- Fecha de publicación: 01/02/2015.
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Página de Marina
CON PERMISO PARA MORIR
María Soledad Orellana Briceño*
A
quella noche del 20 de mayo de 1879, el joven
cirujano Pedro Videla estaba mirando la bahía
de Iquique desde la cubierta de la “Covadonga”
y vio como la ciudad se apagaba lentamente
a medida que caía la noche. Pensaba en sus
padres, en sus amigos, y en su prometida María
Mercedes Videla, a quien no había podido olvidar
a pesar del tiempo que llevaban separados… en
el fondo de su corazón sabía que su fallecimiento
había gatillado en su enrolamiento en la Armada.
¡Qué triste final para tan hermosa historia de
amor: su novia fue a morir a Bolivia!, repetía
en su pensamiento una y otra vez mientras la
luna iluminaba las tranquilas aguas nortinas. Al
regreso de su novia, ellos se casarían y formarían
una familia, pero el destino quiso otra cosa.
Cuando los vigías exclaman “’¡humos al norte!”
y los blindados peruanos ingresan a Iquique ese
21 de Mayo de 1879, el Cirujano Videla salió a
mirar a cubierta lo que sucedía, dejando por unos
minutos la enfermería, instalada en el entrepuente
de la “Covadonga”, lista para recibir a los heridos de
gravedad… Él no sospechaba que sería uno de ellos.
En vista de que el combate era inminente,
y después de haber seguido las órdenes del
Comandante Condell, el Cirujano Pedro Videla
decide bajar a la enfermería cuando, desde el
“Huáscar”, sale un primer cañonazo que impacta
en la “Covadonga”, atravesándola completamente,
llevándose además las dos piernas del malogrado
cirujano, hiriendo al grumete Blas 2º Téllez y matando
al mozo Felipe Ojeda. Para Videla el tiempo se
detuvo; sintió un golpe en sus piernas, seguido de
gritos de los tripulantes de su barco, viendo como
lo tomaban en brazos, sin saber realmente que
sucedía. Lo llevaron rápidamente a la enfermería,
pero estaba desorientado, con un fuerte dolor,
aunque no podía ni siquiera dirigir una palabra y
no sabía por qué.
* Profesora de Historia y Geografía, Licenciada en Educación e Historia, Universidad de Playa Ancha. Diplomado en Estrategia y Gestión de Crisis y Magíster en
Ciencia Política Integrada con mención en Análisis Político, Academia de Guerra Naval. Alférez de Reserva del Ejército. Destacada Colaboradora de la Revista de
Marina desde el año 2006.
“Muero feliz, pues la causa de Chile sigue incólume, en manos de chilenos que, al igual que
yo, están dispuestos a dar la vida en defensa de su patria.” Al término de estas palabras,
miró a su alrededor y, aferrado a un escapulario que su novia le había regalado, cerró los
ojos definitivamente mientras flameaba con más fuerza la bandera chilena en el mástil de
la corbeta, quizás dándole un último adiós a Pedro Videla.
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Sangre y fuego
– “Cirujano, como detenemos la hemorragia”-
preguntaba nervioso un grumete, que
daba vueltas en la enfermería tratando
de ayudar, pero en esos momentos se
encontraba en shock sin saber qué hacer.
–
“Debes tomar algo, un vendaje, un pedazo
de sábana, y hacer un torniquete alrededor
de la herida. ¿Es muy grave? ¿Corre mucha
sangre? Debes abrigarlo también…. ¿quién
es el afectado?” -preguntaba Videla después
de dar algunas indicaciones. Los grumetes se
miraban entre ellos y no sabían que responder,
hasta que uno le dijo:- “usted cirujano, usted
es el herido, sus piernas…” No terminaba de
decir eso cuando el Cirujano Videla, con las
pocas fuerzas que tenía, levanta su cuerpo
y ve, efectivamente, que no están ambas
extremidades, -mirando con tranquilidad a
los grumetes-, continúa dictando órdenes para
ayudarlos con sus propias heridas.
