By HENRY STYLES CANESSA
El presente artículo pretende aproximarse a dos expediciones ocurridas en la segunda mitad del siglo XVIII: la de Francisco Machado y la de Nicolás de Lobato y Cuenca, que se realizaron en un contexto de preocupación de las autoridades hispano-criollas por una posible ocupación inglesa de algún punto del archipiélago de Chonos, por lo que se enviaron expediciones en busca de imaginados asentamientos. Ambas navegaciones destacan por proveer la información más completa sobre las islas que recorrieron.
This article analyzes the expeditions of Francisco Machado and Nicolás de Lobato y Cuenca which took place in the second half of the 18th century. These ventures were made during a time of concern of the Spanish-Creole authorities for a potential English occupation somewhere along the Chonos archipelago, so expeditions were sent in search of eventual foreign settlements. Both campaigns stand-out for providing a most complete information about the islands they explored.
En la década de 1550, en los comienzos de la conquista de Chile, se enviaron dos expediciones marítimas a reconocer la entrada occidental del estrecho de Magallanes. La primera fue encomendada por Pedro de Valdivia, mientras que el gobernador García Hurtado de Mendoza encargó la segunda. Los exploradores nominaron algunos hitos de la navegación en los archipiélagos de la Patagonia Occidental (Urbina, 2019, págs. 125-160). Pedro Sarmiento de Gamboa fue enviado desde Lima en 1579 a explorar esas costas con el objetivo de buscar posibles refugios de -por entonces- enemigos ingleses, cuya existencia se sospechaba por la intromisión al Pacífico de Francis Drake. Este registro de las costas desde Chiloé hasta el Estrecho creó nuevo conocimiento, como por ejemplo, el de existir el archipiélago de la Madre de Dios (se nombró así a una parte del actual archipiélago magallánico). En los siglos XVII y XVIII hubo algunas otras expediciones que fueron perfilando algunos hitos de la costa, como la actual bahía Ana Pink, la isla del Cirujano o los canales Mesier y Taijataf (Urbina, 2014, págs. 21-34).
En 1749 se informó a las autoridades del virreinato del Perú de la “Noticia de Anson”. Era un extracto, traducido al español, del diario que se publicó en Inglaterra en 1748 sobre la expedición bélica de George Anson al Pacífico, de la parte en que se explicaba cómo uno de sus barcos se había refugiado de una tormenta en una isla del archipiélago de Chonos y recomendaba al Almirantazgo que la considerace para futuras operaciones (Urbina, 2018, págs. 235-264). A raíz de esta información, las autoridades hispano-criollas ordenaron reconocer los archipiélagos bordemarinos australes en busca de enclaves ingleses.
En este contexto destacan dos expediciones: la comandada por Francisco Machado, en el verano de 1768-1769, y la de Nicolás Lobato y Cuenca, durante los primeros meses de 1792. Ambas sobresalen por las descripciones que dejaron sobre el archipiélago de los Chonos, siendo las más completas de su época, permitiendo llenar así algunos vacíos que existían en el conocimiento de la región austral americana. Desde luego, la tarea no se concluyó en dicho periodo, siendo continuada en los siglos XIX y XX por la Armada de Chile.
Al respecto, cabe preguntarse si ¿podemos hablar de un redescubrimiento del archipiélago de los Chonos en la segunda mitad del siglo XVIII? A modo de hipótesis se propone que el archipiélago de los Chonos fue redescubierto en la segunda mitad del siglo XVIII por ambas expediciones, cuyas acciones -consignadas en sus diarios de viaje- permitieron profundizar en el conocimiento que ya se tenía sobre dicho territorio desde el siglo XVII, lo que guardó relación directa con los intereses geopolíticos de España.
Las expediciones de Francisco Machado y Nicolás Lobato y Cuenca
Luego de la publicación de la Noticia de Anson, el Pacífico se convirtió en escenario de competencia científica entre las principales potencias imperiales europeas, en donde destacaron expediciones como las de Louise Antoine de Bougainville, James Cook y Alejandro Malaspina (Gándara, 2020, págs. 167-188). La interacción de procesos globales, regionales y locales en este caso es sumamente interesante de estudiar, tomando como referentes a los ya mencionados exploradores Francisco Machado y Nicolás Lobato.
Ahora, ¿por qué ellos? Si bien debe partirse recalcando que no fueron ni los primeros ni los únicos en explorar y describir el archipiélago de Chonos en este período de tiempo, sí son los más relevantes debido a la profundidad con que describieron las islas que recorrieron. Se debe recalcar también que ninguno navegó la totalidad del archipiélago, sino que las que consideraron más relevantes en el plano geopolítico. Desde luego, esta idea debe entenderse en su propio contexto, es decir, desde los intereses de las autoridades, así como de los navegantes. Es menester preguntarse, ¿cumplieron a fondo sus objetivos? Dicha interrogante es sumamente relevante, pues lleva a cuestionarse si la contribución hecha por estos navegantes fue lo que se esperaba o si era un trabajo que debía seguir realizándose.
