Chile, durante su historia se ha caracterizado por ser una nación marítima. Por el mar fue descubierto, por el mar logró su independencia y contribuyó a la de otros países de América sur occidental. El mar ha sido fuente de importantes recursos y su control le ha permitido proteger su soberanía. Sobre el mar se transporta el comercio que le permite su subsistencia y bajo el mar están las redes de datos que lo conectan con el resto del mundo. Todo lo anterior no sería posible sin un poder naval que lo respalde y por esa razón el presente trabajo pretende entregar un resumen de su desarrollo a lo largo de su historia.
El poder naval de Chile se creó durante el período de la independencia del país. Siempre fue una preocupación y un anhelo para los padres de la patria. Carrera hizo el primer esfuerzo de crear un poder naval durante la denominada Patria Vieja, intento que no prosperó.
Posteriormente O’Higgins, en su calidad de Director Supremo de la Nación y pese a las escuálidas arcas fiscales, dispone la conformación de la primera Escuadra, la creación de la Academia de Jóvenes Guardiamarinas (Escuela Naval), la infantería de marina, abastecimientos y marina mercante nacional.
Durante los más de 200 años de nuestra historia patria, el poder naval ha estado presente con altos y bajos, períodos de desarrollo y períodos de desarme, ambos siguiendo aguas a la situación política y estratégica vecinal, situación política interna, situación económica del país y a la visión de Estado de nuestros distintos gobernantes.
El desarrollo del presente trabajo pretende rescatar algunos antecedentes históricos, de manera de conocer e interpretar los diferentes períodos de desarrollo y desarme de nuestro poder naval.
El Estado de Chile nace globalizado, aspirando conectarse al comercio y flujo de conocimiento proveniente de las redes comerciales globales, pero para ello, requería independencia de España y eliminar las amenazas que lo presionaban.
Pero:
…desde el momento mismo en que se conformó la primera junta de gobierno, la organización militar era muy precaria. Aparte del Plan de Defensa, que adolecía del grave defecto de no considerar la formación de una fuerza naval y que por falta de fondos no se había implementado, las nuevas autoridades se preocuparon solo incidentalmente de prepararse para una agresión externa. Hubo en verdad ineficiencia en los aprestos militares, incapacidad para formar oficiales y disciplinar tropas, lentitud en la adquisición de armamentos y falta de previsión para comprender que si el camino a seguir era desligarse tarde o temprano de España era absolutamente necesario prepararse militarmente para el evento (Arancibia, Jara, Novoa, 2005).
Pese a lo anterior, se enfrentaban amenazas en la Patria Nueva y estas estaban materializadas principalmente por la flota española, que se movía libremente por el Pacífico y por ello ocupó sin ninguna oposición Chiloé, Valdivia y Concepción, con la intención de unir fuerzas y recuperar el control de Chile y los corsarios que operaban desde Callao afectando significativamente el comercio de la naciente república.
Después de los triunfos de Chacabuco y Maipú y pese a la falta de recursos, O’Higgins ordena la creación de la Escuadra Nacional y la Academia de Jóvenes Guardiamarinas, siendo el primer esfuerzo concreto para disponer de un poder naval. Esta decisión política se debe comprender, desde el punto de vista estratégico, que Chile solo podía ser defendido disputando el mar. Esperar en tierra a que los realistas enviaran expediciones a cualquier parte de su territorio imponía una posición estratégica imposible. Además, O’Higgins impuso su visionario convencimiento de que la única forma de asegurar la independencia de Chile y eliminar la presencia militar de España en América, era liberar al Perú y para ello, absolutamente necesario dominar el mar. La solución estratégica la otorgó Blanco Encalada con un primer esfuerzo, pero Cochrane la revitalizó imprimiendo una disciplina, un estilo y un espíritu guerrero a la naciente Armada tan distintivo y potente, que además de no conocer derrota, el vencer o morir y gloria y victoria perduran hasta el día de hoy, y que en su momento permitió recuperar Chiloé, Valdivia y Concepción, como también lograr el dominio del mar en el Pacífico suroriental.
