La salida de Estados Unidos de Afganistán entrega este país al régimen Talibán, con su extrema visión de la Sharía, lo que producirá cambios que vaticinan inestabilidad y conflicto interno. Sin embargo, esta inestabilidad también afectará el entorno regional, lo que ha llevado a los países vecinos y potencias regionales a preparar sus estrategias tendientes a enfrentar esta amenaza u oportunidad.
The US exit from Afghanistan yield control of the country to the Taliban, a regime with an extreme vision of the Shari'a, which will produce changes that foresees instability and internal conflict. However, this instability will also affect the region, which has led neighboring countries and regional powers to elaborate their strategies to face this coming threat or opportunity.
Es difícil aceptar que un esfuerzo tan caro en vidas y recursos lleve la situación en disputa a su punto de partida, más aún cuando observamos la asimetría entre los contendores: El ejército más poderos del mundo, apoyado por las más potentes democracias occidentales, enfrentados a un grupo de tribus rudimentariamente armadas, inorgánicamente reunidas bajo el movimiento teocrático islamista sunita conocido como el Talibán. Así, tras 20 años de lucha, la guerra más larga en la historia de Estados Unidos, las imágenes de Kabul rememoran la evacuación de Saigón de 1975, en lo que no puede calificarse de otra forma que de derrota.
El año 2001, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, reaccionó al ataque sobre las torres del Centro Mundial de Comercio en Nueva York lanzando, lo que él llamó, la Guerra Global contra el Terror, cuyo primer objetivo fue deponer el gobierno fundamentalista del Talibán en Afganistán, con el propósito de anular el santuario del grupo terrorista Al Qaeda, ejecutor del ataque en Nueva York y encontrar a su líder, el saudí Osama Bin Laden. Muchos críticos señalan que la intervención en Afganistán nunca tuvo por propósito apoyar los intereses y libertades del pueblo afgano, sino destruir un régimen fundamentalista que, albergando a grupos como Al Qaeda, afectaba la seguridad especialmente de Occidente. En efecto, de los 50 Estados que intervinieron en operaciones militares en este país asiático, 39 son europeos o sus aliados.
Este fracaso en Afganistán tiene diversas causas las que son de origen militar y político, algunas de ellas previsibles, otras no tanto. Las consecuencias de tan completo fracaso es lo que ahora debería ocuparnos. Como señalara el ex Asesor General de Seguridad Nacional general H.R. McMaster, Afganistán es un "problema de humanidad en una frontera actual entre la barbarie y la civilización" (McKinley, 2021). Aunque es aún temprano para un análisis profundo, es interesante ver cuál es la situación para los vecinos de este convulsionado país.
La retirada de Estados Unidos de Afganistán, entregando ese país al Talibán, deja un inesperado vacío de poder en la región que algunos analistas vaticinan será llenado con entusiasmo por Rusia y China. Sin embargo, esto puede no ser tan evidente. La funesta experiencia soviética, que cubrió la casi totalidad de la década de 1980, permanece en la memoria colectiva tanto de los afganos como de los rusos, quienes todavía compiten en denunciar las mayores atrocidades. Por su parte, China enfrenta crecientes cuestionamientos por el trato que da a la minoría islámica Uigur en la provincia de Xinjiang, lo que con toda seguridad no es del agrado de las nuevas autoridades afganas.
Afganistán es un país montañoso y mediterráneo ubicado en una posición confluyente entre al Asía Occidental, Asía del Sur y Asía Central, que le genera fronteras con Irán en 921 km, Pakistán de 2.670 km, Tayikistán en 1.357 km, Turkmenistán en 804 km, Uzbekistán de 144 km y, finalmente, una pequeña y escarpada frontera de 91 km con China, que conecta con las conflictivas regiones de Nepal y Xinjiang (Central Intelligence Agency, 2021).
Esta posición central le ha dado una historia de conflictos en la construcción de imperios, por la frecuente fricción entre oriente y occidente. Así, mientras los países occidentales son reacios a reconocer al nuevo gobierno afgano, las potencias regionales de China, Irán, Pakistán y Rusia han mantenido abiertas sus embajadas en Kabul y han iniciado acercamientos con los líderes talibanes (The Times of India, 2021).
El impacto que puede generar el regreso de un gobierno talibán en Afganistán podemos verlo en relación con las principales potencias regionales:
Existen importantes lazos entre el Talibán y Pakistán. El primero y más fuerte es que, en ambos casos, la etnia predominante es la Pastún, con quienes comparten, además, la rama sunita de la fe islámica. Así, desde el inicio de este conflicto, Pakistán ha mantenido una doble cara. Por un lado, apoyó a Estados Unidos y sus aliados para acceder a territorio afgano y, por otro, desde mucho antes del inicio del conflicto, ha mantenido un apoyo encubierto al Talibán, principalmente a través de su principal servicio de inteligencia, la Dirección de Inteligencia Inter-Services (ISI).
