El combate contra la influenza española, que impactó al mundo entre 1918 y 1920, tuvo notables éxitos como también rotundos fracasos en el ámbito militar. La singular victoria de un comandante y el fracaso de otros, se describirán en el presente artículo, teniendo como conclusión que el buen criterio y conocimiento son vitales para la gestión de un comandante.
La gran pandemia de 1918 o popularmente conocida como influenza española, fue uno de los hechos más relevantes del siglo XX. Su extensión y magnitud fue opacada por el fin de la I Guerra Mundial y sus impactantes cifras de mortalidad y morbilidad quedaron registradas en todos los continentes. La dimensión de esta pandemia que mató a decenas de millones de personas impactó no solo a la totalidad de los países del mundo, sino que además a todas las organizaciones en sus diferentes niveles incluyendo las militares.
Las diferentes situaciones que se describen a continuación, nos muestran como un comandante de la Marina de los EE.UU., a través de una aguda previsión, liderazgo y buen juicio, ganó el combate contra la influenza española. En la totalidad de los casos, estos comandantes se encontraban lejos de su puerto base o en alejados y aislados territorios, debiendo tomar sus resoluciones sin más apoyo que su criterio y conocimiento.
En el otoño de 1918, el capitán de fragata John M. Poyer era el gobernador militar en Samoa Americana,* territorio que está localizado al oeste de las islas Cook y al norte de la isla de Tonga. Poyer, escuchando las emisiones de onda corta, constató los alcances nefastos de la influenza española y su inevitable arribo al Pacífico Sur. Sin el conocimiento ni aprobación de su distante mando, instituyó un estricto programa de cuarentenas para todo buque que recalara a la estación naval. Todo el personal que arribara sería desembarcado y considerado infectado e inmediatamente segregado de la población local. Los potenciales enfermos serían enviados al hospital local y colocados en aislamiento y las personas saludables quedaban bajo arresto domiciliario hasta que se demostrara que estaban sanas.
Las medidas aplicadas por Poyer, su equipo médico y la Marina de los EE.UU. fueron de dimensiones extraordinarias, ideando un sistema de defensa contra la pandemia que protegió a todos aquellos que estaban bajo la amenaza directa de esta. Los samoanos, familiarizados con el horror de una epidemia importada, cooperaron completamente y mantuvieron una cuarentena hasta que el peligro pasó.
La Sociedad Misionera de Londres expresó su profundo aprecio y gratitud al gobernador Poyer y a la totalidad del equipo médico por la celeridad y enérgicos métodos adoptados para prevenir la difusión de la influenza española en esa parte de Samoa. Después de la crisis, los esfuerzos del comandante Poyer fueron reconocidos, siendo distinguido con la Cruz Naval.*
A 40 millas se encuentra Western Samoa, actual Samoa, en esa época bajo el mandato de Nueva Zelandia, a cargo del teniente coronel Robert Logan, quien no fue tan diligente como Poyer. El 7 de noviembre recaló el vapor Talune, permitiéndole desembarcar pasajeros con influenza, sin ninguna restricción. Inmediatamente la pandemia se propagó por las islas, matando al 32% de una población total de 38.302 habitantes en solo dos meses. Inclusive, las restricciones impuestas por Poyer molestaron a Logan debido a que interfirieron con el comercio y otras funciones entre las islas. En represalia, cortó las comunicaciones radiales con la estación naval americana, dejando a esta sin ningún tipo de contacto con el mundo exterior.
El USS Pittsburgh era un crucero acorazado de la clase Pennsilvania, con un desplazamiento de 13.680 tondas y una eslora de 154 metros. Su armamento principal eran dos torres dobles con cañones de 8” y tenía una dotación de 31 oficiales y 860 gente de mar, la que incluía una guarnición embarcada de 64 infantes de marina.
Había estado presente en la revista naval del centenario nacional con su antiguo nombre de USS Pennsilvania, componiendo una división de cuatro buques al mando del contraalmirante Harber.
Después de la declaración de guerra de los Estados Unidos a los Imperios Centrales, el USS Pittsburgh patrulló las costas del norte de Chile, protegiendo los intereses de su país y evitando el zarpe de los números buques alemanes que se encontraban internados o inmovilizados en los diferentes puertos a lo largo del litoral. Al mando del buque estaba el capitán de navío George Bradshaw.
