Esta breve biografía nos relata la vida de uno de nuestros más insignes militares, el general Manuel Baquedano González, quien tuvo una nutrida y brillante carrera militar, la que culminó con el mando de las fuerzas de ejército victoriosas en la Guerra del Pacífico. Su servicio al país incluyó dos periodos como senador, constituyéndose en un referente nacional.
This brief biography relates the life of one of our most distinguished military, General Manuel Baquedano. His long and brilliant career culminated when commanding the victorious army forces in the War of the Pacific against Peru. His later service to the country included two terms as senator, thereby considered a national reference.
El presente artículo, corresponde al capítulo primero de libro Baquedano. Controversias sobre un general invicto, de Rafael González Amaral, editado por la Academia de Historia Militar.
Los Baquedano de Chile provienen del poblado de Abárzuza en Navarra y están representados en nuestro país por dos ramas. La primera de ellas es la fundada por los hermanos Diego y Miguel de Baquedano y Andueza quienes, instalados en Santiago a mediados del siglo XVIII, procrearon numerosa familia que se extiende hasta hoy al casarse Miguel, hacia 1755, primero con María Bárbara Gutiérrez Cárcamo y después con Mariana de Aróstegui y Gajardo.
La segunda rama avecindada en Chile fue fundada por el también nacido en Abárzuza, Juan Félix de Baquedano y Córdoba, pariente de los Baquedano Andueza que, establecido en Santiago, contrajo matrimonio, el 7 de septiembre de 1760, con Tadea de Zebreros y Astorga. Juan Félix y su suegro, el maestre de campo Ignacio de Zebreros, trabajaron las estancias de Huechún y El Manzano en Chacabuco, y luego una estancia en Colina que heredó su mujer. Muerto el navarro en 1767, su viuda le sobrevivió por largos años hasta fallecer en 1809. El tercer hijo de este enlace fue Miguel de Baquedano y Zebreros, quien casó en la parroquia Santa Ana, el 30 de mayo de 1792, con Isidora Rodríguez y Rojas.1
De ese matrimonio nació Fernando Baquedano y Rodríguez el 28 de mayo de 1796 en Santiago. Ingresó como cadete al Regimiento de Dragones de la Reina en 1808. Como partidario de la emancipación combatió bajo el mando de José Miguel Carrera y de Bernardo O’Higgins luchando durante 1813 en el sitio de Chillán y en los combates de El Roble, Quirihue y Cauquenes. En 1814 combatió en Gomero, Alto del Quilo, Paso del Maule, Ñuble, Tres Montes y Quechereguas. Participó en el sitio y batalla de Rancagua y cuando se veía perdido para la nueva patria que emergía, emigró a Mendoza. Se enroló en el ejército que se formaba en esa ciudad a las órdenes de José de San Martín y, formando parte del Ejército de Los Andes, se batió en Chacabuco, Talcahuano, Cancha Rayada y Maipo.
Siendo realidad la independencia de Chile participó como militar activo en el Ejército Libertador del Perú, haciendo la campaña entre 1823-1824. De regreso a Chile, hizo la campaña contra las últimas fuerzas realistas en Chiloé en 1826 y combatió en la ultra cordillera entre 1827 y 1829. Partidario de Joaquín Prieto combatió a su lado en Ochagavía en 1829 y en Lircay en 1830. Más tarde, integró el ejército que, al mando del general Manuel Bulnes, deshizo la Confederación Perú-boliviana, batiéndose en Portada de Guías (1838) y en Yungay (1839). Alcanzó el rango de general de brigada (1839) y en su retiro integró la Sala Marcial de la Corte de Apelaciones de Concepción en 1858.
Contrajo matrimonio dos veces. Primero, con Teresa González de Labra y Ros el 18 de julio de 1819 en la iglesia de La Merced de Santiago y, después de enviudar, con Mercedes Concha Fuentealba el 27 de junio de 1848 en la parroquia de Yungay. Falleció en Concepción el 20 de octubre de 1862, dejando una numerosa sucesión.