Fue necesario trasladarlo a un camarote para que
estuviera más cómodo, mientras sus camaradas
estaban en combate con la “Independencia” en
los roqueríos de Punta Gruesa. No era mucho
lo que podían hacer unos grumetes que nada
sabían de medicina, pero seguían colocando
sábanas y trapos como torniquete a pesar que
la sangre seguía escurriendo por el lugar.
Mientras veía como su vida se iba extinguiendo,
recordaba lo que había vivido en esos cortos 24
años. Su niñez en Andacollo estuvo marcada por
el cariño que sus padres le brindaron. Su madre,
doña Pastoriza Órdenes, y su padre, don Pedro
Videla, eran personas que le inculcaron numerosos
valores que lo convirtieron en un hombre serio,
responsable y muy afectuoso, permitiéndole ir
a la Serena a realizar sus estudios.
Un patriota excepcional
De pronto, sus recuerdos son interrumpidos
por una voz casi infantil que llegaba al camarote
del herido. –“Mi Comandante Condell manda
a preguntar cómo está el cirujano”, decía el
grumete niño, mirando con espanto las piernas
amputadas del cirujano y las sábanas teñidas de
rojo por sus heridas.
–
“Dile a mi Comandante Condell que aún
sigo en pie”-respondía el cirujano, tratando
de no perder su buen humor a pesar de
que sabía que le quedaban pocas horas de
vida. El grumete sólo esbozó una pequeña
sonrisa y se retiró rápidamente, mientras
los ayudantes del cirujano continuaban en
su labor de salvarle la vida.
A los 16 años, ya había terminado sus estudios en
el colegio y se había dirigido a Santiago a rendir su
PÁGINA DE MARINA: Con permiso para morir
nLa “Covadonga” después del Combate Naval de Punta Gruesa.
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examen de Bachiller en Filosofía y Humanidades
en la Universidad de Chile. Una vez en la capital,
decide ingresar a la carrera de su vida: Medicina,
debiendo sortear un gran obstáculo; el financiamiento.
Su juventud no le daba la experiencia requerida
para muchos empleos, sin embargo, su título de
bachiller le permitió ingresar al Instituto Nacional
como inspector. ¡Tantos recuerdos con aquellos
inquietos jóvenes que, al igual que él, buscaban su
porvenir! No recordaba todos
los nombres de los alumnos,
pero sí de sus cualidades y
defectos, de cómo tuvo que
llamar la atención a varios, pero
también felicitar a muchos que
se destacaban en sus estudios.
Seis años estuvo trabajando en
ese lugar, y ahora, en medio de
su sufrimiento, venían aquellas
imágenes de los pasillos y aulas
del establecimiento, sintiéndose
un institutano más aunque no
hubiese egresado de allí.
Despertó de sus recuerdos
de improviso, cuando sintió
una algarabía en la cubierta
y los gritos de “¡Viva Chile!”
se escuchaban por toda
la corbeta. – “¿Qué pasa
grumete? Vaya a ver qué
sucede que hay tanto patriotismo en el aire”-
preguntaba el cirujano, con frases entrecortadas
porque ya no podía más con su dolor.
Mientras uno de los grumetes que lo acompañaba
iba a la cubierta, el otro seguía cambiando vendas
y apretando en la herida, pero la sangre parecía un
torrente al caer. El Cirujano Videla iba colocándose
cada vez más pálido producto de la anemia que le
estaba ocasionando la pérdida de sangre, pero no
perdía la conciencia y seguía recordando aquellos
momentos que habían marcado su vida.
-“Uno propone y Dios dispone grumete”-
comentaba el cirujano, con una voz ya bastante
frágil- “Nueve días después de recibir mi título
estalló la guerra, y yo decidí enrolarme en la
Armada como Cirujano 1º...” En esos momentos
ingresa el grumete con noticias del combate,
comentando que la “Independencia” había
encallado y que la “Covadonga” la estaba
bombardeando fuertemente…-“Viva Chile”-
decía el joven cirujano, a la vez que los grumetes
que lo atendían respondían con un “Viva ” casi
imperceptible, porque la situación que ellos
estaban viviendo no les permitía celebrar.