La ambigüedad de Pakistán es paradójica y algo desvergonzada. Ha respaldado abiertamente la guerra contra el terror impulsada por Estados Unidos y, sin embargo, el primer ministro Imran Khan celebra que el pueblo afgano ha roto “grilletes de esclavitud,” tras la toma del poder del Talibán (The Times of India, 2021).
Sin embargo, no todos los dados se cargan para el mismo lado en esta relación; la victoria de los talibanes podría resultar problemática para Pakistán en una región tan convulsionada como esta, donde ningún país puede descartar la presencia de grupos radicales que encuentren motivación, seguridad y apoyo en las nuevas autoridades afganas, potenciando sus acciones terroristas. En Pakistán un ejemplo de esto es el grupo Tehrik-e-Taliban, activo al menos desde el año 2007, conocido como los talibanes de Pakistán, organización yihadista responsable de matar a miles de civiles paquistaníes y atacar a las fuerzas de seguridad del país (RUSI, 2021).
Es fácil pronosticar que la salida de la región de Estados Unidos y demás potencias occidentales, solo puede alegrar al régimen iraní, tan marcadamente antioccidental. Sin embargo, el Talibán crea caos en la región y puede incrementar el flujo migratorio hacia sus vecinos, donde Irán ha sido el refugio de la perseguida etnia Hazara, minoría chiita de habla persa, que representa entre el 10% y el 20% de la población total de Afganistán.
Pese a esto, el comportamiento iraní parece indicar que, en sus decisiones, prima la conveniencia geopolítica de sacar a las potencias occidentales de la región por sobre la coincidencia religiosa y protección de sus etnias afines. En efecto, autoridades estadounidenses reclamaron repetidamente que Irán, específicamente la Guardia Revolucionaria, entregó apoyo financiero y militar a los talibanes. Según el politólogo estadounidense Seth Jones, la Fuerza Quds, de Irán, apoyó clandestinamente a milicias y grupos políticos en la región con el fin de promover los intereses iraníes (BBC News Mundo, 2021), fomentado por la hostilidad compartida hacia potencias occidentales como Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, cumplido el objetivo de sacar a los occidentales de la región, la rivalidad Sunita-Chiita puede volver a enfrentar a estos regímenes de marcada tendencia fundamentalista.
La relación Afganistán- Talibán- China tiene componentes religiosas, políticas y económicas.
El corredor Wakhan, creado para separar al imperio británico del imperio ruso en el siglo XIX, aunque estrecho, montañoso y de difícil acceso, es un punto de entrada hacia Xinjiang que puede potenciar la inestabilidad de esa amplia región de China, donde las acusaciones de abusos contra la población musulmana uigur, podrían incentivar la colaboración del régimen teocrático del Talibán para apoyar los movimientos independentistas centroasiáticos.
Como contrargumento, el régimen Talibán está dominado por la etnia pastún, muy ligada a Paquistán, que, a su vez, mantiene fuertes lazos con China, país con el que ha abordado con entusiasmo los proyectos de la Belt and Road Initiative (BRI), generando la intención de ampliar esta ruta para dar mejor servicio a Afganistán.
Asimismo, China se ha apresurado en declarar sus intenciones de estrechar relaciones con el nuevo gobierno de Afganistán, ofreciendo su “cooperación amistosa” para la reconstrucción del país, en concordancia con los objetivos de la BRI. Sin embargo, algunos observadores presentan esta intención china, de buen vecino del Talibán, como una manera de evitar que el extremismo islámico prospere en Xinjiang (Ng, 2021).
No cabe duda de que la inversión china podría ser altamente conveniente para la alicaída economía afgana, pero es aún temprano para aventurar cuáles serán las prioridades de un gobierno talibán con su visión extrema de la realidad ¿apostarán por una relación pragmática con China? O ¿buscarán apoyar las aspiraciones de la etnia Uigur, con quienes comparten la fe islámica? En este sentido, la diplomacia china ha sido muy activa y ya, en el mes de julio de este año, el ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi se reunió con el jefe de la comisión política talibán, el mulá Abdul Ghani Baradar, en una movida pragmática que buscaría transar seguridad en su territorio a cambio de inversión y reconocimiento, lo que crearía dependencia.
En lo político, China no perdió la oportunidad de usar este fracaso norteamericano como advertencia a Taiwán, vista la fragilidad de una alianza en que Estados Unidos abandonó a los afganos a su suerte (Tenorio, 2021).