El segundo de los hijos nacidos del primer matrimonio fue el que sería más tarde nuestro protagonista, Manuel Jesús Baquedano González, nacido en Santiago el primer día del año 1823 y bautizado el día siguiente en la parroquia del Sagrario, junto a la Catedral santiaguina.
Algunos de sus biógrafos, incluso Benjamín Vicuña Mackenna que lo conoció, afirman que nació en 1826, lo que no es correcto.
En sus primeros años (de 1828 a 1832), Manuel estudió en la escuela de Domingo Acevedo. A continuación, desde el año 1833 y hasta 1835, estuvo matriculado en el colegio del presbítero Juan de Dios Romo. Entre los 13 y los 15 años (1836, 1837 y parte de 1838) asistió al Instituto Nacional. Fue compañero de curso en esos tres establecimientos con Rafael Sotomayor, futuro ministro de la Guerra y Marina.
Muchos autores aseguran que en el Instituto Nacional Manuel también habría sido compañero de curso de otros connotados personajes de la época, tales como Aníbal Pinto, Federico Errázuriz Zañartu, Eusebio Lillo y Patricio Lynch. Esto no parece posible ya sea por las diferencias de edad (Lynch era tres años menor y Lillo casi cuatro) o porque sabemos que los mencionados estudiaron en otros colegios (Lynch en el Colegio Argentino de los hermanos Zapata; Errázuriz en el Colegio del Presbítero Romo y en el Seminario Carolino). Por su parte, el futuro presidente Pinto estudió en el Colegio Argentino, al mismo tiempo que Lynch, e ingresó al Instituto Nacional cuando Manuel Baquedano cabalgaba por la sierra peruana.
Sin embargo, en aquella época no era raro que los estudiantes de una institución tomaran algunas materias en otros colegios y tal vez por esa vía Baquedano pudo entablar amistad con los personajes nombrados en el párrafo anterior.
De todas formas, la sociedad santiaguina de aquel entonces era muy pequeña y la forma de vida de la época hacía fácil que las personas se conocieran e hicieran amistad.
Con motivo de la segunda expedición del ejército chileno contra la Confederación Perú-boliviana en 1838, su padre, a la sazón comandante del Regimiento Cazadores a Caballo, se embarcó en el buque Hermosa Chilena rumbo al Perú. Manuel Jesús, de tan sólo 15 años, lo siguió a escondidas. Al cuarto día de navegación fue sorprendido lo que le valió una severa reprimenda de su padre, ante la cual el joven Baquedano le respondió: “Padre, hágame fusilar, pero no me obligue a abandonar la expedición.”
Al desembarcar en Ancón fue puesto bajo el cuidado del sargento Moscoso. El 21 de agosto, durante la Batalla de Portada de Guías, desobedeciendo la prohibición de “meterse en la leona”, Manuel se apoderó del caballo de recambio del capitán Tagle y se incorporó al combate usando un yatagán como sable, recibiendo su bautismo de fuego.2
Días después, el 28 de agosto de 1838, Manuel fue integrado al mismo Regimiento Cazadores con el grado de alférez, gracias al apoyo del general Manuel Bulnes. El valor demostrado en Portada de Guías se repitió en los combates de Huaraz y Matucana, y en la batalla de Yungay.
En premio a su comportamiento en Yungay –y con sólo 16 años de edad– fue ascendido a teniente con fecha 28 de marzo de 1839. Por su bravura en combate recibió condecoraciones de los gobiernos de Chile y Perú.
Manuel Baquedano y su caballo Diamante, 1881
Ese ascenso tan prematuro, conseguido en los campos de batalla, no le fue reconocido posteriormente y el joven Baquedano se vio obligado a continuar su carrera militar con el grado de alférez en el Regimiento Cazadores, siendo ascendido a teniente efectivo en enero de 1845. El 8 de diciembre de ese año fue destinado al Regimiento Granaderos a Caballo, en donde sirvió por espacio de ocho años. En 1846 fue nombrado ayudante mayor de ese regimiento. Ascendió a capitán a comienzos de 1850.