La tarea de ambos era recorrer los archipiélagos patagónicos hasta el estrecho de Magallanes, con especial énfasis en las islas de Tenquehuén (actual bahía Ana Pink) y de Madre de Dios. Es decir, a la par de los intereses geopolíticos estaba la preocupación por conocer con mayor profundidad los archipiélagos patagónicos. Las instrucciones dadas a ambos prueban cómo se entremezclaban estas dos aristas. En el caso de Machado es notable que la información oficial dada por el gobernador de Chiloé le encomendaba ir en busca de unos náufragos españoles, mientras que las instrucciones reservadas indicaron que debía ir en busca de ingleses. Isidoro Vázquez de Acuña señaló que se dio esta tarea a Machado pues la rapidez con la que sus predecesores Mansilla y Ugarte1 hicieron su viaje generó dudas respecto de los resultados obtenidos (Vázquez de Acuña, 2004). Las autoridades no consideraron que se había recopilado tanta información como esperaban, por lo que dicha labor debía continuarse lo más rápido posible.
Un elemento fundamental para tener en consideración fue lo señalado por el alférez Francisco de Clemente y Miró, del viaje de Lobato y Cuenca en 1792: “… por no desperdiciar momento salimos con las dos piraguas a sondar un canal que ni lo demuestra el plano que me han dado ni el diario del piloto Don Francisco Machado” (Clemente y Miró, 2018). No da más información respecto del plano que lleva, pero es interesante detenerse en la mención de Machado, pues parecía ser la mejor fuente de información que tenía del archipiélago, pero no la última, pues en esos 23 años que les separaron sucedieron tres expediciones franciscanas,2 por lo que se podría suponer que no es la información más actualizada, aunque parecía ser que era la más completa.
Eso se daba por los distintos objetivos de dichas expediciones. Mientras los franciscanos buscaban evangelizar a los indígenas (Casanueva, 1982, págs. 5-27), Machado y Lobato buscaban reconocer las islas y accidentes geográficos del archipiélago (Vázquez de Acuña, 2004). Por tanto, la información más importante para Francisco Clemente estaba en lo señalado por Machado, por lo similar de sus empresas de navegación. Eran ellos quienes iban construyendo el archipiélago de Chonos a partir de los datos consignados en sus diarios, lo que se iba conjugando con el conocimiento dejado por los viajeros del siglo XVII y aquellos de las décadas de 1750 y 1760 (Soler, 2003).
Ello no implicaba que los personajes tratados en este artículo no hayan contribuido en la generación de conocimiento, cosa que puede apreciarse en la cita de Clemente y Miró. Ambos aportaron su grano de arena a este proceso, como la consignación de las latitudes de algunas islas y la dirección de vientos y mareas. Empero, es necesario volver a recalcar que sus descripciones no abordaron la totalidad del archipiélago de Chonos, sino que solamente los puntos geoestratégicamente relevantes, o que podrían haber sido de interés para la Corona británica.
Respecto a la bahía del Pingue Ana, Machado señaló que: “habiéndome restituido de la especulación del puerto del Pingue Ana (que no hubo cosa que anotar), pasamos todo el día en el de San Fernando, con bastante aguacero y travesía” (Machado, 2018). La referencia es corta, seguramente porque al no encontrar ingleses optó por no dar mayor importancia a esta isla y seguir adelante con su itinerario en caso de encontrarlos más al sur. Igualmente sus planes se vieron frustrados, pues su tripulación decidió no continuar más allá de Guayanecos, por lo que emprendieron la vuelta, enfrentando así un sumario del que fue absuelto (Hanish, 1984).
En el caso de Lobato y Cuenca no hubo informes reservados, sino que el gobernador de Chile, Ambrosio O´Higgins, le pidió directamente que consignara la mayor cantidad de información posible sobre los archipiélagos patagónicos. Ya en 1767 O´Higgins había formulado un proyecto para fortificar y poblar las zonas australes de Chile (Gándara, 2017, págs. 481-506). Es decir, el propio Ambrosio O´Higgins tenía interés por conocer las regiones australes de Chile, por lo que podría considerarse un antecedente importante de la expedición de Nicolás Lobato, aunque sería riesgoso afirmar que hubo una relación directa entre la propuesta del gobernador y el viaje de Lobato, pues no se cuenta con evidencia suficiente para corroborarlo.
