Revista de Marina
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History and strategy; a mutual necessity

La historia y la estrategia: Una mutua necesidad

  • RONALD MC INTYRE ASTORGA

By RONALD MC INTYRE ASTORGA

  • Received at: 02/11/2021
  • Published at: 28/02/2022. Visto 595 veces.
  • Abstract (spanish):

    El estudio de casos históricos es una importante herramienta que puede ser empleada para analizar y diseñar cursos de acción estratégicos, que permitan resolver distintos problemas del Estado. A través del análisis de experiencias históricas, se puede obtener evidencias, tanto de éxitos, como fracasos en la aplicación de algún determinado tipo de estrategia, en distintos tipos de escenarios y en distintas condiciones políticas, ya sea en tiempos de paz, crisis o guerra.

  • Keywords (spanish): Poder, Estrategia, historia, Historia2, estrategia, poder, Historia.
  • Abstract:

    Historical case analysis is an important tool that can be used to analyze and design strategic courses of action that can solve different State problems. Through the analysis of historical experiences, evidence can be obtained from the success or failure in the application of a specific type of strategy. This includes different types of scenarios and political environments, in times of peace, crisis or war.

  • Keywords: History, strategy, power, history.

En nuestro país, existe una gran confusión con respecto a lo que se entiende por estrategia. El término es usado indistintamente para referirse tanto a asuntos relacionados con la administración de negocios, el manejo de la competencia, el comportamiento del mercado y las operaciones de una empresa, como también a la forma en que un equipo de fútbol va a enfrentar un rival. Aunque algunos conceptos estratégicos se pueden aplicar a estas actividades, la estrategia es mucho más que esto.

La palabra estrategia viene del griego strategia, que representa: “el oficio del general, la habilidad del general, y por ende el arte de la guerra” (Defence Academy, 2017, p.3). La estrategia, es una ciencia y un arte, ciencia en cuanto a que, en parte, se ocupan métodos científicos para su diseño y evaluación, y arte en cuanto a que el líder, sea este político o militar, aplica toda su habilidad, experiencia y capacidad humana, para decidir el mejor curso de acción posible, utilizando datos y modelos aprendidos de experiencias anteriores.

La estrategia también se relaciona con la forma como el Estado, con la totalidad de su poder y capacidad, puede promover, crear y mantener un ambiente de armonía, tanto interno como externo, que permita a sus ciudadanos lograr un nivel de bienestar adecuado, alcanzar la prosperidad y desarrollarse a plenitud. El fin último de la estrategia, es la persona.

Una de las pocas herramientas, si no la única, que puede ser empleada para elaborar cursos de acción estratégicos, además de diseñar modelos para validarlos y así aplicarlos en la solución de problemas del Estado, es el estudio de casos históricos. A través del análisis de experiencias históricas, se pueden obtener evidencias, tanto éxitos como fracasos, en el empleo de algún determinado tipo de estrategia, en distintos tipos de escenarios y en distintas condiciones políticas, ya sea en tiempo de paz, crisis o guerra.

La estrategia se ha enseñado, histórica y particularmente, en los institutos de educación superior de las fuerzas armadas. No se tiene evidencia que haya sido estudiada ni desarrollada en profundidad, por universidades u otros institutos de educación superior del ámbito civil. Las causas de esto no son del todo claras y pueden tener distinto origen.

Las consecuencias de este vacío de conocimiento estratégico, sí parece tener manifestaciones más concretas. Existe desconocimiento acerca de la utilidad y la forma de emplear la estrategia para resolver los problemas que enfrenta el país; se evidencia una falta de cultura estratégica y visión de largo plazo; no se cuenta, dentro del aparato estatal, con estrategas instruidos y expertos, que permita enfrentar estos problemas. En otras palabras, la capacidad de producir pensamiento estratégico y de proponer soluciones estratégicas, no está disponible en el arsenal intelectual del Estado.

¿Qué es la estrategia? La pregunta no tiene una respuesta fácil, ya que se presentan dos problemas particulares, el primero relacionado con la existencia de distintos niveles de estrategia y el segundo relacionado con distintas definiciones. Con respecto al problema relacionado con los distintos niveles de estrategia, y desde el punto de vista del conflicto armado, esta se emplea en tres niveles; la gran estrategia, la estrategia militar y la estrategia operacional. La gran estrategia está relacionada con la conducción de la guerra como un todo, la estrategia militar se ocupa del empleo del poder militar del Estado y la estrategia operacional, del diseño de las operaciones militares en las campañas.

