logrando borrar las fronteras determinadas por el acuerdo Sykes-Picot4 (1916), haciendo ondear la bandera del EI sobre un territorio que se extendía desde las playas mediterráneas de Siria hasta el corazón de Irak, teniendo el control de un territorio más grande que el propio Reino Unido o el Estado estadunidense del Texas (Napoleoni, 2015). Al lograr un rápido avance territorial, el movimiento demostró que estaba combatiendo en una guerra como la que determinó Clausewitz, utilizándola para lograr su objetivo político, el establecimiento de un califato.
Sin embargo, comparar las acciones del EI con los postulados del autor prusiano no siempre es tan fácil. Las dificultades comienzan por comprender que la peculiar forma en que el EI logró sus objetivos, se aplicó a través de la guerra irregular.5 En un intento de romper “con el estereotipo, aún tan arraigado, de la guerra como el mero enfrentamiento formal y directo entre dos fuerzas regulares de Estados nacionales antagónicos”6 (Visacro, 2009, p. 8), el EI empleó acciones brutales que asustaron al mundo. Su forma de conducir el conflicto demostró una total insubordinación a cualquier norma legal o ética relacionada con los conflictos bélicos, normalmente practicada por los actores estatales convencionales (Fottorino, 2015). Al describir la estrategia militar de su grupo como una serpiente que se mueve entre las piedras, utilizando sus fuerzas como tropas de asalto contra objetivos más débiles, pero evitando las batallas prolongadas cuando la correlación de fuerzas sea equilibrada (Cockburn, 2015), está claro que el EI se comportó de una manera que hace difícil delinear los principios que sustentan su conducta, demostrando la ausencia de reglas y normas rígidas, que caracterizan la guerra irregular.
Una vez identificado el tipo de conflicto no convencional y las intenciones políticas del EI, es importante introducir la teoría que guía la tesis, la trinidad de Clausewitz. Al establecer su trinidad, Clausewitz (2018) señala además del odio y la animosidad, el genio y el juego de probabilidades y la razón del instrumento político como los tres componentes presentes en una guerra convencional. Poco más adelante en su obra, el autor prusiano establece que estos elementos presentan afinidades con el pueblo, con el general y su ejército, y finalmente con el gobierno, respectivamente. La interacción y la articulación entre estos tres vértices conformarían y definirían la naturaleza de la guerra.
No obstante, algunos autores cuestionan la teoría desarrollada por Clausewitz, alegando que describía un modelo histórico y socioeconómico específico, adecuado para las guerras napoleónicas (1803-1815) (Paret, 2021), lo que representaría precisamente el modelo de guerra interestatal que el EI desafía. Además, otra corriente sostiene que el Estado-nación ya no es el sujeto central de las relaciones internacionales y que las fuerzas armadas nacionales han dejado de ser las protagonistas de la actividad bélica (Creveld, 2009). La originalidad de la guerra irregular, impuesta por actores transnacionales que no constituyen Estados con pueblo, territorio y poder formalmente instituidos, podría invalidar la tríada clausewitziana, ya que dificulta la identificación de los componentes pueblo, ejército y gobierno (respectivamente) de una organización que no representa a ninguna nación, que no tiene un territorio formal y que no tiene su gobierno formalmente reconocido en el concierto internacional de naciones.
Para rechazar este cuestionamiento, se destaca que el propio Clausewitz identifica que “la guerra es, pues, un verdadero camaleón, por cambiar su naturaleza en algunos aspectos en cada caso particular, alterando también las tendencias predominantes que se encuentran en ella”7 (Clausewitz, 2018, p. 13). Incluso, sin conocer los aspectos difusos de la guerra irregular que practica el EI, Clausewitz previó la naturaleza volátil de la guerra. Por lo tanto, lo que se puede cuestionar es la analogía que se hace entre el odio y el pueblo, entre el genio y el ejército, y entre la razón y el gobierno. Según Sebastian Gorka8 (2010) los nuevos actores de los escenarios conflictivos mezclan los ingredientes de la razón, la pasión y la suerte, encajando su atribución respectivamente a una ideología, a los simpatizantes globales de dichos ideales y a los grupos de amenaza no estatales, caracterizados por los simpatizantes más violentos de dicho ideal. De este modo, Gorka no invalida el concepto de Clausewitz, sino que amplía su trinidad, actualizando las analogías realizadas con los componentes de este conflicto irregular, transformando cada una de las aristas en entidades fluidas e intercambiables entre ellos.
Al analizar el componente racional desde la perspectiva de esta trinidad ampliada, hay que correlacionarlo con la ideología o fundamentalismo islámico que ejerce el EI. Está claro que el liderazgo ejercido por Abu Bakr al-Baghadi fue esencial para unir a los disidentes de Al Qaeda en torno al ideal del renacimiento del califato islámico (Fottorino, 2015). Por lo tanto, es tentador atribuir a este líder el carácter que dirigía la voluntad de lucha de sus seguidores y determinaba los objetivos políticos del brazo armado de su organización. Sin embargo, el elemento que efectivamente estableció los objetivos del EI, de manera racional, fue su ideología de la yihad,9 que se opone a los esfuerzos de Occidente por universalizar sus valores e instituciones, manteniendo la superioridad económica y militar sobre los pueblos musulmanes (Huntington, 2011). Por tanto, “el islam es la fuente de identidad, significado, estabilidad, legitimidad, desarrollo, poder y esperanza” (Huntington, 2011, p. 268), y puede considerarse la verdad absoluta y la razón que llevará a los demás elementos a la guerra.