“¡Cómo me gustaría recibir una caricia de mi
adorada madre en estos momentos, o un fuerte
abrazo de mi padre antes de partir!”- pensaba el
malogrado joven mientras unas lágrimas caían
por su rostro, no pudiendo disimular ni su dolor ni
su pena de ver como se iba extinguiendo su vida
sin sus cercanos a su lado justo en un momento
de gloria para Chile. Llevaban cerca de diez horas
tratando de detener la hemorragia, pero era muy
complicado. Su rostro palidecía cada vez más, y
sus fuerzas iban desapareciendo poco a poco. El
Comandante Condell lo visitaba de vez en cuando,
cuando la ocasión se lo permitía, al igual que a
los otros cinco heridos, pero éstos no estaban
graves como el único Cirujano de la “Covadonga”.
El adiós con vista a la bandera
Allí en medio de ese camarote, pidió a los grumetes
que estaban con él que ya no lo vendaran. -“Gracias
nCripta de Pedro R. Videla, Cirujano 1º de la “Covadonga”, en
Valparaíso.
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por su ayuda… Me voy satisfecho, porque antes de
venirme a este buque, recibí de mi padre permiso
para morir por mi querido Chile. ¿Ganamos?”-
le pregunta en dos ocasiones al grumete que,
sorprendido, le responde que sí, que incluso
provocaron que la “Independencia” se hundiera.
Solicitó entonces ser levantado para mirar por
la claraboya, imaginando quizás el encuentro
que tendría con su amada María Mercedes y
pronunciando una última frase que quedó marcada
en los grumetes que se encontraban con él: -“Muero
feliz, pues la causa de Chile sigue incólume, en
manos de chilenos que, al igual que yo, están
dispuestos a dar la vida en defensa de su patria.” 1
Al término de estas palabras, miró a su alrededor
y, aferrado a un escapulario que su novia le había
regalado, cerró los ojos definitivamente mientras
flameaba con más fuerza la bandera chilena en
el mástil de la corbeta, quizás dándole un último
adiós a Pedro Videla.
Los grumetes a su lado lloraron por este hombre
valiente y fueron de inmediato a dar la noticia al
Comandante Condell que, presuroso, se dirige al
camarote donde yacía el cuerpo inerte del cirujano.
Con voz temblorosa ordena que le saquen sus
pertenencias para enviarlas a sus padres, las que
acompañaría con una carta que destacara el
heroísmo de su hijo sirviendo a la Marina de Chile.
El querido cirujano ya se encontraba en los
brazos de su fugaz amor, pasando a ser parte
de una constelación de estrellas que iluminan
cada noche nuestro hermoso cielo azulado.
BIBLIOGRAFÍA
1. http://museonaval.cl/es/biografias-de-personajes/285-videla-ordenes-pedro-segundo-regalado.
html
2.
http://www.med.uchile.cl/2013/mayo/8482-doctor-pedro-videla-medico-y-heroe.htmlhttp://
www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0716-10182003000200015
3.
http://www.armada.cl/armada/tradicion-e-historia/biografias/v/pedro-segundo-regalado-
videla-ordenes/2014-01-16/132627.html
1. Información extraída del sitio web de la Universidad de Chile cuando se le rindió un homenaje en la Facultad de Medicina de dicha entidad al cirujano Videla el
22 de mayo de 2013. En esa ocasión se redescubrió una placa con su efigie, un óleo y la tesis manuscrita cuyo tema fue ‘La Rabia’.
http://www.med.uchile.cl/2013/mayo/8482-doctor-pedro-videla-medico-y-heroe.html
PÁGINA DE MARINA: Con permiso para morir
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