Cuando Cochrane regresó a Chile, después de la expedición libertadora, la Escuadra quedó inactiva. Se sumó a lo anterior la falta de recursos para mantener la operatividad de los buques, el pago de sueldos, víveres etc. Ello, junto a la baja constante de unidades sin reemplazo, hizo que, a comienzos de 1823, Cochrane renunciara y regresara a Inglaterra y la marinería se declarara en abierta rebelión. Ante la inestabilidad política del momento, la falta de recursos y la percepción de la inexistencia de amenazas, en julio de 1825 Freire ordenó el desarme de la Escuadra y el cierre de la academia náutica.
Lo anterior evidencia una clara falta de habilidad y visión política, concepción político-estratégica, definición del objetivo para mantener vigente un poder naval y descarte de los medios una vez superado el desafío estratégico. No existía el concepto de preservación del poder naval en un sentido de fuerza organizada permanente. Se lo concebía como medio de coyuntura (Wilson, 2019).
Entre 1825 y 1830 Chile vivió un período políticamente muy inestable, con variados cambios de gobierno, que en lo naval significó activar y desactivar la Escuadra, dependiendo de la situación política y estratégica del momento, demostrando nuevamente, el no comprender que las capacidades navales no se improvisan, que contar con una flota eficaz y eficiente requiere de muchos años, quizás de generaciones. Con ello, Chile pasó a depender de las condiciones comerciales impuestas por otros.
En 1831 Portales emerge como líder político y propone terminar con la debilidad y el desorden existente e instaurar un gobierno fuerte y centralizador, lo que no logra con la velocidad y oportunidad que se requería. Esa debilidad política y estratégica que evidencia Chile, es aprovechada por Santa Cruz creando la Confederación Perú-Boliviana y presionando política y económicamente al gobierno de Chile encabezado por Prieto. En agosto de 1836 Portales reactiva la Escuadra con dos buques de segunda línea, los que son complementados por tres más después de una acción de captura en Callao. En octubre de ese año, ya con una cierta capacidad naval, Chile declara la guerra a la Confederación. Blanco Encalada asume el mando como comandante en jefe de las fuerzas navales de Chile en las costas de Perú y Portales como ministro de Guerra y Marina hasta que es asesinado.
Esta época se caracteriza por el apogeo del proceso de adquisición de coyuntura. Se compran medios de combate y transporte entre privados surtos en la bahía de Valparaíso. Se forma una Escuadra que procede a obtener el control del mar, proyectar al Ejército en dos ocasiones sobre Perú, bloquear Callao y mantener las líneas de comunicaciones marítimas abiertas (Wilson, 2019), zarpando de Valparaíso hacia Perú en septiembre de 1837.
La campaña terrestre, que estaba estancada, tiene éxito en Yungay solo después de la victoria del combate de Casma, en enero de 1839, obteniéndose así la victoria final de la guerra.
Después de esta guerra, en Chile se produjo la reconciliación nacional, siendo el Ejército y la Armada indispensables para fortalecer el sistema político-estratégico y terminar con la amenaza peruano boliviana a la independencia de Chile y su prosperidad comercial.
Después de ganar la guerra contra la Confederación, el gobierno estimó que las fuerzas debían volver a la normalidad, principalmente para ahorrar recursos. Se disminuye el Ejército y la Escuadra es limitada a dos buques mayores y dos menores.
En septiembre de 1842, gobierno de Bulnes, Chile toma posesión del estrecho de Magallanes y sus territorios. La orientación operativa institucional, en esa fecha, se inclinaba hacia el ámbito marítimo, señalización, investigación y desarrollo, dejando el ámbito naval en segundo plano, es decir, con una Escuadra muy disminuida y prácticamente sin defensa de costa. Así se encontraba el país el año 1866, gobierno de José Joaquín Pérez, para enfrentar la guerra contra España y el devastador bombardeo de Valparaíso.
