La tecnología cambió el mundo, pasamos a la 4ta Revolución Industrial y en consecuencia todo migra hacia allá, es decir, Industria 4.0, Logística 4.0 y, por ende, también la Geopolítica. Atrás quedó la hegemonía de las potencias que ejercían su influencia únicamente mediante su poder político y militar, ahora la disputa del liderazgo es en la Red y con la ciencia. Internet es el nuevo escenario de confrontación y el dominio de la tecnología sustenta el poder mundial.
El poderío militar, económico y la influencia política de grandes países para alcanzar mejores posiciones y dominio mundial, se ha visto alterado por la globalización, internet y los avances tecnológicos. Los misiles, aviones, tanques y portaaviones, las reservas de dólares y la influencia política, están siendo sustituidos por el poder de la tecnología: la infotecnología, redes de comunicación, bitcoin, big data, nanotecnología, inteligencia artificial y el 5G.
La ambivalencia de la ciencia, es decir, su uso tanto para el progreso de un país –ejemplo: el desarrollo informático o la fabricación de vacunas para el COVID-19- como su empleo para agredir a otra nación -ya sea por ciberataques o armas biológicas-, y la facilidad en justificar el gasto en tecnología ante la sociedad -independiente de su uso-, ha permitido abrir el espacio de influencia a países que antes contaban con menores condiciones para ejercerla a nivel regional o mundial. En consecuencia, en un contexto geopolítico la pregunta a responder es ¿Qué propósitos dirigen a la tecnología?
Históricamente se ha dado que quienes dominan la tecnología tienen una ventaja frente a quienes no lo han hecho, basta recordar la expansión del imperio romano, la conquista de América, la apertura forzosa de China a occidente, la rendición de Japón producto del uso de las bombas atómicas, etc. Asimismo, las naciones que asimilaron primero los avances de las revoluciones industriales –energía del vapor, electricidad, automatización-, llegaron a ser más productivas y hacer más con menos, superando antes la barrera del subdesarrollo dejando rezagados al resto de los países. En consecuencia, las potencias o los aspirantes a potencias saben que el poder mundial es alcanzado por los primeros en dominar la tecnología y la ciencia, tal como lo señala el coronel del Ejército de Tierra español Pedro Baños: “Quien no invierta en estos aspectos fundamentales (ciencia y tecnología) debe tener claro que se convertirá en el futuro esclavo tecnológico de los países más desarrollados” (Baños, 2017).
Los investigadores de la fundación Telefónica publicaron en la revista TELOS (2019) los nuevos vectores de la geopolítica, que pasa a llamarse geotecnología. A continuación, algunos de ellos:
Los avances tecnológicos dieron origen al ciberespacio, pero los intereses nacionales, empresariales y de agrupaciones lo transformaron en el nuevo teatro de operaciones en que la geotecnología se desenvuelve en pos de sus objetivos particulares.
Hasta antes de Internet el alcance de las armas, la proyección de las fuerzas, la propaganda y la designación de blancos tenía una limitante física y geográfica, y en el caso de las armas nucleares, su uso conlleva la destrucción del territorio atacado y una contaminación radioactiva incontrolable. El ciberespacio dio origen a una dimensión que no tiene limitantes físicas, que abarca a todo el mundo, donde casi no hay restricciones legales, no es necesaria una presencia en el terreno de combate y predomina el anonimato. Son estas características las que convierten el ciberespacio en un sublime campo de juego geopolítico versión 4.0 para los Estados.
La complejidad de los conflictos se incrementó con Internet. De la guerra convencional se pasó a la asimétrica y ahora a la híbrida, que es como se combate actualmente, donde los objetivos son actores no estatales –el mercado y la sociedad civil- y se busca el caos, pretendiendo impactar en la población a través de factores psicológicos, como son las emociones básicas a través de las redes sociales, expandiéndose como un virus que altera el sistema social del Estado objetivo para tomarse el poder, iniciando una guerra no convencional si es necesario2.