La estrategia a la cual nos referiremos en este trabajo, corresponde a lo que se conoce como la gran estrategia, es decir cómo se articulan los instrumentos del poder del Estado (diplomático, informaciones, militar y económico), para la obtención de objetivos de interés nacional. Es decir, el ámbito de acción de la estrategia no está circunscrita exclusivamente a lo militar, sino que considera también otras actividades vinculadas con la vida común de cualquier ciudadano.

Con respecto al problema relacionado con las definiciones, se presentan como ejemplo tres, que no son las únicas obviamente, pero que se estiman útiles para ir estableciendo los términos de referencia requeridos:

“Ciencia y arte de concebir y conducir eficazmente el empleo del poder nacional en la consecución de objetivos nacionales. Es la estrategia propia del nivel político de la cual en el sector defensa, son subsidiarias, secuencialmente, primero la estrategia militar o conjunta y después, la estrategia institucional correspondiente a cada una de las ramas de las FF.AA.” (Ministerio de Defensa, 1997).

“Una idea prudente o un conjunto de ideas prudentes para emplear los instrumentos del poder nacional de una forma integrada y sincronizada, para alcanzar objetivos en el teatro, nacionales y/o multinacionales” (Department of Defense, 2019).

“Un curso de acción que integra los objetivos, las opciones y los medios, para alcanzar objetivos políticos” (Getting Strategy, s/f).

La definición del Royal College of Defence Studies (RCDS), instituto de enseñanza superior de la defensa en el Reino Unido, por su simplicidad y capacidad de abordar en forma práctica el verdadero sentido de la palabra estrategia, explicitando además el necesario balance que debe existir entre las capacidades disponibles, las opciones y los objetivos por alcanzar, parece ser la más adecuada para hacerla propia en este artículo.

La publicación Getting Strategy Right (Enough) del RCDS, describe la forma cómo la estrategia nacional del Reino Unido, coordina los instrumentos del poder nacional, en demanda de los objetivos políticos nacionales que aseguren sus intereses. En este planteamiento, se pueden evidenciar cuatro conceptos que están relacionados entre sí y que vale la pena destacar y explicar. El primero de ellos se refiere a los intereses nacionales, los cuales son declaraciones de enunciación muy general, de características permanentes, que difícilmente mutan y que están relacionados esencialmente con la obtención y aprovisionamiento de seguridad, bienestar y prosperidad para la nación. De estos intereses se derivan objetivos. Los objetivos nacionales, definen claramente qué es lo que debe ser protegido para salvaguardar los intereses nacionales. Los medios necesarios para protegerlos, provienen del poder nacional, por lo que la forma como los objetivos a lograr y los medios disponibles para obtenerlos, deben ser conjugados para optimizar el empleo de los recursos. Esto se realiza a través del diseño de estrategias –opciones o cursos de acción– que posibilitan alcanzar los objetivos nacionales y proteger los intereses de la nación.

Es importante también aclarar las diferencias conceptuales de dos términos que normalmente se confunden; política1 y estrategia. La política representa la visión o estado final deseado de la autoridad política, acerca de una situación determinada, estableciendo una intención clara, un decidido compromiso para actuar, proporcionando las grandes directrices orientadoras y los propósitos para el desarrollo de una estrategia. Esta última, en cambio, diseña los posibles modos para lograr accionar sobre el problema con una visión de largo plazo, balanceando las opciones, con los recursos disponibles.

De la misma forma, se considera pertinente explicitar lo que se entiende por poder. Michel Foucalt, filósofo francés, señalaba que “el poder esta en todas partes, no porque abrace todo, sino porque proviene de todas partes” (Foucalt, 1978). Foucalt en este enunciado expresa, acertadamente, los múltiples orígenes y posibles ámbitos en que se puede aplicar el poder. En tal sentido, el poder puede ser empleado de las formas más diversas y en las más variadas esferas.