De esta temprana época han quedado cartas dirigidas a él por su padre que reflejan no solo la intimidad familiar sino la enorme dedicación y preocupación de su progenitor por su formación.3
Así, el 12 de enero de 1841, don Fernando le dirigió una carta en la que le entrega consejos y le señala que lo ha recomendado a uno de sus superiores. Al mismo tiempo lo compromete en la ayuda a su hermano mayor, que se encuentra sin dinero. Seguidamente, transcribimos parte de su texto:
Mi apreciado Manuel:
No quiero perder la oportunidad de escribirte por el conducto de tu mayor Palma a quien te he recomendado sobremanera pues este jefe me debe servicios bastante grandes; por lo tanto debe hacer de ti una particular intención; sin embargo, no por eso dejes de comportarte siempre con todo aquel juicio y educación que te he sabido dar a costa de tantos afanes, en medio de mis grandes apuros así es que esta buena comportación4 te hará acreedor al aprecio de los jefes y te servirá de recomendación para tus ascensos, que deben ser muy pronto.
He tenido carta de tu madre, se haya guena (sic), no te olvides de ponerle una mesada de tres pesos a tu hermano mayor todos los meses […].
En otra carta, correspondiente al 20 de agosto de 1841, frente a una falta no especificada –aparentemente una riña en la se habría visto envuelto Manuel–, su padre le escribe recomendándole que observe buena conducta pues los ojos de todos están puestos en el hijo del general:
Tu madre me ha informado que en tiempos pasados, cuando estuviste enfermo en San Fernando, tu comportación no fue buena de lo que resultó en que te dieran una herida en la pierna. Esta conducta no me ha parecido bien, es necesario ser más moderado.
La comportación, mi amigo, ha de ser la que le distinga a Ud., no el ser hijo del general Baquedano; todo el mundo se fija en Ud. y lo primero que dirán será que cómo no se le castiga arreglado a la ley al hijo del general Baquedano. Todas esas consideraciones es necesario tener frescas para no dar un paso en falso.
En una epístola de 3 de enero de 1842 el padre le reclama porque no había cumplido con darle una mesada a su hermano, con estas palabras:
No te olvides de la mesada para tu hermano pues ya tu madre me dice que tú no te das por entendido de dicha mesada; es necesario cumplir y favorecer a un hermano que por ahora no tiene destino de dónde adquirir un solo maravedí.
La correspondencia del viejo general a su hijo nos muestra que no siempre Manuel Baquedano estuvo contento con la carrera elegida. Es así como don Fernando le escribe con fecha 14 de mayo de 1844 las siguientes líneas:
Mucho siento que en tu cuerpo se estén cometiendo injusticias y estén dando los empleos a personas desconocidas solo porque tienen favores. Jamás permití yo injusticias cuando fui jefe de ese cuerpo ni menos solicité yo personalmente mis ascensos, sólo mi mérito me hacía justicia. Esta marcha es la que Ud. debe de seguir. Yo a la llegada a esa que será dentro de mes y medio todo lo examinaré.
Y agrega lo que sigue respecto de su hermano:
Con respecto a tu hermano Fernando, Dios me de paciencia para sufrirlo; por tu madre ya hace tiempo que estaría fuera del país para hacerle sentir sus extravíos. En su pésima conducta ha perdido el pudor y lo que trata es vivir a su libre antojo y poca cuida de su buena reputación.
Las relaciones con sus hermanos y los problemas derivados de aquellas muestran a un joven soldado muy preocupado por las intimidades familiares, requiriendo noticias de ellos y esperando una respuesta de su padre, la que se produce el 24 de marzo de 1846 cuando le señala:
La conducta de tu desgraciado hermano Eleuterio es perversa, por consiguiente, se le debe de compadecer; acaso sus pocos años lo han extraviado, justo es que padezca y entonces conocerá el bien qué ha perdido.