El país reaccionó adquiriendo medios de oportunidad, pagando altos costos y subordinándose a lo disponible. Irónicamente después de terminado el conflicto arribaron las corbetas que Chile había ordenado construir en 1864 en astilleros ingleses, la O’Higgins y la Chacabuco (Arancibia, Jara, Novoa, 2005).
Al término de la guerra vino la desmovilización y la Marina volvió a sus actividades rutinarias de tiempo de paz, al mismo estilo de la década de 1850. El presidente José Joaquín Pérez reduce los presupuestos de defensa y pese a que Perú dio señales de querer recuperar su hegemonía en el Pacífico, con un poder naval importante y vigorizado después de la guerra contra España, no vislumbró el peligro que acechaba pensando y confiando en la hermandad entre los pueblos y por ello no autorizó la orden de construir dos blindados en Inglaterra.
La guerra contra España demostró la obsolescencia conceptual de la fuerza que se tenía hasta ese momento, enfatizando la necesidad de reconstruir una Escuadra permanente y centrada en unidades capitales blindadas que le permitieran a Chile controlar el mar de acuerdo a sus objetivos nacionales (Wilson, 2019).
El nuevo presidente, Federico Errázuriz, fue más político y visionario que su antecesor y consideró la necesidad de disponer de un poder naval disuasivo. Así, con la autorización del Congreso, en 1872 dispuso la construcción de los blindados Blanco y Cochrane, los que fueron vitales para la supervivencia de Chile en la guerra del Pacífico de 1879. Como consecuencia de ello, en 1876 Chile dispone de una fuerza naval balanceada y tecnológicamente actualizada. Esa fuerza naval conquista el control del mar en el primer año de la Guerra del Pacífico y lo mantiene hasta su término.
La administración política presidida por José Manuel Balmaceda, asume al poder naval como base fundamental de su política exterior. Su intención era mostrarse firme ante los vecinos, especialmente con Argentina. Pese al tratado de 1881 el tema no estaba totalmente zanjado. Pendiente estaba también la solución al problema de Tacna y Arica, que debía sancionarse en 1894. Balmaceda dijo: “Necesitamos en Chile una Escuadra digna de ese nombre, que nos mantenga en el puesto de honor y de confianza que hemos conquistado en el Pacífico. Ningún gobierno medianamente previsor podría olvidarse que nuestro porvenir está en el mar” (Arancibia, Jara, Novoa, 2005). Se desarrollan estudios y se encarga la construcción de un acorazado moderno y dos cruceros en Francia. Más relevante aún, se comprende a cabalidad la necesidad de la infraestructura de sostenimiento, se define la construcción del apostadero naval de Talcahuano, el dique 1 y enormes inversiones en estudios y selección de posiciones para carboneras, bases etc. Se consolida la Escuadra chilena como la principal fuerza naval de combate regional, moderna, bien mantenida, con claridad conceptual y doctrinal, bien entrenada y lista para las operaciones (Wilson, 2019). Además, se completa la fortificación de los puertos.
Posteriormente, el gobierno del almirante Jorge Montt continuó con el desarrollo del poder naval dispuesto por su antecesor y lo potenció. Entre los años 1894 y 1896 ordenó la construcción de cinco cruceros, ocho destructores, seis torpederas y la fragata General Baquedano como buque escuela. Inauguró el nuevo edificio de la Escuela Naval en el cerro Artillería y fundó las escuelas de Ingeniería y Artillería y Torpedos, culminando su gestión modernizadora con el plan centenario.
Este período se caracterizó por la carrera naval con Argentina. Inicialmente un proceso reactivo, de adquisición de cruceros protegidos ante un programa consolidado de la armada argentina de desafiar la supremacía chilena. Ante la consolidación del desafío, la decisión del gobierno fue encargar dos acorazados pre Dreadnought. Esto cierra la competencia y abre a Argentina a negociar los Pactos de Mayo (1902). Este tratado acarrea una glosa de limitación de armamento naval. Chile renuncia a los dos acorazados y ambos países retienen una fuerza equivalente desplazando 39.000 ton cada país. Argentina consolida una fuerza estandarizada, Chile retiene una fuerza heterogénea. Posteriormente, ambas fuerzas quedan obsoletas con la aparición inesperada del HMS Dreadnought en 1906.