Cabe señalar, que la diferencia entre ciberataque y ciberguerra, es que en el primer caso la acción es llevada a cabo por hackers o grupos de ellos sin tener el apoyo de un país; en el segundo, detrás de la agresión hay un Estado que la respalda. No obstante, la frontera que separa estas diferencias es difusa ante la complicación de descubrir con certeza quién está detrás de los ataques y quién les brinda apoyo. Incluso, no existe organización ni medida que garantice la seguridad en el ciberespacio y menos la privacidad de las personas. Pese a todo el riesgo existente, cada vez más servicios se realizan por la Red –incentivados por el COVID 19-, a la vez que aumenta el uso del Internet de las Cosas y el acceso masivo a la web a través de Apps para smartphones.
Es un hecho de alta probabilidad ser víctima de un ciberataque o ciberguerra, pero lo que debe ser objeto de preocupación son las innumerables consecuencias producto de: el uso de la información obtenida por el adversario; la infraestructura atacada; la amplitud de los sistemas comprometidos y el desconocimiento de equipos infectados con virus aún sin detectar.
Los adelantos audiovisuales configuraron un nuevo modelo comunicacional, puesto que se requiere un mínimo de medios para grabar, editar y difundir mensajes a través de las redes sociales, de esta forma las instituciones gubernamentales y los medios de comunicación formales perdieron el monopolio de la información, incluso ya no existe un estamento que cumpla el rol de filtro, moderador o mediador, entre la raíz de la información y el público (TELOS, 2019, pp. 18-19). Este nuevo paradigma otorga acceso a grupos políticos extremos, agencias de seguridad extranjeras y otros, para que realicen guerras de comunicación que deprecien los valores democráticos del país atacado, desgasten su cohesión nacional, rompan la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas y cimiente un pensamiento único.
La guerra de noticias o de desinformación, donde se manipula la opinión pública de la nación considerada adversaria, se ha convertido en un arma que destaca por su eficiencia, bajo costo y difícil de rastrear.
Una real y grave amenaza representan los mensajes que, grupos radicales, hacen circular por la Red, porque conocen como funciona la mente humana y tienen especialistas que preparan la información de forma personalizada para generar la reacción que quieren de la ciudadanía. Es sabido que el ser humano se deja llevar por las emociones, dejando relegado el raciocinio, motivo por el cual los mensajes apuntan a los sentimientos y lo dejan instalado, porque no hay tiempo para razonar, ya que en forma inmediata surge otra noticia que nos impacta igual o más que la anterior, creándose un bombardeo incesante de información que al final cumple el rol de desinformar. Es en la Red donde se libra la batalla por ganar las mentes y corazones de las personas, arriándolas al corral ideológico o realidad creada.
Al respecto, la historia ha cumplido la función de crear nación y, gran parte de ella se encuentra en libros que cada vez se leen menos. No obstante, todo migra a la Red, asumiendo las empresas digitales –Wikipedia, Youtube o Google- el resguardo de la historia y quedando al arbitrio ideológico o intereses superiores de sus CEO’s lo que finalmente se podrá encontrar en la web, teniendo la capacidad de modificar, poner en el olvido o reescribir el pasado, transformando o eliminando el alma nacional de un país.
¿Qué marca la agenda de un país? Lo mediático. La debilidad por las redes sociales como twitter, más la conectividad de la población y el uso que los medios de comunicación hacen de ellas, deja en evidencia que son los comentarios, el número de like, la cantidad de reproducciones o las veces que se comparte un mensaje, lo que finalmente dirige las decisiones de líderes y comunicadores. Las encuestas y el rating encandilan, incluso, a los mejores, llegando a instancias en que el relato mata a los datos o se acomodan los datos de acuerdo con el relato. Todo apunta a la emoción. Yuval Harari clarifica lo anterior cuando dice: “...todas las identidades de las masas se basan en relatos de ficción, no en hechos científicos, ni siquiera en necesidades económicas” (Harari, 2018).