Más adelante añade:
Dile a Fernando tu hermano que cuide tomar partido en los asuntos públicos, que en caso que los tome sea a favor del gobierno pues yo estoy empeñado con mis amigos a favor de Bulnes. No puedo desentenderme de la amistad y de ser consecuente a mis principios ganaré mucho con esto, pues al final el país está pronunciado por el orden.
La preocupación por sus hermanos se expresa claramente en otra carta escrita por el padre el 26 de noviembre de 1847, en que le dice en su párrafo principal:
La oportunidad de pasar por esta hacienda del granadero Varas, te dirijo esta carta. Yo he llegado sin la menor novedad, pero con el cuidado de tus dos hermanos, muy pronto mandaré por ellos; tú debes verlos y manifestarles el deseo en que su comportación sea buena. No es posible que tú les manifiestes terquedad, son tus hermanos.
No ignoras lo que mi ánimo ha sufrido por sus grandes extravíos, pero soy su padre y no es posible que los abandone.
Sobre lo mismo, en 1847, después de la muerte de su madre, la familia parece pasar por algunas aflicciones económicas y decide vender algunas alhajas de la difunta e incluso arrendar la casa de Santiago.
En misiva de 8 de mayo, don Fernando se manifiesta sorprendido de que no se hayan podido vender hasta el momento algunas de las joyas y pide que suspendan los intentos hasta que él llegue a la capital. Solicita que no alquilen la casa, que no la desocupen y agrega:
La suerte de tus dos hermanos está encomendada a mí como su padre, ellos sabrán respetar mis mandatos y, en caso contrario, tengo derechos para hacerlos entrar en sus deberes.
Sus hermanos continúan con dificultades económicas. Fernando le escribe a Manuel el 11 de febrero de 1847 y el 28 de abril del año siguiente, quejándose de que su padre los tiene a él y a Eleuterio sin recursos y que no tienen dineros para pagarle a los criados ni para satisfacer las necesidades más básicas. Le piden que interceda ante su padre. Vale la pena señalar que a la fecha Fernando tenía 28 años y Eleuterio, 23.
Cuando en una oportunidad Manuel se entera que su progenitor les ha escrito a sus superiores, procede a interpelarlo lo que motiva que el 1 de junio de 1849 el padre conteste la protesta de su hijo diciendo:
No te debe causar novedad la carta escrita a tu comandante por mí, relativa a recomendar tu conducta; sin embargo que estoy plenamente satisfecho ver sin tacha, no quiero que se diga que el hijo del general Baquedano se considera y se le dispensan sus faltas: yo en el curso de mi carrera nunca conté con apoyo, todo lo confié a mi honradez y manifestar mucha ambición a adelantar mis grados y buena reputación en el servicio.
17° aniversario de la Batalla de Tacna. 1896. De izquierda a derecha, y en primera fila: generales Alejandro Gorostiaga, Manuel Bulnes, Emilio Körner, Manuel Baquedano y Estanislao del Canto
Durante la revuelta civil de 1851 el capitán Manuel Baquedano sirvió como ayudante de campo del ex presidente, general Manuel Bulnes, quien había asumido el mando de las tropas leales al orden institucional. Con su valor logró salvar la vida de su jefe en la batalla de Loncomilla, siendo calificado por éste como un excelente oficial y ascendido a sargento mayor de la escolta presidencial de Manuel Montt.
Debe destacarse que en esta revuelta se vio en posiciones contrarias a su padre y su hermano Eleuterio, a la sazón capitán del Regimiento Guías, pero eso no mermó su lealtad con el gobierno ni afectó su relación familiar.
