Revista de Marina
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Diario de navegación aspirante corbeta Chacabuco

  • RAÚL OLMEDO DROGUETT

Por RAÚL OLMEDO DROGUETT

  • Fecha de recepción: 27/04/2022
  • Fecha de publicación: 31/12/2022. Visto 418 veces.
  • Resumen:

    Se presenta un relato obtenido de uno de los tripulantes de la corbeta Chacabuco, cuyas vivencias tanto en la guerra del Pacífico como en la Guerra Civil de 1891, fueron siendo transmitidas a su descendencia. En esta ocasión, se trata de las peripecias con el rancho a bordo de la citada unidad.

  • Palabras clave: Rancho, carne.
  • Abstract:

    This is a story from one of the crew members of the Chilean corvette “Chacabuco”, whose experiences in the War of the Pacific and in the Civil War of 1891 were passed on to his descendants. On this instance, the story is about his adventures with chow onboard this ship.

  • Keywords: Chow, meat.

La feliz circunstancia de haber recibido en mi correo un archivo en PDF que contiene esa copia de diario de navegación, manuscrito de mi abuelo que llevó en los 90 días indicados durante la Guerra del Pacífico, me lleva a dejar constancia de algunos hechos referidos al mismo período y relacionados, también, con la corbeta Chacabuco1.

Los sucesos que voy a relatar están tomados de la tradición oral familiar, y me fueron narrados por mi padre y mi tío Enrique (Olmedo Fontaine), quienes los escucharon a su turno de su padre cuando – durante la infancia y juventud de estos, en Teno y Curicó – les contaba de sus vivencias, tanto en la Guerra del Pacífico como en la Guerra Civil de 1891. Deseo hacerlos constar por escrito porque a mi edad (79 a la fecha) es mejor asegurarse de que queden registrados.

Juan Mateo narraba que, mientras servía como aspirante a bordo de la Chacabuco durante el bloqueo a Mollendo, en 1880, la calidad del rancho era un tema gravitante en la vida diaria. Tenía ese rancho altibajos, y aunque eventualmente la tripulación disfrutaba de carne y verduras frescas que le proveían otras naves enviadas al efecto, o que eran embarcadas directamente en Ilo – puerto que controlaba el Ejército de Chile desde fines de febrero de ese año 1880 –, hubo períodos en que se careció totalmente de vegetales, y en que además debió recurrirse a la carne salada envasada en barricas. Tal carne salada lo era en extremo - para su eficaz conservación - y el cocinero de la corbeta debía recurrir al expediente de dejar remojando esa carne en el mar durante la noche previa a su preparación en el rancho. La idea está clara: era tan salada esa carne, que cabía remojarla en el mar para desalarla. Con tal finalidad se la sumergía, en dos o tres grandes trozos, atados cada uno a un cabo.

En cierta ocasión, algunos de esos trozos o el total de esa carne, necesaria para el rancho del siguiente día, desapareció durante la noche. Examinando el extremo de los cabos o cuerdas, los encargados del rancho pronto llegaron a la conclusión de que la carne había sido devorada por la fauna marina. Y concretamente, según el ojo experto de esa gente de mar, por un tiburón. De inmediato se organizaron para intentar dar caza a ese aún no divisado escualo, y para ello se preparó (el relato dice por parte del herrero, y debo suponer que había un taller de herrería a bordo) un anzuelo. Se hizo con una barra de hierro de ¾” y en un tamaño de 10 a 12 pulgadas.  Se cebó, naturalmente, el aparejo con un respetable trozo de carne salada, y lo probable es que, de todo esto, debe haber estado enterada la oficialidad y el propio comandante Viel. El teniente 2° Silva Palma con certeza sí lo estaba. El sedal improvisado fue un cable “resistente”, y su extremo a bordo se ató alrededor de uno de los palos de la nave.

Se trataba, efectivamente, de un tiburón, como comprobarían los marinos de la Chacabuco al siguiente día. De uno enorme, por cierto.

Juan Mateo hablaba de un tamaño de 3.30 a 3.50 metros, lo que, de acuerdo con las capturas de tiburones que vemos hoy en los programas de National Geographic, es algo considerable. La clase o tipo de tiburón de la que hablamos no quedó registrado.

El caso es que, durante la noche, y el relato no menciona la hora en que aquello ocurrió, aparentemente el tiburón cebado mordió la carne salada, y quizás la engulló. Pero al advertir resistencia, huyó con su presa hasta lo que le permitió el largo del sedal, y entonces, tiró de él con toda su fuerza y masa. La nave, a la gira frente a Isla y en esos momentos, se escoró bruscamente un par de grados, para recuperar enseguida su verticalidad.

De acuerdo con el relato del aspirante Olmedo, el tirón fue de tal magnitud que la nave entera crujió, y una parte de la tripulación se despertó en sus literas y coyes, el comandante Viel entre ellos. Al recobrar el sedal comprobaron que el escualo, con enorme fuerza, había enderezado el hierro con forma de anzuelo, librándose de él y llevándose la carnada. Se dio, pues, esa noche, por fracasado el intento de atraparlo. Pero al siguiente día, en momentos en que la corbeta se alistaba para patrullar el sector y cambiar de posición, un tripulante divisó al tiburón casi en la superficie y nadando en círculos.   Se arrió una chalupa y se le dio fácil caza con un arpón improvisado y algunos cabos. Al subirlo a bordo, pudieron comprobar una horrenda herida que rasgaba sus fauces y se abría extensamente hacia un costado. Fue aquel, a juicio del abuelo, un estupendo y muy bienvenido cambio de menú a bordo de la corbeta.

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