Fue una enorme inversión, considerada adquisición de crisis. El empleo disuasivo del poder naval previno exitosamente una guerra catastrófica. Éxito total, pero baja persistencia tecnológica de la inversión (Wilson, 2019).
Plan centenario. La reanudación de la carrera naval con los encargos de Dreadnoughts por parte de Brasil y Argentina, lleva al gobierno chileno a encargar un programa por una fuerza que devolviera a la Escuadra la superioridad regional. Se emplean a fondo y exitosamente las redes políticas. Se consigue el único caso de acceso a diseños de uso nacional británico para un acorazado de exportación (no lo consiguió ni Japón…), se mejoran los diseños, se encargan dos acorazados de 28.000 ton, más seis destructores pesados y dos submarinos. El citado programa es interrumpido por la gran guerra, pero que consolida la posición política de Chile al vender (no incautación) los dos acorazados, cuatro destructores y dos submarinos a Gran Bretaña, a cambio de dinero, prestigio y transferencia de seis submarinos y 50 aviones, medios que permitieron posteriormente conformar nuestra fuerza de submarinos, aviación naval y aviación militar.
Los buques devueltos en 1921 proveen un enorme incremento de la capacidad técnica y operacional de la Marina. Los programas de adquisiciones del primer gobierno de Ibáñez son excelentes. La Escuadra nacional es la fuerza más avanzada y potente (aunque no la más numerosa) de la región. Este programa es crítico y provee el pilar básico del poder naval chileno hasta mediados de la década de 1950 (Wilson, 2019).
La era de la pobreza. La crisis de la economía salitrera trae espantosas consecuencias para la Marina. Se pierde la fuente de financiamiento y la voluntad de desarrollo de fuerzas. Un intento de producir una renovación de cruceros fracasa por bloqueos políticos. Queda en evidencia la reducción de nuestra influencia global. El inventario naval comienza a envejecer.
El fin de la Segunda Guerra Mundial implicó disponibilidad de medios en el mercado, sumado a la voluntad política de adquirir material, pero sin claridad conceptual respecto a la misión de esos medios. Se hacen intentos por conseguir cruceros en Gran Bretaña, pero fracasan por problemas políticos relativos a la Antártica. Como resultado, se adquieren en forma reactiva relevantes medios anfibios y antisubmarinos, pero sin claridad de sus conceptos de empleo, definición de fuerza disponible o necesidad. En esencia, se adquieren buques, no capacidades estratégicas.
Chile adhiere a la defensa hemisférica y se subordina a EE.UU. Cede el control de su planificación de fuerzas y cierra el caso nacional. Se dedica solo a funciones asignadas por el TIAR. Se reciben medios transferidos desde EE.UU. sin existir una planificación de desarrollo de fuerzas bajo requerimientos propios. Pese a ello, es una época de enorme avance técnico y tecnológico para la Marina.
A comienzos de la década de 1950, la Marina recibe dos cruceros ligeros desde EE.UU., lo que produjo un cambio sustancial en la organización de los buques, especialidades de las dotaciones y en la organización logística de la Armada.
En 1958 se retira del servicio, por término de su vida útil, al acorazado Latorre. Coincidentemente e inmediatamente después se produce el incidente en el islote Snipe, lo que representa un terremoto político-estratégico y exige a la Marina por un lado, volver a definir una misión propia por sobre la defensa hemisférica y por otro, la comprensión del estamento político de la urgente necesidad de tener un poder naval que pudiese hacer frente a cualquier amenaza. Pero la debilidad económica chilena implicó un proceso lento y débil. En este año se cambia la ley de cruceros por la ley reservada del cobre.
Posteriormente, en la década siguiente, Argentina, país próspero y luciendo un poder naval importante se enfrenta a Chile por la definición del límite político (caso Laguna del Desierto) y por la delimitación marítima en la zona del canal Beagle, enfrentamiento que no se detiene hasta después de la guerra de las Malvinas/Falklands en 1982, cuando su poder naval queda muy disminuido.