Importante resulta señalar que el 20 de abril 1851 grupos de amotinados contrarios al gobierno intentaron impedir la toma del poder por parte del nuevo presidente (Manuel Montt) y como Manuel Baquedano se encontraba de guarnición en el Palacio de Gobierno, le tocó combatir a los amotinados.
El 12 de enero de 1852 se graduó como sargento mayor, cargo que sirvió durante siete años y medio.
Tres años después, en abril de 1854, Manuel se vio envuelto en un difuso incidente de cuartel calificado por Vicuña Mackenna como de chisme político,5 razón por la cual fue separado de su cargo de segundo jefe de la Escolta y trasladado al Sur. Baquedano renunció al servicio activo y con sus ahorros compró un predio agrícola cerca de Los Ángeles, al que denominó Santa Teresa en memoria de su madre. No obstante, el Gobierno no aceptó su renuncia nombrándolo ayudante del comandante general de Armas de Valparaíso.
Al año siguiente el joven capitán pidió ser trasladado con el mismo cargo a Arauco, con el objeto de poder velar por su predio agrícola. Al poco tiempo asumió como comandante del Escuadrón Cívico N° 3 de Arauco.
En la revuelta de 1859 combatió a las fuerzas rebeldes en Ñuble en la batalla de Maipón bajo las órdenes del intendente teniente coronel Cornelio Saavedra. Obtuvo el cargo de sargento mayor efectivo el 27 de junio de 1859.
Terminado el levantamiento de 1859 y hasta el año 1869, estuvo adscrito al llamado Cuerpo de Asamblea, es decir, con responsabilidad sobre el entrenamiento de las milicias, lo que le daba alguna libertad para atender las labores agrícolas en su fundo Santa Teresa, en las que reveló poseer grandes habilidades como agricultor y administrador.
En octubre de 1866 fue ascendido al grado de teniente coronel.
Al producirse en 1868 el levantamiento indígena encabezado por el lonco Quilapán, Baquedano ofreció sus servicios y fue comisionado el 11 de enero de 1869 por el general José Manuel Pinto para defender la ribera sur del río Renaico. En febrero su división debió expedicionar en la zona del lago Colico y el río Cautín donde combatió a los caciques Quilapán y Quilahueque.
En abril se le encargó defender la línea del Malleco, entre la cordillera de Los Andes y la de Nahuelbuta, como comandante en jefe de una división integrada por 480 hombres de diferentes armas, tarea que llevó a cabo brillantemente y que le significó ser designado comandante del regimiento Cazadores a Caballo.
Benjamín Vicuña Mackenna, Manuel Baquedano y un niño. 1881
Posteriormente fue trasladado junto a su regimiento a Santiago, en donde fue reconocido por la ciudadanía por sus servicios en la Araucanía y por ser poseedor de una personalidad sencilla, atractiva y muy cercana a la ciudadanía.
En julio de 1870 fue ascendido a coronel. En 1875 recayeron sobre él las nominaciones de inspector general de la Guardia Nacional y comandante general de armas de Santiago. Su ascenso a general de brigada está fechado el 20 de mayo de 1876.
En posesión de ese alto grado le sorprendió la Guerra del Pacífico. En el mes de abril de 1879, Manuel Baquedano desembarcó en Antofagasta, con el cargo de comandante general de la caballería del Ejército del Norte.
Una vez terminada la Guerra del Pacífico fue, por un breve periodo, candidato a la presidencia de la República por el Partido Conservador, pero optó por abandonar la carrera presidencial. Fue senador en el periodo 1882 a 1888 por Santiago y de 1888 a 1894 por Colchagua.
Por tres días, del 29 al 31 de agosto de 1891, dirigió el país por encargo del presidente Balmaceda, mientras el bando triunfador de la revolución llegaba a Santiago.
Falleció en la capital el 30 de septiembre de 1897.
Por ley de 20 de agosto de 1881 el Congreso Nacional le concedió por toda la vida el título y honores de general en campaña del ejército de la República.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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