El buque recaló a Río de Janeiro, cuando la influenza española ya estaba presente en esa ciudad. El contagio se había iniciado con el arribo del vapor Demerara el 17 de septiembre. Aun así, partidas de trabajo y la tripulación bajaron a tierra con toda libertad, mientras la pandemia se expandía por la ciudad. El día 7 de octubre los dos primeros casos de influenza se hacían presente a bordo. Las medidas en contra del contagio se iniciaron apresuradamente, fueron muy pocas y demasiado tarde, no teniendo, finalmente, ningún efecto. El total de infectados fue de 663 hombres de la dotación, teniendo que lamentar 58 muertos.
Las penurias que pasó la dotación del buque fueron inmensas, se tuvo que desembarcar a los enfermos en diferentes hospitales, civiles como militares, considerando que la pandemia estaba haciendo estragos en la ciudad y la disponibilidad de camas era insuficiente. Además, cuando los proveedores partieron fallando en la entrega de víveres y otros suministros, la comunidad estadounidense residente tuvo que ir en ayuda del buque. Inclusive la Marina Brasilera accedió a dejar parte de los enfermos en la isla de las Cobras, en la bahía de Guanabara, que era de su jurisdicción.
El USS Pittsburgh tuvo que terminar abruptamente su despliegue, volviendo penosamente a su puerto base, ya que todos sus esfuerzos estaban dedicados a atender a los miembros de la dotación que estaban enfermos o convalecientes.
Una causa de la falla del comandante para evitar la propagación de la pandemia y actuar decididamente pudo haber sido su temperamento y carácter. En sus calificaciones,* su calificador directo, el contraalmirante William B. Caperton, lo describió como un marino muy capaz pero excesivamente irritable. Por otra parte, la dotación del buque se refería a este, previo al contagio, como USS Madhouse, y su servicio a bordo era como estar preso en una jaula con una ardilla de comandante. Además, en 1914, el comandante Bradshaw había sido suspendido temporalmente por haber escrito una carta desmedida a su mando directo.
Finalmente, el almirante Caperton en una desfavorable apreciación en su calificación pasada la influenza, escribió que durante el período en que el buque estuvo con la emergencia, se vieron actos de gran irritación de parte del comandante, particularmente, en su trato con sus oficiales subordinados.
Con todo, era un hecho que el comandante Bradshaw era un marino muy capaz, pero su carácter, temperamento y mal trato con sus subordinados, le impidieron reaccionar adecuadamente ante una situación nueva y desconocida como era la pandemia que afectaba a su tripulación.
Un comandante frecuentemente está enfrentado a situaciones adversas y con un cierto grado de incertidumbre, lo que requiere que posea ciertas cualidades para poder enfrentarlas adecuadamente y así su gestión de mando sea exitosa. Una de estas cualidades es el criterio, definido como juicio que se manifiesta en la habilidad para analizar correctamente una situación de acuerdo con los factores dados, aplicando sentido común, iniciativa, previsión y discriminación para lograr de manera asertiva, proponer soluciones factibles e integrales (Tappen, 2019).
Podemos concluir entonces que el comandante Poyer, con el apoyo y asesoramiento de su equipo médico y gracias a un buen criterio y un correcto análisis, logró vencer la pandemia que amenazaba a los habitantes de las islas bajo su jurisdicción.
En contraste, las acciones realizadas por el teniente coronel Logan y el comandante Bradshaw no fueron las adecuadas. Con respecto al comandante Bradshaw, su carácter y temperamento le impidió reaccionar, en forma adecuada y oportuna, para evitar la propagación de la influenza española que amenazaba a la dotación del buque a su mando, impidiéndole, entre otras cosas, tomar las medidas apropiadas.
Finalmente, se resalta la figura del comandante Poyer con su fuerte liderazgo. A pesar de estar distante de su mando, en un territorio insular remoto y con una población local autóctona, fue capaz de influenciar en esta, generando su confianza para lograr su adhesión voluntaria en demanda de un objetivo común.
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Bibliografía
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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