By LÜHRS BERGER, JORGE .
La larga fila de automóviles en la avenida Dongshimen era interminable, el tráfico avanzaba lento, muy lento, el enjambre de triciclos y vehículos eléctricos de todo tipo se desplegaban por cualquier espacio disponible. ”Debiera haber tomado la bicicleta”, pensé, mientras me sumergía en mis reflexiones. Pero de repente, en el rabillo del ojo algo llamó mi atención; sólo a mí, ya que estos encuentros son sumamente comunes en la China actual: un Porsche descapotable ronroneaba por mi cuadra, el rosado metálico brillante de su carrocería solo se opacaba por los autoadhesivos de transformers que salpicaban su costado y el más grande e imponente de todos descollaba en toda la extensión del capó, al volante una bella veinteañera discutía por un celular dorado, cubierto con lo que eventualmente podrían ser diamantes. La faena se complicaba por el largo cigarrillo que ella sostenía en su mano derecha y por los aparatosos ademanes con que pretendía persuadir a su interlocutor… sus grandes anteojos oscuros no se condecían con la falta de luminosidad a esa hora de la tarde y las incipientes raíces negras de su pelo rubio delataban su origen oriental. Con sus cabezas inclinadas, el par de mozuelas que la acompañaban permanecían absortas en sus teléfonos, no importándoles nada de lo que sucedía a su alrededor.
Continuamente me pregunto qué habría pensado Mao si viera estos espectáculos…es curioso que China esté inundada de símbolos y estatuas de un personaje que en rigor debiera estar revolcándose en su mausoleo con el desarrollo social de su pueblo. Lo que se vive en la actualidad no solo es el efecto contrario de su visión del Estado, sino que es el capitalismo exacerbado a su máxima y más cruel expresión.
Hace 45 años, este pueblo sufría la mayor de las hambrunas conocidas y posteriormente la más extrema de las persecuciones a todo lo que pudiese tener atisbos de occidental. Los enemigos de clase y sus familias, sufrieron las más indecibles e indescriptibles penurias y su gobernante se esmeró por aplicar reglas y conceptos -fruto de su vasta y torcida imaginación- para propagar una doctrina que nadie comprendió.
El proceso de involución cultural que ha vivido China es realmente dramático; el desarrollo económico ha sido tan descomunal que no ha habido tiempo para una transición que permitiese a las personas ascender lentamente en la escala social. De la noche a la mañana una gran cantidad de chinos pasó de la bicicleta al auto de lujo y con ello se emprendió también un impresionante proceso de occidentalización.
No es raro encontrar chinos de muy buena situación económica cuya única relación con su pueblo son los rasgos físicos y el idioma: comen, se visten y se desenvuelven como occidentales; juegan básquetbol y escuchan las más insípidas de las músicas del nuevo mundo; hablan un perfecto inglés y sus modales pasarían como elegantes en cualquier parte del orbe; la mayoría son hijos únicos y dueños o representantes de incipientes imperios bursátiles; carecen de hermanas ya que sus padres -buscando el hijo varón- y ante la imposibilidad de contar con un segundo retoño, las abortaron cuando la ecografía dio la certeza de su sexo. Asimismo, fueron criados por sus abuelos pues sus progenitores debían trabajar intensamente para que pudiesen tener la mejor educación y con ello asegurar el futuro de las dos generaciones que cuidaron de ellos.
Por otro lado, existe una China en evolución, que ha pasado a ser parte de una clase media emergente y trabajadora que poco a poco ha ido dejando sus costumbres orientales para mimetizarse con las atrayentes prácticas de las clases más acomodadas.
Durante el transcurso del Gaokao, algo así como la Prueba de Aptitud Académica, la secretaria de una importante empresa permaneció varios meses con crisis de ansiedad debido a que su hija definía su futuro con ese examen. Pero no era la única, los establecimientos contaban con servicios médicos para todos los padres en esta situación, pues probablemente muchos de ellos tenían sus mismas aprehensiones. Y es que fracasar en ese intento es despedirse de las posibilidades de surgir y además condena a su entorno a salir del flujo de chinos que emergen de la pobreza para instalarse en la nueva y gigante clase media.
Si se analiza la actualidad, con una China cada día más poderosa e influyente y con un Estados Unidos que lentamente pierde su influencia en Asia y el mundo, se podría inferir que la sociedad debiera tender a orientalizarse, pero ¡no es así! ¡Los chinos quieren ser como los norteamericanos!, los admiran, los imitan, se operan los párpados para occidentalizar sus facciones, la publicidad se nutre en su mayoría de modelos extranjeras y a su manera viven en China el sueño americano.
Hace unos días asistí a un concierto de música clásica en uno de los salones de la Ciudad Prohibida; no era la primera vez que concurría, la orquesta estaba compuesta exclusivamente por orientales y era distinta a las que ya había presenciado. El repertorio de esa noche destacó por la soberbia ejecución de múltiples clásicos europeos, en donde eximios solistas dieron rienda suelta a sus habilidades vocales e interpretativas. Pero esto no hubiese pasado de ser un muy bonito espectáculo, si no fuera porque la génesis de esas espléndidas agrupaciones musicales, fruto de lustros de esfuerzo y dedicación, debe remontarse varias décadas, probablemente al término de la oscura revolución cultural, lo que da muestras de que el proceso de reversión social fue inmediato y aún más elocuente de lo que se pudiera pensar.
China es uno de los pocos pueblos que carecen de un Dios; el budismo, ampliamente difundido en Asia no tiene el carácter aglutinador de los cultos tradicionales y en rigor es más una filosofía que una religión. No obstante, aunque la población es mucho más espiritual de lo que podría creerse, la falta de ese ser superior la suplieron durante milenios con la existencia de un emperador, el cual contaba con todas las prerrogativas y consideraciones de una deidad. La caída del último gran señor produjo un vacío de poder que solo los líderes revolucionarios del siglo XX pudieron llenar y que actualmente se materializa en la persona del Secretario General del Partido Comunista. Este hombre es el amo y señor del país más populoso del mundo y sobre cuyos hombros recae la enorme responsabilidad de mantener las políticas económicas y gubernamentales para seguir creciendo a un ritmo tal que le permita sacar a una buena parte de la población de la pobreza, y con ello lograr el ulterior objetivo nacional que anhela tener una sociedad medianamente acomodada. Las desigualdades sociales, el mar del sur de China, el Tíbet, Taiwán, Hong Kong, la corrupción, las relaciones con Estados Unidos, etc.; son todas variables de la misma ecuación; la que con lentitud y mucha paciencia están empeñados en resolver, y probablemente lo harán.
Por último, la rubia, tomando con una mano el volante junto con su elegante teléfono y en la otra, el enorme cigarrillo, decidió doblar hacia su derecha cruzándose al flujo vehicular desde la tercera fila y, ante la pasividad del resto de los conductores, lentamente se escurrió evadiendo el todavía caótico tráfico. No hubo bocinas, ni alegatos, ni miradas amenazantes...quizás sólo la mía.
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China is expanding its naval operations in the Pacific Ocean. Its Coast Guard is the focal point to the expansion of its maritime activities and is soon to start counter-drug patrols in the coastlines close to Latin America. These operations can be understood in a larger context of what China is seeking, considering both its millennia-old and recent history and how the Pacific fits strategically into this objective.
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Año CXXXIX, Volumen 142, Número 1002
Septiembre - Octubre 2024
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