Una situación crítica fue la del affaire Aquiles Savagnac, cuando en 1967/1968 este subsecretario de Aviación, ex auditor general de la Fuerza Aérea de Chile, influye sobre el presidente Frei Montalva para abortar la transferencia de un portaaviones con sus respectivos aviones para la Marina vía PAM desde EE.UU. La Armada se reorganiza tras este fracaso y desarrolla un programa británico de modernización de destructores (clase Almirante) y la construcción de fragatas (clase Leander) y submarinos (clase Oberon), fuertemente adaptados a requerimientos nacionales. Se incluye tecnología avanzada. La Marina comprende que debe ser capaz de gestionar su propio destino sobre una clara apreciación de fuerzas (capacidad de gestión técnica) y limitaciones permanentes (apoyo político variable, restricción presupuestaria, aislamiento político nacional en el periodo final) (Wilson, 2019). Un ejemplo práctico de esta situación es que de haber prosperado la transferencia del portaaviones, muy probablemente la crisis del 78 no se hubiese producido, ya que los halcones argentinos eran esencialmente marinos. Además, se demuestra que es posible que intereses burocráticos internos produzcan severos daños al proceso de planificación y desarrollo de fuerzas, afectando al interés nacional. Esto ha ocurrido también en otras marinas.
En los años 70 del siglo XX, se genera una fuerza heterogénea, efectiva pero ineficiente. Más allá de eso, resulta decisiva para la disuasión en la crisis de 1978 y un factor de poder crítico en la política exterior en la crisis de 1982 (Malvinas/Falklands).
A comienzos de la década de 1980, Inglaterra abre sus puertas y autoriza transferir a Chile unidades de superficie de tonelaje importante, en un escenario de fuerte tensión estratégica e inferioridad numérica ante la ARA y MGP, así como semi aislamiento político; se reacciona innovando.
Se reciben cuatro destructores de la clase County los que son transformados y modernizados en Chile, y con ello se logra un significativo aumento de las capacidades operacionales de la Escuadra, pasando desde un concepto defensivo a uno netamente ofensivo. Este aumento de capacidades obedeció a las definiciones establecidas en el programa Olimpo. Se produce una segunda revolución interna en cuanto a la organización de las unidades a flote, mallas curriculares de las tripulaciones, entrenamiento y capacidades de sostenimiento y mantenimiento.
Período político de término del gobierno militar e inicio de los primeros gobiernos civiles. El poder naval incorpora capacidades aeronavales inéditas con los aviones de EAM estratégica y los helicópteros de ataque. Junto a ello, se mejoran las capacidades anfibias con la incorporación de la barcaza Valdivia. Debido a la cercanía del término de la vida útil de las unidades capitales de la Escuadra, la Marina inicia en 1997 el estudio del proyecto Tridente, que consistía básicamente en reemplazar las unidades de combate por fragatas construidas en Chile.
Se aprovecha el buen estado de ánimo político del periodo de boom económico y de confianza nacional (era de los jaguares). Se sobrevalora el compromiso político. Problemas de control de gestión, expansión inorgánica del proyecto y de pérdida de objetivos de planificación, así como errores de planificación financiera y otros, causaron finalmente la cancelación del proyecto (Wilson, 2019) dando paso a los proyectos Puente, en que por una decisión política del entonces presidente Lagos, Chile renueva la Escuadra completa, en un período de cuatro años, con unidades adquiridas en Holanda y Gran Bretaña, adquisiciones de oportunidad, con fuerte apoyo político (especialmente las fragatas 23). Se suman los submarinos de la clase Scorpene, ordenados construir en 1998 por el entonces presidente Frei Ruiz-Tagle. Además, el presidente Lagos promulga la primera versión de una Directiva Presidencial para la defensa, caracterizada por una actitud política-estratégica de carácter defensivo.