Otro concepto importante que Foucalt propone, es que el poder sólo existe cuando se aplica: 

El ejercicio del poder no es simplemente una relación entre pares individuales y colectivos; es una manera en que ciertas acciones, modifican otras. Lo que quiere decir por supuesto, que algo llamado poder, con o sin letras mayúsculas, que se asume que existe universalmente, de una forma concentrada o difusa, no existe. El poder sólo existe cuando se pone en acción, incluso, por supuesto, esta integrado en un diverso campo de posibilidades aplicados sobre estructuras permanentes. Esto también significa que el poder no es función del consenso (Foucalt, 1982).

Algunos conceptos que pueden ser extraídos del planteamiento de Foucalt, son que el poder es un concepto que tiene que ver con relaciones –sean estas individuales o colectivas– que es una entidad de acción, que el ejercicio del poder produce la modificación de otras acciones, sin la necesidad de que la otra parte muestre una anuencia a adoptar estas modificaciones y, finalmente, que se visibiliza sólo cuando se ejerce, donde Foucalt define, este ejercicio, como “la manera que ciertas acciones pueden estructurar el campo de otras acciones posibles” (Foucalt, 1982).

Los instrumentos del poder nacional provienen de cuatro ámbitos, el diplomático, el de informaciones, el militar y el económico. El diplomático esta conformado, por todos los recursos internacionales que posee el Estado, incluyendo su diplomacia y su capacidad de influencia en organismos internacionales. El ámbito informacional está compuesto por la capacidad con que cuenta el Estado, para crear las percepciones necesarias en el público objetivo, sea este propio o adversario. En el ámbito militar, están consideradas todas las capacidades disponibles, que permitan proteger los intereses propios, alcanzar los objetivos nacionales establecidos y afectar los intereses del adversario. Con respecto al ámbito económico, se incluyen todas las capacidades del Estado que permitan incentivar y proteger la economía nacional y restringir, sancionar, bloquear o también, eventualmente, estimular la economía de la contraparte.

Los instrumentos del poder nacional no se aplican en forma individual, se emplean como un todo, coordinando, sincronizando y priorizando el instrumento que mejor puede lograr un propósito determinado, dependiendo de la naturaleza del problema que se quiera resolver y de la etapa en la cual se está desarrollando la crisis.

Convencionalmente, la literatura especia-lizada caracteriza la forma de aplicación del poder nacional, a través de tres formas; poder duro (hard power), poder sutil (soft power) y poder perspicaz (7mart power). En forma general,  el poder duro ocupa la capacidad económica y militar del Estado, para obligar al adversario, a través de medidas de fuerza coercitivas o disuasivas, a adoptar acciones que sean de interés y beneficio para la posición propia. El poder sutil, contrariamente al poder duro, no busca obligar, sino que seducir a la contraparte para que adopte, por su propia voluntad, una acción favorable al interés propio, y, finalmente, el poder perspicaz, ocupa elementos del poder duro y el poder suave, con distintos énfasis, en forma coordinada y sincronizada, para obtener resultados favorables a la posición propia.

La contribución de la historia a la estrategia es determinante, tal como lo señalara Colin S. Gray, un prestigioso estratega británico-americano, “no hay otra alternativa que el estudio de la historia para obtener educación e inspiración estratégica”(Gray, 2006). De la misma forma, Bernard Brodie, uno de los primeros estrategas civiles de los Estados Unidos señaló que, “todavía la única data empírica que tenemos, acerca de cómo las personas conducen la guerra y se comportan bajo el estrés producido por ella, es la experiencia que hemos obtenido de esta, en el pasado” (Brodie, 1984).

Ambas declaraciones, reafirman la importancia de la contribución de la historia, en el análisis de estrategias empleadas para resolver problemas en el pasado, como también su utilidad en el desarrollo de estrategias nuevas, para resolver problemas del presente.

La historiografía, ahora con el apoyo de la estrategia, posee la capacidad de interpretar el pasado histórico de una manera distinta y desde una perspectiva diferente, examinando cómo el Estado, usando todo su poder, en otras épocas y en diversas formas, ha sido capaz de resolver problemas estratégicos de distintos niveles de criticidad.