Rusia es otro país que podría alegrarse del fracaso norteamericano y sus aliados, en vista de los efectos que esto pueda tener en el liderazgo e influencia global de la potencia norteamericana. Así, el presidente Putin se ha apresurado a resaltar el fracaso de Estados Unidos en esta prolongada guerra, como señal del deterioro de esa potencia como líder mundial. Al igual que China, el abandono de los afganos es presentado por Putin como una advertencia para Ucrania. (EMOL, 2021)
En el entorno regional, Rusia mantiene una fuerte presencia militar e influencia política en las repúblicas centroasiáticas que alguna vez formaron parte de la Unión Soviética. En algunos de estos territorios existen grupo radicales que amenazan la estabilidad de sus respectivos Estados, los que podrían verse animados a intensificar sus acciones, reeditando los duros escenarios de las guerras chechenas. Frente a esto, el presidente Putin aseguró que Rusia aprendió la lección de la intervención soviética de los años 80, del siglo XX, y, por lo tanto, no intervendrá en los asuntos internos de Afganistán (El Mercurio, 2021); sin embargo, para contrarrestar el riesgo de inestabilidad en sus fronteras, ha mantenido contactos regulares con líderes talibanes, a quienes se cree que ayudó con recursos y probablemente inteligencia (BBC News Mundo, 2021).
Los líderes del Talibán han insinuado que ejercerán su autoridad en el país con moderación ¿Un Talibán 2.0? Es difícil que un grupo cohesionado en torno a una interpretación tan rígida de sus escrituras sagradas, dictadas directamente por Alá, pueda ahora saltarse esos designios para diseñar políticas que sean menos repulsivas a ojos occidentales. Es probable que en el proceso de instalación en el poder se produzca cierta flexibilización, con un pragmatismo que permita calmar su entorno regional, para retomar el fundamentalismo en cuanto el escenario internacional se preste para hacerlo con un nivel adecuado de seguridad. Esto pone presión no solo en sus vecinos, sino también en Occidente dado el historial de apoyo a grupos de acción en Europa y otros centros de poder controlados por infieles.
En cuanto a las críticas respecto de la intervención occidental sobre una sociedad apegada a valores diferentes, es interesante recordar que, mientras algunos exigen equidad y se enredan en un absurdo lenguaje que llaman inclusivo, no se han detenido a ver que en buena parte la motivación de cada soldado, en 20 años de guerra, fue para permitir que las mujeres afganas mostraran su rostro si lo querían y pudieran estudiar lo que eligieran, como reflejo del valor occidental más caro: la Libertad. Volviendo sobre las palabras del general H.R. McMaster, la barbarie que horroriza a occidente tiene que ver con el trato hacia las mujeres. Puesto que en la sociedad occidental hemos aceptado que no hay diferencia alguna en valores entre hombres y mujeres, agredirlas a ellas es actuar contra la humanidad toda.
El caos no conviene a nadie y las posibilidades de regresar a una condición de enfrentamiento interno o abierta guerra civil, en una sociedad tan fragmentada como la afgana, son muy altas; más aún cuando una buena parte de la población tuvo acceso a un mundo de conocimiento que probablemente no sea provisto por el Talibán, generando expectativas que sólo pueden cumplirse bajo un régimen distinto.
Como vimos, el apoyo recibido por el Talibán, desde distintas fuentes, tuvo dentro de sus más importantes motivaciones el sacar a Estados Unidos de la región y minar su influencia internacional. Ahora que ese objetivo parece logrado, queda por ver de qué manera las potencias regionales enfrentarán su relación con el talibán, lo que dependerá del curso que sigan las acciones en Afganistán y la capacidad que tengan las nuevas autoridades de generar estabilidad al interior de ese país, si efectivamente tendremos un Talibán 2.0, con políticas más moderadas y que logren una buena gobernanza dentro de sus fronteras. Las diferencias políticas, pero principalmente religiosas con todos sus vecinos, vaticinan un futuro turbulento, considerando que no es posible identificar un poder regional con la capacidad de enfrentar a una nación con el historial guerrero de Afganistán.
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LISTA DE REFERENCIAS:
En la actualidad, China se ha transformado en uno de los actores principales en el sistema internacional, desestabilizan...
La República Centroafricana proclamó su independencia en diciembre de 1958, siendo en la actualidad el segundo país más pobre del mundo y el séptimo con los mayores índices de delincuencia. Tras un estallido de violencia que destruyó instituciones estatales y dejó a la población sumida en una crisis humanitaria, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó una Misión de Apoyo Internacional dirigida por la Unión Africana; sin embargo, ante el aumento de la violencia y las violaciones a los DD.HH., el Consejo de Seguridad de N.U. autorizó el despliegue de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (MINUSCA), en la cual nuestro país participa con un oficial IM desde el año 2016.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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