Aun bajo esta égida, se puede afirmar que el EI actuó para convertirse en un Estado formal. Su organización administrativa se basaba en un poder piramidal que emitía las órdenes que contribuían a la consecución de su objetivo político. Utilizando esta estructura, el EI estableció alianzas y financiación que permitieron que la mitad del petróleo extraído en Siria se utilizara para los objetivos de la organización transnacional (Fottorino, 2015). Además, pretendía obtener la aprobación de la Ummah10 para legitimar su estructura formal (Napoleoni, 2015). Así, el movimiento islámico de Abu Bakr al-Baghadi trató de incorporar el componente de la razón a sus acciones, buscando el cambio político, que tanto deseaba, a través de la formalización de un Estado que pudiera acercar su conducta a la trinidad clausewitziana original. Sin embargo, sus acciones seguían estando respaldadas por sus ideales religiosos fundamentalistas, que acabaron contribuyendo a reunir a un pueblo dispuesto a prestar su pasión a esta ecuación de guerra irregular.
Abu Bakr al-Baghadi.
Desde la perspectiva del componente pueblo de su trinidad, Clausewitz fue el primer autor que consideró la posibilidad de la población en armas, lo que permitió a otros pensadores, como Mao Tse-tung (1893-1976), a reconocer la guerrilla popular como un acto bélico o político. Dado que el EI no constituye un Estado ni una nación, no tiene formalmente un pueblo que represente sus costumbres, deseos y sentimientos. Por ello, este organismo subestatal utiliza la yihad para ganar adeptos. Los partidarios de la ideología y de los métodos aplicados por el régimen califal tienen su origen en la susceptibilidad de la población musulmana al proselitismo fundamentalista (Visacro, 2009). Además, se puede considerar el crecimiento de la población musulmana y el fenómeno social que genera una cantidad razonable de jóvenes musulmanes desempleados e insatisfechos con las injusticias a las que son sometidos por el sistema internacional (Huntington, 2011). Aprovechando este inconformismo, el EI buscó atraer a jóvenes de todo el mundo, especialmente de Europa, interesados en encontrar en el califato una razón para vivir (Fottorino, 2015). Esta masa insatisfecha es el combustible conveniente para componer el elemento relacionado con la pasión, el odio y la violencia de la trinidad de Clausewitz.
Para engrosar las filas de seguidores dispuestos a apoyar su fundamentalismo islámico, el EI establece una estrecha relación entre los vértices de la ideología y sus simpatizantes. Para ello, emplea eficazmente la dimensión comunicativa. La utilización de imágenes de ejecuciones masivas y el uso de Internet y de las redes sociales, permiten la difusión de sus ideales y la captación de nuevos militantes, lo que constituye vectores ampliamente utilizados en todo el mundo para generar terror (Rodríguez, 2015). Además de ganar nuevos adeptos, la forma de actuar en el entorno informativo también es capaz de fortalecer un mito por el que luchar, sustituyendo la lucha por la defensa de su Estado-nación, concebida desde Maquiavelo (1469 - 1527), por la lucha en defensa de la Sharía, en su interpretación es más rigurosa. De este modo, el EI experimenta la modificación de la percepción de la realidad, convirtiendo al enemigo en una entidad maligna, de forma completa y mítica (LeShan, 1995). Esta percepción justificaría cualquier acto realizado contra el enemigo, convirtiéndolo en un acto loable, del que depende su futuro.
Como último vértice de la trinidad clausewitziana, encontramos al ejército y a su general, que en EI no se nombran claramente y pueden confundirse tanto con el elemento de la razón como con el de la pasión. Según el autor prusiano, este último elemento representaría el “valor y los talentos en el ámbito de la probabilidad y el azar, que depende de las características particulares del general y su ejército” (Clausewitz, 2018, p. 14). Como no hay un segmento militar específico en el EI, los líderes políticos son los propios generales y el pueblo no es sólo una fuerza de producción, con participación indirecta en la guerra, sino un ejército sin alistamiento formal (Macedo, 2021). Las fuerzas militares de esta guerra irregular emplean todos y cada uno de los medios disponibles para someter a sus oponentes o neutralizar las amenazas con vistas a alcanzar el objetivo establecido por su ideología.
Aunque la identificación de los elementos de liderazgo, los simpatizantes y los que utilizan la fuerza es fluida y a veces imperceptible, la capacidad del EI para organizar su componente armado es notoria. Según Rodríguez (2015), en agosto de 2014 ese movimiento tenía 30.000 hombres en Siria y 50.000 en Irak. Estos actores, no estatales, portaban una gran cantidad de material militar, obtenido en el mercado clandestino y en las victorias contra Siria e Irak. Al derrotar fácilmente a enemigos superiores en número y mejor equipados, las victorias se atribuyeron lógicamente a la intervención divina (Cockburn, 2015). Una vez más, se puede concluir que el último vértice del triángulo estaría sometido a una entidad religiosa, lo que corrobora la adaptación realizada por Gorka a la trinidad clausewitziana.
Así, analizando los argumentos expuestos, es posible concluir que la guerra irregular practicada por el movimiento terrorista EI desafía la trinidad cambiante e inestable pensada por Clausewitz. Sin embargo, observando pequeñas adaptaciones a su teoría, es posible desentrañar la enmarañada relación que se observa entre los elementos que representarían el pueblo, el ejército y el gobierno del EI, que tienen al fundamentalismo religioso como factor que interconecta a cada una de estas entidades. A pesar de esta ampliación, está claro que cada uno de estos elementos aporta los componentes necesarios e invariables de odio, incertidumbre y razón necesarios para la conducción de un conflicto o de una guerra irregular, según el caso. Por lo tanto, es razonable afirmar que efectivamente las acciones emprendidas por el EI pueden ser analizadas a la luz de la lógica universal de la extraña trinidad de Clausewitz.
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Acciones tan disímiles como los atentados de noviembre 2015 en Paris1, el atropello masivo de ciclistas en la ciudad de ...
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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