A contar del 2010, durante el primer gobierno del presidente Piñera, por decisión política se implementa la nueva organización conjunta de la defensa, se asignan los fondos necesarios para reconstruir la base naval de Talcahuano, incluido el astillero de ASMAR, se adquiere el buque multipropósito Sargento Aldea para potenciar las capacidades anfibias y se autoriza y financia la incorporación de importantes e inéditas capacidades para la Escuadra. El presidente Piñera promulga una segunda versión de la Directiva Presidencial, destacando la transición desde una actitud política-estratégica defensiva hacia una actitud política-estratégica ofensiva. Por decisión institucional, la Infantería de Marina se reconfigura desde destacamentos a batallones creando la Brigada Anfibia Expedicionaria. Por decisión política, se asignan importantes recursos a las FF.AA. como previsión para enfrentar el fallo de la C.I.J. de La Haya por la demanda peruana, con las fuerzas en su mejor estado operacional y de entrenamiento.
Así pues, la Armada avanza de la mano con la tecnología del siglo XXI. La Marina dispone de fuerzas para integrar misiones de paz, dispone que se opere de acuerdo a estándares OTAN y, con ello, se adquiere la capacidad y el reconocimiento internacional para participar y conducir ejercicios internacionales complejos como RIMPAC y formar parte de cualquier fuerza multinacional.
Hoy la conducción política de Chile está firmemente comprometida con los tratados de libre comercio y la integración del país en los mayores foros y alianzas del área del pacífico, como APEC, TPP11, Alianza del Pacífico y otros. A su vez, la comunidad internacional le exige su participación en, la cada vez más necesaria, seguridad y protección a los mares, resguardando el comercio marítimo y los intereses nacionales donde se pudieren ver afectados. Al mismo tiempo, se han declarado zonas y áreas marinas protegidas para el cuidado y sustentabilidad de sus recursos.
Todo lo anterior significa que la actual estatura política y estratégica de Chile, es reconocida por la comunidad internacional, pasando de ser un país con escasa relevancia, a otro que lidera políticamente a la región sudamericana, es referente económicamente en el mundo (OCDE) y por ello es invitado a participar de las reuniones del G-7 y G-20. Chile merece respeto y por ello requiere proteger y mantener su capacidad de liderazgo, siendo el poder naval fundamental y específico para proteger sus intereses y al mismo tiempo respaldar su política exterior. Tampoco hay que olvidar que aún persisten diferencias no resueltas con algunos de nuestros vecinos, por lo que pensar que ya no existen hipótesis de conflicto sería repetir un grave error político y una irresponsabilidad, tal como ocurrió en otras oportunidades durante nuestra historia aquí reseñada. Por ello, Chile debe mantener siempre un poder naval vigoroso, moderno y con capacidades oceánicas y esto, además, debiera ser una política de Estado.
Si China efectivamente quisiera llegar a convertirse en la potencia hegemónica que aspira ser, hay ciertas condiciones q...
Este ensayo tiene por objeto determinar cuán importante es y será el transporte marítimo para Chile en el siglo XXI.
Se concluye que el transporte marítimo seguirá siendo vital por tres razones:
- Por ser la única forma de transportar carga masiva a las zonas alejadas y aisladas de Chile, en caso de catástrofes.
- Porque más del 95% nuestro comercio exterior se efectúa por vía marítima.
- Porque el 100% de la energía importada que consume Chile es transportada por mar.
Este artículo describe brevemente algunos de los aspectos más interesantes de la organización, estructuración y desarrollo del Simposio de Comandantes en Jefe de Armadas realizado el 3 de diciembre de 2018 en Viña del Mar, incluyendo la transcripción completa de la ponencia de la Armada de Chile expuesta ese día, de forma de difundir un mensaje claro y potente para estimular la vital conciencia marítima nacional.
La Escuadra nacional constituye al igual que hace 200 años, el núcleo estratégico de la Armada. Sus buques han sido renovados implicando un avance significativo en organización para el combate y capacidad de interoperar con estándar OTAN; también se han incorporado capacidades de ejecutar operaciones distintas a la guerra, como el entrenamiento DISTEX. Aun así, la principal fortaleza de la Escuadra sigue radicada en sus dotaciones.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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