Gran preparación requieren los científicos que trabajan con las armas nucleares, a diferencia de los jóvenes autodidactas que se convierten en hacker. Ese desequilibrio da pie a que no haya limitaciones en la cantidad de combatientes, ni que existan reglas éticas en un ciberataque por lo heterogéneo de los intereses de los atacantes y porque no son tangibles los daños o las víctimas –no se visualizan heridos, muertos o edificios destruidos-.
Las armas de comunicación buscan la división de la sociedad, para lo cual se reescribe el pasado con un sesgo separatista o se crea una realidad paralela donde los pilares son sentimientos y las frases tipo mantra. “Nacionalismos, separatismos, diferencias sociales o movimientos subversivos, adecuadamente fomentados y dirigidos desde la sombra, han procurado dar con ese breaking point o punto de ruptura, el talón de Aquiles que fragmente y hasta acabe con el rival” (Baños, 2017).
En este sentido los medios de comunicación pueden presentar una amenaza para la estabilidad de los Estados, puesto que, repetitivamente, pregonan los principios morales universales que los tienen por encima del interés propio del Estado-Nación. Esto se debe, en parte, porque sus clientes o mercado son las personas, motivo por el cual defienden los valores liberales que protegen a los individuos y la sociedad, sin sentirse identificados con la labor que cumplen los líderes políticos en cuanto a la toma de decisiones, a veces impopulares, para el bienestar de los ciudadanos y las acciones concernientes a mantener las buenas relaciones entre Estados. Robert Kaplan entrega un preciso corolario al señalar que: “De hecho, el perfeccionismo moral de los medios de comunicación sólo es posible porque es irresponsable políticamente” (2002, p. 194), en otras palabras, no asume responsabilidades ni rinde cuentas, amparándose en la libertad de expresión.
Asimismo, al ser los medios de comunicación formadores de la opinión pública, es difícil que quienes ocupan cargos por votación popular, se resistan a los argumentos que entregan los denominados rostros o líderes de opinión. El poder de los medios de comunicación, más su concentración, ya que solo seis conglomerados concentran el 95% de los principales medios de comunicación –televisión, radio, medios escritos, productoras de películas, etc.- (Baños, 2017), confluyen para transformarlos en una nueva potencia omnipresente.
Internet es la nueva arena donde países, agencias de seguridad, corporaciones y agrupaciones disputan la hegemonía de sus objetivos. La complejidad para los gobiernos es cómo contrarrestar las acciones delictivas en la Red, donde casi no hay restricciones y prima el anonimato, a lo que se le agrega la inexistencia de contrapeso al poder de los medios de comunicación.
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La Historia Moderna es esencialmente Historia Marítima. La Historia Marítima es Historia Global. La Historia Global es G...
A través de los años, las disputas por las islas situadas en el mar de China Meridional se han incrementado produciendo tensiones, reivindicaciones territoriales y aumento de capacidades militares entre los países reclamantes que, a la fecha, las organizaciones multilaterales regionales no han podido solucionar. Lo anterior ha producido un clima de conflicto permanente en la zona que podría arrastrar a estos estados a la guerra. Por tal razón, la sociedad internacional debiera involucrase con mayor fuerza en este conflicto, a través del uso de los mecanismos de resolución pacíficos de controversias que actualmente existen y regulan el orden mundial, a fin de solucionar las disputas territoriales mencionadas.
Los océanos representan cerca del 70% de la superficie terrestre y en ellos la actividad humana se incrementa vertiginosamente, impulsada por el desarrollo económico y facilitada por la tecnología, extendiéndose allende los límites soberanos y más allá de zonas con derechos de explotación de Estados ribereños, lo que afecta a todo el ecosistema marino, incluyendo extensos espacios que son patrimonio común de la humanidad. Para un correcto uso de los océanos se propone implementar una condición equivalente al concepto de Estado de derecho, la que requiere del concurso e interoperabilidad jurídica de fuerzas navales y marítimas de Estados regionales interesados.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1001
Julio - Agosto 2024
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