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Conflicto India – China en la región de Cachemira

Esta semana la BBC nos informa de una creciente tensión entre India y China por los territorios que ambos gigantes disputan en la región de Cachemira, reflotando un tema algo olvidado entre la avalancha de información sobre la pandemia y las protestas de origen racial que afectan a gran parte de occidente. Físicamente lejos de nuestra región, pero cercano a nuestros intereses, lo que ocurre con China siempre es interesante, más aún si se refiere a sus relaciones con el otro gigante demográfico, India, de creciente participación e influencia en el escenario mundial. En la triplemente disputada región de Cachemira, tropas chinas han ocupado posiciones en el valle de Galwan, en Ladakh, Según autoridades indias, “cientos de soldados chinos” han entrado al territorio que ellos mismos aceptaban como dominio de la India, alterando peligrosamente el statu quo en esa explosiva zona, que tiene como tercer actor a Pakistán y no está muy lejana a Afganistán. Como suele ocurrir, la versión china presenta los hechos en sentido opuesto, acusando a India de ingresar tropas en Ladakh. Roces y ocasionales disparos son frecuentes en esa región; sin embargo, de acuerdo con varios analistas, esta ocasión se escapa de lo rutinario, con inusual cantidad de bien equipadas tropas mirándose frente a frente, en condiciones de desatar un conflicto mayor.

 Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-52871613

China e India son actores de primer orden en el sistema internacional, cualidad que deriva del tamaño de sus territorios, economía y demografía, lo que a su vez se refleja en una enorme capacidad militar, coronada con el poder de sus armas atómicas. Compartiendo fronteras y vecindario, son inevitablemente rivales geopolíticos, lo que ha generado no pocos roces en distintas arenas y abiertos enfrentamientos militares en la disputada región de Cachemira en los años 1962, 1967 y 1987. Aunque en todos ellos finalmente se llegó a reestablecer el statu quo, nunca se ha acercado una solución definitiva en la disputa territorial. Esta rivalidad no sólo es geopolítica, tiene raíces profundas en la historia de ambas naciones. Con la caída del muro de Berlín y la apertura india de los años 90, del siglo XX, se produjo un esperanzador acercamiento, especialmente en el área económica; sin embargo, la relación entre ellos es una de las más complejas de la región, con un explosivo nivel de conflictividad, acentuado por el tamaño de los contendores que representan más de un tercio de la población mundial; son potencias nucleares, y poseen enormes ejércitos. Pese a la actual crisis, ambos mantienen economías emergentes y vigorosas de alto impacto sobre el PIB mundial. Estas coincidencias mueven a la desconfianza, donde ha primado el realismo político, generando más competencia que cooperación. China e India pertenecen a distintas subregiones y en cada una de ellas ejercen liderazgo: El Este de Asia para China y el Sur de Asia para India. Sin embargo, ambos Estados están desarrollando políticas que cruzan, en más de un sentido, el espacio de influencia del otro, lo que acentúa la desconfianza e inevitablemente crea fricción. En efecto, la iniciativa Franja y Ruta de China ha intervenido en el océano Índico, que India considera su zona de influencia, creando intereses en Myanmar, Bangladesh, Sri Lanka y Pakistán, así como en la costa africana. Por su parte, India ha desarrollado su política de Mira al Este que, aunque menos ambiciosa que la ruta de la seda china, busca ganar influencia y presencia en el sudeste asiático, llegando hasta Japón y Corea. Como ya señalamos, los enfrentamientos de baja intensidad no escapan a la normalidad en el manejo de relaciones entre India y China ¿Qué lo hace diferente hoy? En primer lugar, el tamaño y dinamismo de las economías abiertas de estos países es hoy notablemente distinta a lo que eran en el siglo XX, por lo que el efecto de un conflicto mayor en el resto de las economías del mundo seria notable. En lo político, los conflictos anteriores se dieron en el marco de la guerra fría donde, si bien India lideraba el grupo de países no alineados, era evidente su cercanía y dependencia militar de la entonces Unión Soviética, tal como lo era China. Hoy entra con fuerza Estados Unidos como un actor indirecto que, por un lado, mantiene crecientes disputas con China, y por el otro busca acercarse a India para mejorar su influencia en la región y su capacidad de contener a su rival oriental. Este triángulo China-India-EE.UU., tiene directa relación con el cambio de Pacific Command a Indopacific Commad, el mayor y más poderoso comando de combate unificado de las fuerzas militares de EE.UU. De qué manera puede favorecer a los intereses de EE.UU. este nuevo conflicto es algo difícil de ver entre la niebla de información que deja el COVID-19; sin embargo, podría llegar a ser usado como una oportunidad para mejorar su posición relativa en la región, lo que requiere de una profunda evaluación de los riesgos. Como ingrediente adicional para dimensionar la peligrosidad de este conflicto, es necesario tener presente que la India está siendo gobernada por Narendra Modi, del partido Bharatiya Janata, de fuerte inspiración nacionalista. Por el lado chino, Xi Jinping, cada vez con más evidencia toma conciencia de su poder, y parece querer demostrarlo al mundo. ¿Por qué debería preocuparnos? La respuesta más simple es: porque es una alteración a la paz y el statu quo mundial. Pero es más que eso, son los dos países más poblados del mundo, con los ejércitos más numerosos, lo que facilita que el conflicto escale. Por otro lado, ambos contendientes son potencias nucleares, lo que aumenta la peligrosidad de la escalada. Y como si esto no fuera suficiente, una tercera potencia nuclear, Pakistán, es también un actor con intereses en la zona, que puede ver afectada la capacidad de respuesta de su eterno rival, India, y aprovechar la circunstancia, lo que incrementaría el nivel de respuesta india, en un círculo vicioso de propulsión nuclear. Para nuestro país, todo lo que le ocurra a China tiene directo impacto en nuestra economía, por lo que no nos puede ser indiferente. Asimismo, un conflicto mayor puede generar otros efectos en la región del Asia Pacífico, región a la que hemos dedicado nuestra atención en las últimas tres décadas, generando compromisos difíciles de eludir.

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