Sin embargo, es sugerente suponer una correlación indirecta, donde los planes de Ambrosio O´Higgins pudieron verse concretados a través del viaje de Lobato y Cuenca. Como se mencionó anteriormente, la motivación para enviar esta expedición fue un tratado internacional de pesca entre España e Inglaterra, donde a los primeros les preocupaba que esto pudiera ser una mera excusa británica para asentarse en sus posesiones no ocupadas del Pacífico. En sus instrucciones, el gobernador menciona explícitamente que debe recorrer los archipiélagos patagónicos, asegurándose que realmente los ingleses solo estén pescando. Al referirse a las islas las menciona de manera general, sin dar nombres, excepto por Juan Fernández, seguramente por haber sido donde se reagrupó la flota de Anson en 1741. Esto habla de una visión más global de O´Higgins, quien se preocupó por la totalidad de islas del Pacífico sur que pertenecían a la Corona española. Empero, parecía no conocer mucho el archipiélago de Chonos, pues solo alude a la isla donde recaló el Ana, cometiendo el error de afirmar que el propio Anson estuvo en la embarcación.
Francisco de Clemente y Miró se centró más en describir las islas que iba recorriendo en el archipiélago de Chonos, aunque ante el término de la temporada favorable para la navegación regresó después de reconocer la isla del Pingue Ana, el primero de sus objetivos. Sobre ésta, señaló que: “Es regular les pareciese el mejor de todos, pues así que fondearon pasaron estas gentes de una situación donde no tenían delante de los ojos sino una muerte inevitable” (Clemente y Miró, 2018). El alférez coincide con Anson en que el puerto donde recaló el Ana es excelente fondeadero. Sin embargo, no menciona que podría ser poblado. Seguramente por considerar que solo era bueno para los ingleses debido a la dura experiencia en el cabo de Hornos.
En este sentido, el esfuerzo puesto por la expedición de Lobato en contribuir a la construcción de conocimiento científico, si bien es significativo, no cumplió con las expectativas puestas por O´Higgins en cuanto a la cantidad de territorio que debía cubrir. Pese a ello, el gobernador no parecía darse por vencido en esa tarea, según le hizo ver al conde de Floridablanca en dos cartas que le envió al regreso de Nicolás Lobato. Su idea era proseguir en la exploración y descripción de los archipiélagos australes, pues comprendió que era complicado para Lobato proseguir su proyecto dada la cercanía del invierno. Aún así, el gobernador no terminó de convencerse de que no había ingleses en la Patagonia, por lo que proponía continuar las exploraciones de los confines australes del continente.
Conclusiones
Los exploradores hispano-criollos fueron dando un sentido al archipiélago de los Chonos desde el siglo XVII a medida que iban recorriendo sus canales. Tanto en esta centuria como en el XVIII este fue navegado por religiosos y civiles, teniendo distintos objetivos, lo que a su vez daba un mayor dinamismo al archipiélago.
Si bien desde el siglo XVII se evidenció presencia inglesa en la región, no fue hasta 1748 que los españoles se alertaron de un posible asentamiento por parte de sus enemigos. Ello llevó a que las autoridades coloniales volvieran su atención sobre este territorio no ocupado efectivamente. Gracias a la labor de los navegantes se fue completando esta tarea.
Francisco Machado y Nicolás Lobato y Cuenca cumplieron un rol fundamental en este redescubrimiento del archipiélago de Chonos, al darle mayor profundidad a la descripción de las islas, teniendo en cuenta el entorno que les rodeaba, la dirección de los vientos, la marea y las latitudes de estas. Los intereses geopolíticos primaron por sobre el objetivo de describir el territorio, pues el foco estuvo puesto en los puertos en que habían recalado ingleses, lo que significó que estos tópicos iban de la mano para las autoridades hispano-criollas, conocer y proteger, pero no por ello poblar. Resultado de esto es que ninguno de los dos exploradores recorrió la totalidad del archipiélago, sino que aquellas islas que parecían ser de interés para los enemigos de España.
El rol del viajero como generador de conocimiento fue esencial en este proceso, pues ellos definían los tópicos que luego otorgaban un sentido a las islas. Se trataba de un constante diálogo, donde los intereses de los Imperios ultramarinos primaban a la hora de pensar los territorios por explorar. Por lo mismo, aunque ni Machado ni Lobato y Cuenca cumplieron su objetivo a cabalidad, sus diarios de viaje pueden considerarse como una fuente muy valiosa para el estudio de las representaciones del archipiélago de Chonos, pues dieron cuenta de cómo se iba construyendo el conocimiento de esta región en la segunda mitad del siglo XVIII.
Por último, solo recalcar lo oportuno que fueron estos casos para estudiar la producción y circulación de una representación territorial, por la congregación de diversos elementos: la actitud de las autoridades, la amenaza de ocupación extranjera, un territorio desconocido, la confluencia y divergencia de distintos objetivos, así como la relevancia de los navegantes y el valor de los diarios de viajes como generadores de conocimiento a través de su propia experiencia in situ.
Bibliografía
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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