Después de la Segunda Guerra Mundial y con el advenimiento del poder nuclear, fue necesario generar una capacidad de análisis estratégico de características distintas a la que se había desarrollado con anterioridad. Tomando en consideración que los principios de la estrategia, se han mantenido inalterables en el tiempo, no así los medios para materializarla, se buscó en la historia, la evidencia concreta que pudiera ser empleada para elaborar nuevas aproximaciones estratégicas que pudieran ser empleadas en la actualidad. Así, entonces, la forma de conducir una crisis, la decisión de entrar o no en un conflicto armado, o la manera en que se pudo negociar un desacuerdo entre potencias en el pasado, pasaron a tener un valor significativo, no importando si las formas empleadas o las estrategias utilizadas hubiesen tenido éxito o no. Incluso la aproximación errónea a un problema en el pasado, podría proveer lecciones significativas y nuevas perspectivas de aproximación al problema.

Es interesante mencionar cómo en Estados Unidos, el estudio de la historia de Tucídides sobre la Guerra del Peloponeso, ha sido empleado para analizar la competencia estratégica entre ese país y China, donde se han publicado una serie libros y artículos al respecto, destacando entre otros, el libro de Graham Allison, Destined for War. Can America and China Escape the Thucydides Trap, que trata sobre la inevitabilidad de un conflicto armado, si es que ambos países no adoptan medidas de distensión concretas.

En el caso del Reino Unido la aproximación al problema ha sido similar; sin embargo, existe un caso que sobresale del resto y que se relaciona con la experiencia que se obtuvo después de la investigación parlamentaria realizada con motivo del comportamiento del sistema de defensa británico, previo y durante la guerra de Irak. El informe de la Comisión Chilcot2  fue lapidario en señalar las evidentes deficiencias del gobierno del Reino Unido, al involucrarse en un conflicto no deseado, y, una vez involucrado, emplear una estrategia errada, sin el establecimiento de un estado final deseado claro y comprendido por todos los niveles de la conducción político y estratégica del país.

Las crisis deben ser examinadas desde una perspectiva histórica, no se producen de improviso ni aparecen en forma repentina. Siempre ha existido un motivo que las ha mantenido en latencia por mucho tiempo y que incluso, por motivos insignificantes, se han activado rápidamente, desencadenando situaciones inesperadas e indeseadas. Muchas veces, se ha puesto énfasis en el desarrollo de estrategias que disuadan al adversario y se ha demostrado poco interés en estrategias que eviten el conflicto. En este caso, la historia puede proveer experiencia e información valiosa, acerca de desafortunados casos históricos en que los conductores políticos y estratégicos, fueron incapaces de comprender la peligrosa situación a la que se estaba llegando y de tomar las medidas oportunas para distender la tensión.

Desde el ámbito de la educación militar profesional, las academias de guerras de las fuerzas armadas utilizan casos históricos para la enseñanza de estrategia. En particular la Academia de Guerra Naval, durante la ejecución del curso de Estado Mayor utiliza, entre otros, casos históricos relacionados con la crisis de los misiles en Cuba en 1963, la guerra de las Malvinas de 1982, la crisis del Beagle de 1978 y la generación del poder naval durante la última década del siglo XIX. La Academia de Guerra Naval de los EE.UU. realiza estudios de casos relacionados con la guerra del Peloponeso, el origen de la Primera Guerra Mundial, la conducción estratégica de la Segunda Guerra Mundial, el surgimiento de China como potencia, las tres guerras de Indochina, la Guerra Fría, la guerra Indo-Paquistaní, la guerra contra el terrorismo y el desafío con China.

Para finalizar, se estima pertinente plantear algunas reflexiones. La estrategia debe ser dejada de ser vista solamente como un tema de interés militar. Es útil en distintos ámbitos de acción del Estado y la utilidad de su empleo debe ser primero, internalizada por las autoridades políticas y en seguida, promovida como una importante herramienta de conducción.

El establecimiento de términos de referencia estratégicos comunes, es un desafío importante que debe ser abordado y, ojalá, ampliamente difundido en el ambiente académico nacional. Para lograr esto último, resulta fundamental lograr que la disciplina estratégica sea estudiada en profundidad y se enseñe en los distintos institutos de la educación superior chilena.

La historia es una herramienta fundamental para desarrollar estrategias en la actualidad. Su uso, es ampliamente incentivado en países desarrollados. La historia y la estrategia pueden y deben llegar a trabajar juntas en la resolución de los problemas que Chile vive en la actualidad. El Estado debe tomar la iniciativa e invitar a la academia a ponerse de acuerdo, sobre la mejor forma de concretar esta virtuosa asociación.

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